¿Como que habría sucedido si no hubiera habido límite de tonelaje. .. pregunta que ustedes ya se han habrán hecho. ¿La Kriegsmarine, necesitaba más tiempo, más materia prima, más u boots y más apoyo aéreo, abastecimiento, de carburante, alimentos?.
D_onitz habia pedido 300 U Boot..no los tuvo al comenzar la guerra..
Puedo equivocarme pero faltaba carburante, acero, y material para la infantería y la aviación. leyendo diferentes informes creo que faltaban muchas cosas en las tres armas.
Si me equivoco, ya que soy nueva en el tema, espero que me lo digan, aunque llevara más años e la 24 , muy bien puedo equivocarme.
Aquellos que formaron parte del alto mando, no ser ódenes punttuales, no quiero mezclarlos, a no ser viendo errores, o aciertos que dejaron pasar, momentos cruciales, por pugnas, celos y enviadias, que no nos corresponde tratar de acuerdo a las normas de la 24. Un Saludo muy cordial camaradas.
Buen comienzo de semana. Kamille.

Desarrollo y Táctica del Arma Submarina en la Kriegsmarine
Muy temprano, en la mañana del 4 de octubre de 1918 en el Mediterráneo, en medio de un ataque a un convoy mercante fuertemente protegido, el submarino atacante, totalmente fuera de control, giró violentamente y comenzó una inmersión hacia el fondo, como si se tratase de un trozo de plomo.
Se hundió hasta el nivel peligroso de 60 metros, luego hasta 90, y bajo la enorme y creciente presión, dos de los tanques de aire de reserva hicieron explosión. Para salvar a su dotación de un exterminio innecesario, el comandante abandonó todo pensamiento de evadir al enemigo, ordenó soplar todos los tanques de aire que quedaban, y mandó atrás todos los motores para corregir la inmersión.
El submarino invirtió inmediatamente su rumbo, y con los tanques llenos de aire comprimido salió disparado de las profundidades, como un corcho en una botella de champán, y surgió en la superficie bajo las mismas narices de un crucero británico con sus destructores de escolta.
Alcanzado por la barrera de fuego artillero, el submarino comenzó a embarcar agua, achicada rápidamente con aire comprimido; una nueva inmersión era totalmente imposible, y al comandante no le quedó otra alternativa que el abandono del buque.
El jefe de máquinas y otros seis marineros se hundieron con el barco en la tarea de abrir ventilaciones, mientras que el resto de la dotación fue recogida por un destructor y llevada a Malta.
Este fue el principio, para el comandante, con muchos meses de confinamiento en campos británicos de prisioneros, tiempo durante el cual tuvo mucho tiempo para pensar sobre el futuro de los submarinos en la guerra.
Sus pensamientos de entonces fueron llevados acertadamente a la práctica. Al ser puesto en libertad, asegurado por sus superiores de que los submarinos volverían a formar parte de la marina alemana, de vuelta al servicio activo, fue ascendiendo grado a grado durante los diecisiete años que siguieron hasta llegar a ser comandante del crucero Emden.
El verano de 1935, el gran almirante Reader le relevó de su mando y le encargó de una tarea que en principio, consideró algo así como un premio de consolación, pero que llegó a ser la culminación de las ambiciones de su vida: el mando de la nueva fuerza de submarinos de la marina alemana reconstruida.
Según los términos del tratado de Versalles, Alemania tenía prohibido construirlos, y Doenitz había restablecido su vida como oficial de superficie; pero el 16 de marzo de 1935 el tratado de Versalles fue repudiado, y denunciado un mes más tarde por medio de un tratado anglo-alemán. De acuerdo con este, Alemania se comprometía a limitar su marina a un 35 por ciento de la inglesa, excepto las fuerzas de submarinos que sería autorizada hasta representar un 45 por ciento de la capacidad británica, e incluso en circunstancias especiales, y después de comunicarlo, llegar al 100 por cien con restricciones correspondientes en otros departamentos.
El acuerdo acerca del tamaño potencial de la fuerza de submarinos estaba basado en motivos, todo menos altruista por parte de los ingleses, y no encerraban ningún gran sacrificio por su parte.
Los ingleses no veían un futuro para los submarinos en las flotas mundiales, particularmente en la suya. La misión principal de la Marina británica fue, en siglos de tradición, la protección de las rutas comerciales de Inglaterra y la estrategia futura estaba basada en el mismo concepto.
Representaba un papel defensivo para el que los submarinos, arma esencialmente de ataque, estaban totalmente fuera de lugar. En consecuencia, los ingleses mantuvieron pocos submarinos, e incluso para 1939 disponían solo de 57 unidades.
Se firmo el acuerdo anglo-germano, el 18 de junio, y diez días después, tuvo lugar en el astillero de Kiel una ceremonia que mostraba que los años transcurridos desde la Primera Guerra Mundial, no habían sido desaprovechados por los ingenieros alemanes.
Se trataba de la ceremonia de entrega del U-1. En aquellos años críticos el núcleo de la futura fuerza de submarinos había sido construida subrepticiamente y con gran esfuerzo.
Dos submarinos, por ejemplo, fueron construidos para las marinas finlandesa y turca, pero se entregaron después de un extenso «período de pruebas», llevado a cabo por una gran cantidad de jóvenes que oficialmente pertenecían a la «Escuela Antisubmarina».
Tras este adiestramiento secreto, aquéllos se convirtieron en la espina dorsal de la fuerza submarina recién autorizada. Durante 1934 fueron construidos en los astilleros Kiel, cierto número de refugios ligeros, fuertemente guardados, y fue de uno de estos, en junio del año siguiente, de donde salió el primero de los nuevos submarinos. Otros siguieron en rápida sucesión, y para finales de septiembre ya ha¬bía una flotilla de nueve.
Doetniz, con una hoja en blanco ante sí sobre la que comenzar, atacó su tarea con gusto y entusiasmo. Durante los quince años precedentes no había existido ningún submarino, y todos los jóvenes que habían tomado parte en el adiestramiento secreto, eran niños cuando terminó la Primera Guerra Mundial.
Con Doenitz habían permanecido desde aquella guerra solamente un puñado de submarinistas, para convertirse en miembros de la nueva fuerza de submarinos, en especial el capitán de navío Thedsen que ocupó el puesto de «jefe de máquinas de la flotilla».
Doenitz se encontraba por consiguiente en condiciones de moldear sus dotaciones y sus tácticas según las líneas por él deseadas, ya que, aparte de las limitadas experiencias en operaciones de la Primera Guerra Mundial, no habían surgido nuevas líneas de conducta, junto a la nueva fuerza de submarinos, que éstos pudieran seguir; no se habían recopilado ningún «Manual de Instrucciones» que pudiera ser leído y seguido por Doenitz y sus hombres. El almirante era libre de trabajar y explotar sus propias teorías, y en su mente tenía claros los principios en los que estaban basadas.
Pensaba, por ejemplo, que los submarinos conseguirían efectos mínimos, a menos que pudieran operar en grupos. Esta fue una de las más importantes lecciones extraídas por Doenitz, de sus experiencias al final de la Primera Guerra Mundial.
Entonces, cuando el esfuerzo de los submarinos alemanes estaba en su punto más alto, en tres meses de la primavera de 1917 no menos de 800 buques habían sido hundidos, totalizando cerca de dos millones de toneladas. Enfrentado con estas cifras desastrosas, el Primer Ministro Británico Lloyd George había forzado al Almirantazgo e implantado el sistema de convoyes, en remplazo de la política de permitir a los buques mercantes navegar independientes.
Aquel hecho, recordaba Doenitz junto al total fracaso de los submarinos en el terreno de las comunicaciones y la cooperación, habían producido inmediatamente una reducción drástica en el número de buques hundidos. En el caso de que los buques recurriesen de nuevo al sistema de convoyes, Doenitz planeaba con mejor sistema de operaciones, la constitución de manadas de submarinos formando una amplia línea cóncava en la que el enemigo había de penetrar.
El primer submarino que obtuviese un avistamiento, mantendría el contacto y comunicaría la posición a los otros buques de la formación, la cual se cerraba sobre el convoy por los flancos y la retaguardia como las mandíbulas de una trampa gigantesca.
Conforme su programa de adiestramiento se desarrollaba, Doenitz organizó en 1937 y 1939 extensos juegos de la guerra en el Mar del Norte, en los que sus conceptos sobre la táctica de los submarinos se vieron totalmente confirmados.
Doenitz, asimismo, meditó sobre el tamaño de submarino que deseaba, y examinó el problema a la luz de su noción del papel del submarino en una guerra futura, como unidad de una «manada destructora», operando contra buques mercantes navegando en convoyes con escolta.
Evidentemente, un submarino grande reunía las ventajas de la velocidad, mayor capacidad de torpedos, armamento de autodefensa más pesado, mayor radio de acción, y mejores condiciones de habitabilidad para la dotación.
Por otra parte, en favor de los submarinos más pequeños, Doenitz consideraba la mejor maniobrabilidad, su facilidad para hacer inmersión más rápidamente en una emergencia, y su mayor capacidad de pasar inadvertido en superficie. Además Doenitz se veía obligado a considerar los términos del acuerdo naval anglo-alemán por el que se restringía el tonelaje total de la fuerza de submarinos admitida, pero no limitaba su número.
Fuente: Wikipedia