EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

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Kamille Rososvky
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EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Leí este artículo y me atrapó. Son esas historias que la gente se pregunta si son leyenda o no. Creo con la ubicación de las Islas Canarias y la Isla de Hierro, que fue una experiencia tanto para el alcalde su esposa y la gente de hierro que no se olvidan, pero que nose deben comentar,Solo entre gente mayor y de confianza.
Los felicito por no solamente tener una hermoso país sino preciosas historias.
Les dejo el enlace hay 4 fotos y enlaces

Un cordial saludo. Kamille :D

TERTULIA VILLERA 2

Fuente:ertuliavillerados.blogspot.com/2009/11/entre-la-ficcion-y-la-realidad-el.html

lunes 16 de noviembre de 2009

ENTRE LA FICCIÓN Y LA REALIDAD: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL SUBMARINO ALEMÁN
En memoria de mi hermano José Miguel, fallecido recientemente, cuya imaginación y serias investigaciones hizo posible este relato.

Hace varios años y en una efemérides del mes de septiembre de 1917 aparecida en una “Agenda de la Región”, publicada por el Gobierno de Canarias, me sorprendió una escueta noticia relacionada con el alcalde de Valverde y un submarino alemán.
Inicié mis averiguaciones consultando minuciosamente todos los periódicos tinerfeños de la época, libros de escritores herreños e incluso las Actas de los Plenos del Ayuntamiento de Valverde correspondientes a esas fechas, cuyo personal puso muy amablemente a mi disposición, sin lograr alusión alguna a este acontecimiento. Como mejor pude hice un esbozo de datos cogidos al azar pero que de ninguna manera satisfizo mis deseos de un escrito, más o menos interesante.
Comenté con mi hermano José Miguel las dificultades que encontraba para recoger información de este increíble suceso, que él desconocía, ocurrido al señor alcalde, y mi interés en escribir un artículo para su publicación. Me pidió los datos de lo que hasta entonces había logrado.
Solo transcurrieron unos quince días. Me telefonea a casa y me dice que encienda el ordenador. Te envío un regalo, me dijo. Lo escribí para ti. Te ahorré el trabajo.
Y ese regalo, para mi una joya de investigación y excelente estilo narrativo lo tituló “Si le digo la verdad, le miento”. Venía acompañado con una sencilla dedicatoria: “Para mi hermano Pancho que siempre ha compartido su devoción ginecológica con su pasión por los barcos y la mar”.
Me pisó el trabajo, pero comprendí, que jamás de mí podría salir una investigación tan exhaustiva, excelentemente narrada, y que adornándola con su prodigiosa imaginación mezclara la realidad de los hechos con pasajes de ficción, de manera que facilitara una narrativa amena propia de un guionista de su talla.
Por ello y confiando con la colaboración del periódico EL DIA, y a titulo póstumo, nuestro ruego de dar a conocer este suceso ocurrido en Canarias, que transcribo, salvo unos pequeños recortes y añadidos por mi parte, casi literalmente tal y como me lo envió. En su nombre y en el mío propio agradecemos profundamente su publicación.

FRANCISCO DE SALAMANCA DE LA PEÑA

SI LE DIGO LA VERDAD, LE MIENTO
JOSE MIGUEL DE SALAMANCA DE LA PEÑA (†)
A finales de la Primera Guerra Mundial, España, país neutral, se encontraba al margen de esta contienda. Eso no impedía que nuestras islas, las Canarias, paralelamente, vivieran otros acontecimientos del conflicto. Eventos, algunos aparentemente tranquilos, pero con mucho misterio…
Las Islas Canarias, punto estratégico del Atlántico no podían quedar al margen, y aun lo siguen estando, como paso tranquilo, seguro e invisible para la navegación submarina. La conjetura de un avión americano derribado por un submarino soviético hace unas décadas ; la apariencia de presuntas bases de seguimiento en Teno; la presencia de submarinos hundidos en nuestras costas; la supuesta base alemana de Fuerteventura … nos van transportando años atrás, hasta llegar a esa Primera Guerra Mundial que nos ocupa.
Esta es la historia de un 8 de septiembre de 1917.
Los vecinos del Puerto de la Estaca pusieron en conocimiento del alcalde, don Juan Ayala, la aparición de un submarino alemán en las aguas de la bahía, quien a lomos de su yegua bajó hasta el puerto para recriminar la presencia de este navío en las aguas del Hierro, ya que la isla como España eran neutrales en la I Guerra Mundial. El comandante del submarino invitó al señor Ayala a subir a la nave, y cuando recorría su interior, el rugido de los motores y unas tajantes órdenes que ordenaban inmersión le hicieron comprender que estaban navegando. Unos días mas tarde, el alcalde llegó nuevamente al puerto, despidiéndose amistosamente del comandante alemán y de toda su tripulación, ordenadamente formada en cubierta, creando división de opiniones cuando éste contó muy escuetamente lo ocurrido.
Esta crónica es lo mas allá que se conoce de aquel acontecimiento. No deja de ser una crónica misteriosa canaria que parece perdida en el tiempo. José Padrón y Carlos Quintero la recogen escuetamente en sus libros. Seguro que muchos canarios la desconocen.
Juan Ayala Hernández, nunca hizo manifestaciones públicas de esa larga semana. Si alguien le preguntaba decía:
- Si le dijo la verdad, le miento.
Las luchas mas importantes de la guerra fueron bajo el mar. La batalla de Jutlandia, entre la gran flota británica y la alemana, duró dos días: del 31 de mayo al 1 de junio de 1916, cuyo resultado hizo que Gran Bretaña pudiera conservar su supremacía naval.
Sin embargo, la astucia alemana consiguió romper el bloqueo británico y reanudar la guerra submarina sin restricciones en 1917, convencidos de que éste era el único método para derrotar a los ingleses.
Los ataques de los submarinos alemanes a los barcos ingleses, franceses, italianos y americanos, en el océano Atlántico y en el mar del Norte ocasionaron la destrucción de muchos de ellos.
La ruta entre América y Europa tenía su punto estratégico en las Islas Canarias. La eficacia de las bombas de profundidad hizo que los alemanes comenzaran a perder numerosos submarinos, a pesar que siguieran hundiendo una gran cantidad de barcos aliados. Los submarinos necesitaban muy frecuentemente un lugar donde ocultarse y reponer víveres cosa que realizaban en los lugares más insospechados. Y quien podría pensar en la isla más occidental de nuestro Archipiélago con una geografía submarina inexpugnable. El paso de mar entre el Hierro y La Palma era una zona de camuflaje y especial escondite para aquellos submarinos que no deseaban ser detectados y a su vez un lugar ideal para atacar y refugiarse en las batallas del Atlántico.
El submarino U-63 era uno de ellos. Otto Schultze llevaba sin descanso 17 meses comandando el submarino Werk 247. Desde que el Mariscal de Campo Beneckendorff, autorizara a los submarinos alemanes a una guerra despiadada en febrero de 1917, Otto Schulze se había concentrado en las aguas de Canarias. El primer barco en caer en esas fechas fue el “Punta de Teno” cuando realizaba su cuarto viaje de Canarias a Europa. En aguas de la Palma, otro submarino alemán hundía por esas fechas al barco inglés “Springburg”, y un pooco mas al norte, entre Canarias y las Azores, eran hundidos los buques americanos “John Twohy” y el “Bark Christiane”. El U-63, el 27 de agosto de 1917 atraca en los astilleros de Germaniawerft, en Kiel. Otto Schultze sería condecorado con la Cruz de Hierro.
Heinrich Metzger, un jovencísimo oficial de solo 24 años, segundo de a bordo de un U-155, era destinado al U-63 reemplazando al capitán condecorado. Un curioso lunar rubio, del tamaño de una moneda, sobre la sien derecha, y que trataba de ocultar con su moña, marcaba su cara.
Alto, muy alto, rubio y sus ojos fríos, le definían.
Su reciente experiencia anterior le marca rumbo a Canarias. Recientemente en esas aguas había perdido a su hermano. Su misión era clara. Sustituir a otro submarino que regresaba a Alemania: el U-64, submarino de idénticas características, había capturado en aguas canarias una carga de azúcar y ron y regresaba a Alemania.
La seguridad de la isla del Hierro y la necesidad de renovar sus tanques de aire le hizo salir a flote y acercarse a las proximidades de la Estaca. Apenas unas pocas familias de pescadores vivían en el lugar.
La amanecida de ese sábado de septiembre de 1917, era normal, para la época del año. El mar en completa calma y el cielo totalmente despejado. La incipiente luz del sol apenas permitía a José Fernández, el barquero de la Estaca a enjaretar los cabos de su bote. José era el encargado de llevar y traer a tierra a los pasajeros de los correillos de la época cuando allí fondeaban. Su hija Fefa guardaba en el tambucho de proa el ancla de arado. Su otro hijo Rafael de apenas 6 años también ayudaba a su padre. Asomada a la ventana, Josefa, la mujer de José, contemplaba la maniobra. ¡José, José!, gritó asustada como si hubiera visto un fantasma mientras señalaba con la mano la bocana de la caleta. José y sus dos hijos, asombrados, contemplaron aquella extraña nave que apenas sobresalía del agua y que le hacían señas para que se acercase.
- Corre, avisa a don Juan el alcalde, Que vuelven los alemanes.
A los pocos minutos José traía a tierra a dos hombres. Uno de ellos, el joven oficial alemán, custodiado por un marinero armado.
Los herreños recordaban los acontecimientos de la bahía de Naos. Unos meses antes, el día de San Antonio Abad, en El Pinar, los vecinos estaban de fiesta. Aunque era miércoles la romería del Santo Patrón había comenzado desde muy temprano. Los voladores y las tracas disiparon los cañonazos que durante todo el día sonaban en la Bahía de Naos. En un llano, junto a la ladera Hiramas, Basilio Hernández cuidaba sus cabras de espaldas al mar: Un fuerte estampido que asustó al rebaño lo dejó momentáneamente paralizado. Siguieron otros dos estruendos. Basilio corría para atajar a sus cabras. Sin saber que hacer corrió hacia Taibique. Llegó a la calle del Mentidero donde había baile en la sociedad La Igualada con motivo de las fiestas.
-¡Guerra, la guerra!, gritaba sin resuello Basilio.
El pueblo entero bajó hasta una montaña que se levanta frente a la bahía a contemplar el espectáculo.
A un lado, hacia la punta del Lajial, un crucero inglés no cesaba de bombardear hacia la costa, en dirección a la punta de los Frailes. Allí, semiescondido entre unas rocas que apenas sobresalían del mar se encontraba un submarino alemán. La gente se mantuvo quieta en la montaña hasta llegada la noche, momento en que el crucero inglés cesó sus disparos.
Tampoco estaba ajeno a esta contienda el pescador José Dorta, que como cada mañana bajaba hasta su barca para iniciar la faena de pesca. En la cueva donde guardaba sus aparejos encontró a dos alemanes medio desnudos: gebrochen…gesunken…kaput…kaput, le decía uno de ellos haciendo gestos con las manos de explosión y hundimiento. El submarino alemán se había hundido y el crucero ingles había desaparecido. Les dio gofio, higos pasados, queso, unas mantas y los condujo a El Pinar.
José Pedro Zamora, alcalde pedáneo, se había reunido con su gente para hacerlos llevar a Valverde. Ramón Curbelo pedía justicia allí mismo. Pero al final, Sebastián Padrón Barreda, Delegado del Gobierno en la isla del Hierro, termina por acompañar a aquel oficial y al maquinista del submarino hundido a Tenerife.
Hay que hacer constar como nota fehaciente que Alemania no reconoce haber perdido ningún barco en aguas españolas. Sin embargo, aparece un submarino UB-37, el Werk 261, construido por Blohm & Voss, comandado por Paul Günter, que fue hundido por los disparos del crucero inglés “Q-Ship Penshurst” constando sin supervivientes en el archivo alemán. Por otro lado, el historiador y buscador de submarinos hundidos de la Gran Guerra, Robert M. Grant, en su libro “U-boat Hunters” explica con todo detalle como en la Bahía de Naos, en el Hierro, el submarino alemán U-165 que transportaba wolframio era hundido por un submarino inglés, el E-48, cuando se ocultaba de los disparos del crucero inglés. En los cañones de cubierta del submarino alemán había cuatro hombres que al ver la estela de un torpedo se lanzaron al agua. Dos de ellos nadaron a tierra, un tercero fue recuperado por otro barco y el cuarto pereció ahogado. Submarinistas herreños comentan que frente a la Bahía de Naos hay un submarino hundido a unos 70 metros de profundidad. ¿De que submarino salieron los dos supervivientes alemanes?. La condición de Reserva Marina de la bahía ha impedido posteriores inmersiones.
La gente del Hierro sabía que en la bahía de Naos los submarinos alemanes tenían escondido carburantes y pertrechos. A los pocos días patrulló esas aguas el cañonero español “Laya” que tenía su base en Tenerife. No encontró nada. Sus maniobras en la zona nunca se dieron a conocer. La prensa también lo ocultó.
Hechos similares fueron frecuentes de las aguas del Hierro como el sucedido el 22 de agosto de 1917 cuando Cándido Hernández recogió en su lancha a veinticuatro náufragos españoles de un carguero español procedente de Cuba cuyo capitán Antonio Solchaga relató que había sido abordado y posteriormente hundido por un submarino alemán U-64 no sin antes saquear todo el ron y el azúcar que transportaba rumbo a Lisboa.
Y volviendo al relato que nos ocupa, aquella mañana del 8 de septiembre de 1917, el alcalde, don Juan Ayala Hernández, hombre fornido de grandes barbas blancas, bajaba la ladera de La Estaca en su yegua, color blanco, murmurando para sí: Otra vez los alemanes, cualquier día se vienen estas casas abajo… En la costa, una quincena de personas contemplaban sorprendidas aquella extraña embarcación, que más parecía un gran tronco flotante con 11 personas de gris uniforme armadas con pequeños fusiles. En su popa una bandera alemana y otra española. El bote de José había traído a tierra a dos alemanes. Uno de ellos era el joven comandante Henrich Metzger.
Don Juan, hombre enérgico e impetuoso les increpa desde su montura, tratando de hacerse comprender:
-Usted no poder … estar aquí. España, neutral…barco…irse.
El militar alemán hablaba un poco de español:
-Señor. No guerra aquí. Venimos tranquilos. En paz, Yo capitán Herr Metzger invitar a usted a mi barco.
Un buen rato estuvieron intercambiando frases. Los alemanes trataban de convencerle que no tenían actitud agresiva hacia ellos e insistían en que el alcalde subiera a bordo.
José los llevó al submarino. Juan Ayala iba con ellos. La imagen del alcalde con sus luengas y blancas barbas era fácil de distinguir entre los soldados alemanes. Pronto la cubierta del U-63 quedaba desierta.
Silenciosamente el submarino alemán comienza a moverse rumbo a alta mar. Los curiosos herreños que permanecían en la costa gritaban y silbaban con fuerza. Don Juan desde el interior del navío
oye una estridente sirena y tajantes órdenes que no comprende. Pronto se da cuenta de que aquellas órdenes significaban: ¡inmersión!.
- ¿Nos estamos moviendo?- preguntó el alcalde al comandante alemán. No entendió lo que dijo. Un soldado le cogió por un brazo y le condujo al camarote que por sus ropas allí colgadas debía ser de algún oficial.
Al fondeadero de La Estaca habían llegado sus primos Miguel y Sebastián Ayala y Ambrosio Zamora. Se organizaron para formar turnos de manera que alguien quedase permanentemente al acecho
y desarrollo de este secuestro
Pero pasaron dos días y nada se sabía del submarino y del alcalde.
En el ayuntamiento, José Vázquez González síndico regidor, había comunicado el acontecimiento a Tenerife.
Félix Fuentes que había sostenido una férrea oposición al alcalde Juan Ayala, daba por hecho su muerte y pedía la renovación de los cargos en el ayuntamiento. El empate a seis concejales obtenido en las últimas elecciones ahora le era favorable. Enrique Sánchez Cruz, alcalde en funciones y Miguel Ayala Méndez, segundo teniente de alcalde pedían tranquilidad y unos días mas de espera. El Pleno del ayuntamiento fijado para el viernes 14 de septiembre fue presidido por el segundo teniente de alcalde, Miguel Ayala Méndez.
¿Qué sucedía a bordo?
El interior del camarote era muy estrecho. Una litera con un pequeño colchón, adosada a la pared, un armario con un uniforme de gala y otro de faena, una mesa con un libro con el título “Regnat Carles V” del que sobresalía una foto de una guapa chiquilla de ojos claros y pelo negro, unos papeles en blanco y un lápiz sujeto a la mesa sobre una extraña y blanda masa.
A Juan Ayala le faltaba espacio. Su corpulento cuerpo llenaba por completo el pequeño habitáculo. Se sentó en la litera, frente a la mesa y esperó. No sabía el tiempo que había `pasado. Calculó como unas dos horas. Cogió el libro y lo abrió. No entendía nada. Una desconocida escritura en un idioma que no comprendía. Heinrich Metzger entró en el camarote y casi en un perfecto español le dijo:
-- ¿Me permite el libro?. Es mi libro de descanso. Mi preferido. La impresionante vida de nuestro emperador Carlos V. Hizo una pausa, sonrió y continuó: y Primero de España. ¿Sabía usted, que nuestro emperador Carlos V, cuando heredó el reino de España no sabía hablar castellano?. ¿Y sabía que era un gran marino, un infatigable navegante?.
Don Juan le miraba perplejo mientras el alemán le decía que iba a leerle unos pasajes del libro y abriéndolo por la página marcada con la foto tradujo directamente algunos pasajes de la vida del emperador relacionadas con sus numerosos viajes tanto por mar como por tierra en sus visitas a Alemania, Flandes, Francia, Inglaterra, África, así como las ocho veces que había navegado por el mar Mediterráneo y el océano de España.
Cerró el libro, miró al absorto y silencioso alcalde y concluyó:
-El rey solo tenía 17 años cuando por mar entró en España. Desembarcó en Tazones en la costa norte con los borgoñones de su corte, el 17 de septiembre de 1517. Dentro de unos días hará cuatrocientos años. Tiene que jurarme, sobre este libro, que para mí es como la Biblia, que callará para siempre todo lo que vea y viva hasta el día que desembarque. Será el 17 de septiembre. Luego partiré para mi país. No se preocupe. No le haremos daño alguno.
Ayala movió la cabeza con una pequeña sacudida como para despertar de una pesadilla que le resultaba irreal. La escena continuaba igual. Aquel estrecho camarote y la mueca sonriente del alemán, le inquietaba. Inspirando profundamente se atrevió a decir:
-- Habla usted español muy bien, como un nativo. ¿Dónde lo aprendió?. ¿Por qué no habló español en el muelle?. ¿Que quiere de mi?. ¿Por qué no me desembarca y me deja en paz?.
Metzger le indicó que callara: Le indicó que siguiera disfrutando de aquel camarote que era el suyo, que descansara y salió cerrando la puerta, Ayala que apenas cabía en aquella cama se tumbó y trató de dormir.
A la mañana siguiente, Metzger le enseñó la totalidad del
U-63. Navegaban en superficie a una velocidad de 8 nudos. Apenas tenía un año desde su botadura y olía a rancio y a gasoil. La tripulación la conformaban una treintena de hombres, todos muy jóvenes. Llegaron a la sala de torpedos, tres a cada costado. Un marinero pintaba uno de ellos con pintura blanca y un pincel fino. Escribía algo que Ayala no entendió.
-- ¿Como es su nombre de pila Herr Ayala?.
-- Juan Hipólito, contestó el alcalde.
-- Male auf den torpedo nummer zwie das Word “JUAN”, jotto, u, a, en. Zu Befehl, mein Hauptmann.
Del diálogo del marinero pintor, el alcalde solo entendió “Juan”.
-- Ya tenemos un torpedo bautizado con su nombre. le dijo sonriente el capitán. Veremos en honor de quien lo disparamos.
Llegaron al camarote. Ambos se sentaron en la litera.
-- Quisiera que me hable de su isla, de su gente. ¿Cómo es su pueblo?. Juan Ayala comenzó a hablar.
Cuatro días llevaba navegando en aguas de Canarias. Metzger parecía nervioso. Era evidente su necesidad de encontrar un barco enemigo. Quería sellar la incipiente amistad con Juan Ayala con una victoria que le impresionara. Solo se reunían durante una hora cada día, a las cinco de la tarde, frente a un café “aguachirrento” donde hablaban de la isla del Hierro y en particular de Valverde. Hablaron de todo, De la visita del rey Alfonso XIII… del famoso médico ruso que quedó paralizado por una extraña enfermedad… de la creación del municipio de Frontera, segregado de Valverde… de cómo perdió la barba en una apuesta quedándose sin barba y sin alcaldía… de la Sociedad de Señoras y señoritas… de las obras de la plaza con sus balaustradas y perillones… del trabajo lento de años y años en la construcción del ayuntamiento… de la Virgen de los Reyes… de los bimbaches… del garoé… Los 70 años recién cumplidos de don Juan le daban mucho para hablar.
Metzger solo le contaba anécdotas de Carlos V y del archiduque Francisco Fernando. Sin embargo, una tarde le hizo una pregunta mas concreta:
-- Herr Ayala. ¿Qué pasó con el submarino alemán en la Bahía de Naos el pasado Enero?.
El alcalde comenzó a relatar los hechos. Metzger cambió su semblante sonriente por una cara severa y triste.
-- Mi hermano Otto era el Wachoffizier de ese submarino. Aún le damos por desaparecido.
La charla la interrumpió el telegrafista de a bordo que le pasó un mensaje urgente.
El comandante se levantó precipitadamente y dejó solo al alcalde.
Sobre la mesa quedó el eterno acompañante libro. En el margen inferior derecho, dos palabras: Liebe y Teresa. Se levantó e intentó como cada día dar su paseo por el submarino. Pero esta vez, flanqueaba la puerta un soldado que no le permitió salir. Volvió a sentarse y retomó la fotografía.
-- Teresa, dijo en voz alta. La foto de una muchacha, veinte añera, con unos profundos ojos claros y pelo lacio negro, estaba muy nueva, sin una arruga, así que, la foto tenía que ser reciente. No parecía española, pero se llamaba Teresa.
Los motores del U-63 sonaron con más fuerza. Parece que navegamos mas aprisa, pensó. El capitán abrió la cortina del camarote recogiendo el libro y la foto.
-- Navegamos a toda máquina rumbo norte. No salga, por favor.
Valverde parecía de luto. Las calles tristes. La gente se miraba silenciosa. Habían pasado seis días y todos ya temían lo peor. Las noticias que llegaban de la guerra eran cada día más deprimentes. Las batallas en tierra eran sangrientas, las luchas en el aire trágicas, pero, sobre todo, el duelo en el mar era terrible. La bahía de Naos no había vuelto a tener actividad. Los correíllos habían suspendido sus viajes desde Tenerife por temor a cualquier ataque. En el pueblo ya se planteaban la muerte de su alcalde. Su mujer, Manuela Durán, mujer esbelta, altiva, llena de arrugas, estaba totalmente desesperada. No había quien pudiera consolarla. Sola, sin hijos, desde la ventana de su casa no apartaba la vista del mar.
-- Doña Manuela… me da su permiso. Era la primera vez que aquel hombretón cruzaba el portal de la casa de su padre. Usted perdone… pero.. ¿en que la puedo ayudar?.
Era uno de los hijos naturales que don Juan tenía en el Hierro. Algunos, como éste, había sido reconocido y llevaba su apellido. Doña Manuela, con voz triste pero autoritaria, le contestó que no y que se podía retirar.
15 de septiembre de 1917. Una sirena despertó a Juan Ayala. El interior del submarino era pura actividad. Un soldado le indicó que le acompañara al puente de mando. Los oficiales intercambiaban órdenes para él inteligibles. Sonaban imperativas, rotundas, contundentes.
Navegaban a profundidad de periscopio. El capitán Metzger escudriñaba a través de él. Iban tras una presa. Habían recibido el aviso de que un carguero americano se dirigía al norte. Según sus cálculos, el encuentro era inevitable. Bajó el periscopio. Dio unas órdenes, recogió su sempiterno libro y tomándole del brazo regresaron al camarote.
Al dejar el libro sobre la mesa cayó la fotografía.
-- ¿Quién es Teresa?, le inquirió don Juan.
-- Teresa es mi mujer. Nos casamos antes de zarpar. Está embarazada… cosas de la vida y de las prisas. Su padre es un emigrante español que se casó con una mujer de Hamburgo. La conozco desde que éramos pequeños. Viven junto a la casa de mis padres. Ella me enseño hablar español. Cuando termine la guerra nos vendremos a vivir a su isla. Se lo prometo, porque…
Un soldado interrumpió la conversación y ambos regresaron al puente: Volvió a subir el periscopio. Otra vez las frases cortas, imperativas. Entre cada palabra se podía masticar el silencio.
-- Colóquese aquí, por favor, a mi derecha.
En el puente los siete marinos que le rodeaban, sudaban, con un sudor frío, pendientes de su capitán. Cada uno frente a sus instrumentos esperaba las órdenes. A la izquierda un suboficial mantenía en su mano un dispositivo con un botón, como un disparador.
-- Tenemos a tiro a un carguero americano y vamos a hundirlo. Voy a tener el honor de compartir esta victoria con usted. Hemos cargado dos torpedos, uno de ellos lleva el nombre de Juan, su nombre.
Un soldado frente a unos instrumentos dijo algo. El suboficial también:
-- Vorbereiteter Torpedo einer… Ein… Feuer.
El capitán apretó el botón. Un rugido como quien destapa una enorme botella sonó.
-- Ein, zwei, drei, vier, fünf.
Puso el disparador en manos de Juan Ayala.
-- ¡Feuer!.
El alcalde permaneció inmóvil. Sus piernas le temblaban. El capitán alemán, mientras, sacaba su pistola y apuntando en la sien del alcalde le gritó.
-- ¡Feuer… Feuer!.
Ayala cerró los ojos y apretó el botón. Un segundo estruendo y un profundo silencio. Pasaron unos segundos interminables. Un silencio aterrador. De pronto un gran estruendo. El suboficial levantó el periscopio y lo colocó para que el capitán mirara.
-- ¡Gesunken!.
Un júbilo llenó todo el submarino. Toda la marinería gritó contenta. Solo don Juan Ayala permanecía con la cabeza gacha.
Le invitó a mirar por el periscopio pero no lo hizo. Con los hombros hundidos y la cabeza gacha, se retiró al camarote.
En el mar, el buque de vapor “Platuria”, de bandera americana, estaba partido a la mitad. 3445 toneladas y toda su tripulación se hundía frente a las costas de Marruecos. El U-63 se apuntaba su primera victoria bajo el mando de Heinrich Metzger.
Sentado frente a la mesa, Juan Ayala, con los codos hincados trataba de taparse los oídos con sus enormes manos. Él, todo un hombre temperamental, estaba temblando como un niño. Sus ojos rebosaban lágrimas.
Metzger, sonriente, fue junto a él.
-- Este será nuestro secreto. Nunca se sabrá si fue su torpedo o el mío el que hizo blanco. Con muestras de júbilo y golpeándole cariñosamente en la espalda, tratando de consolarle, continuó.
-- Además, deseo advertirle que, en mi cuaderno de bitácora, usted jamás ha estado a bordo.
El 17 de Septiembre de 1917 y en pleno día, el U-63 asomaba su proa en el puerto de La Estaca. En la cubierta, doce marineros alemanes, formaban un pasillo de honor para despedir al alcalde. No hizo falta llamar a José Fernández. A los pocos minutos abarloaba su bote junto al submarino. Heinrich Metzger le dio un abrazo muy emotivo de despedida.
José, remaba fuerte para llevar al alcalde a tierra.
-- ¿Que ha pasado?... ¿Qué ha pasado?... Cuente, don Juan, cuente.
Y don Juan Ayala, sin mirar atrás, con voz lenta, cansado, le contestó:
-- Si le digo la verdad, le miento.
Don Juan Ayala Hernández, alcalde de Valverde, nunca aclaró lo sucedido durante esa larga semana de navegación submarina. A quienes le preguntaban solo contestaba que había sido tratado espléndidamente.
Muchas conjeturas nacieron como “leyenda urbana”. Unos alegan que solo fueron unas horas y no días. Sin embargo el Pleno del 15 de septiembre no lo presidió por ausencia. Otros que fue una visita preestablecida para abastecer alimentos y agua o para sonsacarle
datos sobre buques ingleses. No hubo tampoco algunos que relacionaron una “casual huída” por un conflicto amoroso. Es verdad que tuvo varios hijos ilegítimos y que era hombre enamoradizo pero en 1917 don Juan tenía 70 años.
Más fantástica puede ser la aventura contada en esta crónica. Sin embargo es real el hundimiento del buque americano Platuria, al Norte de Canarias, oeste de Marruecos, el 15 de septiembre de 1917, bajo los torpedos de un submarino U-63. También es real, el silencio de Juan Ayala Hernández, quien también quiso olvidar para siempre.
Heinrich Metzger, el 14 de octubre de 1917, regresó a Alemania y devolvió mando del U-63 a Otto Schultze. Solo permaneció como Kommandant 47 días.
Quince años después, en 1932, un corpulento alemán con un curioso lunar en la sien, se presentó en Valverde, preguntando por las autoridades locales. Dijo ser un ex oficial de la marina alemana. Bajó a la bahía y colocó unas flores y una medalla en el Roque de Naos. Días mas tarde se marchó. Unos cuentan que perdió a un hijo o un Hermano en la batalla de Naos. Los descendientes de don Juan Ayala han perdido en la memoria este suceso y hasta nosotros mismos, cuando tratamos de recapitular tantos y tantos datos repetimos las palabras de don Juan: “si le digo la verdad, le miento”.

BIOGRAFÍA Y DATOS CONSULTADOS:
Mi agradecimiento a las siguientes personas con las cuales charlé muy buenos ratos:
Mi hermano Francisco que fue quien me dio la idea.
José Padrón Machín
Carlos Quintero Reboso
Venancio Acosta Padrón
Luis Espinosa Krawany
Víctor Álamo de la Rosa
Florencio Ayala Reboso
Baudilio Domingo Navarro
Jaime
Dave Alton
Robert Grant
Instituto alemán de investigación de las Fuerzas Armadas Alemanas:
“Militärgeschichtliches Forschungsamt”.

PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO “LA PRENSA” DEL PERIÓDICO “EL DIA” CORRESPONDIENTE AL SÁBADO 26 DE ENERO DE 2008.
Publicado por Bruno Juan Álvarez Abreu en 08:42
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Los alcaldes epañoles, es lo que tienen, que son muy suyos.
Mira el de Zalamea. O ese otro que le declaro la guerra a los gabachos.

En mi pueblo hay un dicho: "Eres bruto, hasta para Alcalde."



Saludos.
Yo soy Kammez, yo kazé a Joe. :wink:
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Mira que bueno!! El Alcalde de Zalamea!! me encanto. nos enamoramos todos de la obra de Calderón de la Barca..
La vi hace unos años en el TV de Argentina, que daban unas películas buenísimas.
!Que bien hecha que estaba !El libro ya me lo tenía leído.
Luego dieron Fuente ovejuna, formidable, Esta obra la dimos en tercer grado en Literatura en Secundaria. !que nivel tenia nuestra enseñanza. Pero ese dicho que "no sirves ni para alcalde" me ha hecho reír de lo lindo. :lol: :lol:
Gracias camarraden,por recordarme un obra que espero verla en el teatro algún día.
Un saludo muy cordial Kamille :D
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Kamenz
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN




::kaleun:
Yo soy Kammez, yo kazé a Joe. :wink:
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

¡¡ Que bueno que está esto Kamenz!!

En la Villa de Zalamea, había una niña de singular belleza, era tal su belleza, que parecía un ángel,
recién llegado a la aldea

¡ Y que garbo el del padre!...¡¡¡¡Pero el Rey,¡¡¡¡¡ El rey!!!!, SOLO FALTABA LA SOTA.

Muy bueno el montage, Kamenz, ¡¡gracias!! ::yupi:
Y muy bueno el timbre de voz del que relata.

Un cordial saludo y por aquello de las brujas, ya te deseo una feliz fin de semana.
:D Cordialmente Kamille :wink: :D :D
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kummetz1938
Korvettenkapitän
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Bonita historia. La frase: "Si le digo la verdad le miento" me hace recordar otra que se me quedó pegada, después de ver una popular serie inglesa, en la TV alemana. Decía así: "Si ésto lo cuento en mi club, no me cree nadie". 8) :lol:
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Si hago una buena obra, me siento bien; y si obro mal, me encuentro mal: Esta es
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Kamenz
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Kamille Rososvky escribió:¡¡ Que bueno que está esto Kamenz!!
Me alegro de que te guste. :D
Yo soy Kammez, yo kazé a Joe. :wink:
Kamille Rososvky
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Je vous remercie beaucoup monsieur.Je vous souhaite un bon week-e :D nd Kamille
Kamille Rososvky
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Kamille Rososvky
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Hola Kamenz, recorriendo imágenes y escritos, cuando mi irdenador marchaba como Dios manda, me encontré con esto. Lo había guardado en una carpeta bien hubicada en la Literatura de tu patria.
Un tecnico, amigo de mi ijo intneto ajuster el ordenador y perdí el artículo, y baya si las brujas, ¡lo encontré!!con Google.

Ahora cuando a la impresora le de la gana lo imprimo e irá a la carpeta de papel.
Esa historia, como otros tesoros hallados, los tengo bien guardados.ya no confío en CD de respado ni el Pendrive.
El papel se rompe pero pieden hacerse más de una copia.
Ypor último, me disculpo por escribir en francés, es que entonces no saúa que los gabachos eran y como no serlo lo enemigos del reino, cuando el hermano de Napoleón hixzo de las suya en España.
Pobre Francisco de Goya y Lucientes con sus cuadro negros y sus fusilamiento notables.
te felicito de nuevo por haber nacido en tierras tan hermosa, tan majas.

Afectuosamente Kamille :D :D ::kaleun:
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Walther
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

¡Magnifico recuerdo de hace unos años¡¡ :)
Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos."
Kamille Rososvky
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Re: EL ALCALDE DE VALVERDE Y EL U BOOT ALEMÁN

Hola Walther!! realmente son hermosos recuerdos!! Soy de releer libros, obra que me han impactado.
Estafue una de ellas, y en la película recuerdo que Fernanado Fernán Gomz interpretaba el papel de ALCALDE.
me alegra mucho que os haya gustado apreciados amaradas Un saludo apectuoso para tustedes y vuestras familias.

Bueno comienzo desemana.

Kamille, de este ladod e la mar. :D ::kaleun:
Kamille Rososvky
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