Pearl Harbor, antes y después...

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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Pearl Harbor, antes y después...

Pearl Harbor, antes y después.


El 7 de diciembre de 1941 los aviones japoneses atacaron inesperadamente las islas Hawaii, destruyendo la flota norteamericana fondeada en Pearl Harbor. Tres día más tarde, los japoneses desembarcaban en Luzón, iniciando la conquista de las islas Filipinas y aniquilaban el poderío naval británico en Extermo Oriente al hundir en el golfo de Siam al acorazado Prince of Wales y el crucero pesado Repulse.

Durante 1941 las relaciones entre Estados Unidos y Japón eran tensas, sobre todo, después de que Roosvelt había congelado todos los créditos japoneses en los Estados Unidos, además de bloquear el suministro de petróleo al Japón. Sin embargo, el ataque japonés fue un grave error estratégico para el Eje, en primer lugar porque abría un nuevo frente de combate y fundamentalmente porque provocaron la entrada en la guerra de un gigante como los Estados Unidos. Hitler, que tenía a sus tropas atrapadas por el invierno ruso, en las puertas de Moscú, esperaba que los japoneses atacaran a Rusia desde Siberia para estrangularla en una operación de pinzas con el ejército alemán. Desde el punto de vista del Eje, la visión de Hitler era la acertada pero los japoneses, igual que Mussolini, desconfiaban de su aliado alemán. Si Mussolini atacó a Grecia para abrir una guerra paralela a la de Hitler, tratando de asegurase una mejor posición con respecto a un futuro ataque alemán, los japoneses atacaron a los Estados Unidos con la esperanza de que Alemania se desangrara al igual que Rusia en una guerra extensa. Una vez ganada la batalla del Pacífico, los japoneses podían liquidar a las maltrechas Alemania y Rusia dominando el mundo. La idea de Hitler hubiese generado una Alemania invencible que en un futuro cercano se dirigiría al Extremo Oriente y Japón nada podría hacer. En ese sentido los japoneses estuvieron acertados pero la alianza militar del Eje se reveló una farsa. Japón e Italia desconfiaban de Alemania y Alemania a su vez desconfiaba de los japoneses. Italia militarmente no contaba para nada y Japón tenía planes muy distintos a los de Hitler.Una flota japonesa compuesta por seis portaaviones, dos acorazados, tres cruceros, 16 destructores y varios submarinos llegó a las islas Hawai y lanzó 370 aviones contra Pearl Harbor y las bases circundantes. Las pérdidas americanas fueron enormes: las unidades aéreas del ejército y de la marina quedaron diezmadas y la flota del Pacífico prácticamente destruida. Sólo se salvaron tres portaaviones, que en el momento del ataque estaban navegando. En tres semanas los japoneses ocuparon Siam, las islas Gilbert y Ellice, Guam, Wake y Hong Kong, e iniciaron la conquista de Malasia, Borneo y Filipinas; seguidamente fue el turno de Birmania, Nueva Guinea y las islas Salomón. la flota británica en el Pacífico también quedó destruida.

Japón, una potencia militar que no había perdido una guerra en tres mil años, se enfrentaba a los Estados Unidos y Gran Bretaña en una lucha sin cuartel que culminaría con dos bombas atómicas sobre la población civil de Japón.





Después de Pearl Harbor


Después del ataque a Pearl Harbor, en apenas tres semanas los japoneses ocuparon Siam, las islas Gilbert y Ellice, Guam, Wake y Hong Kong, e iniciaron la conquista de Malasia, Borneo y Filipinas; seguidamente fue el turno de Birmania, Nueva Guinea y las islas Salomón. La flota británica en el Pacífico también quedó destruida. En marzo de 1942, el general Douglas MacArthur, comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en Extermo Oriente, hubo de abandonar la isla de Corregidor y trasladarse a Australia, donde asumió el mando de las fuerzas aliadas en el Pacífico sudoccidental. En mayo los japoneses completaron la conquista de Birmania y de las islas Filipinas y en Nueva Guinea se dirigieron a Port Moresby, pero fueron rechazados en la batalla aeronaval del Mar del Coral. En junio una potente escuadra japonesa, que tenía como objetivo la conquista de Midway ( base estratégica norteamericana en el Pacífico central) fue interceptada a la altura del atolón por aviones estadounidenses que en reiterados ataques hundieron cuatro portaaviones.

A continuación, los japoneses renovaron sus esfuerzos para conquistar Port Moresby, pero los norteamericanos desencadenaron dos ataques, contra las islas Salomón y Nueva Guinea, fijándose como objetivo final la conquista de Rabaul. En las Salomón la ofensiva americana empezó el 7 de agosto de 1942, con el desembarco en Guadalcanal, de notable importancia en el plano táctico y estratégico, ya que permitió instalar en la isla considerables fuerzas aéreas estableciendo las bases para el predominio aéreo. En 1942 las esperanzas japonesas de nuevas conquistas quedaron frustradas por la batalla de Midway, pero el cambio de situación en el Pacífico sólo se podía lograr mediante la ocupación completa de las islas.

En 1943 el ritmo de las operaciones norteamericanas se mantuvo lento debido a la necesidad de construir y concentrar unidades tácticas aeronavales y tropas anfibias. Los norteamericanos junto a los australianos reconquistaron Nueva Guinea y luego Makin, Apamama y Tarawa en el archipiélago de las Gilberts durante sangrientas batallas.

A comienzos de 1944 las fuerzas de desembarco del almirante Nimitz, explotando su superioridad aérea, naval y terrestre sobre los japoneses, conquistaron las islas Marshall, Carolina y Marianas. Estas islas serían las bases de los potentes B-29, destinados al bombardeo del Japón. En el Pacífico sudoccidental las divisiones anfibias de MacArthur conquistaron las Salomón y las islas del Almirantazgo y se aseguraron el control de la costa septentrional de Nueva Guinea.

El 20 de octubre comenzó el ataque a las Filipinas, con el desembarco en Leyte y la ardua batalla para la conquista de la isla. Las fuerzas conjuntas de MacArthur y de Nimitz estuvieron protegidas durante el desembarco en Filipinas por la flota más poderosa jamás vista en el Pacífico. La marina japonesa, no obstante, salió decidida a jugarse todas sus cartas en las aguas de la isla de Leyte, con una lucha a muerte que duró 2 días(24-25 de octubre).La flota japonesa sufrió una destrucción total, a pesar del empleo, por primera vez de los Kamikazes o pilotos suicidas.

El 9 de enero de 1945 los aliados desembarcaron en Luzón donde se registraron sangrientos combates con altas pérdidas por ambas partes.

El 3 de marzo caía Manila pero en la parte norte de la isla los japoneses resistieron con bravura. El 19 de febrero se inició el desembarco aliado en Iwo Jima, tratando de vulnerar las defensas de la metrópoli nipona. La batalla de Iwo Jima fue la más sangrienta de las batallas libradas en el Pacífico : los japoneses habían convertido a la isla en una verdadera fortaleza sobre la que tuvo poco efecto el previo bombardeo al desembarco. La lucha, encarnizada y sangrienta, duró 36 días de combate, durante los cuales los norteamericanos perdieron 6.000 hombres y los japoneses sufrieron la baja de 20.000 soldados. El 1 de abril los norteamericanos desembarcan en Okinawa, donde deben enfrentarse a los terribles Kamikazes que hundieron numerosas embarcaciones enemigas. Pero en dichas operaciones los japoneses perdieron su mejor acorazado, el Yamato que fue hundido por la aviación norteamericana. En el continete, los ingleses tras abrir la ruta de Birmania, conquistaron Akyab, Ramree, Mandalay, Meiktila y Rangún( 3 de mayo).La situación era cada vez más dramática para los japoneses pero éstos seguían ofreciendo una resistencia encarnizada. Los aliados tenían que conquistar casa por casa, hombre por hombre ya que los japoneses no se rendían ni aún estando desarmados.

El 5 de abril de 1945 la Unión Soviética denunció su tratado de neutralidad con Tokio, pero aplazó la intervención armada. Stalin, una vez más, demostraba su viveza. A pesar de tener a sus tropas a disposición por el derrumbe de Alemania, Stalin prefería que los norteamericanos siguieran combatiendo, que se desangraran, que gastaran todas sus fuerzas en el Pacífico, así luego el podría sentarse mejor en la mesa de negociaciones. Esta vez era la perversidad de Stalin sirviendo a los intereses de su país. Desde Potsdam, los aliados le lazaron a Japón un ultimátum riguroso que exigía la rendición sin condiciones. Tokio rechazó el ultimátum. Entonces el presidente norteamericano Harry Truman decidió ser más perverso que Stalin ordenando lanzar la bomba atómica sobre la población civil de Japón. Era la mejor manera de ahorrar hombres y medios y asimismo serviría para apichonar a Stalin con respecto a sus futuras pretensiones. Evidentemente Truman no pensó o no le interesaba la suerte de la población civil japonesa. El 6 de agosto se lanzó la primera bomba sobre Hiroshima, que quedó arrasada. Dos días después, un Stalin perplejo declaró la guerra al Japón y el ejército rojo penetró en Manchukuo y en Corea. A pesar del desastre, los japoneses no se rendían y seguirían luchando hasta las últimas consecuencias, pero el 9 de agosto otra bomba atómica fue lanzada sobre la población de Nagasaki, provocando otras miles de víctimas y entonces Tokio tuvo que anunciar sus propósitos de rendición. El 15 de agosto, el emperador japonés anunció por radio el término de la guerra pidiéndole al pueblo que aceptase la voluntad imperial. El 2 de septiembre, a bordo del acorazado norteamericano Missouri, se firmó el documento de la rendición incondicional del Japón. Por primera vez en tres mil años, Japón perdía una guerra pero lo hacía de la manera más digna. Si bien su situación militar era muy complicada antes de Hiroshima, los japoneses estaban dispuestos a pelear hasta las últimas consecuencias en una prueba de valor que sólo es comparable a la que tuvo el pueblo alemán. El genocidio norteamericano provocado en Hiroshima y Nagasaki no le dio a los japoneses la posibilidad de seguir peleando, pero ganó otra guerra: la guerra del valor y la dignidad contra un enemigo sin escrúpulos. Mientras tanto, en el continente asiático la aviación norteamericana servía de apoyo a las fuerzas armadas chinas a la vez que los británicos rechazaban una ofensiva japonesa en Imphal, en la frontera indo-birmana. En agosto se abrió la ruta de Birmania, haciendo así más fácil el envío de abastecimientos a las tropas chinas de Chiang Kai-Shek.





Los kamikazes


Teniendo en cuenta la notable diferencia que existía, en orden al potencial bélico, entre el Japón y los Aliados en los últimos años de la guerra en el Pacífico, para los japoneses ya estaba bastante claro que su país tendría que afrontar una gravísima crisis, a menos que de una manera u otra lograran hacer intervenir elementos que fueran capaces, por sí solos, de cambiar radicalmente la situación. Así, pues, era muy natural que, en semejantes circunstancias, los combatientes nipones estuvieran dispuestos a sacrificar sus vidas por el emperador y por la patria.

Su patriotismo tenía su origen en la convicción, profundamente arraigada en el ánimo de todos estos hombres, de que la nación, la sociedad e incluso el universo entero se identificaban en la persona del emperador, y por esta causa estaban decididos a sacrificar sus vidas. Por lo que respecta a la cuestión de la vida y de la muerte, la base espiritual de los japoneses, estaba constituida por una absoluta obediencia a la autoridad indiscutible del soberano, incluso, como ya se ha dicho, a costa de la propia vida.





El ataque kamikaze tenía, ante todo, un significado espiritual, y cualquier piloto dotado de una normal habilidad estaba capacitado para llevar a cabo adecuadamente su misión. Por ello, no existía un método especial de adiestramiento, excepto el que consistía en hacer especial hincapié, ante los pilotos, sobre determinados factores que ya habían revelado tener una cierta importancia, en el curso de anteriores experiencias, en todos estos “ataques especiales”. Sin embargo, puesto que los pilotos elegidos para estas misiones habían recibido una preparación un tanto limitada y tenían escasa experiencia de vuelo, se les sometía a un curso de adiestramiento técnico intensivo, con el fin de ponerles en situación de aprender, en un tiempo mínimo, los elementos fundamentales del ataque kamikaze.

Por ejemplo, el programa que debían seguir los pilotos con base en Formosa se dividía en breves y diversas fases: en primer lugar, el adiestramiento de los pilotos kamikaze tenía una duración de siete días, dedicando las dos primeras jornadas únicamente al ejercicio de despegue. Este tipo de ejercicio cubría el período de tiempo que iba desde el momento en que se impartía la orden para una misión hasta el momento en que los aparatos quedaban situados en formación de vuelo. Los dos días siguientes se dedicaban al vuelo en formación, mientras al mismo tiempo proseguían los ejercicios de despegue. Los últimos tres días estaban dedicados, de manera especial, al estudio teórico y a los ejercicios prácticos de aproximación al objetivo y al ataque; entre tanto, continuaban también los ejercicios de despegue y de vuelo en formación. Si aún se disponía de tiempo, se repetía el programa completo una segunda vez.

Para los cazas ligeros y rápidos, como los Zero (Zeke), y para los bombarderos embarcados tipo Suise (Judy) se adoptaron dos métodos de aproximación con vistas a los ataques especiales, métodos que se habían revelado especialmente eficaces.





La aproximación debía realizarse a la máxima o la mínima altura posible. Aunque desde el punto de vista de la exactitud de la navegación y de la buena visibilidad hubiera sido preferible una altura media, se prefería renunciar a estas ventajas en consideración a otros factores. En efecto, la altura preferida estaba comprendida entre los 5.500 y los 6.600 metros, y ello por dos razones:
· Cuanto mayor es la altura, más difícil se hace la interceptación por parte del enemigo;
· Había que tener en cuenta la maniobrabilidad de un avión cargado con una bomba de 250 kilogramos.

Por lo que respecta a la aproximación a muy poca altura los aparatos volaban lo más cerca posible de la superficie del mar, de manera que se retrasara al máximo su localización por los radares enemigos. En las postrimerías de 1.944 se consideraba que el radar americano tenía un alcance efectivo de 160 km. a gran altura y de 30 – 50 km. a baja altura. En las ocasiones en que se disponía de muchas unidades de ataque, se aplicaban simultáneamente bien el método de aproximación a baja cota bien el de alta cota, que además se efectuaban en rutas distintas.

En la aproximación a gran altura era necesario que los pilotos estuvieran muy atentos, a fin de que el ángulo de picado no resultase excesivo, pues entonces el aparato sería más difícil de manejar y además, bajo la creciente acción de la fuerza de gravedad, el piloto perdería fácilmente su control.

Era, pues, de la mayor importancia que el picado fuera lo menos profundo posible y que el piloto prestase gran atención al viento de cola y a cualquier movimiento por parte del objetivo.

En el caso de aproximación a baja altura, apenas se avistaba un navío enemigo, el avión se remontaba bruscamente a 3.500 – 4.500 metros, para luego arrojarse en picado sobre el objetivo previsto.

Este método requería una habilidad muy particular por parte del piloto, puesto que el impacto debía producirse en la cubierta del navío que se elegía como blanco. Además, el método de picado en candela, sobre la cubierta del buque resultó ser más eficaz que el de estrellarse contra el costado del mismo. Por esta razón, los pilotos kamikaze eran inducidos a adoptar el método del picado en candela en cuanto su grado de adiestramiento lo permitía y siempre que las condiciones en que se desarrollaba el ataque fueran favorables.

Para llevar a cabo una misión kamikaze, además de conseguir hacer blanco sobre el buque objetivo, era de suma importancia que el piloto supiera montar en su aparato, despegar, situarse en formación y conseguir luego volar siempre entre el violento fuego de los cañones enemigos. Con este fin, los pilotos kamikaze también eran sometidos a un entrenamiento muy riguroso respecto a todo aquello que se refería al embarco, al despegue, al vuelo en formación así como al ataque.

En el caso de un despegue a plena carga, era muy importante que el piloto no remontase el vuelo bruscamente, que maniobrase los mandos con la necesaria lentitud y que se situase a unos 50 metros de altura antes de recoger el tren de aterrizaje.

Otro importante factor en el momento del despegue era alcanzar al conjunto de la formación y mantenerse en filas estrechamente cerradas, de manera que no fuera necesario realizar evoluciones demasiado amplias.

En los portaaviones, el mejor blanco era el elevador principal; seguían luego, en orden de preferencia, el elevador de popa o el de proa. En cuanto a los demás tipos de grandes unidades de guerra, el mejor blanco era la base del puente de mando. Y por lo que hace referencia a los destructores y a otros pequeños buques de guerra y de transporte, un impacto en un punto cualquiera situado entre el puente de mando y el centro del navío, resultaba generalmente de gran eficacia.

De no haber sido por la falta del número necesario de aparatos, lo ideal hubiera sido enviar contra cada gran portaaviones cuatro aviones kamikaze: dos contra el elevador principal y los otros dos contra los de popa y proa respectivamente. Así, en teoría, dos o tres atacantes se consideraban el número ideal para un portaaviones de escolta.

Pero lo cierto era que en la práctica los portaaviones americanos eran demasiados y los japoneses disponían de muy pocos aparatos para realizar esa tarea. En consecuencia, para obtener al menos un golpe “centrado” y eficaz, contra cada portaaviones se enviaba a un solo aparato: “un avión por cada buque de guerra”.





En combate


Durante la lucha por las Filipinas, se calculó que los japoneses perdieron 9.000 aviones, 5.000 en accidentes de vuelo y 4.000 en combate. De éstos últimos, 650 fueron empleados en ataques suicidas, que hundieron 16 buques americanos y dañaron otros 150 alcanzándoles de lleno o superficialmente. En Iwo Jima, 25 aviones suicidas (21 de la Marina y 4 del Ejército) hundieron un portaaviones de combate y dos unidades menores.

En marzo de 1.945, 24 bombarderos bimotores de la Marina nipona despegaron de Kyushu, en dirección al atolón de Ulithi. Sólo 15 alcanzaron el objetivo. El único de estos aparatos kamikaze que consiguió cierto éxito fue el que alcanzó el portaaviones Randolph causándole graves daños.

Pero fue en Okinawa donde los pilotos del tokko tai (ataque especial) llevaron a cabo el esfuerzo supremo. En realidad se creía que los pilotos japoneses ya no eran lo suficientemente diestros para destruir los buques americanos valiéndose de los medios tradicionales, y los americanos, gracias a la experiencia adquirida, llevaron siempre la mejor parte en las batallas aéreas.

Algunos buques fueron alcanzados mientras se aproximaban a Okinawa y durante las incursiones lanzadas por las formaciones de portaaviones ligeros contra las islas del archipiélago japonés. El 6 y el 7 de abril, como preludio de la última salida del acorazado Yamato, los japoneses atacaron con violencia inusitada a los buques americanos a lo largo de la isla de Okinawa. Unos 700 aparatos despegaron de Kyushu, de los que 355 iban en misión suicida. Más de 200 de ellos fueron abatidos por la Task Force de los portaaviones ligeros, unos 50 por los aviones procedentes de los portaaviones de escolta y 40 por el fuego de la artillería antiaérea de las unidades de guerra. Pero 28 consiguieron caer sobre los buques americanos hundiendo tres de ellos.

Entre el 12 y el 13 de abril, unos 185 aviones japoneses desencadenaron otro masivo y bien organizado ataque suicida contra los buques en Okinawa, infligiendo graves daños a 14 unidades de guerra. El 12 un destructor fue hundido y otro dañado por un nuevo tipo de ataque: las bombas pilotadas, que los japoneses llamaban Ohka (flores de cerezo). Se trataba de un proyectil-cohete constituido por un tipo especial de avión monoplaza de madera, con casi 1.200 kg. de explosivo a bordo. Transportado hasta una distancia de menos de 20 km. del objetivo por un bombardero bimotor G4M2 Betty, una vez lanzado se dirigía en picado sobre el blanco, acelerado por el encendido de sus tres cohetes de cola. Desde una altura de unos 6.000 metros podía alcanzar un objetivo situado en un radio de más de 30 km. Cuando se aproximaba al punto indicado, el piloto del Ohka se deslizaba a través de la escotilla de bombardeo del aparato nodriza hasta alcanzar la minúscula carlinga del aparato, y, apenas informado de la exacta posición del blanco, tiraba del mando de lanzamiento, lanzándose así a una carrera hacia la muerte, alcanzando más de 1.000 km/h en el momento del impacto. Los americanos dieron a estas bombas el apodo de bombas Baka (estúpidas). Cuarenta o cincuenta de ellas fueron transportadas por los grandes aparatos de la base de Kanoya sobre las islas del archipiélago japonés, para ser utilizadas más tarde contra los buques americanos empleados en las operaciones de Okinawa. Pero casi todas fueron destruidas con sus aviones nodriza mucho antes de alcanzar sus objetivos; sólo unas pocas consiguieron llegar. Aparte de los éxitos conseguidos el 12 de abril, se sabe que algunas Ohka dañaron un destructor el 4 de mayo y otro el 11 del mismo mes.





Macabro pero eficaz


De las 1.900 misiones suicidas llevadas a cabo por los japoneses durante la batalla de Okinawa, sólo un 14% resultaron eficaces. Las unidades que más sufrieron los efectos de estos ataques fueron los pequeños buques vigía, estacionados a unos 80 km. al norte de Okinawa para interceptar, mediante el radar, a los aviones enemigos que se aproximaban. Incluso a costa de pérdidas gravísimas, los destructores y las cañoneras destinadas en esta misión permanecieron valerosamente en su puesto. A mediados de abril, hubo un momento en que algunos oficiales americanos llegaron a temer que los kamikaze quizás consiguieran impedir la invasión.

Al final de la guerra, Japón disponía aún de 10.700 aviones en condiciones de volar y aproximadamente la mitad estaban dispuestos para ser empleados en misiones suicidas. Puesto que los grandes aeródromos habían quedado inservibles, se pensó hacer despegar a los aparatos suicidas de pequeñas pistas herbosas para lanzarlos contra los buques de la escuadra de invasión a lo largo de Kyushu. Y si hubieran sido tan eficaces como lo fueron en Okinawa, habrían alcanzado a unos 900 buques aliados, hundiendo quizás unos 90.

Después de la contienda, el informe oficial sobre los bombardeos estratégicos estadounidenses hizo la siguiente valoración de los kamikaze:

“Macabro, eficaz, extremadamente práctico en aquellas circunstancias, apoyado y estimulado por una poderosa campaña propagandística, el ataque especial se convirtió, virtualmente, en el único método empleado para contener a las fuerzas de ataque y anfibias de los EEUU, y los buques de estas fuerzas se convirtieron en su único objetivo”.
La noticia de los ataques suicidas no se hizo pública en EEUU hasta el 12 de abril – seis meses después de su comienzo en Filipinas -, pero sus repercusiones en la opinión pública fueron neutralizadas por el anuncio de la muerta de Roosvelt, que se hizo pocas horas después.






El credo kamikaze


He aquí algunas de las preguntas formuladas por la “Bombardment Investigation Mission” estadounidense después de la guerra, y las respuestas obtenidas de oficiales japoneses supervivientes de la 205ª División aérea, o sea, la División kamikaze. Las preguntas ponen de manifiesto la resistencia de los Aliados a creer que estos ataques fueron efectuados voluntariamente, y en cambio en cada respuesta japonesa se refleja el estupor del interrogado ante esta incredulidad.

La filosofía en la que se funda todo el “credo” de la unidad kamikaze está en completa contradicción con las ideas dominantes en EEUU, donde nada es más precioso que la vida. Según usted, ¿ cómo se explica que las fuerzas japonesas pudieran obligar a tan gran número de pilotos a realizar misiones de ataque suicida de este tipo?

La filosofía kamikaze surgió en un período muy antiguo de la historia del Japón, y en la larga existencia de nuestro país pueden hallarse muchos ejemplos de este tipo. La filosofía fundamental del Japón es la del sacrificio individual por el bien de la patria. Esta filosofía está profundamente arraigada en todos nosotros. En el curso de la guerra en el Pacífico, la situación crítica en la que llegamos a encontrarnos nos indujo a adoptar la idea del ataque kamikaze. Este tipo de ataque, pues, no fue impuesto nunca desde el exterior.

El almirante Onishi se dio cuenta simplemente del sentimiento que animaba a los pilotos japoneses, particularmente a los más jóvenes, sentimiento nacido de manera total y absolutamente espontánea. En la práctica, fue el almirante quién constituyó las unidades kamikaze, pero mucho antes de que él tomase esta iniciativa, los pilotos de combate ya habíamos discutido la idea de efectuar ataques kamikaze durante la batalla de Saipán; sin embargo, el Estado Mayor de la Marina no aprobó entonces la idea.

Estoy firmemente convencido de que la idea del ataque kamikaze nació y se desarrolló de manera absolutamente espontánea en el ánimo combativo de nuestros más jóvenes pilotos.

¿ Qué opina del reclutamiento de los hombres destinados a las unidades kamikaze? ¿ Era forzado o voluntario?

Desde el primero al último hombre el reclutamiento fue siempre voluntario. Incluso se dieron casos en que grupos aéreos completos se ofrecieron para misiones kamikaze, sobre todo al darse cuenta de la difícil situación bélica a que se había llegado en diversos frentes, por ejemplo en el de las islas Filipinas.

¿ Cómo se realizaba el reclutamiento de voluntarios para las unidades kamikaze en el suelo de la patria?

Cuando estuve encargado del reclutamiento de pilotos kamikaze para su adiestramiento en suelo japonés, pude comprobar que, prácticamente, todos los hombres de los diversos grupos aéreos estaban deseosos de participar en aquellas misiones. Algunos de ellos me hicieron llegar expresamente su solemne deseo escrito en sangre, mientras otros me despertaron varias veces por la noche para pedir que les enrolase. A veces, yo mismo me ocupé de seleccionar a los voluntarios, teniendo en cuenta su situación personal o familiar: nunca se aceptó a un piloto que fuera el hijo único de una familia. Pues bien, aún así, tras conocer mi decisión por una carta que su único hijo le había escrito, una madre se dirigió a mi suplicándome que lo aceptase. De estos episodios se puede deducir fácilmente hasta qué punto el carácter del reclutamiento era exclusivamente voluntario.

Basándonos en la mentalidad común de los jóvenes americanos de veinte años de edad, nos es imposible creer en ninguna de estas afirmaciones. ¿ Cómo podían ustedes aceptar la idea de inmolarse en ataques suicidas de este tipo por la patria o por el emperador sin ninguna posibilidad de sobrevivir? ¿ No existía escuela especial para el adoctrinamiento de los jóvenes japoneses destinados a las unidades kamikaze?

No existía ninguna escuela especial de este tipo.

En vuestra calidad de voluntarios para las unidades kamikaze, ¿ cuál era vuestro estado de ánimo?

Los graduados teníamos sólo un año de instrucción militar: por lo tanto, éramos más civiles que militares, nos dábamos cuenta de que la situación bélica era muy precaria y estábamos convencidos de que en aquellas circunstancias el sistema de ataque especial era el mejor. Nos enrolábamos, pues, como voluntarios decididos a sacrificarnos para que el Japón pudiera ganar y para que los más jóvenes pudieran estudiar en mejores condiciones.

¿ Acaso creíais que los pilotos kamikaze realizaban las misiones a fin de que su espíritu reposara en paz y su nombre fuera honrado en el altar nacional de Yasakuni?

(El altar de Yasakuni está consagrado a la memoria de los caídos en el campo de batalla). No era necesario realizar misiones kamikaze para ser honrado en el altar de Yasakuni, puesto que todo hombre caído en combate, cualquiera que sea su grado o su procedencia, es honrado en este altar. Nunca nos movió una idea semejante. La verdadera razón que nos impulsaba a utilizar este tipo de ataques consistía en la enorme diferencia existente entre el potencial productivo de ambos países y en la carencia de métodos de combate alternativos. Así fue cómo llegamos a la conclusión de que el mejor método que podíamos adoptar era el de matar miles de hombres con un solo hombre y hundir un buque de guerra con un solo avión.

¿ Se celebraba alguna clase de ceremonia antes de cada misión especial? ¿ Recibíais instrucciones del almirante? ¿ Escribíais a casa o hacíais testamento?

En el sector de Filipinas, al principio, se celebraba un brindis con el almirante. Pero pronto esto resultó imposible, pues a causa de la difícil situación bélica y del gran número de acciones a realizar ya no quedaba tiempo para ninguna ceremonia. Algunos de nosotros escribíamos a casa y hacíamos testamento; pero lo hacíamos una sola vez, cuando se solicitaba ser enrolados, y no antes de partir para la misión kamikaze.




La bomba atómica de Hiroshima


Estamos ante uno de los hechos más relevantes del siglo XX, uno de esos puntos de inflexión que han condenado a sus protagonistas, tanto voluntarios como casuales, a un recuerdo eterno.

En la Segunda Guerra Mundial hubo innumerables masacres. La acontecida en Hiroshima no fue la que mayor número de muertos provocó. Tenemos, por ejemplo, el bombardeo masivo a Dresden, ciudad sin guarnición militar y llena de refugiados ante el avance soviético, de la nunca sabremos el saldo final de muertes, puesto que gran parte de esas víctimas pasaron a formar parte del ennegrecido aire de la condenada Alemania del final de la guerra. Tan sólo dejar constancia de algunas aproximaciones a la cifra total de fallecidos que rondan las 200.000 almas.

Entonces... ¿Por qué ha sido Hiroshima tan importante? A partir de 1945 la destrucción del mundo se empezó a ver como algo más real, como una realidad acechante para la que no había forma de escapar, una cuenta atrás cuyo desenlace estaba claro: la destrucción total, y de la que lo único desconocido era el momento en el que llegaría el Apocalipsis.

Japón ha sido la única nación del mundo en sufrir un ataque nuclear, y los resultados de ésta se pueden apreciar a simple vista, con monumentos, ceremonias y declaraciones de todo tipo, pero también se palpa en el sentir del pueblo japonés, en sus lamentos por los muertos de aquel fatídico día, por los que perecieron durante años por la radiación y las heridas, por los que lo perdieron todo, y por aquellos que nunca nacerán debido a ese mazazo traumático dirigido directamente a la población civil.

EL PRINCIPIO DEL FIN: HIROSHIMA
A primeras horas del 6 de agosto de 1945, la ciudad industrial y portuaria de Hiroshima, en la isla de Hondo, la mayor del archipiélago japonés, comenzaba a animarse. La ciudad se había liberado hasta entonces de las calcinantes bombas incendiarias de los B-29 estadounidenses que habían devastado Tokio y otros centros urbanos, pero sus habitantes no se sentían a salvo, pues Hiroshima constituía un importante enclave militar, albergaba depósitos de armamento y plantas de investigación del ultra-secreto caza a reacción japonés (que nunca llegó a terminarse). En previsión de ataques incendiarios, la población se había reducido, mediante la evacuación de 400.000 a 245.000 personas.

Poco después de las 7:00 horas sonó la alarma aérea cuando un avión meteorológico estadounidense sobrevoló la ciudad. La aparición de estos aviones era un acontecimiento habitual y la mayoría de los habitantes no se molestó en buscar refugio. A las 7:32 sonó la señal que ponía fin a la alarma. Inmediatamente después de las 8:00 los operadores de radar japoneses detectaron tres aviones más que se aproximaban a Hiroshima a gran altura, pero supusieron que eran aviones de reconocimiento y no dieron una segunda alarma.

Segundos después de las 8:15, dos de los aviones efectuaron evoluciones descendentes muy cerradas, en direcciones opuestas. Al girar, un avión dejó caer tres paracaídas de los que pendía equipo para registrar la explosión; el otro lanzó una bomba atómica preparada para detonar a 560 m de altura sobre la ciudad.

La bomba estalló en un brillante destello, seguido de una bola de fuego tan intensa que redujo a cenizas a miles de personas cerca del centro de Hiroshima y produjo quemaduras a otras situadas en un radio de hasta 4 Km. de distancia. A continuación sobrevino el estampido equivalente al impacto del viento a 800 km/h, que asoló prácticamente todo en un radio de más de 3 Km. Los fragmentos desgajados de madera, ladrillo, tejas y cristal se convirtieron en proyectiles mortales; las columnas de piedra de un hospital situado directamente debajo de la explosión quedaron hundidas en el suelo. Las conducciones de agua se hicieron añicos y los incendios provocados por los millares de estufas de carbón vegetal volcadas, todavía encendidas para la cocción del desayuno, acabaron la obra que había iniciado el calor y el estampido. Todos los edificios situados dentro de los 13 km2 del epicentro quedaron destruidos. La ciudad de Hiroshima quedó arrasada. Las consecuencias no acabarían de conocerse sino años después.

Enormes gotas de humedad condensada de la nube en forma de hongo que se alzaba a 15.000 m. sobre la ciudad descendían en forma de llovizna negra y grasienta (la famosa ???). Finalmente, cuantos se habían dirigido hacia los ríos y parques huyendo de las llamas se vieron atrapados por el gran "viento de fuego" que barrió el centro de la ciudad, desgajando árboles y provocando enormes olas en los ríos, que ahogaron a muchos de los que habían buscado refugio en el agua.

Por lo menos unas 78.000 personas, posiblemente más, resultaron muertas o fatalmente heridas en Hiroshima. Todas las viviendas quedaron dañadas o destruidas. La guarnición militar de la ciudad quedó arrasada. Sólo quedaron vivos un puñado de médicos; la mayoría de los hospitales y depósitos de medicina estaban destruidos.

Los habitantes de las ciudades cercanas describieron a los quemados, vivos y muertos, como seres que no parecían humanos, que exhibían carne viva y ennegrecida, que no tenían pelo y mostraban los rasgos faciales desdibujados.




El día siguiente al bombardeo, el mando supremo japonés envió a Hiroshima al general Seizo Arisue, quien describió así las consecuencias de la bomba: "Cuando nuestro avión sobrevoló Hiroshima sólo quedaba un único árbol, negro y muerto, como si un cuervo estuviera posado sobre la ciudad. No había nada más que ese árbol. Cuando aterrizamos en el aeropuerto toda la hierba era roja, como si la hubieran tostado. Ya no había ningún incendio. Todo se había quemado simultáneamente… la ciudad misma había sido borrada en su totalidad.".

Arisue no había oído hablar de la bomba atómica, pero un físico nuclear japonés que llegó a la ciudad el 8 de agosto adivinó la causa de la destrucción. El Consejo Supremo de Guerra japonés se reunió el nueve de agosto para tratar de la rendición, pero ya era tarde para impedir otro desastre. A las 11:02 AM de ese día una segunda bomba atómica estallaba sobre la ciudad de Nagasaki.

La responsabilidad por la decisión de usar la bomba atómica, descrita por Winstong Churchill como "el segundo advenimiento con ira", ha sido discutida exhaustivamente por los historiadores. La decisión final la adoptó el presidente Truman, que había ocupado el cargo al morir Roosevelt el 12 de abril de 1945. Siendo vicepresidente, Truman no había sido informado del supersecreto Proyecto Manhattan que creó la bomba ; como presidente, solo él podía autorizar su empleo.

PROTAGONISTAS
El piloto Paul W. Tibbets y el capitán de la marina William Parsons, que acompañaron a los tripulantes con el fin de apreciar los efectos y lograr eficacia en su empleo, llegaron a esta ciudad con el fin de informar al general Carl Spaatz. Estuvieron de acuerdo en afirmar que Hiroshima fue arrasada, produciéndose un fogonazo tan brillante como el sol. Pocos minutos después -dicen- el humo ascendía hasta la estratosfera. El general Spaatz afirmó trágicamente que una de esas bombas equivale al ataque de 2.000 super-fortalezas y agregó que las fotos tomadas no demuestran otra cosa que una densa columna de humo.

El avión de reconocimiento que voló sobre Hiroshima horas después no pudo ver nada sobre la ciudad, salvo algunos incendios en las afueras, teniéndose la impresión de que se han causado cuantiosos daños. Tibbets, al bajar a tierra dijo: "Sólo el capitán Parsons, el bombardero mayor Ferebee y yo sabíamos lo que teníamos entre manos, los demás creían que se trataba de una misión especial, simplemente. Nos dimos cuenta que nos debíamos alejar inmediatamente. Resulta difícil creer lo que vimos. Debajo de nosotros ascendía una nube negra a tremenda velocidad y nada era visible donde apenas unos minutos antes resultaban nítidos los muelles y las calles. La cosa fue tan rápida que no pudimos ver nada; notamos solamente el calor de la explosión y la confusión de la misma. El avión se sacudió dos veces como si lo hubiesen alcanzado proyectiles antiaéreos". Parsons dijo: "Cuando lanzamos la bomba comenzamos rápidamente a poner distancia entre nosotros y la bola de fuego que sabíamos que vendría. El fogonazo fue terrible aún a plena luz del día. Primero vi una inmensa nube de humo que ascendía, al parecer, con algunos escombros a los 7.000 metros, y luego una nube blanca que salió de su centro y se elevó hasta los 14.000 pies, mientras que toda la ciudad quedaba envuelta en humo ardiendo y en sus alrededores innumerables incendios, al parecer, provocados por la rotura de las cañerías de gas".

El presidente de los Estados Unidos vio en esta nueva arma, la posibilidad de tener un mayor control sobre las naciones del mundo y así lo manifestaba: Washington. Las posibilidades de la fuerza atómica son tan grandes que el presidente Truman tiene el propósito de que el gobierno ejerza una fiscalización en este terreno. Al referirse a ello manifestó a los periodistas: "Prestaré la mayor atención y haré más recomendaciones al Congreso sobre la manera como la fuerza atómica puede convertirse en una poderosa influencia para el mantenimiento de la paz mundial. Todas las patentes que se refieren a procedimientos están en manos del gobierno. La continuación de las investigaciones será costeada, posiblemente, por el gobierno, el cual ha invertido ya dos mil millones de dólares en la invención de la bomba atómica" Declaraciones de Radio Tokio, después de producirse el bombardeo: Guam. Radio Tokio dijo que las bombas atómicas norteamericanas arrojadas sobre Hiroshima por medio de paracaídas estallaron antes de llegar a tierra y causaron tal devastación que las autoridades no han podido verificarla todavía en toda su magnitud. Los propagandistas japoneses dijeron que el uso de la nueva arma "Basta para calificar a quien la emplea de destructor de la humanidad" y "enemigo público número uno de la justicia social".

DESARROLLO DEL PROYECTO
En el verano de 1945, con Alemania derrotada y Japón como única amenaza para los Aliados, los consejeros de Truman en el Comité Interino redactaron un informe instando a que se usara la bomba. Recomendaban que el objetivo fuera al mismo tiempo una instalación militar y un gran centro de población susceptible del máximo efecto destructor.

El Comité, al igual que Truman, creía que la bomba evitaría la invasión masiva de las islas japonesas que, según las predicciones, hubiera costado más de un millón de muertos estadounidenses. Otro factor que influyó en el presidente y sus consejeros fue el creciente temor a la Unión Soviética. Los soviéticos se habían apoderado ya de Europa Oriental y habían expresado su interés en participar en la invasión y en la ocupación de Japón.

La era nuclear pudo haber nacido en Alemania nazi si Adolf Hitler hubiera prestado más atención al trabajo de sus científicos. En diciembre de 1938, en el

instituto de Química Káiser Guillermo II de Berlín, Otto Hahn y Fritz Strassmann, después de seis años de investigación, lograban escindir el átomo de uranio, proceso hasta entonces considerado contrario a la ley natural. Su trabajo implicaba la posibilidad de una reacción en cadena controlada y la liberación de una inmensa cantidad de energía. Por el mundo científico se extendió rápidamente la noticia de este hallazgo, el gran físico danés Niels Bohr se enteró por dos colegas que habían huido de los nazis. A principios de 1939, Bohr marchó a Estados Unidos y comunicó sus conocimientos a los científicos estadounidenses. Los más notables eran dos físicos refugiados, el italiano Enrico Fermi y el húngaro Leo Szilard. Pero los esfuerzos para convencer al gobierno estadounidense de las posibilidades militares del átomo rindieron escaso fruto, hasta que Szilard logró persuadir a Albert Einstein, el científico más famoso de Estados Unidos y también judío refugiado, para que firmara una carta dirigida al presidente Roosevelt en el mes de Octubre de 1939 y, aprovechando su prestigio, lo convenciera.

Aunque Roosevelt estaba en teoría convencido, durante los dos años siguientes el avance de la investigación atómica, patrocinado por el gobierno, fue lento e irregular. Aún así, el proceso había comenzado y en 1939 la cuestión a la que se enfrentaban los científicos no era la de construir armas atómicas, sino como conseguirlo antes que los nazis.

Por fin, el 6 de Diciembre de 1941, un día antes del ataque japonés a Pearl Harbor, Vannevar Bush, jefe del Departamento de Investigación y Desarrollo Científico de Estados Unidos, lograba la aprobación presidencial de un plan de acción total el ámbito de la investigación atómica. El programa científico, militar, industrial, que siguió, fue característico de Estados Unidos, con su relativa invulnerabilidad ante un ataque, su enorme capacidad industrial y su fe en la ciencia y la tecnología.

Los genios científicos eran algo corriente en el proyecto Maniatan: Oppenheimer, Lawrence, Arthur y Karl Compton, entre los originarios de Estados Unidos; Szilard, Fermi, Bohr, James Franck y Edward Teller, entre los refugiados europeos. Trabajaron en un ambiente de urgencia, tensión y secreto. Las diversas fases del proyecto, especialmente en los Alamos, estaban rígidamente independizadas. Pocos científicos sabían lo que hacían sus colegas. Todos y todo tenían un nombre en clave: Fermi era "Henry Farmer", la bomba era "la bestia" o simplemente "la cosa" y el programa atómico británico (iniciado en 1941 y coordinado por su equivalente en estados Unidos) era "la Dirección de Aleaciones para Tubos"

El 16 de julio de 1945, en un escondido paraje de la base aérea de Alamogordo , en Nuevo México, (un lugar al que Oppenheimer hacía llamar "Trinity") se probó la primera bomba de plutonio, conocida en clave como "Fat Man". La bomba superó todas las predicciones que se habían hecho en cuanto a destrucción y potencia. (La bomba de U-235 no se probó nunca por que los científicos confiaban que funcionaría bien).

Junto con el proyecto atómico, Truman había heredado un memorándum secreto redactado por Roosevelt y Churchill el 19 de Septiembre de 1944, que establecía que "cuando estuviera por fin disponible una bomba, podía, después de maduras consideraciones, quizá emplearse contra los japoneses, quienes debían ser advertidos de que este bombardeo se repetiría hasta que se rindieran". El documento no destacaba el posible uso de armas atómicas contra los nazis. Aunque faltaban ocho meses para la derrota de Alemania, no hay pruebas de que ambos estadistas consideraran siquiera la posibilidad.

En septiembre de 1944, Estados Unidos y Gran Bretaña estaban preocupados por la falta de cooperación de la Unión Soviética, y el acuerdo Roosevelt - Churchill señalaba específicamente que no se transmitiría ninguna información atómica a los rusos.

De hecho, se ha argumentado que la bomba atómica de Japón no fue la última acción de la Segunda Guerra Mundial, sino la primera (como advertencia a la Unión Soviética) de la Guerra Fría.

En la Confederación de Postdam, Truman recibió un informe detallado sobre el éxito de la prueba realizada en Trinity. El 26 de julio, Estados Unidos, Gran Bretaña, y la República de China formularon conjuntamente la proclamación de Postdam. El documento instaba a los japoneses a la rendición incondicional o el exponerse a una "rápida y total destrucción". Aunque la declaración prometía que los japoneses no serían "esclavizados como raza ni destruidos como nación", no mencionaba la bomba atómica ni otra cuestión vital: la continuidad de la venerada dinastía imperial.

Una primera versión de la proclamación mencionaba el posible mantenimiento del Emperador, pero el párrafo se había eliminado por que el secretario de estado consideró que sonaba demasiado a apaciguamiento.

Al recibir el ultimátum de Postdam, el gobierno japonés, dividido entre el orgullo y la desesperación, llegó a un "compromiso" fatal: el 28 de julio, el primer ministro japonés Kantaro Suzuki restó importancia públicamente a los términos aliados, sin rechazarlos. Los japoneses querían ganar tiempo, pero Estados Unidos interpretó la respuesta como una negativa total y se puso en marcha la maquinaria para el lanzamiento de la bomba.

El 23 de julio, Stimson, que se hallaba en Postdam con Truman, había sido informado de que "Little Boy" (la bomba de U-235 utilizada en Hiroshima) estaría lista hacia el 1 de agosto y que "Fat Man" (la bomba de Nagasaki) estaría dispuesta probablemente el 6 de agosto. La unidad especial de la fuerza aérea destinada a lanzar la bomba, esperaba órdenes en la isla Tinian, en las Marianas. Durante un año, el Grupo 509 había sufrido un riguroso entrenamiento secreto para bombardeo visual en día despejado, por que Groves pensaba que el bombardeo por radar no ofrecía garantías. Los aviones empleados eran superfortalezas B-29 modificados, desprovistos de la mayoría de su armamento para ganar velocidad y poder acomodar una única bomba de 4,500 a 5,800 Kg. de peso.

El 25 de julio se transmitió una orden preparada por Groves y el jefe de Estado Mayor, George c. Marshall al general Carl A. Spaatz, general jefe de las Fuerzas Aéreas Estratégicas de Estados Unidos: "El grupo mixto 509, de la Vigésima Fuerza Aérea, lanzara la primera bomba especial tan pronto como las condiciones meteorológico permitan el bombardeo visual a partir del 3 de agosto, sobre uno de los objetivos aprobados: Hiroshima, Kokura, Nigata y Nagasaki... Nuevas bombas se lanzaran sobre los objetivos mencionados tan pronto como sean entregadas por el personal del proyecto…". El 7 de Agosto, Truman envió una segunda orden a Spaatz para "continuar las operaciones según lo previsto, salvo instrucciones en contra".

En esta forma la decisión de utilizar más bombas quedaba a la discreción de los militares, entre los que prevalecía la opinión de que se necesitarían por lo menos dos: una para convencer a Japón de la potencia del artefacto, y otra para demostrar que Estados Unidos disponía de más.

Incluso después de Nagasaki, el Emperador tuvo que enfrentarse con sus altos consejeros militares y sufrir una breve revuelta en su nombre de los miembros de la Guardia Imperial, antes de poder aceptar los términos de rendición de los Aliados.

El 15 de agosto, el Emperador pronunció por radio un discurso sin precedentes, dirigiéndose a la nación en el lenguaje de la Corte: "Nos sentimos profundamente conscientes de los íntimos sentimientos de vosotros todos, nuestros súbditos. Sin embargo, de acuerdo con el dictado del tiempo y el destino, nos hemos resuelto preparar el camino de una gran paz para todas las generaciones venideras soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible".

Tres años y ocho meses después de Pearl Harbor, la nación que había jurado luchar hasta la muerte, capitulaba finalmente. El 2 de septiembre, día de la victoria sobre Japón, se firmó oficialmente la rendición a bordo del acorazado Missouri, en la bahía de Tokio.

DESPUÉS DE LA BOMBA
Se lanzaron dos bombas atómicas y Japón se rindió. Pero la cosa no quedó ahí, puesto que a la gente que padeció los efectos de la bomba no les bastó con rendirse. Ellos arrastraron a lo largo de toda su vida los efectos secundarios de lo que apenas duró unos segundos.

Los supervivientes de aquellos días empezaron a ser conocidos como Hibakusha??? y vivieron una vida de diario dolor y sufrimiento: Problemas hepáticos, epidémicos, lesiones oculares, en los aparatos genitales etc... son algunos de los ejemplos más claros de lo que le ocurre a la gente que ha sido expuesta a una bomba atómica. Altas temperaturas, vientos huracanados y la cantidad de energía que poseía la bomba fueron los causantes de todos estos males. Pero todo esto se puede considerar a corto plazo. Había otros efectos que se hacían notar con el pasar de los años. Gente que, debido al efecto de la radiación, moría años después del incidente. Gente que, según lo cerca que estaba del epicentro del holocausto había quedado señalado por la radiación es cierto que los que estaban más cerca del epicentro no tardaron mucho en perecer, pero también es verdad que los más "afortunados" tuvieron que malvivir durante años, con llagas, quemaduras y demás, hasta que les llegó la hora.

En el otoño de 1945 la esperanza de paz en el mundo parecía radicar en las recién creadas Naciones Unidas, pero los delegados que habían firmado su carta el 26 de julio de 1945 no estaban preparados para la era nuclear. En junio de 1946 la propuesta estadounidense de una autoridad para el desarrollo atómico auspiciadas por las Naciones Unidas fue socavada por la insistencia soviética en que Estados Unidos destruyese sus armas almacenadas antes de crear ningún sistema de inspección.

Sadako Saski el horror y la esperanza de Hiroshima
La historia de la niña de dos años Sadako Saski encierra el horror y la esperanza de Hiroshima. Diez años después de caer la bomba se le diagnosticó leucemia. Su mejor amigo le contó la leyenda japonesa que cualquiera que haga un millar de grullas de papel será premiado con un deseo. La niña empezó a doblar papel pero murió en ese año, su deseo no se cumplió.

Sus compañeros de colegio finalizaron el millar de grullas de Sadako e inspirados por su coraje y fuerza, recolectaron dinero por todo Japón para colocar una estatua en su honor, una grulla dorada, en el Parque de la Paz de Hiroshima. Su deseo llegó a ser su esperanza e inscribieron en la estatua: “Este es nuestro llanto, esta es nuestra plegaria, Paz en el mundo”.

En este día los niños y niñas de todo Japón y otros países doblan grullas de papel, un símbolo de paz internacional, y los envían al monumento de Sadako en Hiroshima, con la esperanza de que un día el deseo se cumpla.

Estados Unidos creó su propio organismo civil para el desarrollo secreto de la energía nuclear (la Comisión de Energía Atómica) y probó una nueva bomba atómica en el atolón de Bikini en el Pacífico.

Hacia 1947 los términos "Cortina de Hierro" y "Guerra Fría" eran ya familiares. En 1948 Estados Unidos y la URSS parecieron hallarse al borde de la guerra por causa de Berlín.

En 1949 la Unión Soviética hizo estallar su primer artefacto atómico. Hasta el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares de 1963, que Francia y China se negaron a firmar, el miedo a la contaminación derivada de la lluvia atómica se extendió por el mundo.

La fuerza explosiva de las "superbombas" llegó a medirse no en toneladas sino en megatones (millones de toneladas de TNT) y los sistemas de transporte y lanzamiento se perfeccionaron cada vez más. Después de la guerra, pocos creían que ninguna nación se atreviese a recurrir de nuevo a las armas atómicas. Pero, al igual que el proceso que condujo a Hiroshima, la carrera nuclear continúa. En palabras de Albert Einstein "cada paso parece una inevitable consecuencia del anterior" . Parece que sólo las víctimas valoran los peligros.
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oú!!!!

vaya relato.... :wink:
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Duque
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Magnífico relato Backman, además nos sirve para ir entrando en materia para el SHIV. Gracias
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ACME
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hay que armarse de valor para leerselo todo, sin duda...

Cual es la fuente, backman?
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Backman
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ACME escribió:hay que armarse de valor para leerselo todo, sin duda...

Cual es la fuente, backman?
Ostras, socio. Pues siempre la pongo pero en este caso se me ha ido la pinza :oops: . La encontré de chiripa, mientras buscaba otra cosa. Era una páginilla bastante casera por lo que recuerdo. Si la encuentro os la pongo.
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Os recomiendo que le echeis un ojo. Sé que es un megaladrillo de post, pero si leeis un poquito cada vez, se hace muy ameno.
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Siurell
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Leyendo con avidez han sido menos de 15 minutos. Todo un regalo Back :wink:
Nur_125
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no es un ladrillo. mola back
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nurse_125 escribió:no es un ladrillo. mola back
Gracias.

El mérito es de su autor. Aqui está la fuente:

http://www.requilibrium.com/furyo/ww2.htm
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casicop
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ya lo he leido todo, no es que sea pesado, es que no tengo tiempo y tengo que leerlo por capítulos :wink:


Muchas gracias Backman, un gran relato
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kummetz1938
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Foto tomada en el museo de Nagasaki, en mi visita el 21.03.1998.
Esta pintura, entre otras, y las esculturas de un parque temático, no lejos del lugar del impacto. Muestran el horror padecido por la población.
Kummetz :cry:
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Si hago una buena obra, me siento bien; y si obro mal, me encuentro mal: Esta es
mi religión. (A.Lincoln)...¡Vivir y dejar vivir: Esta es mi política!
kummetz1938
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...continuación

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Kummetz (el de la gorra roja) :wink:
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