
Me esta durando algo mas de lo que esperaba...pero ando algo justo de tiempo por las noches...

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“Y el majestuoso Santísima Trinidad (bajo el mando del jefe de escuadra Cisneros y su capitán de bandera, Uriarte), orgullo de la Marina española, construido en La Habana., único navío del mundo de cuatro puentes y ciento treinta y seis cañones, con su imponente casco pintado a franjas rojas y negras en vez de las amarillas y negras reglamentarias que luce la mayor parte de los navíos españoles: Palos amarillos, cámaras en porcelana y azul, castillo y entrepuentes en olivo y tierra roja para disimular las salpicaduras de sangre en el combate.
- Una cosa discreta, sufrida, fashion – Sugirió en su momento el ministro de turno- . Para que nuestros chicos no se desmolaricen cuando los escabechen y sigan gritando viva España y todo eso.
Sería demasiado pedir, sabe bien el comandante Rocha, que tales barcos, reconocidos por aliados y enemigos como excelentes, construidos con maderas españolas y americanas en buenos astilleros, tuvieran una tripulación a la altura. No estariamos hablando de la vieja y maltratada España, donde la antigua política del marqués de la Ensenada, que elevó al rango de potencia naval, hace mucho que se fue a tomar por saco en manos de una sucesión de ministros que más parecían trabajar para el enemigo a puro golpe de libra esterlina (y en algún caso así era en efecto) que para sus compratiotas.
A esto había que añadir el estado de cosas habitual: corrupción en todas partes, oficiales expertos pero desmotivados y sin cobrar sus pagas, marineros esclavizados sin preparación y sin incentivos, obligados a servir durante media vida sin otro futuro que la muerte, la mutilación, la mendicidad y una vejez miserable. Eso a diferencia de los franceses, con su patriotismo fresco, el Imperio recién estrenado, le-jour-degluar-estarrivé- y toda su parafernalia, derecho al dinero de las presas y sueldos puntuales; o de los ingleses, profesionales entrenados (ninguno de sus oficiales puede mandar embarcaciones de más de veinte cañones hasta haberse comido diez años de mar, tenga el mérito o el favor que tenga) que cobran una pasta si capturan presas, ascienden hasta capitán por méritos distinguidos, y a partir de ahí suben por rigurosa antigüedad por muchas batallas que ganen; o sea, justo al contrario que los españoles, que ascienden a capitán por escalafón y a almirante por enchufe. Y encima, aquí, de postre (concluye amargamente Rocha), tenemos a un rey abúlico e incapaz, una reina más puta que Maria Martillo, y su amante Godoy, príncipe de la Paz, el niño bonito de Madrid, el héroe de la guerra de las Naranjas, jefe máximo de las fuerzas navales y de las otras, lamiéndole un día si y otro también el ciruelo a Napoleón con los tratados de San Idelfonso”