
Los primeros Intel (abuelos de los actuales Pentium) no portaban ni disipador ni ventilador, el único sistema de expulsión de aire provenía de la fuente de alimentación. Solo unos pocos colocaban algun propelente u extractor extras, no eran necesarios. Silencio casi absoluto para una estabilidad perfecta.
Pero ahora todo ha cambiado.
Al inmenso calor generado por la CPU se une el de discos duros funcionando a 7.200 RPM o más, las GPU gráficas que incluso superan en grados los baremos del propio procesador, las grabadoras actuales tostando a pleno rendimiento y los DVD-rom reproduciendo contenidos multimedia a toda pastilla. Mientras, nuestras mulas descargan contenidos de la web manteniendo el equipo operatívo (y sin descanso) varios dias seguidos. Las fuentes suben hasta voltajes de 500 watios, los chipsets y modulos de memoria generan más calor... todo se dispara y es necesario para mantenermos al día.
El control térmico ha entrado en el mundo informático como algo inseparable, no debe obsesionarnos pero no está de más prevenir para ahorrarnos disgustos y gastos evitables. La informática se ha hecho asequible pero no es barata, así que aquí rige el canon de "invierte un 10 % de más al principio para ahorrarte un 50 % despues".
Desgraciadamente muchos ensambladores sin escrupulos no cumplen este postulado, te sorprendería saber cuantos problemas se obviarían con la simple inclusión de un par de ventiladores que no valen más de 6 euros... por eso debemos tener unas pequeñas nociones, conocer y preocuparnos (solo un poco más) por nuestros PC´s.
Más del 60 % de ordenadores actuales son clónicos, montados por pequeños comerciantes o los propios usuarios... hagalo usted mismo, o mejorelo, evidentemente siempre puedes comprarte un HP, IBM u otro marca reconocida y olvidarte de abrir la caja... pero de uno u otro modo siempre acabamos pagando.
Unas simples nociones quizás nos ahorren algo de eso, el saber nunca ocupa lugar.
Un saludete

Pep.
Oficial de Documentación y Servicios Históricos.



"El arte de la guerra es el arte de destruir a los hombres,
de la misma manera que la política es el de engañarlos". D'Alembert.