Western Approaches

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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Western Approaches

Mi mirada se pasea por enésima vez sobre las primeras luces de este frío amanecer que comienza a mostrar la dura realidad de una mañana más en las gélidas aguas del Mar Celta. Las olas, de un oscuro tono verdegrís se persiguen unas a otras mostrando, iracundas, las blancas crestas que el viento rasga y dispersa.

Los tiempos cambian y ya nadie llama a estas aguas el Mar Celta. Ahora el infame pseudónimo con el que ambos bandos nos referimos a estos terrenos de caza es “Western Approaches” (accesos occidentales). En estas inhóspitas aguas los cazadores recogen su sangrienta cosecha y a su vez cualquier cazador puede convertirse en presa. Aqui las fortunas de la guerra destruyen hombres y buques a un ritmo que hace que el diablo se regocije a carcajadas de esta estupidez humana llamada guerra.

Nuestro submarino cabecea como un corcho en la gruesa mar. A pesar de las heladas salpicaduras de agua salada que resbalan por mi barba y a pesar de la bufanda se me meten cuello abajo helándome el vientre, me alegro de estar en cubierta. Abajo, el movimiento convierte la nave en una coctelera infernal. Hombres y utensilios se balancean incesantemente y al mínimo descuido, unos u otros acaban cayendo y rodando por los suelos.

Hace ya dos semanas que estamos de patrulla y no hacemos más que correr de un lado para otro. Un dia nos acercamos a la costa de Irlanda y vemos la Isla Clear, para a continuación, recibir un radio y salir corriendo en dirección contraria hasta distinguir en el horizonte el peñón Bishop en la punta más occidental del sur de Inglaterra. ¿Cuanto más va a durar esta patrulla?. Esta zona es peligrosísima. No solo el mar es duro. También están los traicioneros bancos de arena de La badie al norte y del Gran Sol al suroeste. Es una zona infame para los submarinos. Por si el poco fondo no fuera bastante, los aviones de los dos bandos se esfuerzan por localizar presas para sus flotas o tratan de apuntarse ellos mismos la baja. Cuando no es un Kondor es un Wellington. La confianza que tenemos en que los pilotos sepan distinguir durante sus picados a un amigo de un enemigo raya la paranoia, por lo que siempre nos sumergimos, eso si, con cuidado de no clavar la proa en el fondo, pues eso sería el fin.

Ocho oeste y cincuenta norte, el nuevo día se anuncia por el este. Los hombres de la guardia alternan entre sus ojos y los prismáticos tratando de discernir detalles mientras las sombras de la noche dejan paso a las penumbras del amanecer. Todos ellos son jóvenes, buenos muchachos. Guardan silencio. Los noto un poco tensos. ¿Será porque estoy en la torre?. El comandante nos ha advertido a los oficiales que no agobiemos demasiado a la tripulación y hagamos la vista gorda a pequeños pecadillos. Esto no es una de las grandes unidades de superficie donde a un hombre se le arresta porque se presenta a revista con un botón de menos en el abrigo. En un submarino, la intimidad no existe por lo que si nos ciñéramos estrictamente al reglamento, la temperatura subiría como en una caldera hasta llegar al punto de no retorno.

En medio de mis ensoñaciones un movimiento llama mi atención. Mejor dicho, es la falta de movimiento lo que me llama la atención. Uno de los vigías se ha quedado rígido como un poste. Sin mediar palabra, que para algo es uno primer oficial de la nave y tiene los privilegios del rango, cojo los prismáticos que tiene en sus manos el oficial de guardia: Trato de acomodar mis manos al vaivén del submarino y al mismo tiempo barro el horizonte tratando de discernir qué ha llamado la atención del marinero: No consigo ver nada. El muchacho, se encarama ahora sobre las puntas de sus pies como si eso pudiera ayudarle a ver más lejos. Sigue concentrado en algún punto del horizonte. Finalmente se decide.

- Veo algo por el través de babor, señor, marcación setenta y cinco. Parece un barco de pesca, pero no estoy seguro.

Miro el compás para fijar la marcación y levanto los prismáticos de nuevo. Ahora yo también lo veo. Un pequeño punto en el Este se perfila contra el gris telón del día que nace. No es un pesquero. Parece un grupo de figurillas en un diminuto barril tratando de levantar unos palos de escoba. ¿Un bote a la deriva? De repente, un golpe de mar, levanta y perfila la otra nave contra la claridad del amanecer reconozco la silueta de un submarino.

- ¡Lo veo!. ¡Un submarino!– A esta distancia y con esta luz es imposible reconocer la nacionalidad del otro. Es necesario ser muy cautos. – ¡Comandante a la torre!

Aunque con casi toda probabilidad sea una nave amiga, con un submarino no se juega. Posiblemente se haya desviado de su ruta y han ido a parar a nuestra posición, pero no nos constaba que ellos tuvieran que estar ahí, así que hay que estar preparados. Nosotros sabemos perfectamente de qué somos capaces. Y si se tratara del enemigo, es seguro que ellos están preparados para darnos el mismo tipo de atención que nosotros le deparamos a nuestras víctimas.

En unos momentos, aparece el comandante por la escotilla. Su rubio y lacio cabello se agita al helado viento. Una bufanda impolutamente blanca sobresale del cuello de su gabán. Apuesto a que debajo de éste sólo lleva el pijama. Parpadea tratando de despejar las últimas hebras de sueño y aclarar su vista. .

- ¿Qué tenemos? – pregunta, su voz suena tensa y brusca como un latigazo sobre un leño seco.
- Un submarino por nuestro través de estribor, en un rumbo norte, mas o menos paralelo al nuestro. Identidad desconocida. – le respondo.

El capitán levanta los prismáticos. Al entrecerrar sus ojos, frunce su ceño, levanta su labio superior y enseña los dientes. Parece un gran castor oteando el horizonte.

- ¿Qué le parece? – Baja sus prismáticos y sus escrutadores ojos azules se fijan en mi. Me siento como un cadete pasando un examen oral en la escuela naval.
- Si los quiere sorprender, no encontrará una posición ni un momento mejor.

En efecto, en la poca luz reinante, nosotros todavía somos menos que una sombra en la oscuridad nocturna del oeste, pero en la claridad del nuevo día, ellos se perfilan en el este, cada vez más claros según se desgranan los segundos. Esta ventaja todavía durará unos minutos, Si nos movemos deprisa y con decisión podemos acercarnos a distancia de tiro prácticamente indetectados. Luego la claridad aumentará y quedaremos tan expuestos a la vista como ahora está él.

El capitán asiente e intuyo que también he pasado este examen.

- Rumbo cuarenta y cinco. Avante a toda máquina, dotación del cañón y los antiaéreos en prevención para acción en cubierta.

Las ordenes se transmiten a la sala de control y bajo nuestros pies, el submarino cobra vida mientras se abalanza hacia el noreste. A popa, una nube gris delata el esfuerzo de nuestros motores y la espuma cubre la cubierta de proa.

Mientras nuestro submarino devora la distancia en un curso de intercepción, los artilleros se apiñan en la base de la escalerilla a la torre esperando que llegue el momento de ser llamados. Intercambian pullas y bromas. Es un farol: Son los nervios. En el interior del casco de acero del submarino no hay manera de saber lo que pasa afuera y la espera en la incertidumbre es una tortura que incluso los más fuertes soportan mal.

La tensión se podría cortar con un cuchillo. Todavía no podemos discernir si el otro es amigo o enemigo porque tan cerca de la costa tenemos que guardar silencio radiofónico ya que sospechamos que las estaciones enemigas de radio detectan la energía de la transmisión y aún sin conocer el contenido de las mismas, la propia emisión les basta para triangular nuestra posición. Si uno de sus aviones está cerca podríamos acabar formando parte del fondo. Permanentemente.

De repente el otro submarino, vira y nos muestran su perfil más estrecho. Nos han visto: Ha llegado el momento de la verdad.

- ¡Virar a sesenta grados! ¡Adelante un tercio! ¡Dotación al cañón y antiaéreos! – Ruge el comandante.

Nuestro submarino también vira para enfilar al otro a nuestra proa y mostrar nuestro menor perfil. Ocupo mi puesto y comienzo a verificar la solución de tiro de torpedos. El otro submarino baila en la lente. En esta posición, la solución es fácil. Lo difícil es acertar un blanco tan estrecho. Ni los torpedos ni los sistemas de disparo están hechos para trabajar con este nivel de precisión.

Por el rabillo del ojo observo cómo los artilleros se atropellan al subir. Cada uno de ellos lleva amorosamente acunado en sus brazos un bruñido proyectil para el cañón, que brilla a la mortecina luz con anticipada malevolencia. Cuando íbamos a toda máquina no habrían podido acudir a sus puestos porque a la velocidad a la que avanzaba la nave hubieran sido irremisiblemente barridos de la cubierta por las olas. Ahora, aunque el submarino ha reducido su andar de forma más que perceptible, las olas siguen pasando sobre la cubierta haciendo del trabajo de los artilleros un ejercicio peligroso.

Pasan cinco, diez segundos. A los veinte aparece un destello en la torre del otro submarino. Lámpara de señales.

- J-K-B-S - Lee el segundo oficial de la guardia, ahora al cargo del heliógrafo. Se quita los prismáticos de la cara y añade – ¡Se trata de una señal de reconocimiento! ¡No es nuestra! ¿Qué respondemos?

Un alud de hielo recorre mi espada y encoge mi estómago. Es un sumergible enemigo. Estamos a apenas un kilómetro, en la penumbra del amanecer, mirándonos frente a frente.

- ¡Nada! – Masculla el capitán, a continuación se inclina sobre la barandilla hacia los artilleros- ¿Cuándo estarán listos para disparar?
- ¡Medio minuto señor! – Llega la respuesta desde abajo.

El comandante se gira hacia mí.

- ¿Torpedos?- Hay hielo en su mirada. Ha tomado una decisión.
- Listos - respondo
- Dispare, en salvas de dos para darle seguro –Y añade, como para sí – Vamos a hundir a ese cabrón.

Vuelvo a poner la cara en el visor y ajusto la marcación con el hombre que está abajo en la consola del computador de solución de tiro. Lanzaremos dos torpedos con muy poca separación entre ellos. Pego mi boca al tubo y grito:

- ¡Fuego Uno! ¡Fuego Dos!

Dos torpedos abandonan el submarino. Las sacudidas de los lanzamientos llegan a la torre en forma de pequeñas vibraciones que se transmiten a través del suelo. Miro mi cronómetro. Apenas un minuto para impacto.

¡¡CRA-AAK!! Me sobresalto: Ensimismado en el lanzamiento de torpedos había olvidado nuestro cañón. El capitán ha dado orden de fuego a discreción. El primer impacto cae corto y levanta un geyser de agua ante la proa de nuestro blanco. El submarino enemigo inicia un giro cerrado.

Se me hace un nudo en el estómago. ¡Nuestros torpedos van a fallar! No llevaban prácticamente separación pensando en un blanco que nos mostraba la proa, pero si la otra nave abandona esa posición, nuestros torpedos pasaran, inofensivamente, por su popa. ¡Maldición!

- ¡Preparen tubos tres y cuatro! – Grito por el tubo. El capitán me mira fijamente, pero no hay reproche en su mirada. El también comprende lo que pasa.

En el otro submarino, que ahora nos muestra el costado, se distingue la silueta de sus artilleros corriendo hacia su cañón. El nudo de mi estómago se convierte en hielo.

Un destello intermitente aparece en la parte de atrás de la torre del otro sumergible. ¡PLACK! ¡ZIING! ¡PLACK! ¡PLACK! ¡THUMB! ¡ZIIIINGGG! Una mano me agarra del hombro y me obliga a esconderme tras el parapeto.

Uno de los serviolas no ha tenido tanta suerte. La parte superior de su cabeza ha desaparecido y el tercer oficial, mortalmente pálido, trata de quitar de su cara los restos de cerebro y hueso del marinero muerto.

- ¡Tranquilos!, ¡Sólo es su arma antiaérea!. No puede hacernos daño. – Grita el capitán para hacerse oír sobre el rápido estacatto de las balas golpeando nuestra torre.

Enfilados de proa como estamos, nuestra propia arma antiaérea no puede responder porque le molesta el resto de la torre. El ametrallador jura como un carretero. Mientras trata a un tiempo de conseguir ángulo de tiro y de guarecerse del chaparrón de plomo de la ametralladora enemiga.

¡CRA-AAAK! Nuestro cañón vuelve a responder. Aventuro una mirada sobre el parapeto de la torre a tiempo de ver un gran destello tras su torre, en el cuarto de popa. Trozos de metal salen disparados por el aire y caen alrededor de la nave llenando el agua de salpicaduras. Una nube de color marrón queda suspendida sobre el punto del impacto que el otro submarino no tarda en dejar atrás.

Las balas de la ametralladora enemiga dejan de impactar en nuestra torre e inmediatamente un coro de gritos y aullidos se levanta a proa. La ametralladora está segando a nuestros artilleros como si fuera una guadaña.

Miro en el cronómetro el tiempo desde que disparamos los torpedos:. Cincuenta segundos…. Cincuenta y cinco…¡será ahora! sesenta….sesenta y cinco ¡Maldición! Setenta….¡Mierda! setenta y cinco ¡Crack! Eso ha sido su cañón. Un zumbido…¡Mierda y mierda! ¡SPLASSSSSHHHHHHHHHHH! Un diluvio cae sobre nosotros. Esa ha estado cerca. Levanto la vista sobre el parapeto. Observo el otro submarino. Nuestros torpedos han fallado. En todo esto, ambas naves han reducido la distancia que las separa. Ahora distingo con claridad su casco pintado de gris, detalles de las planchas y remaches. A proa, los servidores de nuestro cañón están caídos alrededor de la pieza como grandes muñecos de trapo ensangrentado. Cuando la otra ametralladora comienza a prestarle de nuevo atención a nuestra torre, me apresuro a guarecerme.

¡Crack! ¡iiiuuuuuuuuuaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAA! ¡KA-BLAAAAARMMM! Esta vez nos ha dado, levanto la cabeza de nuevo y veo una nube de humo que parece salir de nuestra amura de estribor. La maciza ancla de ese lado ha desaparecido. Espero que los daños no sean graves y que el ancla haya absorbido lo máximo posible.

- ¡Nos han dado! – Le grito al capitán. – ¡En la proa!.

Me mira con los ojos extraviados. Los mismos ojos que vi una vez en un caballo que acababa de caer en una acequia y trataba inútil y desesperadamente de trepar a coz limpia por las lisas paredes de piedra del canal. Es evidente que la rapidez con la que ha sucedido todo le ha sorprendido. Como en cámara lenta, veo como su boca se cierra, su barbilla se adelanta y sus ojos se vuelven a enfocar.

Desde abajo una cabeza asoma por la escotilla, al ver el dantesco escenario, abre los ojos como platos antes de anunciar:

- ¡ Daños en la proa! ¡Vías de agua la sala de torpedos! – y añade – Las vías son pequeñas, pero hay varias.

Nuestro comandante ya se ha recompuesto.

- ¡Inmersioooooooón! – grita: - ¡Abajo! ¡Deprisaaaaaaa!

Nos apresuramos a bajar por la escotilla mientras las andanadas de nuestro adversario rugen sobre nuestras cabezas. Por un momento mis percepciones parecen inconexas y descoordinadas. Lo veo todo como si una luz estroboscópica iluminara el lugar permitiéndome fijar mi atención sólo en algunas cosas mientras las demás dejan de existir a mi alrededor. Otro geyser de agua cae sobre nuestra torre y me empapa de nuevo. Me he hecho un profundo corte en mi dedo pulgar, pero no me duele. Sólo uno de los artilleros ha sobrevivido con un feo impacto en el hombro. Lo han arrastrado hacia abajo mientras sus dedos trataban de taponar un boquete que parece capaz de engullir un puño entero. Un ojo humano yace en un charquito de sangre al lado de la bisagra de la escotilla. La cubierta comienza a inclinarse bajo mis pies . Todo parece pasar como a cámara lenta ¡Tengo que entrar! Moverme supone un esfuerzo de primera magnitud, mi cerebro parece haber olvidado cómo gobernar mi cuerpo y debo concentrarme en cada cosa a un tiempo. Primero un pie, luego el otro, ¡Así.! Al fin, después de unos segundos que se me han hecho eternos consigo cerrar la escotilla justo antes de que el mar, rugiente, la cubra por completo. Me quedo unos segundos cogido a la escalerilla, con la frente apoyada en el frío metal mientras lucho con el vértigo del pánico que ha estado a punto de dominarme. Me cuesta creer que todo haya salido tan mal.

Cuando llego abajo, el ingeniero jefe le está acabando de dar el parte al comandante.

- … suerte de que la mayor parte del impacto esté en el lado externo del casco de presión, aún así, se han producido grietas y está entrando bastante agua por varios puntos de la sala de torpedos. El casco parece un queso de gruyere. Por lo que he visto que entra, necesitaremos montar bombas adicionales, pero eso sólo podemos hacerlo en superficie. Si nos mantenemos en inmersión lo que entra superará la capacidad de las bombas y no podremos contener la inundación indefinidamente. Con respecto al mamparo y los torpedos, es casi seguro que todos los tubos de estribor están inoperativos, sólo hay que ver cómo se han doblado el uno y el dos a la altura del mamparo. Posiblemente el cuatro esté potable, pero no lo creo. De los de babor, con suerte, podremos disparar el tres, pero no apostaría por que podremos recargarlo. Los manguitos de aire comprimido para los otros tubos están cortados –vuelve su atención hacia los timoneles y les da instrucciones para nivelar la nave, luego se pasa un trapo por la frente y prosigue – En fin, bombeando y distribuyendo la inundación calculo que podré mantener la inmersión bajo control por lo menos veinte o treinta minutos, luego… luego habrá que subir o seremos demasiado pesados.

- Comprendo – Dice el capitán pasándose la mano por el cabello. Un pequeño hilo de sangre le baja tras la oreja. –¡A profundidad de periscopio!

El ingeniero jefe se vuelve hacia sus timoneles y se concentra en conseguir que nuestro maltrecho submarino ascienda hasta la profundidad de periscopio. El comandante se pone la gorra del revés y habla como para sí, sin mirar a nadie.

- A esta distancia deberíamos escucharlos, pero no se oyen sus diesel. La última marcación era ciento diez.

- He visto cómo antes de que nuestros artilleros fueran ametrallados, le acertábamos en la zona de popa. – Digo.

- ¿Sí? – Responde el capitán. Una sonrisa acude a sus labios – ¡Al fin una buena noticia!. Veamos qué puede verse.

El capitán activa el mando del periscopio de búsqueda y lo desliza sólo un poco fuera de su pozo. Se arrodilla y acerca su cara al visor, luego, con cuidado, acciona de nuevo el mando y el periscopio se desliza lentamente hasta apenas romper la superficie del agua. El visor ha quedado a la altura de la cintura y el comandante se mantiene sobre sus rodillas. Mira por el visor y vuelve a mostrar sus dientes. Me acude a la mente la imagen de un castor rubio danzando alrededor de un árbol. Finalmente, deja de dar vueltas y se queda fijo en un punto. Su mano izquierda juega con los aumentos del periscopio. Finalmente esboza una sonrisa y con un gesto me invita a arrodillarme y a mirar por mí mismo.

En el negro círculo del visor puedo ver al otro submarino. Está a apenas un kilómetro, lo veo por su aleta de babor. El cielo se ha aclarado más aún. El sol debe estar a punto de salir. Gracias al zoom aprecio los detalles. Hay varios hombres de pie en la zona de popa. Uno de ellos, tocado con una gorra blanca, se frota vigorosamente la nuca. Todos están mirando hacia abajo, sobre la banda de babor, donde les hemos acertado y de donde brota un espeso hilo de humo negro que sin duda procede del interior del casco. Una mancha iridiscente mancha las olas alrededor del submarino. ¿Aceite? ¿Combustible? No puedo evitar pensar en la dantesca escena que debe haberse dado en la sala de motores. Las máquinas, empapadas en grasa y llenas de combustible son como una bomba esperando una cerilla, si ha habido un incendio en el interior, los mecánicos deben haberse quemado como teas. Los servidores de la pieza de artillería y de la ametralladora siguen en su sitio. La torre está erizada de vigías. De repente unos hombres bajan de la torre. Entre dos de ellos llevan un cilindro metálico. Sin duda un soplete. Los demás llevan una pesada plancha de metal.

-¡Van a reparar la vía de agua!

El comandante me aparta para mirar él de nuevo.

-¡Hijos de puta! ¡No después de lo que le han hecho a mi barco y a mis hombres! – Baja la palanca y con el característico zumbido metálico el periscopio se vuelve a deslizar dentro de su pozo. Se vuelve hacia el ingeniero: – Avante a tres cuartos, rumbo trescientos quince. ¿El tubo tres y el cuatro están operativos?

- El cuatro no es seguro – Contesta el ingeniero jefe, cauto – Podría quedar el torpedo del cuatro atascado dentro del tubo….

Un escalofrío me recorre: Un torpedo caliente en un tubo es un peligro mortal para cualquier submarino.

- Hay que intentarlo- Insiste el comandante- Tan pronto lo tenga por el través lo enfilaremos y le dispararemos. Unicamente el tubo tres. Esta vez no podemos permitirnos fallar.

Los minutos se desgranan mientras los motores eléctricos se esfuerzan en empujar a nuestra nave. Cada minuto que pasa, las baterías están un poco más débiles y el submarino está un poco más lleno de agua. El comandante se ha situado junto al periscopio de ataque y yo a su lado, con las reglas de cálculo estoy listo para introducir los datos en el computador de tiro.

Miro la cara de concentración del comandante y trato de imaginar su proceso de razonamiento. En su mente debería haber ahora una imaginaria pizarra de cristal, como suspendida en el aire, donde con el único auxilio de su cronómetro y sus estimaciones está trazado rumbos, posiciones, tiempos e intercepciones. Nuestras y del enemigo. Cuando calcula que hemos llegado a la posición de tiro, ordena dar avante al mínimo y hace girar el submarino hacia el otro sumergible. Llega el momento de ver si lo hemos hecho bien y el otro sumergible aparece delante nuestro tal y como esperamos.

- Vamos a ver- masculla mientras se inclina para pegar su ojo al visor del periscopio de ataque y acciona el elevador- ¿Qué diabl…?

Escucho un estallido como de un disparo y la cabeza del comandante sale disparada hacia atrás. Me queda en la retina la instantánea de su cara. La boca abierta en una “O” silenciosa mostrando sus dientes de castor. El ojo izquierdo abierto con una expresión de sorpresa. El derecho es una masa sanguinolenta del que sobresalen grandes astillas de vidrio y sangre. Un surtidor de agua a presión sale de donde estaba el visor del periscopio.

En la refriega en superficie, una de las balas del antiaéreo enemigo debe haber perforado el tubo del periscopio de ataque que se ha llenado de agua. Al extender el periscopio, el espacio del visor ha comunicado con el tubo de ópticas inundado y debido a la presión exterior, los espejos y el cristal del propio visor han salido con la fuerza de una bala.

Me apresuro a accionar la palanca que mete el periscopio de nuevo dentro del pozo. El comandante tiene sus manos sobre la cara y gruñe de dolor. La sangre corre entre sus dedos. Le ayudo a incorporarse y llamo al sanitario. Dos marineros acuden y cogen al comandante bajo los brazos evitando que caiga como un fardo al suelo. Su mano me agarra del brazo , luego entre dientes, mirándome fijamente con su único ojo sano y sobreponiéndose al dolor que le martiriza me dice

- ¡Tome el mando y hunda a ese hijo de puta!. ¡No lo deje escapar!. – Luego rinde cabeza cae hacia atrás, con el sangrante agujero de lo que era su ojo cubierto por su mano y se deja llevar a su camastro para ser atendido.

Todos me miran. Ahora la responsabilidad es toda mía. Meto una mano en el bolsillo y apoyo la otra en un mamparo para disimular el temblor que podría delatar los nervios que siento. Puedo estar nervioso pero ellos no pueden saberlo. ¿Confiarán en mi?. A duras penas confío en mi mismo. ¡Pero hay trabajo que hacer y pienso hacerlo aunque sea lo último que haga!.

El periscopio de ataque está inutilizado, así que habrá que apañarse con el periscopio de búsqueda. Lo hago salir del pozo y sigo el ejemplo del comandante. Me pongo de rodillas y acompaño el periscopio en su ascensión hasta que la lente rompe la superficie.

No tengo que buscar demasiado. Por la amura de estribor está nuestro blanco, El sol ha salido e ilumina la escena con un fantasmagórico tinte de color rojo. El otro submarino está muy cerca. A menos de media milla y nos muestra su través. Veo el grupo de reparaciones en la popa y entre ellos, el destello del soplete. Deben estar trabajando a destajo. Su dotación del cañón y de ametralladoras siguen atentos en sus puestos. En su torre no cabe ni un alfiler y todos llevan prismáticos.

- Blanco, parado en el agua, treinta grados a estribor,

El segundo oficial, que ahora ocupa mi lugar, mete los datos en el computador. Las ruedecillas giran con tenues clicks. Las olas cubren el periscopio y cada vez tengo que levantarlo más. Ahora ya estoy de pie. Pero el submarino sigue hundiéndose. Necesito unos segundos más para verificar los datos que me faltan para poder disparar con seguridad total.

- ¡Jefe! – Le pido al ingeniero - ¡Haga lo que pueda por estabilizar la profundidad!.

- ¡Sí señor!- dice mientras se pasa el grasiento trapo por la frente- Evacuen mil litros más.

Un marinero maneja las válvulas y el sonido del aire comprimido ruge en el tanque de compensación. Vuelvo al periscopio y compruebo cómo se acerca la superficie. ¡Superficie! pero el submarino sigue ascendiendo. Compenso y me dejo caer sobre las rodillas mientras trato de conseguir a toda prisa los datos que me faltan para lanzar y al mismo tiempo trato de bajar el periscopio manteniéndolo justo en la superficie. Es una carrera que no puedo ganar. Cuando estoy casi estirado, no puedo bajarlo más a riesgo de perder el blanco.

- ¡Demasiado arriba! – Digo tratando de mantener mi voz bajo control – ¡Jefe! ¡Equilíbrelo!

- ¡Inundar quinientos litros!

La lente se eleva inexorablemente sobre la superficie. Por fin completo las observaciones y se las canto al segundo oficial. Ahora debo esperar que éste me confirme que está todo computado.

-¡Primero! – Es el jefe, su cara es sinónimo de preocupación – Me cuesta mucho mantenerlo equilibrado.

Es un ruego silencioso, me está pidiendo que sea lo que sea lo que vaya a hacer que lo haga ya.

Vuelvo a mirar por la lente ¡Nos han visto! Horrorizado contemplo cómo la cubierta del otro sumergible hierve de actividad. Hay destellos en su torre y de su cañón sale una nube de humo. El agua alrededor de nuestro periscopio hierve. ¡FLOASSSHHHHHHHHH! Un proyectil de su cañón acaba sumergirse al lado de nuestra torre..

- ¡Torpedo numero tres listo!- Grita el segundo oficial.

- ¡Torpedo numero tres! ¡Fuego! – Respondo.

El rugido del aire comprimido en el tubo llega, amortiguado hasta la sala de pero no notamos la característica sacudida de la salida del torpedo. La mano del ingeniero jefe, se queda alzada en el aire sin llegar a dar la señal de inundar para contrarrestar el peso del torpedo. Miro al tercer oficial Está terriblemente pálido y aferrado a la mesa de cartas. Me devuelve la mirada y entiende al instante lo que quiero. Sale disparado hacia la proa. Pasan los segundos. De nuevo el rugido del aire comprimido en un tubo y el interfono cobra vida.

- El torpedo tres no ha salido, está atascado en el tubo – La voz del tercer oficial es dos octavas más alta de lo normal – ¡El torpedo está caliente!¡ Seguimos tratando de lanzarlo!

La sensación de nudo en el estómago se vuelve casi dolorosa, como un impacto físico. No hay tiempo que perder. Por si no tuvieramos bastante con la inundación, en cuanto el torpedo acabe su propulsor puede explotar espontáneamente. El submarino no sobreviviría a semejante deflagración. Dentro de cuatro o cinco minutos podemos ser historia. Y si el torpedo no explota, igualmente hay que salir a superficie o estaremos igualmente condenados. Y en cuanto lleguemos a superficie, estaremos a merced del otro submarino. No consigo ver una salida al dilema, pero aún tenemos una última oportunidad

- ¡Jefe! Necesito un minuto a profundidad estable de periscopio. ¿Puede darmelos?
- Se intentará, señor

Me vuelvo hacia el segundo oficial.:

- Pase los datos del computador del torpedo tres al torpedo cuatro, esté listo para correcciones
- Pero el ingeniero jefe dijo que el cuatro seguramente quedaría atascado en el tubo.
- Seguramente – Lo digo lentamente, con toda la intención. Al segundo se le enciende la cara al comprender que ya no nos viene de un torpedo caliente en el tubo y que es nuestra única opción.
- Enseguida – responde mientras se vuelve hacia el computador y comienza a pasar los datos al cuarto torpedo.

- Primero, estamos a profundidad de periscopio -Me previene el ingeniero jefe- pero por favor, dese prisa, ya somos muy pesados y estamos en las últimas.

Levanto el periscopio. La lente se aclara y veo al otro submarino, no hay nadie a la vista ni en cubierta ni en la torre, se están moviendo, seguramente impulsados por sus baterías. ¿Porqué no hay nadie en cubierta? Dos surtidores de vapor iluminados por el sol naciente aparecen, irisados, a ambos lados de la proa. La respuesta relampaguea en mi mente ¡Han reparado el parche y van a sumergirse! ¡Pondrán millas de por medio en inmersión y los perderemos definitivamente! ¡Rápido!

Me apresuro a pasar a toda prisa los datos actualizados al segundo oficial que los mete en el computador de tiro. La espera se me hace eterna. La cubierta del otro sumergible ya está a ras de agua.

- ¡Torpedo cuatro listo!

- ¡Fuego!

De nuevo el rugido apagado del aire comprimido y esta vez notamos la sacudida. ¡El torpedo ha salido! Todos contenemos la respiración. El recorrido del torpedo es muy corto, apenas tendremos que esperar veinte segundos. Vuelvo a mirar por el periscopio a tiempo de ver cómo la torre del otro submarino desaparece bajo las aguas. Los veinte segundos llegan y pasan, pero no hay explosión. Hemos vuelto a fallar. Debe haber pasado por encima de ellos.

La tensión que me agobia se desvanece como por arte de magia, se acabó tomar decisiones, ya sólo me queda un curso de acción y está trazado. Hay que tratar de salvar la nave – Si se puede- eso si el enemigo nos ignora- que no lo hará- y por último, poner a salvo al máximo de la tripulación. Al menos a los que sobrevivan.

- ¡Superficie!

El ingeniero jefe estaba esperando esta orden desde hacía rato. Sólo tiene que hacer una seña: Al momento se escucha el rugido del aire en los tanques y un grupo de marineros entra en la sala de control desde proa, arrastrando varias mangueras tras ellos, sin duda conectadas a las bombas auxiliares recién instaladas en la sala de torpedos.

El submarino sube, perezoso y lento, sin levantar la proa. La mayor parte de la tripulación no sabrá lo cerca que hemos estado del limite de flotabilidad, pero por la cara del ingeniero, creo que hemos estado demasiado cerca.

Finalmente, llegamos a la superficie y abro la escotilla. El cuerpo del marinero decapitado todavía está ahí, hecho un amasijo trabado en el pilar del antiaéreo. Su piel se ve muy blanca. A proa, los cadáveres de los servidores de artillería han desaparecido. Los hombres se afanan instalando las mangueras. Enseguida chorros de agua comienzan a brotar de ellas.

- ¡Con excepción de la sala de máquinas, timoneles y los que manejan las bombas, que todos los hombres salgan a la cubierta de popa! ¡Deprisa!

Al torpedo del tubo tres le deben quedar, máximo, un par de minutos y si estalla espontáneamente al acabar su carrera, quiero tener al máximo número de hombres lo más lejos posible de la explosión.

- ¡Máquinas avante media! ¡Rumbo en zigzag!

Los motores cobran vida y una nube de humo azulado proveniente de los escapes aparece entre los hombres que se apiñan en la cubierta de popa.

El segundo me agarra del brazo y me señala algo por el través de babor. Perfilado contra el sol naciente veo la estela de un torpedo. Mas allá, un periscopio sobresale del agua. El torpedo viene directo hacia nosotros.
- ¡Todo a estribor! ¡Avante toda! – Debo tratar de peinar la estela. -¡Los hombres de popa, que se agarren a la torre

La estela se acerca a una velocidad vertiginosa. Es terrible. Todavía no ha impactado pero ya puedo ver que es imposible que falle. No puedo hacer nada. Sólo agarrarme al borde de la torre y esperar. Esperar esos interminables segundos que me separan de lo inevitable. Se exactamente donde nos impactará: La amura de estribor. Finalmente, los segundos se precipitan y el torpedo llega como una exhalación.

¡PLOANNGGGGG! No me puedo creer nuestra suerte. El torpedo no ha detonado. Es un dud. ¡FLOASSHHH! Una explosión de espuma a proa y noto la familiar vibración de un torpedo abandonando la nave. La sacudida del torpedo enemigo ha soltado nuestro torpedo numero tres, que ahora recorre libremente la trayectoria rectilínea que tenía marcada hace cinco minutos y que por una loca suerte, al coincidir con el giro a babor de nuestra nave, recorre exactamente en sentido inverso la estela del torpedo enemigo. Esta vez el tiempo vuela, y apenas quince segundos después se eleva en el mar una columna de agua ¡ BROAMMMMMMMMMMMMMM! Nuestro torpedo ha encontrado su blanco.

Nos quedamos allí, inmóviles mientras el agua se asienta y el sol dibuja un arcoiris en el lugar de la explosión. De repente surgen altos surtidores de espuma. Un hombre de la tripulación grita:

- ¡Miradlo! ¡Trata de salir pero tiene los pulmones reventados!

Sus camaradas vitorean la observación. Pero cuando ya creíamos que no veríamos nada, la vela del otro submarino rompe la superficie. Está escorada a estribor. Por un momento parece que conseguirán emerger, pero la escora aumenta y la proa del submarino se hunde vertiginosamente. La popa se eleva en el aire y describe una rotación que deja la quilla al aire. Se queda por unos segundos así. Escuchamos una explosión submarina y los secos crujidos de metal retorciéndose, lentamente al principio, pero ganando velocidad por momentos, se hunde cada vez más rápido. Finalmente, la popa desaparece bajo las aguas.

No hay vítores esta vez. Los hombres caen ahora en la cuenta de que podríamos ser nosotros los que estuviéramos sumergiéndonos a nuestra última morada. Estos hombres podrían haber estado compartido una cerveza en un bar con los marineros del otro sumergible. No los odiaban. Pero el azar ha querido que estuvieran en naves con banderas diferentes en tiempos de guerra. Alguien dijo que la guerra es una situación donde viejos que se odian obligan a jóvenes que no se odian se maten entre sí. La parca ha hecho rodar los dados y esta vez hemos ganado nosotros.

Escucho tras de mí la voz del capitán.

- Era un tipo siete, sólo tenía un tubo de torpedos en popa.– Un enorme vendaje le cubre media cara.

- ¡Capitan! ¿Sus ordenes?

- No, no hay ordenes – Una sonrisa torcida por el dolor cruza su cara – Lo ha hecho muy bien, condenadamente bien. ¡Que diablos! Siga al mando y llévenos de vuelta a Plymouth.

Me palmea el hombro y se apoya en el enfermero para que le ayude a volver abajo.

La aprobación del viejo significa mucho para mí y hace que mi espíritu se eleve como una gaviota en el sol de la mañana. Llamo al segundo a mi lado y con extrema seriedad le digo.

- Rumbo ciento treinta y cinco, velocidad media – A continuación no puedo contenerme más y una sonrisa asoma a mi cara – Felicite a los hombres de mi parte y dígales que el HMS/M Salmon vuelve a casa.


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Bueno, espero que hayais disfrutado tanto leyendolo como yo escribiéndolo. Creo que para un primer intento no hay quedado demasiado bodrio, pero me encantaría recibir vuestras críticas. (el principio para mejorar es conocerse mejor.. y pare eso nada mejor que alguien te diga qué haces mal).

Luego quiero pedir disculpas si alguien se ha sentido traicionado en los parrafos finales. Pensé que era provocadora la idea de haceros identificar con un personaje en una lucha singular... sólo para descubrir al final que te has identificado con un británico que hunde uno de nuestros amados U-boots. A fin de cuentas, ello sólo demuestra que cuando se lucha, es igual la bandera bajo la que lo hagas ya que reducidos a la individualidad, todos somos hombres que reimos, amamos, sangramos y morimos como todos los demas... y si... igual que nuestro enemigo!.

En fin... pues eso! Buena lectura y buena caza.

Kron
Última edición por Kron161 el 21 Feb 2004 05:13, editado 1 vez en total.
oarso
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Kron 161, cabalga de nuevo.

Eso me complace.

Estupendo relato.

Saludos
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Gran relato kron161

Emocionante e intenso hasta el final, tan crudo como la guerra misma, donde la frontera entre cazador y cazado es de lo mas estrecha, y mas en la mortifera y silenciosa guerra entre submarinos.

sigue asi :D

Saludos y buena caza
Berger
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Todavía no podemos discernir si el otro es amigo o enemigo porque tan cerca de la costa tenemos que guardar silencio radiofónico ya que sospechamos que las estaciones enemigas de radio detectan la energía de la transmisión y aún sin conocer el contenido de las mismas, la propia emisión les basta para triangular nuestra posición.
Una pregunta, ¿de qué costa? ¿de la francesa? En ese caso, ¿la costa de Francia también es parte de la zona de los Western Approaches?

Bueno, en el texto hay unos cuantos anglicismos incorrectos en castellano, pero teniendo en cuenta de qué país es quien cuenta la historia lo daremos por válido :lol:

Ah, las parcas hilan, la Fortuna lanza los dados...
Invitado

Joder Berger no seas tan duro!! puede ser de la costa de Noruega. que mas quisiera yo que saber escribir un relato como este!! Quizas un dia me anime a hacerlo.
Por otro lado debo decirte que si, que me he sentido traicionado en los parrafos finales, y que tu tactica ha dado el resultado apetecido.

ME HA GUSTADO MUCHISIMO!!! sobre todo la descripcion del combate.
Mi admiracion sincera!!!
oarso
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Joer. mushasho.

! A estas alturas ¡

Las Western Approaches , estan comprendidas entre la costa de Inglaterra y la de Irlanda. Comienza en la embocadura occidental del Canal de la Mancha

El ultimo punto de Inglaterra es "Lands End" y el de Irlanda es "Fasnet Rock."

Entre estos dos puntos podemos considerar la zona de las Western Approaches.

Entr estos dos puntos, tambien, se desarrolla la famosa regata de Fasnet, que atraviesa todas las Western Approaches.

Tambien se llama "Mar de Irlanda"

Para más detalles, veanse programas de mano.

Saludos
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suguchi
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Gracias por el deleite de tan intenso relato :)

Un saludo y buena caza
Kron161
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Amigo Berger. Muchas Gracias por tus comentarios.

¿Donde? Sólo necesitas agenciarse una carta nautica del mar de irlanda (o en su defecto mirar la latitud y longitud en un atlas en la página de las islas británicas/irlanda)

:shock:
Kron161 escribió:...Esta zona es peligrosísima. No solo el mar es duro. También están los traicioneros bancos de arena de La badie al norte y del Gran Sol al suroeste. ....

Ocho oeste y cincuenta norte, el nuevo día se anuncia .....


De todas formas, tampoco quería centrarme en una ubicación geográfica demasiado explicita ya que aunque me inspiré en un hecho real, el relato es todo él ficción. En la realidad, el hundimiento del U-36 por parte del HSM Salmon ni fue ahí, (Mar del norte, 57.00N, 02.47E cerca de Kristiansund) ni tampoco fué así. (El 12-12-1939 el HMS Salmon realizó un único lanzamiento a una distancia de mas de 5000 yardas con un recorrido de torpedo de cuatro minutos y medio)

Aparte del mal traducido "mar Celta" (sorry, la carta nautica estaba en el idioma de shakespeare e hice una traducción literal) creo que lo más sonado supongo que es el "dud" del torpedo y la "torre" en lugar de vela. Tienes razón, trataremos de mejorarlo en un futuro! :oops:

Con respecto a la parca.... la mia pasó por las vegas :twisted: y allí no sólo empeño la rueca si no que salió completamente enviciada con los "craps" (juego de azar americano que se juega con dados) :lol: o sea que.. a jugar! :twisted: :twisted:

A los demás también os agradezco vuestro apoyo. No os imaginais lo que motiva de cara a plantearse el siguiente relato, el que alguien te diga que el anterior le ha gustado.

:D :D :D

Buena Caza

Kron
Invitado

Si se encuentra diferencia entre este relato de Kron y los mejores hechos sobre acciones submarinas, son por que éste es mucho mejor y más emocionante. Jordi, en ese estilo y con unas 250 páginas y te forras. ¿Me firmarás un libro dedicado?
Schepke
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Impresionante. Pero viniendo de quien viene no me extraña. Felicidades kroncho, aun estoy alucinando. Ni se te ocurra dejar de escribir.

Salud y buena caza
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Si te dicen que he muerto desconfia
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Joer esta chulo....Podrias dedicarte a escribir libros machote.....O relatos eroticos? :roll: XD


No pareis de hundir mercantes hasta ver la Union Jack flameando :twisted: :twisted: :twisted: :twisted:
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JORDIVONFONTS
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PLAS, PLAS, PLAS.

Un buen relato, si señor. Queremos mas Jordi.

Un abrazo
Un saludo
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JORDI VON FONTS U-47
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Alfonsuas
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¡¡¡¡¡¡LA LECHE!!!!!! Me he quedado de piedra y babeando.
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corkran
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MAGNIFICO!!!
bien escrito, no baja en ningun momento el ritmo ni el interes y encima, efectivamente, hace que te identifiques con un submarino enemigo. de todas formas no te preocupes excesivamente por eso, mas vale que nos vayamos acostumbrando a esa idea, al fin y al cabo la version pacific aces esta ahi y no son u boote.

ENHORABUENA KRON un pedazo de relato de los que da gusto leer incluso varias veces, para disfrutar de pequeños detalles tecnicos. si vas a seguir escribiendo es una magnifica noticia.

saludos
corkran
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Kamenz
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Re: Western Approaches

Pedazo de relato. Si señor.
::oohh: ::oohh: ::oohh: ::oohh: ::oohh: ::oohh: ::oohh: ::oohh:


La de cosas buenas que encuetra uno en este foro si se dedica a buscar un poco.

::kaleun:
Yo soy Kammez, yo kazé a Joe. :wink:
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