El Burro de Cinco Patas

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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El Burro de Cinco Patas

Unas semanitas después del evento narrado con tanto acierto por el Oficial Mancuso en “El Día que Helga nos besó en los labios”, Helga me comentó que le gustaría hacer una fiestita privada a los comandantes de la 24ª flotilla, para agradecerles que defendieran a sus chicas con tanto ahínco. Claro que habría que hacer algunos “preparativos” antes de eso. El más importante fue la neutralización del schupo Ewald “Dos ostias” Dressler, el Feldwebel de la PM encargado del barrio. A tal fin, elegimos una noche muy tranquila. Una “voz anónima” denunció en la gendarmería que algunos militares estaban peleándose en la taberna de Helga. Al llegar al local, se encontraron con que apenas había algún parroquiano civil, una mesa con las chicas y ningún militar. “Dos ostias” se dirigió a Helga, que aguardaba tras la barra.
- Señora, nos han denunciado que algunos militares estaban armando camorra en este tugurio.
- Mire usted a su alrededor, Feldwebel. Obviamente la denuncia es falsa. ¿Quieren usted y sus chicos tomar algo?
- A mí me pone un schnapps. A mis chicos no, que tienen que vigilar.
Al fondo se oyeron unas risitas, en una mesa ocupada por algunas de las chicas. Christine se había puesto de frente a la barra, con un vestido provocador y una sonrisa cándida, que no pasó inadvertido a la voraz mirada de “Dos ostias”. En ese momento, Christine se levantó de la mesa y subió la escalera, con un remeneo tal que levantó dos palmos la mesa en la que se hallaban sentados unos comerciantes de salchichas. Helga sugirió inmediatamente:
- ¿Tal vez el Feldwebel quiera echar un vistazo personal al piso superior, por si es allí donde está el escándalo?
- Buena idea. Nunca se es suficientemente cauto en estas salidas por desórdenes públicos. Chicos, podéis volver a la comisaría. Yo iré cuando acabe la inspección.
- Venga conmigo, que le acompaño.
Subieron al piso superior y Helga le indicó la habitación donde se hallaba Christine, recostada en la cama, con su traje de escote pronunciado y desabrochado. A los pies de la mesilla de noche había una botella de cierto schnapps del que sólo Helga y yo sabemos la fórmula. Como internet es público, no puedo decir su composición, pues me podrían acusar de suministrar armas químicas a líderes terroristas y criminales, como Bin Landen, Sadam Hussein, George Bush o Javier Sardá. Baste decir que se prohibió fumar y cocinar en el local hasta que terminó todo.
Christine se pintaba en aquel entonces como nadie en el arte de embaucar a los clientes para someterlos a disciplina inglesa y otras lindezas del agrado del marqués de Sade. Cuando el policía se había tomado casi toda la botella de schnapps especial y, so pretexto de jugar al esclavo, consiguió ponerlo boca abajo y esposarlo de pies y manos a la cabecera y los pies de la cama con sus propios grilletes. Empezó a susurrarle en el oído, al tiempo que le acariciaba de forma incitante y le ofrecía tragos de la botella. Cuando ya estaba beodo del todo, entramos Helga, un servidor y el “negraso” que coincidió conmigo en París (Menos mal que Beltza no supo que estaba allí, pues hubiese aparecido con un panzerfaust y nos hubiese dejado el club hecho unos zorros). Dejamos que Kunta Kinte “barrenase” un poquito al schupo antes de proceder.
- Helga –le dije-. Pásame una flor de ese jarrón.
Le trabamos la flor en el pelo y de esa guisa le sacamos varias fotos. Encadenado a la cama, con Kunta Kinte encima “hurgándole en lo más íntimo” con su torpedo y la rosa tapándole la calva. Hicimos varias copias de las fotos y guardamos paquetes completos en sitios separados. Este episodio descubre la razón de por qué “El Burro de Cinco Patas”, o sea, el “club filantrópico mixto” de Helga, no necesita la protección de ningún hombre y la policía no la molesta.

El lunes anterior a la fiesta, la Oficina de Protocolo & Comunicación hizo llegar a todos los comandantes de la 24ª una circular, en la que se les citaba para el sábado a las 2200 en Helga’s. También se dio aviso al economato militar de la base, para que no le vendiesen schnapps ni cerveza a Herr Müller, a ver si conseguíamos que llegase sobrio ese día.

El sábado a las 2200, en pequeños grupos, fueron apareciendo los chicos. Todos, unos más y otros menos, mostraban en sus físicos los estragos de la pelea con los agricultores. Alfonsuas y Siroco todavía cojeaban, a Cazador se le veían varios puntos de sutura en la oreja derecha, Von Drakkar llevaba un brazo en cabestrillo, OCPadi caminaba algo envarado con sus costillas magulladas, Schepke mostraba un nuevo hueco en su sonrisa... Según llegaban fueron tomando acomodo y sentándose con las chicas, que estaban especialmente alegres y cariñosas. Esa noche teníamos una orquesta estupenda, que había conseguido yo exigiéndole el pago de un antiguo favor a su director, a lo que no se pudo negar.
Entre risas, bromas y coñas, se fueron formando parejas, que subían al piso superior con los ojos brillantes.
Helga y yo estábamos en la mesa que hay junto a la escalera, y nos gozamos algunos comentarios y conversaciones sabrosas:

-Mancuso, cashondo donde los haya, le decía a Inge:
“Aunque somos estropisio,
Todos con er brazo enyesao.
Cuando acabe el fornisio
Tendrás tor shishi esollao”.

- Mendas le cantaba una jota de su Zaragoza a Heike, con esta letra:
“Tienes una cinturica
Que anoche te la medí.
Y la cincha de mi burra
Era estrecha para ti”.

- Berger tímido y reservado él, pasó al lado de nosotros del brazo de Gretchen, la nueva, que le dijo: “me gustas, marinero”, a lo que él respondió: “No, no. No soy marinero. Soy fontanero, y he venido a desatascarte las cañerías”.

- Izuzquiza tomó a Margueritte en un brazo y una barra de hierro en la otra. Decía que siempre hay que ser precavido por si hay pelea. Con una risa suave y relajada le dije que esa noche hiciese el amor, no la guerra, y que utilizase solo el “arma” de reglamento.

- El vicioso de Jordi Von Fonts subía en silencio con Annal-lise, palpando el percal para ir ganando tiempo.


El resto de la noche transcurrió plácidamente. Con mucha tranquilidad y cariño. Esa noche por decisión unánime de Helga y sus chicas, no se cobró ningún servicio. Esa noche las chicas no trabajaron. Nos amaron.
De uno en uno, a altas horas de la madrugada, fuimos abandonando “El Burro de Cinco Patas” y dirigiéndonos a la residencia de oficiales.
Desde ese día, los comandantes tenemos tres casas: la propia, nuestro u-boote, y el club de Helga y sus chicas.
Invitado

jejeje... ;) :lol: . Eski, tío, vamos a tener que crear un foro XXX para tus relatos, jajaja... Qué bueno :D.

Un saludote.

P.D. ¿Has terminado ya tu relato para la revista??
Siroco
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Jejejejejjej :D que bueno Eski esque eres un montruo hasta en tu faceta literaria.
Saludos
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