24 de agosto, a las seis de la mañana. Después del ejercicio de inmersión que se efectúa cada mañana, el U-185 vuelve a la superficie.August Maus cuenta los días que le faltan para su boda, sube a la torreta y echa una ojeada de conjunto con su "Zeiss". Nada a la vista.El mar es de un espléndido color verde, sembrado de cabrillas blancas que corren sobre las olas.Por medio del tubo acústico Maus anuncia:
- El turno de guardia a la torreta.
Cuando sus vigías están instalados en su puesto, baja y, tras haber saludado a Hoeltring que acaba de levantarse y ya lleva su "Mauser" en el cinto, va a echarse en su litera. El sector está en calma. Al menos, eso cree él.
En el cielo, a 2.000 m de altura, tapado por el sol, el piloto de un caza "Hellcat" perteneciente a una escuadrilla del portaaviones Core que patrulla en el sector percibe una mancha brillante. La indica a su copiloto. El avíon toma altura para no ser descubierto mientras el piloto enfoca sus prismáticos.¡Es un submarino!
Acto seguido avisa al Core. La respuesta llega unos segundos después:

Mantened el contacto. Os enviamos refuerzos.
Exactamente diecisiete minutos más tarde,dos "Hellcat" y dos bombarderos "Avenger" giran en el cielo sobre el Lobo gris ocultándose en las nubes que han hecho su aparición.
-¡Flieger alarm!
Con los dos cazas en cabeza, los cuatro aviones descienden sobre el submarino.
Mientras el claxon resuena lúgubremente en el interior del U-185, los sirvientes de las piezas DCA trepan a toda velocidad a cubierta. Apenas acaban de ocupar sus puestos y se disponen a apuntar las dos piezas, las ráfagas

terriblemente precisas del primer "Hellcat" los tumban con una granizada de balas.
Maus sube a la torreta en el momento en que el segundo caza vuelca su lluvia de plomo y alcanza a los vigías. El segundo, que se halla delante de él, se desploma en los brazos de Maus. Una bala le ha atravesado el cuello, otra le ha laceradado el pecho. con voz apenas audible, el segundo murmura:
-No es culpa del vigía, comandante.. Los aviones estaban dentro de las nubes y el sol... No hay que castigarlo.
Pone los ojos en blanco y es sacudido por un postrer estremecimiento. El segundo equipo de ametralladores que ha corrido hacia las piezas de la DCA no tiene tiempo de utilizar sus armas. Es aniquilado a su vez. Dos granadas submarinas soltadas por el primer "Avenger" estallan una a babor bajo la popa y la otra sobre el cañón de 105 mm. que revienta. Un gran agujero se abre en la cubierta de proa.
Con el choque, el U-185 se encabrita balanceándose locamente, embarcando agua. Unos hombres que estaban cogidos a la escala y se disponía a ponerse a las ametralladoras, caen en el puesto central, cuatro metros más abajo, gritando.August Maus, que ha sido derribado por las deflagraciones, se levanta trabajosamente. Sangra por una profunda herida en la frente. Se enjuga la sangre que lo ciega y, agarrándose al macizo de los periscopios, pregunta por el panel a Ackermann:
-Jefe, ¿podemos sumergirnos?
Desde abajo, una voz descompuesta y entrecortada por unos accesos de tos le contesta:
-Imposible comandante...
La voz del ingeniero-mecánico es cubierta por los gritos de pánico y el bramido del agua que invade el compartimento de popa.
Dificultosamente, con los ojos desorbitados, Ackermann aparece en la torrreta:
-El submarino está perdido, comandante -jadea tosiendo-. El cloro está en todas partes...


En el interior del U-185 estalla el drama. Despedidos por el agua que penetra con estrépito, con los pulmones abrasados por las emanaciones de cloro que provienen de las baterías anegadas y que los ventiladores propagan en los tres compartimentos, asfixiados por el humo que de desprende de un diésel en llamas, los hombres aterrorizados luchan salvajemente, despiadadamente, por salir de su ataúd de acero.