En esté caso el orden de los factores si que altera el producto: La cuestión es que los libros cuenten algo. Y si, además, entretienen, pues mejor.
Ejemplos:
Pearl Harbor (sic)
Jean-Jacques Antier, editorial Salvat ISBN 84-345-0922-9
La batalla de Iwo Jima
Derrick Wright, Inedita editores ISBN 84-96364-14-3
Las guerras punicas
Adrian Goldsworthy, Editorial Ariel ISBN 84-344-6650-3
La batalla del Atlántico (este le sonara a muchos)
Andrew Williams, Editorial Memoria Critica ISBN 84-8432-579-2
La gran evasión (la verdadera historia de la fuga más famosa de la SGM)
Tim Carroll, Inédita editores ISBN 84-96364-11-9
La ultima batalla (la caída de Berlín)
Cornelius Ryan, Editorial Salvat ISBN 84-345-2359-0
Engaños de guerra (acciones de decepción en los conflictos bélicos)
Francisco A. Martín Inédita Editores ISBN 84-933564-2-5
Omaha Beach: una amarga victoria
Adrián R. Lewis Editorial Ariel ISBN 84-344-6660-0
Troya y Homero (hacia la resolución de un enigma)
Joachim Latacz Editorial Destino ISBN 84-233-3487-2
Las cruzadas (realidad y mito)
Christopher Tyerman Editorial Critica ISBN 84-8432-644-6
De la existencia de todos estos libros y de algunos mas me entere por medio de suplementos, dominicales o culturales. Ninguno es una novela, pero todos ellos son tan amenos como muchas novelas. Y puedo asegurar que he aprendido bastantes cosas con ellos.
De mi paisano Pérez Reverte, Don Arturo puedo contar algo que ya mucha gente sabe, porque el mismo lo cuenta: cuando era apenas un mozalbete se enrrolo en la marina mercante... y navegó, mas millas de verdad de las que alguno puede haber “navegado” a bordo de su pc. Le gusta el mar con locura, a nadie le puede extrañar encontrárselo con su velero en cualquier puerto, principalmente del mediterráneo. A su hija, la llevó cuando tenia unos 13 años a un “campamento náutico” de estos de verano y a la zagala no hubo que enseñarle lo que es un ballestrinque, ni un cote, ni lo que es ayustar, ni a distinguir sotavento de barlovento. Y esto nadie me lo a contado. Lo sé porque lo sé.
En cambio el señor O’brian lo mas cerca que estuvo de un barco era cuando agarraba la botella de Cutty Shark, ahora, eso sí, el pegote se lo daba el mamon.
Y por cierto; no soy majete. Soy bastante feote.
