Relato Off Topic: À Outrance

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Relato Off Topic: À Outrance

Escrimeur: (deportes) tirador de esgrima.
[Entrada inmediatamente posterior] Escroc: sinvergüenza, timador, estafador.

Collins French Dictionary, 1995



¡El honor! Venga ya. No existe tal cosa en la naturaleza;
no es más que un término inventado para intimidar a los idiotas.

BEN JONSON, Volpone, 1606




HORACIO: Vais a perder esta apuesta, milord.
HAMLET: No lo creo así. Desde que él partiera para Francia me he ejercitado de manera continua. Tengo todas las de ganar.
REY: Vamos, comenzad. Y vosotros, jueces, tened los ojos bien abiertos.
HAMLET: Vamos, señor.
LAERTES: Vamos, señor.

Luchan.

(V, II, 210-213)









Según supe más adelante, ese día y a esa hora mi amigo el teniente Hackett bajó apresuradamente la escalinata de palacio en dirección a las caballerizas. Cruzó el patio de armas desabrochándose de arriba abajo todos los botones de la casaca y chascó dos dedos en alto cuando vio aparecer por la puerta del establo a un muchacho con el pelo enredado en paja, quien reaccionó al requerimiento precipitándose dentro de la cuadra para volver a aparecer, instantes después, tirando de la brida de un hermoso alazán. Hackett saltó a la grupa, picó espuelas y salió al galope bajo el arco de la guardia, donde dos alabarderos le saludaron golpeando los adoquines del patio con la base de sus lanzas.
Cabalgó durante media hora internándose en el bosque hasta llegar a un claro donde pudo ver a las seis personas que le esperábamos, en pie sobre el musgo que alfombraba el lugar, observando el mayor de los silencios: el joven conde de Casaprima a mi lado, el coronel Flashman, que haría las veces de juez , y los dos padrinos que acompañaban a Tennyson, el capitán de húsares. Hackett acortó la rienda hasta poner su caballo al trote, y ya junto al grupo, descabalgó y alejó al bruto de una palmada en las ancas. Desenvainó la espada, se desembarazó del tahalí y cruzó conmigo y el conde la más inquietante de las miradas que yo había visto en sus ojos. En ese mismo momento dejé de temer por su vida.
- Bien, caballeros, acaban de dar las diez. ¿Alguien tiene algo que decir?
- Por supuesto que yo sí - el oponente de Hackett levantó, conciliador, ambas manos -. Tomsie, por el amor de Dios... quisiera presentarte mis excusas. Formalmente.
Por toda respuesta, el teniente situó la cazoleta del sable a un palmo de su cara con la hoja apuntando al cielo para dejarla caer a continuación al costado, según la costumbre. Con expresión resignada, el húsar le imitó.
- Caballeros, en garde. ¿Preparados? - preguntó el juez - Pues adelante.

Ambos contendientes se tantearon unos instantes con los aceros cruzados y girando sobre sus pies. Tennyson golpeó primero sin demasiada convicción y Hackett detuvo el mandoble con la limpieza suficiente para tener la oportunidad de girar el brazo armado e infligirle un largo corte en la camisa a su rival.
- Es usted un maldito testarudo, teniente. Va a pagar por esto - la consternación del húsar se tornaba enfado mientras palpaba sus ropas con la mano libre. Se lanzó a un ataque desordenado cuyos golpes fueron rechazados uno a uno por el oficial que tenía enfrente, cuya juventud y suficiencia estaban haciendo perder más los estribos al descamisado, que se entregaba a una lucha sin concierto antes de resbalar en un charco y caer de bruces. Hackett dio un paso atrás.

Tennyson se incorporó con el rostro congestionado, flexionó un poco ambas piernas y se puso en guardia, mucho más concentrado que la primera vez. Paró el primer golpe del teniente y trató de rodearle con el sable en alto. Otra parada, y otra, mientras ambos tiradores reorientaban su posición con respecto al otro. De nuevo atacó Hackett, alcanzando a su oponente en el hombro izquierdo y obligándole a retroceder apresuradamente con el miedo reflejado en el rostro. Una breve pausa, y el joven oficial amagó un zut alors que Tennyson trató de parar en pastiche, sin tiempo para reaccionar al desenvolvimiento en séptima con el que el sable de Hackett perdió cinco pulgadas de metal en el pulmón de su adversario, quien ya no pudo sino retroceder paso a paso ante la indiscriminada lluvia de golpes que laceraban cada rincón de su cuerpo. Pocas yardas recorrió de espaldas antes de caer al suelo.

El teniente detuvo su espada. Tenía la cara enrojecida y sudorosa, y los ojos empañados en el fanatismo del combate según el cual el resto de tu vida depende de dos verdades absolutas: el de enfrente es el malo, y hay que matarlo por la cuenta que te trae. Pero algo más le cruzaba por la cabeza, pondría la mano en el fuego, porque yo vi cómo un destello de tristeza ganaba espacio en sus ojos mientras observaba al hombre que tenía delante. Fue sólo un instante, pero juro por Dios que yo lo vi antes de que Hackett apretara la mandíbula, se diese la vuelta y envainase su espada. Los padrinos de Tennyson se abalanzaron sobre el herido con un pañuelo en las manos, tratando de taponarle el orificio por el que el pulmón era incapaz de retener el aliento después de cada bocanada. Aquella herida no era cosa de broma, pero después de incorporarse, el húsar rechazó a sus ayudantes y apretó por sí mismo el lienzo contra el pecho. Súbitamente, con la espada que aún no había soltado en alto y tambaleándose, se lanzó con furia tras Hackett, que caminaba ya hacia su caballo. Yo grité alarmado y vi cómo, en lo que se me antojó una fracción de segundo, mi amigo desenvainaba dándose la vuelta y ensartando a aquel hombre de parte a parte. La sangre manchó las ropas de ambos. Con el acero atravesado en el vientre de Tennyson, Hackett le cogió del pelo y acercó el rostro a dos pulgadas del de su rival.
- Excusas aceptadas.
Extrajo la espada y dejó caer en la hierba al moribundo para limpiar el arma en la camisa de su oponente con mayor comodidad. A continuación montó en su caballo y se alejó por donde había venido. Los demás nos llegamos hasta el capitán de húsares para comprobar que había muerto. Uno de sus padrinos tendió una mano para cerrarle los párpados.



22-9-95
"Asturias... puntería natural..."

Castorp U-34 / 24 Flotilla Geweih
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