2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

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Siurell
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2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

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http://es.wikipedia.org/wiki/2_de_mayo_de_1808

PD: Con Madame Sarkosy la verdad es que da gusto estrechar de nuevo las relaciones ::glups

Saludos.
Última edición por Siurell el 05 May 2009 23:32, editado 1 vez en total.
WPETERSEN
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Cuando era niño, en el viejo despacho de mi abuelo, ante la panoplia con los sables de nuestros antepasados, donde había un espadín de gala napoleónico tomado a los franceses en la Guerra de la Independencia, mi padre cuando llegaba esta fecha, cogía un libro y nos leía a mi hermano y a mí esta poesía que hoy suena caduca y anticuada. Vaya por aquellos héroes anónimos para unos y con nombre y apellidos para otros que combatieron por la libertad:


Oda al Dos de Mayo
de Bernardo López García
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.

Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!

Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
contando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.

Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.

Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto.
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
¡presta luz a mi memoria!
y el mundo y la patria, a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.

¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!

La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y, cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
"¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará!"

Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!

¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad,
¡en la tumba descansad!
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero!
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Kamikaze Joe
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Le dimos tanto por........... bueno, por ahí, al petit cabron, que en venganza, dijo: "Ahora se van a enterar estos españoles."


Y nos mando a Fernandito VII


Casi ná.


Muy tipico de los españoles, ganamos la guerra.

Y perdimos la paz.
"Ninguna gilipollez es respetable. Lo unico respetable es el derecho de cada cual a expresar cualquier gilipollez. Tan respetable como, acto seguido, el derecho de los otros a llamarlo gilipollas."
Arturo Pérez-Reverte.
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

¡Pues es muy bonito el verso,si señor¡¡¡ :wink:
Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos."
Siurell
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Parte del Combate en el Parque de Artillería de Monteleón del Coronel José Navarro Falcón al Capitán General de Castilla la Nueva, Francisco Javier Negrete a causa del “ alucinamiento “ de Daoíz y Velarde tratando de exculpar al Cuerpo de Artillería de la rebelión habida en Monteleón .
( Fuentes: Archivo General Militar de Segovia, Sección “ Celebres “, Expediente Personal del Capitán Pedro Velarde Santillán, Caja 186, Expedte.13, Carpeta 1ª )



“ Excmo. Sr. Habiendo mandado al capitán del Cuerpo Don Francisco del Rey que pasara al cuartel a informarse de lo ocurrido en la mañana de ayer, me ha dado el parte que sigue:

« En virtud de la orden de V. S. había comunicado al capitán don Luis Daoíz, en que se le prevenía se mantuviese sobre las armas en el cuartel y procurase contener al Pueblo, se dieron todas las disposiciones para verificarlo; y el capitán don Pedro Velarde, queriendo evitar que la presencia de las tropas francesas que estaban de guardia en el Parque irritasen mayormente al Pueblo y fuese causa de aumento del alboroto, convenció a su comandanta a que se retirase.

La poca fuerza que había en el cuartel no pudo contener el ímpetu del Pueblo, que forzó la primera puerta de la Armería, obligó con amenazas ejecutivas a que se abriese la segunda y cogió algunas armas; acudieron los oficiales a contenerlo, pero inútilmente.
A este tiempo se presentó un Cuerpo de tropas francesas, que empezó a hacer fuego contra el Pueblo, que había salido ya armado a la calle; acudieron entonces algunos oficiales de Artillería, con la tropa, para apaciguar al Pueblo y procurar la tranquilidad; pero las tropas francesas dirigieron una descarga contra ellos, y entonces el capitán don Luis Daoíz, creyendo que el Ejército francés no se dirigía únicamente a sujetar al Pueblo alborotado, sino que obraba ya hostilmente contra la tropa y la villa, dio la orden de defenderse, apoyado también en las relaciones que trajo un oficial ( no se sabe de qué cuerpo ), que se había presentado poco antes pidiendo armas y diciendo que toda la ciudad estaba ya en desorden.

Se sacaron los cañones y se empezó la defensa, y habiendo huido el paisanaje, determinó el mismo capitán Daoíz hacer las señas de paz y amistad, como ejecutó con un pañuelo blanco; se acercó entonces, pacíficamente, la tropa francesa, y apoco rato Daoíz quedó muerto, con cinco estocadas; no he podido averiguar de quien las recibió, ni por qué, después de haberse rendido.
La Tropa francesa se ha apoderado de la Artillería, Almacenes, Museo Militar y Caja de caudales. Esto es cuanto he podido averiguar para informar a V. S. en consecuencia de la orden que me tiene dada. »

Después de recibido este parte fui yo al cuartel con el capitán don Francisco del Rey, y estando allí se presentó un oficial francés, cuya graduación ignoro, con un edecán del general de Artillería M. de La Rivoisière, y me dijo de parte del señor Gran Duque, que venía a posesionarse de todo, a lo que respondí que todo estaba a su disposición.

Posteriormente he sabido que los artilleros que estaban en el cuartel, los que han quedado, no los dejan salir, y se ha divulgado la voz de que los llevan a su campamento para tratarlos con el rigor de la guerra. En cuya inteligencia, no teniendo los que se hayan fuera un punto de reunión público en donde puedan prometerse resguardo de no ser insultados, espero de V. E. se servirá providenciar lo conveniente.

Con la mayor frecuencia tenía repetido al capitán don Luis Daoíz, a don Francisco del Rey, a don Jerónimo Piñeiro y a don Rafael Arango, que han servido de Ayudantes, y a cuantos he tenido a mis órdenes, las de que en cualquier ocurrencia de esta clase no tuvieran otro objeto que el de sosegar y contener al Pueblo, cerrando la puerta para impedir absolutamente los ímpetus de una gente alborotada, hasta recibir nuevas órdenes de la superioridad.

Al tiempo de ir ayer mañana al cuartel el teniente don Rafael Arango, los capitanes don Juan Cónsul y don Luis Daoíz, a quien encontré casualmente, les renové dichas órdenes, dando a este último la esquela de los que se había comunicado por la Plaza y acababa de recibir, en que se prevenía lo mismo, para que, como más antiguo, lo hiciera observar por todos los oficiales que se reuniesen bajo su mando, cuya esquela se le ha encontrado en el inventario que se le ha formado.

Estoy bien persuadido, Sr. Excmo., de que lejos de contribuir ninguno de los oficiales del Cuerpo al hecho ocurrido, ha si dopara todos un hecho del mayor disgusto el que el alucinamiento y preocupación particular de los capitanes don Pedro Velarde y don Luis Daoíz sea capaz de hacer formar un equivocado concepto trascendental de todos los demás oficiales que no han tenido siquiera la más mínima idea de que aquellos pudieran obrar contra lo constantemente prevenido.

Todo lo que hago presente a V. E. para su debido conocimiento y efectos convenientes. Dios Guarde a V. E. muchos años. Madrid, 3 de mayo de 1808. “
Siurell
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Parte del Combate en el Parque de Artillería de Monteleón del Capitán General de Castilla la Nueva, Francisco Javier Negrete, al Mariscal de Francia, Joaquín Murat, tratando de exculpar al Cuerpo de Artillería de los combates en Monteleón.

( Fuentes: Archivo General Militar de Segovia, Sección “ Celebres “, Expediente Personal del Capitán Pedro Velarde Santillán, Caja 186, Expedte.13, Carpeta 1ª )



“ Serenísimo Señor.

Con objeto de ilustrar a Vuestra Alteza Imperial acerca del desgraciado suceso del Parque de Artillería de esta Plaza, de manifestar que no ha habido incoherencia ni contradicción alguna en las órdenes comunicadas a las diversas autoridades militares, y de sincerar a un Cuerpo que, bajo de todos los aspectos de ciencia, honor y subordinación, tiene adquiridos los más justos derechos a los elogios y gratitud de la Nación, me permitirá V. A. le exprese que, según los partes que se me han dado, el comandante de Artillería había prevenido al capitán del propio Cuerpo don Luis Daoíz se mantuviese sobre las armas en el cuartel y procurase contener al Pueblo, a cuyo fin dio efectivamente las correspondientes disposiciones, y que el capitán, también de artillería, don Pedro Velarde, que se hallaba en el Arsenal, queriendo por su parte evitar que la presencia de la Guardia francesa excitase mayor conmoción en la multitud, pidió a su comandante se retirase, bien que no habiendo sido suficiente la poca tropa española que quedó para contener el ímpetu del Pueblo, forzó éste la primera puerta de la Armería, obligó a que se le abriese la segunda, y enseguida se apoderó de algunas armas.

Los esfuerzos de los oficiales para contenerlos fueron inútiles; y a este tiempo se presentó un cuerpo de tropas francesas que empezó a hacer fuego contra el paisanaje que había salido con armas a la calle. Repitieron sus esfuerzos los capitanes de Artillería Daoíz y Velarde a fin de apaciguarlos, en ocasión de que aquella tropa hizo una descarga a los apandillados.

Pero Daoíz creyendo equivocadamente que los franceses, no ciñéndose solo a sujetar al Pueblo, tenían también por objeto el obrar hostilmente contra la tropa española y la ciudad, dio la orden de defenderse, apoyado también en las subversivas relaciones que circulaban, y cuyo origen se ignora, de que todo estaba en desorden.

Se sacaron los cañones y empezó la defensa, en la cual falleció el capitán Velarde. A las dos de la tarde se presentó un nuevo cuerpo de tropas francesas, y habiendo huido el paisanaje acaeció también la muerte del capitán Daoíz. La tropa francesa se apoderó de la Artillería, Almacenes, Museo Militar y Caja de Caudales, que todo se puso a su disposición.

El Comandante de Artillería expone además, que con la mayor frecuencia tenía repetido a todos sus oficiales subalternos, que en cualquiera ocurrencia de la expresada clase, no tuviesen otro objeto que el de sosegar y contener al Pueblo, habiéndoselo repetido en la mañana del día dos, y dado al citado Daoíz la copia de la orden que se había comunicado por la Plaza, y acababa de recibir, en la que se prevenía lo mismo. Y que así, lejos de contribuir la generalidad de los oficiales de Artillería al hecho ocurrido, ha sido para todos un motivo del mayor disgusto el que los capitanes Daoíz y Velarde hayan obrado contra lo constantemente prevenido.
De todo resulta, Serenísimo Señor, que el hecho ni tuvo Plan ni premeditación anterior; y que el móvil de este proceder tuvo su origen en las voces equivocadas, siniestras y que la malignidad hizo circular, relativas a que se habían atropellado todas las Autoridades.

Los dos jóvenes citados prestaron oídos a los que se suponían excitados por un género de espíritu público, y cediendo a los votos de la multitud, se vieron como forzados a encargarse de la defensa del Arsenal.

El temor de los cuerpos franceses que acudieron hizo huir y dispersó a la Plebe; y los dos capitanes, Daoíz y Velarde con un cierto número de soldados, creyeron, viéndose en presencia de otros militares, que su honor exigía sostuviesen con las armas su primer empeño. Y acalorada por grados su imaginación, se desviaron de los senderos de la prudencia y del deber, y dirigidos por el triste destino que los guiaba, expiaron con una temprana muerte lo que hubo de poco meditado en su conducta.

Tenga, pues, a bien Vuestra Alteza Imperial, el querer reconciliarse con la memoria de estos oficiales, y haciendo uso del fino discernimiento que le es característico, sírvase V. A. no hacer trascendental a la Artillería en general las desventajosas ideas que, tal vez en un primer momento, pueda V. A haber formado de un Cuerpo instruido, benemérito del Estado, y que en todas ocasiones ha sabido acreditarse pugnando siempre por la Gloria y el Honor.

N. S. guarde la vida de V. A. I, ms. As. Madrid, 8 de mayo de 1808.“
Siurell
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Hoja de servicios de Daoiz...(conducta buena, valor acreditado...inteligencia..."la regular")

http://www.abc.es/informacion/2demayo/DAOIZ.pdf

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Siurell
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Bando de Murat...
(publicado el 4 de mayo en el «Diario de Madrid» y el 6 en la «Gazeta de Madrid»)


«Soldados: el populacho de Madrid se ha sublevado, y ha llegado al asesinato. Sé que los buenos españoles han gemido de estos desórdenes; estoy muy lejos de mezclarlos con aquellos miserables que no desean más que el crimen y el pillaje. Pero la sangre francesa ha sido derramada; clama por la venganza: en su consecuencia mando lo siguiente:

ARTÍCULO I. El general Grouchi convocará esta noche la comisión militar.

ART. II. Todos los que han sido presos en el alboroto y con las armas en la mano, serán arcabuceados.

ART. III. La Junta de Estado va a hacer desarmar los vecinos de Madrid. Todos los habitantes y estantes quiénes después de la execución de esta orden se hallaren armados o conserven armas sin una permisión especial, serán arcabuceados.

ART. IV. Toda reunión de más de ocho personas será considerada como una junta sediciosa, y deshecha por la fusilería.

ART. V. Todo lugar en donde sea asesinado un francés, será quemado.

ART. VI. Los amos quedarán responsables de sus criados; los jefes de talleres, obradores y demás de sus oficiales, los padres y madres de sus hijos, y los Ministros de los Conventos de sus Religiosos.

ART. VII. Los autores, vendedores y distribuidores de libelos impresos o manuscritos, provocando la sedición, serán considerados como unos agentes de la Inglaterra y arcabuceados.

Dado en nuestro Quartel general de Madrid a 2 de Mayo de 1808.
Siurell
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

El Cónsul británico en Madrid, John Hunter, al Ministro de Exteriores de su Majestad Británica, George Canning.
Relato de los acontecimientos del 2 de mayo de 1808.

( Fuentes: Public Record Office, Kew, Londres ( P. R. O. ), Foreign Office docs. 72/62, folios 50-54 ).
( Localización, transcripción y traducción de: Dª Alicia Laspra Rodríguez )

“ Desde mediados de marzo el estado de ánimo de la población nunca llegó a estar en una situación de absoluta calma desde mediados de marzo, cuando se sospechó por vez primera de los planes de Carlos IV respecto a trasladarse a Sevilla con toda la familia real.

La destitución del Príncipe de la Paz el día 18; su encarcelamiento el 19, junto con la abdicación del Rey Carlos y el acceso al trono de su hijo el Príncipe Fernando, que tuvo lugar ese mismo día, fueron acontecimientos que generaron gran satisfacción y podrían haber tenido el más dichoso efecto con el tiempo. Pero la llegada de las tropas francesas a Madrid, la entrega al General Murat de la espada de Francisco I (la cual había permanecido en todo momento en la Armería Real desde la batalla de Pavía), la partida del Rey Fernando hacia Burgos, la entrega del Príncipe de la Paz a los franceses y, finalmente, la decisión Real de cruzar la frontera y ponerse en manos de los franceses en Bayona fueron circunstancias que reavivaron el fermento y aumentaron poco a poco hasta alcanzar una tensión tan alta que la Junta de Gobierno (de la que se había nombrado presidente al Infante Don Antonio) temía en cualquier momento una explosión formidable. Y la Junta utilizó todos los medios posibles para aplacar los ánimos de la gente e impedir que iniciasen actos de violencia contra los franceses.

Cada tarde llegaba de Bayona un Parte, o Correo Extraordinario, con noticias relativas a las negociaciones que allí se llevaban a cabo. Dichas noticias nunca se publicaron en La Gaceta, pero de ellas circulaban extractos procedentes de correspondencia privada de los ayudantes del rey. Y los primeros de ellos generaron una satisfacción temporal por contener únicamente detalles de los honores de que fue objeto Fernando a su llegada, así como del cordial recibimiento que le hizo Bonaparte.

Las siguientes informaciones empezaron a ser menos satisfactorias cada día. Al principio se sugería de manera un tanto oscura que las cosas no iban tan bien y después se fue dejando más claro que la intención de Rey de Francia era forzar a Fernando a abdicar.

El parte del sábado 30 de abril no llegó. Seguía aún sin llegar el domingo 1 de mayo por la tarde. Y se juntaron muchos miles de personas en la Puerta del Sol y en otras calles cercanas a Correos esperando ansiosos al mensajero.

La guarnición francesa en Madrid permaneció toda la noche en alerta y el sol del lunes dos de mayo se alzó sobre numerosos habitantes desgraciados que estaban destinados a no volver a contemplar otro amanecer.

Se señaló ese día para la salida con destino a Bayona de la Reina de Etruria y su hermano, el Infante D. Francisco de Paula. La curiosidad de mucha gente les llevó a la plaza que hay delante del palacio para contemplar esta escena y muchas esposas y familias se dirigieron allí para despedir a sus maridos y padres, y para lamentar su propio destino al quedar abandonados sin la menor prevención. Cuando apareció ante la verja el primer carruaje, gran parte de la multitud manifestó sus sospechas respecto a la posible marcha del Infante D. Antonio, Presidente de la Junta Provisional de Gobierno. Y movidos por este error, comenzaron los disturbios.

Cortaron las correas del carruaje y lo volvieron a introducir por la fuerza en el patio del palacio, pero una vez que se les aseguró que Don Antonio no iba a abandonar Madrid, permitieron que se unciera de nuevo y que saliera. Un ayuda de campo del General Murat fue enviado para informarse acerca de este asunto. La multitud se dispuso a tratarle con mucha rudeza pero gracias a la intervención de algunos oficiales españoles, fue rescatado y le permitieron volver junto a su comandante.

Se permitió entonces a los carruajes salir con la Reina de Etruria y su hermano –observándose que este último se mostraba muy reacio y que incluso lloraba amargamente, todo lo cual conmovía e irritaba a la gente. En ese momento, el mismo ayuda de campo volvió con una partida de soldados franceses. Y entonces comenzaron las escenas de horror y derramamiento de sangre.

No resulta fácil asegurar con certeza si los primeros en agredir fueron la multitud o los soldados franceses –pero los franceses comenzaron muy pronto a disparar ráfagas de mosquetería entre sus oponentes, y cayeron muchos espectadores inocentes. Uno de cinco u ocho años murió de un tiro en una ventana a raíz de los primeros disparos. Esto sucedía en torno a las 11 de la mañana. La noticia se esparció como una hoguera veloz por toda la ciudad y en menos de una hora todos los paisanos que tenían medios para ello aparecieron armados por las calles.

Los españoles al principio tenían una posición ventajosa en la mayor parte de la ciudad, incluso a pesar de que no se permitió a las tropas españolas inmiscuirse en el conflicto pues sus oficiales les encerraron en sus acuartelamientos, y cayeron muchos franceses, cuyas armas fueron utilizadas después por quienes que no tenían ninguna de entre los españoles que formaban parte de la multitud.

Pero en cuanto comenzaron a ponerse en práctica las disposiciones del General Murat, la situación quedó sin duda en manos de los franceses. Se movilizó a todos los soldados de dicha nación, que atravesando las diferentes puertas de la ciudad procedentes de todos los destacamentos acampados en sus cercanías, entraron en columnas apoyados por una o más piezas de artillería ligera, las cuales provocaban estruendo en las calles a medida que avanzaban y se instalaron después en los puntos en que se adecuaban para actuar con mayor eficacia.

Además de esto, la infantería disparaba ráfagas hacia el interior de todos los cruce de calles por las que pasaban y apuntaban de manera especial a toda casa o balcón a los que asomase cualquier persona

La defensa más gloriosa llevada a cabo por los españoles tuvo lugar en el depósito de artillería en la Casa de Monteleone, antiguo hotel de Sir Benjamín Pring, cuando estaba de embajador en esta Corte, y en la están enterrados los restos del respetabilísimo ministro.

Murat envió un destacamento a este depósito para tomar posesión de la artillería y los suministros, pero se encontraron con que ya estaba ocupado por un puñado de artilleros españoles y algunos civiles, al mando de dos valientes oficiales de artillería llamados Daoiz y Velarde. Estos dos caballeros tomaron el mando de unos pocos artilleros y algunos civiles que se presentaron voluntarios, y tras apuntar un cañón de 24 libras cargado con metralla hacia la verja del depósito, que estaba frente a una larga calle de ladrillos por la que la columna francesa debía avanzar necesariamente, les dieron un recibimiento tan caluroso :wink: y provocaron una matanza tan considerable que el comandante francés no pudo actuar y se vio obligado a pedir refuerzos a Murat. En su ayuda enviaron otras dos columnas que atacaron a la reducida guarnición por los dos flancos desde las ventanas y los tejados de las casas de la vecindad y les apremiaron repetidamente a que se rindiesen; pero los oficiales rechazaron toda propuesta de acuerdo y, valientemente, resistieron hasta el final. Uno de ellos murió de un disparo de fusil y Daoíz, con la cadera rota debido a otro disparo, continuó dando órdenes sentado en el suelo hasta que le hirieron otras tres veces, la última de las cuales terminó con su gloriosa carrera.

Asumió el mando un cabo de artillería quien, al ver que no quedaban ya perspectivas de enfrentarse con éxito, ofreció capitular ante el general francés, el cual se mostró de acuerdo en garantizar los términos de la rendición. Pero en el momento en que se establecían los artículos del trato, llegó cabalgando el Alcalde de Madrid, agitando un pañuelo blanco y proclamando la paz, ante lo cual se permitió a los franceses tomar posesión del depósito. Sus pérdidas no han sido confirmadas correctamente hasta ahora, pero tienen que haber sido muy considerables, ya que se habían disparado 26 libras de metralla y casquillos en la ya citada larga calle de ladrillos.

Hacia las dos en punto cesó el fuego en toda la ciudad a consecuencia de la intervención personal del Consejo de Castilla y otras instituciones, que desfilaron a caballo por las calles, acompañados de numerosos miembros de la nobleza española y algunos generales franceses, escoltados por algunos cuerpos de caballería formados por unidades españolas y guardias imperiales franceses mezclados.

Entonces la población se congratuló inocentemente pensando que se había puesto fin a la carnicería. Pero pronto descubrieron que una matanza de naturaleza más fría y deliberada estaba decidida. Por la tarde Murat emitió una orden general a las tropas manifestando su deseo de que se formase inmediatamente un tribunal militar bajo la presidencia del General Grouchy.

Todas las personas que habían sido apresadas por la mañana, o que habían sido halladas por las calles con cualquier tipo de arma encima (por insignificante que fuese) fueron presentadas ante este tribunal.

Los portadores de un fusil, un sable o una navaja, o incluso un par de tijeras, fueron declarados culpables y condenados inmediatamente a ser fusilados, y la sentencia se ejecutó sin demora.

Fusilaron a tres grupos, formados cada uno por cuarenta personas, en El Prado. Muchos (no se conocen las cifras) fueron fusilados en la Iglesia de la Soledad, cerca de la Puerta del Sol. Y otros grupos de 30 ó 40 tuvieron un destino parecido cerca de la Puerta de San Vicente.

Se juzgó a varias personas más y les ajusticiaron al día siguiente, pero se cree que su número no era muy grande.

Las cifras de los caídos de cada bando nunca se han llegado a confirmar correctamente. Los franceses ocultaron cuidadosamente sus pérdidas, pero se sabe que murieron un general y muchos otros oficiales, y tuvo lugar una deserción importante entre sus soldados alemanes e italianos. Se da por cierto que la disminución de sus efectivos el dos de mayo, por una u otra causa, superó los cuatro mil hombres.

Se dice que el número total de efectivos que actuaron en Madrid tal día estaba en torno a los doce mil y si se hubiese permitido a las tropas españolas actuar junto a la población, es probable que ni uno solo de esos doce mil hubiese escapado. :shock:
Pero fue más afortunado para la capital que esto no sucediese puesto que había más de cincuenta mil franceses acampados y acantonados en las cercanías, todos los cuales habrían sido puestos en movimiento de inmediato y todo ello habría derivado en el saqueo y la destrucción de Madrid. :evil:
Siurell
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

ÁNDEL DE RIVACOBA, cirujano-practicante del profesor D. Inocencio Bedoya. Habiendo salido de casa de éste para practicar una cura con los instrumentos de su profesión, fue sorprendido por una patrulla francesa, que lo registró y condujo al Prado, donde fue pasado por las armas. - (Archivo Municipal de Madrid, 2-327-13 y 26-329-9.-Lista de víctimas, 1816.).
Spree
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Siurell, disfruto mucho con estos historicos documentos, es una gozada, especialmente interesante la guerra de la independencia, muy heroica y patriota, a mi me emociona bastante este capitulo de la historia de España.
El pueblo si se le sabe "azuzar" es indomable contra el invasor...
Un saludo.
WPETERSEN
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

algunos hechos curiosos:

Desde las casas los vecinos les arrojan de todo: macetas, muebles, agua hirviendo, tejas,… A veces con tan buen tino como la maceta que acaba con la vida del general Legrand en la calle de las Infantas (se siente, haberse puesto el casco. Trabaja pero seguro) :mrgreen: .

Por toda la ciudad se suceden momentos de heroísmo:

En la Cárcel de la Villa y Corte cincuenta y seis de los noventa presos que albergan sus muros solicitan permiso para abandonar la prisión y poder luchar junto a sus compatriotas, bajo palabra de volver una vez acabada la refriega a la cárcel. Conseguido el permiso se dirigen a la vecina Plaza Mayor, donde sorprenden y rinden al destacamento francés de artillería que se allí se encuentra. Mientras les dura la munición consiguen mantener la posición ante un escuadrón ligero francés que intenta recuperarla; en cuanto se les acaba abandonan la Plaza Mayor y se desperdigan por las calles, prosiguiendo la lucha en diversos puntos. A la mañana siguiente, cumpliendo su palabra, regresan a la cárcel. :shock: Sólo faltan tres hombres, uno por encontrarse herido de gravedad en el Hospital, otro muerto en la lucha y otro desaparecido; quizás se fugara aprovechando la ocasión o quizás sea una de esas pobres víctimas que quedarán por siempre sin identificar. Sabemos también de un preso que se fugó del presidiario del viejo puente de Toledo para pelear contra los franceses.

Los obreros que se hallan trabajando en las obras de la iglesia de Santiago arrojan sus herramientas desde los andamios sobre los soldados polacos. Cuando ya no disponen qué tirarles algunos de ellos se incorporan a la lucha en las calles; otros se acaban refugiando en la iglesia, donde son capturados. Sus nombres:

Antonio Zambrano y Zambrano, natural de la provincia de Vecilla, León. Vivía en la calle San José, en el número 6.
Domingo Méndez.
José Amador.
Fernando Madrid, oficial de carpintería.
José Reyes Magro.
Antonio Méndez Villamil.
Manuel Rubio. Estos siete últimos eran albañiles que trabajaban en la restauración de la Iglesia de Santiago y que se enfrentaron como una milicia organizada a un batallón de soldados polacos que entraron en el templo, arrojándoles ladrillos y piedras hasta que fueron capturados. Dos de ellos murieron allí mismo y los demás fueron posteriormente fusilados.


Por las calles rondan las patrullas, deteniendo a todos los que porten un arma. Los Guardias de Corps acompañan a los franceses en dicho cometido. A los que llevan capa se les obliga a echársela doblada al hombro, para que quede claro que no ocultan armas encima. Muchos inocentes de haber participado en la lucha son detenidos simplemente por habérseles hallado encima cualquier objeto que pudiera servir como arma. Así, por ejemplo, se arresta a dos arrieros por encontrársele en la montera una aguja de coser sacos, a un albañil y su hijo, que venían de trabajar en el Resguardo de la Puerta de Alcalá, y traían sus herramientas, a un cirujano que portaba su estuche… Todos ellos serán fusilados o ejecutados directamente en las calles. Entre las víctimas de la represión figura una niña de 15 años, detenida cuando se dirigía a su domicilio, sito en el 18 de la calle de San Andrés, por hallársele en la faltriquera unas tijeras, las propias de su oficio, ya que el a es costurera; su nombre es Manuela Malasaña (de ahí el nombre del barrio de Malasaña).

Las cartas dirigidas entre sí por Murat y el Infante Don Antonio y el Consejo de Regencia empezaban siempre con el encabezamiento protocolario “Señor Primo, Señores miembros del Consejo de Regencia”, de acuerdo a las fórmulas que se daban por aquel entonces. El pueblo quiso ver más en este tratamiento una burla que una muestra de respeto, por lo que la actuación sumisa y a veces ingenua del Infante Don Antonio dio origen a la expresión “hacer el primo”, y como tal se recoge en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española desde 1852.
Última edición por WPETERSEN el 06 May 2009 16:57, editado 1 vez en total.
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

EL PARQUE DE MONTELEÓN

"Es preciso batirnos; es preciso morir; vamos a batirnos con los franceses."

El Parque de Monteleón, antiguo palacio y residencia de los Marqueses del Valle (los descendientes de Hernán Cortés), era por aquel entonces utilizado como depósito militar de artillería. Circundado por una tapia y rodeado por edificios en tres de sus lados no era lugar apropiado para realizar una sólida defensa. Sin embargo, la decidida resistencia que unos pocos centenares de soldados y paisanos hicieron del mismo frente a varios miles de soldados franceses es uno de los episodios más conocidos de la historia de nuestra ciudad.

Aquella mañana, desde muy pronto, se empezaron a reunir pequeños grupos de paisanos frente a sus puertas, cerradas a cal y canto. En el interior del Parque se encuentra acuartelado un destacamento francés de artillería compuesto por 70 soldados y un oficial junto a 16 artilleros españoles. La gente clama pidiendo armas e insulta a los franceses. La situación es significativa, porque aún no se ha producido el enfrentamiento en el Palacio Real y ya hay grupos de civiles intentando conseguir armas…

El primer militar que llega al Parque esa mañana es el teniente de artil ería Arango, enviado por sus superiores con la misión de disolver a la multitud allí congregada sin recurrir a la violencia. Le han comunicado, además, que es muy importante que las armas allí almacenadas no acaben en manos del pueblo y la revuelta adquiera entonces mayores proporciones. Arango consigue en primer lugar tranquilizar al oficial francés y luego que le deje acceder al Parque. Una vez dentro, Arango, sin que de ello se aperciban los franceses, que están más atentos a lo que pasa fuera que a lo que ocurre dentro, empieza junto con algunos de los soldados españoles que allí había a cargar fusiles y confeccionar cartuchos de cañón, de los que se disponía de muy pocos. “Por lo que pueda pasar” tuvo que pensar Arango.

Son ya las 9:30 y nuevos grupos de civiles van llegando al Parque. Los ánimos de todos cada vez están más exaltados. El oficial francés está muy nervioso; no ha recibido aún noticias de lo que está pasando en la ciudad y amenaza con abrir fuego si no se dispersa la muchedumbre. Arango, sobrepasado por la situación, manda secretamente un mensajero solicitando instrucciones a sus superiores. En esos momentos, y para alivio de Arango, hacen acto de presencia en el Parque el capitán de artillería Daoíz, seguido de otros tres oficiales.

Mientras todos estos sucesos tienen lugar en el Parque, el también capitán de artillería Velarde, se amotina y se dirige al cuartel de Voluntarios del Estado con la intención de conseguir que dicho cuerpo se una al alzamiento popular. El Coronel de los Voluntarios, el Marqués de Palacio, le niega su apoyo, pero es tal vehemencia y el ardor que muestra Velarde en su empeño, que al final el Marqués le concede una compañía de Voluntarios del Estado ­ 33 hombres -, con la misión de reforzar la guarnición española que se halla en el Parque, pero, eso sí, con instrucciones de no pelear sin haber recibido antes la orden pertinente.

Cuando Velarde y su grupo llegan al Parque Velarde intimida a la rendición a los franceses, oferta que estos aceptan sin oposición. El batallón de Voluntarios queda encargado de su custodia. Daoíz, oficial al mando por antigüedad, aún se halla indeciso sobre qué resolución tomar y mantiene un vivo diálogo con Velarde, tras el que se retira meditabundo unos instantes. En su interior hay una lucha entre el patriota, que le incita a unirse al pueblo, y el soldado, cuya formación y férrea disciplina le impone acatar las órdenes recibidas. Finalmente vence el patriota y dirigiéndose a sus compañeros les ordena repartir las armas entre los civiles. Las puertas se abren y los madrileños entran en tropel, gritando vivas al Rey y muerte a los franceses. Muchos abandonan el Parque tras armarse, para unirse a la lucha que está teniendo lugar por las calles, pero otros se quedan para colaborar en su defensa. Los artilleros españoles que se encontraban en el Parque se unen a la contienda.

Daoíz manda colocar los cañones en el patio y apostar vigías en los balcones de los edificios colindantes. Pronto los centinelas avisan que se acerca el enemigo. Daoíz manda a todos refugiarse en el Parque y cerrar las puertas, así como mantenerse en silencio absoluto. El teniente de Voluntarios Jacinto Ruiz, viendo las apuradas circunstancias entiende que su puesto es estar junto al pueblo, por lo que decide unirse a los insurgentes.

Los soldados franceses, el batallón de Westfalia, avanzan a paso redoblado por la calle de Fuencarral, ignorantes de cuanto ha sucedido en el Parque. Cuando llegan encuentran la puerta cerrada y se disponen a forzarla; es entonces cuando Daoíz manda hacer fuego sobre ellos. Los cañones colocados en el patio vomitan su carga que, atravesando la puerta, causan gran mortandad en los franceses. Al mismo tiempo desde los edificios colindantes se dispara sobre ellos. El ataque inesperado les ocasiona gran número de bajas y se retiran.

Daoíz aprovecha la pausa para mandar emplazar los cañones: uno mirando a la fuente Nueva, que estaba junto la Puerta de los Pozos, otro en la cal e de San José, apuntando hacia la calle de San Bernardo, frente a la fuente de Matalobos, otro en la esquina frente al convento de las Maravillas y el otro colocado en la misma entrada del Parque. El teniente Ruiz queda asignado al mando de uno de los cañones. A la alegría de la momentánea victoria se une la producida por la llegada de refuerzos: se trata de la partida dirigida por Blas Soriano. Velarde forma un grupo con aquellos paisanos que saben utilizar un arma de fuego y los usa para proteger la carga y el manejo de los cañones. Pero no disponen de mucho tiempo, porque enseguida se reagrupan los franceses, que una vez repuestos de la sorpresa inicial planifican el asalto al Parque. El ataque se produce desde la calle de San Bernardo.

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La lucha en el Parque de Monteleón. Grabado del XIX.


El enemigo no consigue avanzar y la lucha se convierte en un furioso y continuo intercambio de disparos. Los que manejan los cañones son los que mayor castigo sufren, ya que luchan sin parapeto alguno. Jacinto Ruiz cae malherido.

El Capellán del Convento de las Maravillas, situado frente al Parque, manda a las monjas abrir las puertas del convento para atender a los heridos, sin distinción de su nacionalidad.

Se incorpora al asalto al Parque el 4º regimiento de la División de Musnier, atacando los franceses ahora desde diversos puntos. Clara del Rey, que se halla en el Parque con sus hijos y marido, muere de un disparo en la sien.

Cerca de una hora llevará transcurrida la contienda cuando los franceses hacen un intento en columna cerrada que, bajo el mando del Coronel Montholon, avanza inexorablemente hacia el Parque. Están muy cerca de su objetivo cuando por la calle de San Pedro la Nueva aparece un heraldo gritando a pleno pulmón y agitando un gran pañuelo blanco. Ambos bandos cesan el fuego para escuchar sus propuestas. Se trata del capitán de voluntarios Melchor Álvarez, que comunica a Daoíz que el Gobierno le ordena que cese la lucha inmediatamente. Su discurso es interrumpido por un artillero español que dispara sobre el grupo parlamentario francés. Argumenta que ha visto a los franceses efectuar un movimiento hostil aprovechando la tregua. Ante este ataque a traición algunos franceses huyen y otros, incluyendo Montholon, son hechos prisioneros. Se ha conseguido de nuevo rechazar el ataque, pero la situación española es desesperada. Hay gran cantidad de muertos y heridos, y las posibilidades de recibir refuerzos son muy remotas.

Murat monta en cólera cuando recibe las noticias del fracaso de este último ataque y ordena al general Lagrange que acabe con la resistencia inmediatamente y sin contemplaciones. La Brigada Lefranc se incorporará a este nuevo ataque.

Lagrange manda instalar dos cañones junto a la fuente de Matalobos y otros dos frente al Palacio de Montemar. Protegidos por el fuego de los cañones manda avanzar sus columnas, unos dos mil hombres, a paso de carga y a la bayoneta por las calles de San José y de San Pedro. Será el último ataque, el definitivo. Son alrededor de las doce y media.

Daoíz es herido en un muslo pero sigue en su puesto. Velarde consigue que se incorporen a la lucha algunos Voluntarios, cuando un disparo efectuado por un oficial de la Guardia Noble Polaca acaba con su vida.

Los españoles, sin municiones, cargan los cañones con piedras de chispa, que actúan como metralla, pero las columnas francesas avanzan valientemente ante el fuego sin que nadie le frene y consigue finalmente llegar hasta los cañones, matando a sus artilleros, y entrando en el Parque a sangre y fuego.

Es la una de la tarde y la defensa del Parque ha durado unas tres horas, movilizando a numerosas fuerzas enemigas y causándole, entre muertos y heridos, unas mil bajas. Algunos paisanos consiguen huir del Parque y otros corren a refugiarse y esconderse en el interior del edificio, en unos desvanes. Los franceses no toman prisioneros y matan a todo aquel que cae en sus manos. El General Lagrange se encara con Daoíz, quien no soporta sus insultos y echa mano de su espada, con la que consigue herir a Lagrange, pero un soldado francés le atraviesa por la espalda con su bayoneta. :cry: Un médico francés intenta salvar la vida a Daoíz, pero la herida es mortal. El artillero es conducido moribundo a su casa, en la calle de la Ternera nº 12, donde muere al poco. La compañía de Voluntarios del Estado abandona el recinto sin ser molestada, llevando al teniente Ruiz, herido de gravedad y atendido en primera instancia por un médico francés. Escondido durante días para evitar las represalias, Ruiz conseguirá fugarse de Madrid. Destinado a un Regimiento de Guardias Valonas alcanzará el grado de Teniente Coronel. Sin embargo, sus heridas se agravan y fallecerá el 13 de Marzo de 1809 en Trujillo. El último herido saldrá del Parque sobre las seis de la tarde. Los paisanos escondidos en los desvanes abandonan el recinto por la noche.
Última edición por WPETERSEN el 06 May 2009 17:42, editado 1 vez en total.
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Por decreto de la Regencia de 7 de julio de 1812, se dispuso que tuviese cumplido efecto lo propuesto por el director general de Artillería D. Martín García Loigorri para perpetuar la memoria de los capitanes D. Luis Daoiz y Torres, y D. Pedro Velarde y Santiyán, y en su consecuencia se mandó:


Que según lo solicitaban los oficiales del cuerpo, figuraran ambos como presentes en las listas de Revista, debiendo en el acto de nombrarlos el Comisario responder el jefe más autorizado: Como, "presentes, muertos gloriosamente por la libertad de la patria el 2 de mayo de 1808" (Este artículo tiene debido cumplimiento en la Academia del Cuerpo)

Que ambos nombres se inscribiesen con letras mayúsculas a la cabeza de los capitanes de la escala del Cuerpo, expresando a continuación el anterior lema.

Que se erigiera un sencillo, aunque majestuoso monumento militar frente a la puerta del Colegio del Cuerpo, en cuyo pedestal se leyeran sus nombres.

Que se escribiera un elogio de ellos, para leerse todos los años en la apertura de la primera clase a los Caballeros Cadetes, a fin de estimularles a seguir su ejemplo.
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Re: 2-5-1808...o porqué Negrete no pasó a la Historia

Comandante Wpetersen, tu tambien aportas buenos documentos, gracias por darlos a conocer...
Yo tengo el libro de los sitios de Zaragoza y aun lo voy releyendo de año en año y jamas me e cansado o aburrido con las batallas que narra.
Parece increible el valor y poco miedo a la muerte que mostraban nuestros antepasados, se te pueden saltar las lagrimas leyendolo...
Un saludo.
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