Poesias

[amoryamistad]

Como podeis comprobar los animalitos indefensos son mi debilidad
pero los demas también me encantan.

Espero que os gusten las fotos.

Besitos.

[amoryamistad]

Este ramo de flores es para tod@s de la flotilla, y para mi incluida,
hoy me han dado la nota del examen del viernes, lo logre me propuse
sacar un 10 en este examen y lo he conseguido, pero mis esfuerzos me a
costado eh, tardes enteras y noches en vela sin dormir por estudiar.

He tenido sabado,domingo y lunes fiesta y los he aprovechado a
descansar jejjee, que bien me ha sentado los dias de fiesta, y ahora
al ataque otra vez, tengo otro esta semana y dos la semana que viene,
asi que a empollar.

Besitos y gracias x leer mi post una vez más.

Amoryamistad os da las gracias de corazón.

Creer siempre en el amor...yo creo en mi sapito verde...

[SID9000]

Enhorabuena.... Qué grande eres!!!

Y gracias a ti, por despertarnos de vez en cuando

[patadepalo]

da,da,da...

asi empieza el movimiento dadaista en el siglo XIX.

(Es ina pòesia)

[amoryamistad]

[amoryamistad]

Limpias mis tristezas
eres alegría
junto a ti todo es sonrisa
tiñes la vida con colores alegres
eres la alegría
contigo soy feliz
soy dichosa sin temer nada
eres mi alegría.

Pensaré en ti
pensaré que te conocí,
sentiré tu presencia
sentiré que estas aquí
sabré que existes,
sabré que me conoces
y siempre me ilusionare,
como el dia en el que te conocí.

[amoryamistad]

Mientras silenciosamente me hallaba
en el éxtasis profundo de mi estudio nocturno,
acompañado de tic-tac acompasado del momento producido por el reloj,
sentí un enorme vacío que inundaba mi alma,
el cual, solo se llenaba al pensar en ti,
y casi parecía vagabunda de tu amor.

Exclamé un suspiro,
y declinando la mirada sentí un gran silencio que me aturdía,
sus notas transitaban apacibles por la estancia,
que impregnaban con su fragancia
todo lo que tocaban.

Frente a un espejo aprecié la profundidad de la noche
y sólo mis pensamientos cargados de ti
me acompañaron a la cama.

Todo lo que veía lo escuchaba,
no sabía o mejor aún no comprendía esa dimensión tan grande
que podría significar poder tener tu amor
y brotaban, entonces, dentro de mí,
pequeñas manifestaciones de melancolías casi imperceptibles.

No me resignaba a encadenar
en los rincones más oscuros de mi cerebro y mi corazón,
tu bello rostro, tus bellas palabras, tus bellas manos, tus bellos ojos
en fin porque todo de tí me parecía bello.

Solo anhelo algo que tranquilice mi lamento,
algo que devuelva la felicidad a mi alma,
algo que rompa con esta horrible calma,
algo que apague las llamas de mi corazón,
y ese algo sólo puedes ser TU.

Sin que tú me lo pidieras,
sin que tú me lo mencionaras,
yo quisiera cambiar mis poemas por tus manos,
cambiaría estos renglones completos de soledad por palabras,
sólo por la forma como me mirarías
me quedaría callada todos los días.

A cambio de tu risa,
yo entregaría mis noches de luna llena
que son todo lo que tengo,
por un ¡Te quiero!.

Y quisiera poder gritar al mundo
que un poema es la mayor expresión de la humanidad,
porque ¡Te quiero!,
y sólo tú harás que todas mis ilusiones,
pensamientos y esperanzas sean una realidad.

[amoryamistad]

Para ti que estás ahí:

Eres la luciérnaga que ilumina mis noches sombrías,
el manantial cuando me invade la sed,
el horizonte claro en mis oscuros atardeceres,
eres lo mejor que me ha pasado en años.

Me das paz con solo escucharme
y confianza en lo que puedo llegar a ser en la vida.

Eres mi amor, te conocí por casualidad
o solamente porque el destino te ha llevado hasta mi.

Eres todo lo que he anhelado tener,
sabes lo que pienso, siento,
como puedo reaccionar,
por eso quiero agradecerte
y decirte que puedes contar conmigo,
que aquí sentada detrás de un ordenador,
mi amor será verdadero
y que siempre tendrás
a una amiga para contarle
lo bueno y malo que te pase
mi querido ángel, porque así te imagino
quiero terminar diciéndote gracias,
solo por estar, haberte conocido y por seguir a mi lado.

[amoryamistad]

EL VIENTO Y LA FLOR:

Erase una niña muy pequeña, muy pequeña. Tan pequeña que nació en una flor. La flor era una margarita muy bonita, con los pétalos blancos como la nieve, y el centro amarillo como el sol.

Era una niña preciosa, muy alegre, que estaba siempre jugando. Tan feliz se le veía que el viento no se pudo aguantar y la cogió entre sus brazos.

Mientras la trasportaba, el viento la protegia, le cantaba canciones que había oído en lejanas tierras, y llevándola de flor en flor, sin darse cuenta, fue alejándola de su hogar.

Sus padres, mientras, habían ido a buscarla a la margarita donde había nacido.

Imaginaos el dolor que sintieron en lo más profundo de su corazón cuando encontraron la flor vacía.

Preguntaron a las abejas que pasaban por allí. Preguntaron a las hormigas que trabajaban afanosamente al pie de la flor. Preguntaron y preguntaron, pero nadie había visto a la pequeña.

Cuando ya creían haber perdido a su hijita, una mariquita que venía volando, les oyó y se acercó.

Había visto a una pequeña princesita a la que el viento llevaba entre nubes de algodón. La niña reía y reía, porque el viento la estaba tratando con mucho amor.

“Hacia donde se la llevaba el viento”, preguntaron los padres, otra vez ilusionados.

“Hacia oriente, atravesando medio mundo, hacia las lejanas tierras del Celeste Imperio”

Gracias a las indicaciones de la amable mariquita, los padres fueron siguiendo el rastro de su princesita.

“Han visto pasar a una preciosa niña, una niña que competía con el sol”.

No fue difícil seguir su rastro, tan grande era la impresión que había dejado por donde pasaba, que nadie la olvidaba.

“Han pasado hace dos días, y no solo competía con el sol. Tanta alegría despertaba en la gente, que durante el tiempo que pasó aquí, no hubo noches”.

Los padres, temerosos de nunca poder alcanzar al viento, mandaron a un halcón, “más rápido que el viento” decían, “más rápido que el sol”.

El halcón voló y voló, sin descansar. No quería perder un minuto, tenía que encontrar a esa niña de la que todo el mundo hablaba.

Por fin, en una ciudad imperial de la antigua china, pudo alcanzar al viento. “Devuelve a la princesita, sus padres la están buscando”

El viento, cuando vio lo que había hecho, se la entregó rápidamente al halcón, que la llevó rápidamente con sus padres.

La gente dice que tanto se entristeció el viento que aún hoy en día, una vez al año, se repiten sus lágrimas en forma de lluvia, inundando las lejanas tierras de oriente.

[paraban]

Con cariño
Un poema de amor matemático
Un bosquecillo habéis de plantar, mi señor,
si queréis demostrar que soy vuestro amor.
Esta arboleda, aunque pequeña, ha de estar compuesta
por veinticinco arbolitos en doce filas bien dispuestas,
y en cada fila cinco árboles plantaréis
o mi lindo rostro nunca más veréis.
Me quedo con el gatillo de "arriba las manos"
Saludos

[Tuerto]

[amoryamistad]

María, el hada de los sueños, vivía en la fuente del pueblo desde siempre. Era muy hermosa pero transparente hasta tal punto que nadie podía verla. Solo podían oír su voz, una voz tan envolvente como el viento en los días de verano. Las mujeres llegaban a la fuente a llenar sus jarras o a lavar la ropa y ella les contaba historias. No la veían ni sabían que estaba allí, la voz les llegaba mezclada con el gorgoteo del agua. Pero se quedaban en la fuente hasta que caía la noche y volvían a casa felices, deseosas de meterse en la cama para soñar una historia que les rondaba la cabeza. María siempre contaba historias bonitas, de niñas enamoradas, de princesas, de reyes valientes y de hadas. Mientras, ellas escuchaban en silencio sin saber siquiera que escuchaban.

El hada de los sueños tenía su propia historia pero nunca la contaba. Era la historia de un hada que durante muchos años había pedido la inmortalidad a los grandes sabios de su raza y ellos le advertían una y otra vez del peligro de su ruego. Buceó en bibliotecas, estudio cuanto pudo, investigó la historia de su pueblo hasta que encontró la forma de conseguirlo, pero el precio era muy alto. Pagó su soberbia volviéndose invisible a los ojos de los humanos y ahora, tantos años después, solo deseaba volver a ser mortal y envejecer rodeada de niños propios y ajenos. Era un castigo eterno que solo se rompería el día que un hombre se enamorase de ella. ¿Pero cómo enamorar a un hombre, si los humanos no podían verla ni oírla?

Una tarde vio a un peregrino que se detuvo a unos pasos de la fuente, mirando justo hacia donde ella estaba sentada. Parecía por su gesto que la estuviese viendo. María movió la mano en señal de saludo sin pensar ni por un instante que aquel hombre contestaría pero lo hizo. El peregrino se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio e inclinó la cabeza. María no hizo caso a su gesto y siguió narrando la historia de la sirena que se enamoró del náufrago. Cuando todas las mujeres de la fuente se marcharon, él se acercó y saludó al hada.

—Ha sido una historia preciosa.

—¿Puedes verme?

El asintió con la cabeza.

—¿No hablas? —preguntó de nuevo María.

Él dudó un momento. En torno a sus ojos se formaron un sinfín de arrugas, como si tratara de encogerlos o de mirar más lejos. María bajó de su asiento de piedra y agua y empezó a caminar junto al peregrino hacia el bosque.

—Mi padre era un campesino y mi madre un hada —y al pronunciar la palabra hada miró a María y sonrió—. Yo era un mestizo al que las hadas temían y los hombres envidiaban. Durante años viví con hadas como tú pero un día una de ellas me acusó de espiarlas, de contar a los hombres sus secretos. No era cierto, iba al poblado de los hombres para ver a mi padre de lejos. Solo una vez me acerqué a ayudarlo porque se le volcó la carreta, pero no me creyeron y me echaron de su mundo y para que no pudiese revelar sus secretos me quitaron el habla. Pero mi madre consiguió suavizar un poco el hechizo condenándome a robar todas las palabras que oyera. Hubiera preferido ser mudo eternamente porque si alguien pronunciaba una palabra y la oía, desaparecía para siempre de su vocabulario. Así, en poco tiempo, la gente con la que hablaba solo podía usar palabras muy extrañas cuyo significado ni siquiera comprendían y una vez pronunciadas las olvidaban para siempre. A mi paso enmudecieron pueblos enteros. Desde entonces vago por el mundo, huyendo de los caminos transitados, me alejo de las fiestas y los pueblos, no visito los mercados y como lo que encuentro sin dejar que me ofrezcan nada. Pero hoy he venido siguiendo tu voz desde lo más profundo del bosque como hechizado, sabiendo que te dejaría muda pero sin poder evitarlo. Y, para mí sorpresa, no has enmudecido.

María sonrió y sintió sobre la piel de todo el cuerpo un extraño cosquilleo.

—Soy un hada, a mí no puedes robarme las palabras.

Pasó el calor del verano y llegó el otoño. Cayeron los primeros copos de nieve, pero aquel hombre no faltó a su cita ni un solo día. Cada noche caminaban hasta el centro del bosque charlando, y allí se despedían. María volvía a su fuente a contar historias pero notaba que las mujeres movían la cabeza buscando el origen de su voz. Alguna incluso se quedó mirando al centro de la fuente como si pudiera verla.

—Y dime, peregrino —le preguntó una noche— ¿no tiene cura tu hechizo? ¿No dejó tu madre ni una puerta pequeña de esperanza?

—Lo he pensado mucho, María. Cuando suavizó el hechizo, la Gran Hada Blanca y ella discutieron durante horas. Al terminar, maltrecha, mi madre me dijo “robarás palabras hasta que escuches una voz repetir por tres veces que te ama”. Fue todo cuanto pudo conseguir y no sé qué precio tuvo que pagar por ello, pero era una trampa eterna, porque nadie puede decir tres veces lo mismo si yo lo oigo. Al menos yo envejezco y moriré algún día. ¿Y tú? ¿No hay antídoto para tu hechizo?

—Un imposible —María enmudeció por un momento, como si aquel hombre le hubiese robado al fin el habla, y cuando empezó a hablar de nuevo, su voz sonaba distinta, lejana. Tenía la mirada perdida y parecía recitar de memoria un poema cuyo significado desconociese—. Serás visible cuando seas mortal. Serás mortal cuando un humano te ame —hizo una larga pausa— Para amar —dijo recuperando su voz— los humanos necesitan ver y oír.

El peregrino acarició la mejilla de María y a ella volvió picarle la piel a como aquella primera vez, aunque con más intensidad. Se miró las manos y vio cómo se le iban cubriendo de un finísimo lienzo casi blanco. Comenzó a llorar. Él la abrazó y mientras María susurraba por tres veces algo en su oído, el bosque se pobló de palabras que escapaban por sus manos, por la boca, por los ojos. Un monton de palabras liberadas.

[amoryamistad]

[amoryamistad]

[amoryamistad]