Fuente: Abc.esBERLÍN. El autor que dio un nuevo ángulo del ejército alemán y de la desesperanza vivida por la tropa en la II Guerra Mundial, tras décadas de caricatura liteararia y cinematográfica, falleció ayer de un infarto, a los 89 años, en su casa de Baviera.
El escritor, artista, editor, museólogo y comentarista de arte Lothar Günther Buchheim publicó obras tan conocidas para los alemanes como «Das Boot», «Die Festung» o «Der Abschied», pero fue conocido mundialmente sobre todo por «Submarino», que recoge su servicio ante Gibraltar en 1941 a bordo del sumegible U-96 y sería llevada en 1981 al cine por Wolfgang Petersen en lo que vino a constituir un filme de seis horas y la mayor producción alemana hasta entonces.
Nacido en Weimar en el turbulento año de la derrota y la abdicación de 1918, Buchheim estudió en las Academias de Arte de Dresde y Múnich antes de alistarse como reportero en la Marina. Luego sería oficial de submarinos y tuvo experiencia en destructores, submarinos y zapaminas durante la contienda. Según el registro de la marina, el U-96 consituyó un rareza en el historial pues durante sus once misiones atlánticas, desde su botadura en 1940 hasta que fue hundido por bombardeos estadounidenses en marzo de 1945, en Wilhelmshaven, no sufrió víctima alguna en su tripulación.
En «Submarino» (1971) como en alguna otra de sus novelas, Buchheim empleó su experiencia personal para mostrar por primera vez la peripecia humana del ejército alemán, en este caso de la marina, al través de la claustrofóbica guerra entre la tripulación de un submarino de combate en el Mar del Norte.
El autor iba a sorprender con una novela que ofrecía seres humanos y no estereotipos y renunciaba a glorificar a ninguno de los implicados en el conflicto, como hasta la fecha habían hechos filmes y novelas de los vencedores de la contienda.
Polifacético intelectual y apasionado coleccionista de arte, que iba a mostrar años después al constituir un museo, Buchheim hizo carrera después de la guerra como comentarista, autor y luego editor de libros de arte, con obras conocidas dedicadas a pintores del expresionistmo alemán como Max Beckmann, Otto Mueller así como la pintura abstracta de Pablo Picasso. En España, además de «Submarino», en 1987, había sido editada su monografía «Picasso, biografía ilustrada», ya en 1961. También es famoso su ensayo «Guerra submarina» con más de 5.000 fotografías realizadas durante sus patrullas en la guerra en el Atlántico.
Desde 2001, Buchheim dirigía en Feldafing, en el lago bávaro de Starnberg, su «Museo de la Imaginación», en el que expuso al público la colección acumulada a lo largo de toda su vida. Está formada sobre todo por autores expresionistas de los grupos «El caballero azul» y «El Puente», obras que había adquirido durante el nazismo cuando autores como Emil Nolde, Otto Mueller o Max Pechstein fueron tachados como modernos y degenerados y sus cuadros arrojados de los museos. A lo largo de años también reunió escultura, cerámica, bordados y cristal procedente de cada esquina del mundo, incluído arte suramericano, asiático, africano y del Pacífico.
En el pésame, enviado ayer por el presidente de la República a la viuda, Horst Köhler destacaba su anticipación para coleccionar desde el principio lo que la mayoría no quería, así como el compromiso desarrollado posteriormente para rehabilitar la sensabilidad por el arte moderno entre los desorientados alemanes de la postguerra. «Antes que otros» Buchheim reconoció «el valor del expresionismo y supo reunir una importante colección, que finalmente puso al alcance de todos», escribe el jefe del estado.
«Como artista, escritor y coleccionista, dedicó su vida entera a emplear su inmensa creatividad y polifacética pasión por el arte», añadía el jefe de gobierno regional en Baviera, Edmund Stoiber. De otro modo cicatero, anticuado y malhumorado, Buchheim confesaba no hace mucho al «Abendzeitung» de Múnich no tener «ni móvil, doy cuerda a mi reloj, fotografío con una cámara antigua de rollo, no tengo radio ni televisor, éste lo quemé hace veinte años: me da pena perder el tiempo».
Para mí el comandante de este submarino, Heinrich Lehmann-Willenbrock, fue uno de los mejores comandantes de submarinos, aparte de ser uno de los mejores hombres (de humanidad, no como número) que sirvió en esta nuestra arma. Capaz de ser valiente en la guerra y en la paz, como lo demuestran sus condecoraciones, un ejemplo a seguir. A través de él llegué a conocer a Merten, también otro caballero capaz de ser un señor en tiempos de guerra, cuando más fácil es sacar a pasear los bajos instintos y convertirse en un indeseable.