Los elegidos del Almirante

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Kamille Rososvky
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Los elegidos del Almirante

Creo que para el fin de semana, le vendrá bien refrescar conocimientos y para los nueos comandant@s puede ser una novedad. Si puedo les subo algunas fotos. Si no, en la ODSH seguramente, encontrarán mejores imágnes de las que puedo subir yo.Una cordial saludo para todos y buen fin de semana. Kamille

P.D Cambién el título porque me pareció ajustarse más a la tradiconal valentía y caballerosidad de los Loos Grises

Fuente:http://www.grijalvo.com/Batracius/Batra ... irante.htm

Luis Jar Torre - LOS “CAPULLOS” DEL ALMIRANTE

(Revista General de Marina, abril de 2003)

Leyendo hace poco una obra británica sobre el arma submarina alemana, tropecé con el dato escueto de que el Comandante del U-154 había sido fusilado por derrotista en 1944 tras haber dado parte de él su propio Segundo. Un periodista hubiera dicho que la historia prometía, yo me quedé con las ganas de saber que había detrás del dato antes de pasar página (¡cosas de nazis!, pensé). Debo estar haciéndome viejo porque cuando, tras un mes de tirar del hilo (sobre todo, tras leer un trabajo monográfico de Eric C. Rust), pude hacerme una idea cabal de la historia, la evidencia de la poquita cosa que podemos llegar a ser cualquiera de nosotros ya me había producido un impacto emocional rayano en la depresión. Incluso llegué a pensar que alguien había ocultado caritativamente el suceso bajo la alfombra de la Historia para evitar desmoralizar a las generaciones futuras, porque es un caso ante el que pocos profesionales de la milicia pueden permanecer indiferentes, especialmente si peinan canas. La historia evoca buena parte de los espectros de nuestra vida a bordo: los temas que nos enseñaron a no sacar en la Cámara, la prudencia en el ejercicio del mando, la lealtad que debemos al superior, el respeto que el superior nos debe... Y el parte, claro, porque en un sentido o en el otro ¿quién no tiene un parte en su vida?

Una de las características más fascinantes de la vida militar es la potestad de administrar justicia entre quienes, en otro ámbito, podrían considerarse simples compañeros de trabajo, y una de las pruebas más incontrovertibles de la calidad del material humano con el que se construyen los ejércitos es que el sistema funciona. Un juez de primera instancia necesita casi un decenio de formación bastante más que exhaustiva para poder llegar a juzgar una falta tras una temporada de reflexión y con el auxilio de todo un juzgado, pero de un simple Alférez de Navío comandante de buque se espera mucho más: la capacidad de juzgarla instantáneamente a la vista de un parte y en base a la mala copia de un código. No resulta menos admirable que el parte sea cotidiana “herramienta de trabajo” en una institución donde el compañerismo lo es casi todo sin que su estructura social se resienta. Sería explicable si el parte funcionara de arriba hacia abajo, pero se trata de una herramienta también utilizable horizontalmente y, si se tercia, de abajo hacia arriba. Un sociólogo podría definirlo como un sistema de delación institucionalizada y advertirnos que tales sistemas suelen cargarse las sociedades donde se instalan, pero de nuevo hay que descubrirse ante la sabiduría de la institución: se da parte de un subordinado en caso de necesidad, de un compañero en caso de emergencia y de un superior en caso de catástrofe. Así, no se producen “averías sociales” que no pueda reparar un discreto desbarre (del que, por supuesto, también habría que dar parte).

La que sigue es la historia de una “avería social” catastrófica producida por un parte, fruto a su vez de la inmadurez de un “actor” (le va grande el papel) y del carácter de “primadonna” de otro, (sobreactúa). Que el escenario sea la Alemania nazi propicia sin duda que lo que podía haber sido un drama degenere en tragedia, pero no quita un ápice de ejemplaridad a un “guión” que es intemporal. Un par de compañeros me han criticado que este relato les prive de otro de “mis” naufragios cuando, a mi juicio, es más de lo mismo. La dotación de un buque viene a ser lo que el sistema operativo para un PC y, aquí, el sistema “casca”. Pero que nadie se altere, al final no sólo se hundirá un buque, sino dos. Y morirán tres comandantes.



Ulrich Abel en el empleo de alférez de fragata,
probablemente a primeros de 1942

(foto procedente de uboat.net)



EL SEGUNDO



Un somero vistazo al encabezamiento de su ficha bastaría para sospechar que alguien que figura como “Abel, Dr. Ulrich (03.03.12-04.44) OLt.z.S.d.R DKG: 18.6.42 Kdt. eines Minensuchbootes 03.44 - 04.44 Kommandant U-193” no es un tipo del montón porque ¿qué hace un A.N. de la Reserva recién ascendido mandando un submarino oceánico y en posesión de una Cruz de Oro Alemana obtenida durante el mando de un dragaminas ¡en el empleo de A.F.!? ¿y a qué viene su “avanzada” edad y el título de Doctor? Como ocurre tantas veces, aquí la realidad no sería creíble ni como película de aventuras. Me comentaba un amigo para justificar su extraña ocupación que, allá donde haya una trinchera, habrá un marino mercante porque, como náufragos, no tenemos precio. La Gran Depresión de los primeros años 30 y el subsiguiente “temporal económico” originó a ambos lados del Atlántico Norte el naufragio colectivo de la marina mercante, buena parte de cuyos componentes fueron arrojados por la “resaca” a las playas del paro. Uno de los involuntarios “nadadores” era Ulrich Abel, que recién aprendido el oficio hubo de cambiar de tercio para dedicarse a estudiar derecho con tal aprovechamiento que, no contento con obtener el doctorado, pocos años después ya no era un Ulrich cualquiera sino Su Señoría el Juez de Distrito Herr Doktor Ulrich Abel. Casualmente, además de esposo de Frau Herta Abel y padre de un niño parece que también era Jefe de Distrito del Partido Nacionalsocialista en Hamburgo, detalle este que apunta su posible metamorfosis de antiguo náufrago en consumado nadador. Lo que no ofrece dudas es que, a su manera, también era un patriota cabal: al mes siguiente de estallar la 2ª Guerra Mundial encontramos a Su Señoría nuevamente metamorfoseado... ¡en capullo! como uno más de los 633 miembros de la promoción X/39 de la Kriegsmarine.

La marina mercante alemana ya había aportado durante la Gran Guerra algunos más que notables oficiales a la Reichsmarine del Kaiser, pero una trágica carambola renovó los lazos cuando, en julio de 1932, el buque escuela “Niobe” zozobró con la promoción 32 a bordo, que pereció casi en su totalidad. En plena reconstrucción naval, el Almirante Raeder solicitó “refuerzos” a las navieras alemanas y quince marinos mercantes cubrieron el hueco integrándose en la promoción 33, si bien, al convalidárseles dos años, este grupo pasó a denominarse promoción 31/33. Fue un amor a primera vista: por citar a dos de los quince, allí estaban Gunther Prien, que hundiría al “Royal Oak” en su propio fondeadero de Scapa Flow además de 191.918 toneladas adicionales de mercantes y el mítico “Ajax” Bleichrodt, que se llevó por delante otras 158.957 toneladas. Los dos hicieron escuela: Prien formó a su Segundo (Engelbert Endrass, otro mercante) y Bleichrodt al suyo (el lenguaraz “Teddy” Suhren) de tal modo que también acabarían convertidos en mitos. Los cuatro se ganaron la Cruz de Caballero con Hojas de Roble (el equivalente a una Medalla Naval), aunque Prien y Endrass a costa de su vida; digamos de paso que el temperamental “Ajax” tuvo los bemoles de renunciar a su Cruz de Caballero si no le daban otra a su Segundo. Los quince primeros se lo debieron contar a sus amigos en paro, porque otros muchos les siguieron; naturalmente que, en una marina donde el periodo formativo de un A.F. estaba pasando de casi cinco años a menos de dos y medio y en cuyos submarinos había de tirar de sextante un suboficial especializado (el Obersteuermann), fueron recibidos con los brazos abiertos. Hasta se hizo la vista gorda cuando, muchas veces, los ex-mercantes comandantes de submarino pintaban en la vela “su” rosa de los vientos en lugar de la más habitual insignia de su promoción (plasta de colegas, ¡siempre dando la nota!).

Ulrich Abel debió obtener su primer empleo a primeros de 1941, siendo destinado a un dragaminas y prestando servicios en el norte de Noruega y el Báltico. Concretamente, servicios distinguidos. En la foto que acompaña este artículo se aprecia que el escaso peso de su galón de A.F. (que eso era entonces) ya está perfectamente compensado en su chaqueta con una Cruz de Hierro de 1ª Clase, otra de 2ª Clase y la Kriegsabzeichen de dragaminas. Parece bastante ufano de sí mismo y no es para menos: basándose en la colección de informes personales que sobre Abel elevó el mando de la 15 Minensuchflottille, Eric C. Rust ha escrito que “...his nautical competence and general leadership abilities were beyond doubt”. A primeros de 1942 ya era Comandante del dragaminas M-1503, constando que el 18 de febrero “...helped destroy a russian submarine in norwegian waters”. No es descartable que se lo cargara personalmente y a bofetadas, porque la Deutsche Kreuz in Gold que recompensó su hazaña era casi el equivalente a una Cruz de Caballero. Recordaba hace poco Frau Herta Abel que, aquel mismo año, al buque de su marido se le asignó un cupo de cuatro “voluntarios” para prestar servicio en submarinos y él fue uno de los cuatro, aunque Eric Rust puntualiza que Ulrich más bien “switched reluctantly”. Debió cesar como Comandante del M-1503 hacia septiembre de 1942 y, tras efectuar el curso de submarinos, en febrero de 1943 fue destinado como Segundo Comandante del U-154, perteneciente a la 2U-Flottille con base en Lorient. La idea era que permaneciera a bordo durante un crucero (digamos tres o cuatro meses) y, tras el informe favorable de su Comandante, enviarle al curso de mando (otros tres meses) y darle su propio U-boat. Un carrerón.

En un submarino alemán de la época el Segundo era conocido como IWO (Erste Wache Offizier, Oficial de la 1ª Guardia), y solía ser un A.N. Era responsable de los torpedos y sistemas asociados, así como de estar preparado para sustituir al Comandante, usualmente un T.N. informalmente apodado Herr Kaleu (de Kapitänleutnant). Completaban la Cámara el IIWO (normalmente un A.F., a cargo de cubierta, comunicaciones y A.A.) y el Jefe (el LI, de Leitender Ingenieur, que solía ser un Alférez). La denominación del IWO y IIWO no implicaba necesariamente que navegaran a dos guardias, ya que dos suboficiales, el Navegante y el Contramaestre (Obersteuermann y Oberbootsmann), montaban diariamente una guardia de oficial en la vela. En la Cámara del U-154 Abel se topó con dos elementos atípicos: un médico del Ejército destacado a bordo para prestar apoyo a otros submarinos y... ¡el Comandante!, un A.N. de 25 años que se estrenaba en el oficio, brillante, pero (digámoslo así) un tanto inmaduro (el A.F. Abel tenía 30 años y “horas de vuelo” equivalentes a otros 30).



Oskar Kusch en el empleo de alférez de navío,
probablemente a primeros de 1942

(foto procedente de uboat.net)





EL COMANDANTE



Oskar Heinz Kusch era el amado hijo único de una familia berlinesa de clase media alta que le proporcionó una cuidada educación. El resultado fue un individuo inteligente, franco y cosmopolita: un auténtico mirlo blanco al que, ya puestos, se ha llegado a describir como guapo y atlético. A diferencia de Abel, al que podemos imaginar sin esfuerzo como currante en funciones de esforzado escalador, el amigo Oskar aparenta ser un “chico bien” de pura raza. Desgraciadamente para él, debió recibir la formación menos adecuada para la época y el país que le tocaron en suerte. Así, nos lo encontramos mediada la década de los treinta empeñado en pensar por su cuenta en plena vorágine de “pensamiento único” y, a fuer de original, como católico practicante. Su primer batacazo con el “sistema” parece haber ocurrido en 1933 a causa de su condición de “Boy Scout” (¡vaya!), cuando su grupo (la Südlegion) fue, digamos que, “absorbido” por las Juventudes Hitlerianas de las que Oskar salió por piernas al cabo de unos meses (ni tan malo, su antiguo jefe acabó en Sachsenhausen). Para algunas élites socioculturales alemanas el entorno nazi siempre tuvo un tufillo cutre y, al igual que otros, quizá Kusch intentara “aislarse” mediante una ocupación honorable y prestigiosa o, como escribe Rust, “...untouched and untouchable by the brown hordes”. El caso es que, con 19 años, Oskar ingresó en la promoción 37a de la Kriegsmarine.

En agosto de 1939 ya era A.F. y, tras realizar el curso de submarinos, en junio de 1941 tuvo el “chollo” de ser destinado al quinto U-boat más exitoso de toda la guerra, el U-103, que había de llevarse por delante 45 buques con un total de 237.596 toneladas. Durante el año y medio que permaneció a bordo, Kusch demostró su competencia a tres Comandantes fuera de serie y, en consecuencia, su “look” fue mejorando. El galón adicional de A.N. conseguido en septiembre de 1941 junto con una Cruz de Hierro de 1ª Clase y otra de 2ª obtenidas poco después le dejaron con el aspecto que se observa en la fotografía. Parece que, además de una dotación particularmente operativa, el U-103 disfrutaba de un ambiente agradable y de una Cámara de Oficiales donde se podía hablar de política sin arriesgar el cuello; en pleno periodo formativo, el bueno de Oskar debió pensar que aquel entorno “progre” y eficaz, tan acorde con lo que debía ser su propio ideario, era el modelo a alcanzar en cualquier buque. Aun navegando entre “progres” ya entonces debía estar pasándose un tanto con sus soflamas, pues consta la admonición de algún colega en el sentido de “watch his tongue”. El 8 de febrero de 1943 Kusch tomó el mando de su propio submarino, el U-154, y su “entrada en Cámara” consistió en mandar a paseo el retrato de Hitler que la presidía con el comentario añadido de que no estaban allí para practicar la idolatría. Ciertamente audaz.



Ceremonia de entrega del U-154 en 1941

(foto procedente del U-Boot Archiv, Cuxhaven) (enlace pendiente)



Ni el U-103 ni el U-154 eran los ubicuos submarino VIIB que todos conocemos, sino tipos IXB y IXC respectivamente, unas unidades algo mayores y diseñadas para operar lejos de sus bases; tenían 76,8 mts de eslora, unas 1.100 t. de desplazamiento en superficie y entre 9.000 y 11.000 millas de autonomía a 12 nudos. La primera patrulla de Kusch se prolongó entre marzo y julio de 1943 en aguas de Sudamérica, consiguiendo averiar cuatro buques (incluyendo dos petroleros de cierto tamaño) y sobrevivir al ataque de un avión brasileño; socialmente, la cosa fue bastante peor. Una de las más ancestrales potestades del Comandante es largar a sus jóvenes oficiales puntuales rollos de temática formativo-moralizante y tendencia ultra-ortodoxa a fin de compensar la natural tendencia anárquica de tan temible colectivo. Obviamente, si el anárquico jovenzuelo resulta ser el Comandante y sus Oficiales devienen en pasmado auditorio, el sistema se desequilibra y alguien puede resultar lesionado. Según Abel, Kusch se pasó la patrulla instruyéndoles acerca del desastre que los nazis constituían para el planeta, las aparentes averías mentales del Führer, la inexistencia de la supuesta conspiración judía, la probable victoria aliada debido a sus superiores recursos y la similitud de las órdenes recibidas con las exhortaciones de un capataz de esclavos. Consideraciones morales aparte, la incontinencia verbal del muy capullo no sólo era inoportuna en términos militares, también exponía su cuello al tajo del verdugo en un sentido literal y comprometía gravemente al resto de la Cámara. Pero considerando también que de Cámara para fuera era más circunspecto, que en la tradición militar prusiana la delación entre oficiales era sacrílega y que en el arma submarina existía un compañerismo ejemplar, la cosa hubiera podido quedar así. Por desgracia, hasta los compañerismos más ejemplares necesitan cierta correspondencia.

Rust señala un par de motivos personales como posible detonante de lo que pasó y no debe andar muy equivocado: de hecho, ya pone el dedo en la llaga en subtítulo de su trabajo (“The Limits of U-boat Camaraderie”). Una de las “excentricidades” de Kusch consistía en escuchar las emisiones propagandísticas enemigas y uno de sus más graves errores en creérselas. Así, cuando los bombardeos “estratégicos” aliados arrasaron Hamburgo, el muy tonto llegó a creerse la historia de que se trataba de bombas perdidas y, en un espectacular alarde de imprudencia, defenderla ante el exasperado Abel, precisamente vecino de Hamburgo y cuya esposa e hijo, tras perder sus propiedades y salvar la vida por pelos, habían tenido que ser evacuados a una zona rural. Pero la guinda ocurrió a la llegada a Lorient cuando, tras un poco entusiasta informe de Kusch, se decidió que Abel permaneciera otra campaña como IWO a bordo del U-154 antes de concedérsele el curso de mando. Teniendo en cuenta que Comandante y Segundo eran del mismo empleo (Abel ya había ascendido a A.N. por entonces), la posición social sacrificada por Su Señoría, su superior edad, madurez, formación académica y posiblemente náutica, su mayor experiencia como Comandante y el hecho innegable de que Abel era un héroe condecorado y (a sus ojos) Kusch un potencial traidor, no es necesario elucubrar sobre los sentimientos de Ulrich.

Pero no hay mal que mil años dure; tras efectuar un segundo crucero entre el 2 de octubre y el 20 de diciembre y obtener el informe favorable de Kusch, Abel desembarcó del U-154 y fue comisionado para el curso de mando en el Báltico.



EL AUDITOR



Seis días después de la llegada del U-154 a Lorient el “Scharnhorst” cayó en la emboscada de toda una flota y fue hundido en el Ártico con casi toda su dotación; tras llevárselo por delante, el Almirante Fraser comentaría a sus oficiales que, de llegar un día en que ellos también hubieran de enfrentarse a fuerzas tan aplastantes, confiaba en que se comportaran como lo habían hecho los alemanes. Para estos llovía sobre mojado desde marzo cuando, por causas que sería largo relatar, habían perdido la guerra submarina y algo más. Sólo durante el mes de mayo perdieron 41 submarinos y hubo períodos en que no volvían a la base ni la mitad de los que salían; en diciembre de 1943 (cuando Abel desembarcó) se estaban perdiendo mensualmente, y repito mensualmente, el 20% de los submarinos que salían de patrulla. Obviamente, la moral no estaba para paños calientes y Abel, preocupado por la situación de su familia, afectado por la pérdida de más de 1.800 compañeros en el “Scharnhorst” y motivado por una arenga incendiaria de su Jefe de Flotilla, tampoco. Y entonces, ocurrió.

El 12 de enero de 1944, apenas incorporado al curso en Neustadt y aparentemente sin consultarlo con nadie, Abel elevó a su superior temporal (CF Schmidt) un parte contra su antiguo Comandante por sedición y cobardía, “...tras considerar a fondo todas las posibles consecuencias” y juzgarle inadecuado para el mando de un submarino por la “... repetida e incontrovertible evidencia de su enérgica oposición al mando político y militar alemán.” El entrecomillado procede de la versión inglesa de Rust, quien puntualiza que, a la vista del parte, el único objetivo de Abel habría sido que a Kusch le quitaran el mando. Rust debe ser una excelente persona, pero basta un somero conocimiento del sistema judicial alemán de la época para palidecer ante el primer entrecomillado en pluma de un ex-juez. El hecho de que, tras dos traducciones, el segundo entrecomillado siga conservando la precisión e inexorabilidad de un tiro en la cabeza me hace pensar que, bajo el uniforme azul, seguía viviendo un profesional de la judicatura particularmente competente; sirva de muestra el detalle de asegurar la tramitación de su parte presentándolo a 1.500 km de su base, en un lugar donde Kusch no era más que un número y donde su propia “independencia” no corría riesgo de influencias ajenas. Respecto a los aspectos morales de la delación, deberíamos contar hasta mil antes de ensalzar la desinhibición con que un “nórdico” denuncia a su vecino a Hacienda. En la época y lugar donde transcurre este relato, los ciudadanos se denunciaban entre sí con tal entusiasmo que, personalmente, doy gracias al cielo por la “vacuna” de nuestros genes latinos y los “anticuerpos” que nos legó la Inquisición.

La “Inquisición” local cayó sobre Kusch con tal rapidez que el 21 de enero ya había perdido el mando y el 26 estaba en Kiel ante un Consejo de Guerra formado por un Auditor Naval (Hagemann) y dos supuestos compañeros (los T.N. Dittmers y Westphalen). Tanto en los arcaicos procesos inquisitoriales como en los “modernos” sumarios, no es extraño el concurso de “acongojados” testigos cuyo exceso de “motivación” facilita el trabajo del tribunal a costa del rigor y, por ende, de la justicia. Es lo mejor que se me ocurre para explicar la actitud de otros dos supuestos compañeros de Kusch, el médico y el Jefe de Máquinas del U-154 quienes, no contentos con ratificar lo declarado por el Segundo, aportaron material de su propia cosecha, quizás y como certeramente apunta Rust, “...to compensate for failing to report Kusch´s activities earlier”. Sus antiguos comandantes del U-103 declararon que Kusch era un excelente oficial pero, aunque se trataba de Jefes particularmente prestigiosos, los hechos que se juzgaban habían ocurrido a bordo del U-154 y para desgracia de su ex-comandante no se llamó a declarar al personal subalterno, entre quienes era muy apreciado como profesional y querido como persona.

Alguno de los once cargos formulados (como rehuir el contacto con el enemigo) no resistía una segunda mirada, pero ser acusado de “no creer en el Führer y en la Victoria Final” tiene un componente teológico que descoloca a cualquiera, especialmente ante un tribunal tan sutil que descubre tus “tendencias liberales” (¡cielos!) por el detalle de haber abandonado las Juventudes Hitlerianas. Aún así, la operatividad del U-154 nunca se había visto comprometida y el fiscal solicitó “sólo” una sentencia de diez años de cárcel. La defensa expuso la irreprochable carrera militar de Kusch, alegando que sus... digamos heterodoxas opiniones expresadas ante los oficiales sólo pretendían “suscitar la conversación” y hacerles “más conscientes de lo que estaba pasando”. De ser así, Kusch se salió con la suya: tras resultar condenado a muerte por sedición y derrotismo y a un año de prisión por escuchar emisoras extranjeras, todo el mundo pudo ser consciente de “lo que estaba pasando” más allá de toda duda y tomar buena nota, que de eso se trataba. Es de suponer el estupor del fiscal pero, pasados los años, ambos “compañeros” del Consejo declararían que esperaban la conmutación de la sentencia en el proceso de revisión. Lo dicho, que con las prisas del “sumario” ni te da tiempo a conocer al personal: aferrado a su particular “Causa Justa”, el antiguo Boy Scout se negó a dar su brazo a torcer y pedir clemencia.



Dönitz imponiendo la Cruz de Caballero al teniente de navío Herbert "Parsifal" Wohlfarth, comandante del U-556. Obsérvese la indumentaria del condecorado y la ausencia de policía naval que se lo lleve a rastras, lo que apunta a que acaba de regresar de comisión.

(Foto procedente de uboat.net)





EL ALMIRANTE



Sobrarían dedos en una mano para contar almirantes con el prestigio y el carisma de Karl Dönitz, un táctico genial que estuvo a punto de ganar la guerra él sólo y un jefe capaz de mantener el cariño y la motivación de unos hombres que, estadísticamente, estaban muertos. Como suele suceder, la lealtad que “Onkel Karl” inspiraba era reflejo de la suya propia: emociona ver a alguien capaz de sacrificar sus enormes capacidades hasta anularse a la sombra de otra persona a quien (con más o menos acierto) ha elegido como jefe. Tal actitud está más cercana al vinculo personal de la Alta Edad Media que a lo que hoy se entiende por lealtad pero, precisamente, el vínculo personal era característica de la nobleza. Como otro almirante contemporáneo suyo y más cercano a nosotros, Dönitz era el leal caballero de su señor y, como él, le sirvió hasta el amargo final. Aunque durante el “caso Kusch” ya era “AJEMA”, Dönitz siempre mantuvo las riendas de “su” arma submarina lo que no es de extrañar en alguien que, tras haber mandado dos sumergibles en la Gran Guerra y reconstruido el Arma después, tenía uno de sus dos hijos metido a submarinista y a su hija casada con otro (Hessler, record de mercantes hundidos en una sola patrulla con catorce). Dice mucho de su ética que, para que su yerno consiguiera una merecida Cruz de Caballero, se viera obligado a intervenir el entonces Gran Almirante Raeder y da una pista de su estado de ánimo que, siete meses antes del “caso Kusch”, el U-954 del que su hijo menor Peter era IIWO había sido hundido con toda su dotación en Groenlandia.

Poco después de dictarse sentencia contra Kusch, su último Comandante a bordo del U-103 (CC Janssen) usó sus privilegios de antiguo ayudante de Dönitz para colarse en su coche oficial y “machacarle” durante horas (mientras cruzaban Francia) tratando de salvar la vida de su antiguo Segundo. Inicialmente Dönitz le puso cara de “grifo” pero, según Rust, se despidió con un: “Janssen, encuentro muy decente que defiendas al chico. Le veré para intentar echar un vistazo a su interior y entonces decidiremos”; dado el historial de Dönitz, Janssen debió darlo por hecho. Resulta pasmoso el grado de tolerancia que el Gran Almirante podía tener con algunos Comandantes: sirva de muestra lo ocurrido con Thurmann (2 buques dañados y 13 hundidos) y Hartenstein (otros 4 dañados y 20 hundidos, incluyendo el “Laconia”) cuando, tras presentarse de regreso de comisión, consiguieron “extraerle” su coche oficial (chófer incluido) para un breve paseo mañanero por Paris. Con las horas, el paseo degeneró en una “tournée” por el “Paris la nuit” y el amoscado Almirante, que hubo de visitar por la tarde al Comandante en Jefe de las Fuerzas de Ocupación en un viejo Opel, ordenó que ambos crápulas se presentaran ante él apenas regresaran. Consta que les esperó despierto hasta las cuatro de la madrugada, que el único capaz de mantenerse en pie era Hartenstein, que su novedad fue “regresados sin averías” y que la cosa quedó en un “chorreo”; también consta que ambos comandantes terminaron ganando la Cruz de Caballero... y muriendo con las botas puestas en 1943. A pesar de que el arma submarina se mantuvo prácticamente despolitizada, el notorio desaire al Führer cometido por Kusch debió ser para el leal Almirante más difícil de perdonar que el asunto de su poco respetado coche oficial, aun no siendo tan diferente de las andanzas del TN Suhren (el ex Segundo de Bleichrodt), un desinhibido antinazi al que sólo consta que el Gran Almirante le chorreara por malhablado. Pero Suhren había hundido 19 buques, dañado otros 5, estaba en posesión de una de las 150 Cruces de Caballero con Hojas de Roble y Espadas impuestas en Alemania en toda la guerra y la mismísima Eva Braun le había concedido un baile. A su lado, Kusch era un auténtico “pringao”.

Además, tal y como iban las cosas para Alemania en general y para el arma submarina en particular a primeros de 1944, Kusch era incomparablemente más valioso como aviso a los navegantes que como ejemplo a seguir así que, a despecho de la impresión producida a Janssen, Dönitz no hizo absolutamente nada. Según Rust, finalizada la guerra el Gran Almirante declaró que “...agonized for days over whether to impose the death penalty or not”, pero el investigador no se deja engañar por el aparente recurso táctico de alguien que, por entonces, también tenía su propia cabeza en entredicho; Rust menciona una carta enviada por Dönitz en 1968 a su antiguo abogado en Nuremberg (el Coronel Auditor Kranzbüller) según la cual, la ejecución de Kusch había sido un “...difficult but necessary duty”. Así que, cuando tras superar incólume el conducto reglamentario el expediente apareció sobre su mesa a primeros de abril, Dönitz se limitó a elevarlo rutinariamente y sin cambiar una coma a Göring que, además de encabezar la cúpula militar como Mariscal del Reich, actuaba ¡en representación de Hitler como parte agraviada! El 10 de abril Göring confirmó la sentencia.

Transcurrido más de un mes sin que el animoso Profeta de la Verdad se dignara dar su brazo a torcer y solicitar la conmutación de su pena, poco antes del amanecer del 12 de mayo de 1944 Kusch fue sacado de la celda nº 107 del centro de detención naval de Kiel, conducido a un campo de tiro situado en el barrio de Holtenau (al norte del Canal) y fusilado. El mes anterior había cumplido 26 años.



EL DESTINO



Después de la muerte de su hermano Peter, el último hijo varón del Gran Almirante (el también Oficial de Marina Klaus Dönitz) fue desembarcado y al día siguiente de la ejecución de Kusch celebró su 24 cumpleaños convenciendo a sus antiguos compañeros para que le llevaran con ellos en la torpedera S-141, comisionada para efectuar un ataque contra la costa inglesa. Fatalmente, la torpedera fue destruida y Klaus resultó muerto. Un año después Hitler se pegó un tiro en su bunker pero, antes de apretar el gatillo, sorprendió a propios y extraños nombrando a Dönitz su sucesor y, leal como siempre, el desprevenido Almirante hubo de componérselas para liquidar tan horrible legado con dignidad mientras algunos cortesanos comenzaban a mudar aparatosos uniformes por más discretos disfraces. Cuando los Aliados le detuvieron tres semanas después Dönitz seguía de uniforme porque, como en todo, siempre ha habido clases, aunque hubo de vestir de paisano los once años y medio siguientes, mayormente en la prisión de Spandau. Tampoco pudieron vestir de uniforme aquellos de sus hombres que seguían en la Marina Alemana en 1981 cuando, a la muerte del Gran Almirante, asistieron a su funeral junto con otros miles de sus antiguos subordinados.

Heinrich Hagemann (el Auditor Naval que presidió el Consejo de Guerra contra Kusch) reaparece en la historia en otro juicio sonado (¡el de Nuremberg!), pero ocupando un puesto mucho más modesto como co-defensor. Debió sufrir un “declive profesional” notable, pues su siguiente reaparición ya es en calidad de acusado en dos juicios a cuenta de sendas “hazañas bélicas”, incluida su actuación en el “caso Kusch”, que le valió una acusación por “crímenes contra los derechos civiles” promovida en 1949 por el padre de su víctima. Fue absuelto en ambos casos, en el que nos ocupa por haber actuado conforme a las leyes entonces en vigor. Tras el “relevo” de Kusch, el U-154 quedó al mando del también AN Gemeiner, que consiguió sobrevivir a su primera patrulla pero no a la segunda: no habían pasado dos meses de la ejecución de su antiguo Comandante cuando, camino de su zona de operaciones en Cabo Hatteras, el U-154 cometió una indiscreción radio al NW de Madeira que le echó encima todo un Task Group. El 2 de julio de 1944 el USS Inch le cazó en el sonar... pero perdió el contacto al poner pies en polvorosa ante un par de torpedos acústicos; en su ayuda acudió el USS Frost y, trabajando en pareja, al día siguiente pudieron localizar al U-154 y liquidarlo en un par de horas mediante cuatro ataques con cargas de profundidad. La zona quedó cubierta de combustible y algunos restos de sus 57 tripulantes, entre los que no hubo supervivientes.

Como no podía ser de otra manera, Su Señoría el AN Dr. Ulrich Abel superó con éxito el curso de mando y el 1 de abril de 1944 estaba de nuevo en Lorient para tomar posesión del U-193, un tipo IXC recién adscrito a la 10 Flottille con tres patrullas y un hundimiento en su historial bajo el mando del CC Pauckstadt. No consta que los compañeros de Kusch le rompieran la cara, Rust señala como mucho “...his comrades´silent scorn” y punto; concretamente, punto final. El 23 de abril el U-193 salió de Lorient para efectuar su primera patrulla bajo el mando de Abel y, a partir de este momento, su rastro y el de sus 59 ocupantes se desvanece sin dejar un mal mensaje; durante años se pensó que había sido hundido el 28 de abril al W de Nantes por un Wellington del 612 Escuadrón británico, ahora se sabe que el atacado era el U-802, de regreso a Lorient. Resulta irónico que el acusica leguleyo compareciera ante la Corte Celestial una o dos semanas antes que su propia víctima que, con suerte, se partiría de risa al encontrarle allí. Digo con suerte porque, visto el historial de Abel, le creo perfectamente capaz de haber aprobado otra oposición en una semana con tal de recibir a Kusch en funciones de fiscal del “Supremo” (¡los hados nos protejan!).

Es opinión general que fusilar a Kusch fue una auténtica pasada, pero en el mundo naval alemán existe división de opiniones entre quienes le creen un héroe y quienes opinan que se merecía un buen tirón de orejas y que Abel hizo lo correcto al denunciarle. Personalmente creo que, en su contexto, podría llegar a comprender los motivos de los dos, por lo que reitero que esta historia me deprime. Con todo, la delación no parece ser una virtud militar particularmente prestigiada ni aún en caso de catástrofe por lo que, egoístamente, prefiero identificarme con los defectos de Kusch e imaginar que, tras el imprudente Comandante y comprometedor bocazas, también había un patriota. Impropio del pragmático siglo XX si se quiere, pero patriota al fin. Desde luego, su valor físico e integridad moral parecen estar mas allá de toda duda. Naturalmente Kusch ha terminado ganando el caso a Abel por goleada; sobre todo tras la publicación por el historiador y antiguo Oficial Naval Heinrich Walle de una monografía sobre el asunto en 1995 y la subsiguiente precipitación de acontecimientos. En 1996 Kusch fue rehabilitado legalmente y su lucha contra la injusticia reconocida en el discurso de un Vicealmirante con motivo de una celebración nacional alemana.



Calle dedicada a Oskar Kusch en Kiel-Altenholz.

(Foto procedente de uboat.net)



En 1998 la calle contigua al campo de tiro donde fue fusilado se rebautizó como “Oskar-Kusch-Strasse” con todas las bendiciones municipales de Altenholz y de Kiel (es una calle compartida). Además de una calle, los munícipes le dedicaron una placa de granito que (tras una doble traducción) viene a decir: “Su nombre representa el de muchas víctimas del sistema de injusticia Nacionalsocialista que murieron aquí y en otros lugares. Su muerte es nuestro legado”; no pierdo la esperanza de que, dondequiera que navegue, Abel palidezca de envidia. Que el Atlántico le sea leve.





BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES



Este artículo no hubiera existido sin el trabajo previo de Eric C.Rust, un becado de la Universidad de Baylor en Waco, Texas (The Case of Oskar Kusch and the Limits of U-boat Camaraderie in World War II: Reflections on a German Tragedy, 2001). Aproximadamente la mitad de la información que he usado procede de su ensayo, que puede encontrarse en Internet en la página del “International Journal of Naval History”. Para contrastar dicha información y tratar de enriquecerla creando un contexto a su alrededor, he utilizado la enciclopédica http://uboat.net, la mejor base de datos que he visto en Internet sobre el tema, seguida en menor medida de http://www.u-boot-archiv.de y de http://www.deutsche-marinesoldaten.de. Aunque estas dos últimas están en alemán, existen (lamentables) traductores “on-line” en Internet.

En cuanto al material impreso, he manejado fundamentalmente la obra de David Miller (U-Boats, History, Development and Equipment, Conway Maritime Press, London, 2000), que considero la más completa de cuantas conozco. Aunque también he utilizado otra media docena de libros, debo agradecer la ayuda prestada por mi buen amigo Alfonso Escuadra, tanto “en directo” como a través de su obra escrita sobre la época. Finalmente hay que mencionar dos obras que no he utilizado: la que desenterró el caso (Heinrich Walle, “Die Tragödie des Oberleutnants zur See Oskar Kusch”, Stuttgart: Steiner, 1995) y otra sin todavía sin publicar (Karl Peter, “Der Fall des Oberleutnants zur See Kusch”, 1986). Afortunadamente, Rust ya utilizó ambas en su trabajo.

Nota sobre siglas : Las que utilizo siempre para el Cuerpo General (por razones de espacio) son: A.F.: Alférez de Fragata (equivalente a Alférez), A.N.: Alférez de Navío (Teniente), T.N.: Teniente de Navío (Capitán), C.C.: Capitán de Corbeta (Comandante), C.F.: Capitán de Fragata (Teniente Coronel) y C.N.: Capitán de Navío (Coronel). Obviamente, entre los destinatarios "naturales" del artículo las abreviaturas no suponen un problema. En alemán serían respectivamente Leutnant Z.S.(Zur See), Oberleutnant Z.S., Kapitän-Leutnant, Korvetten Kapitän, Fregatten Kapitän y Kapitän Z.S.

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Kamille Rososvky
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