La evasión del Casabianca.

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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Soulman
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La evasión del Casabianca.

La evasión del Casabianca.

Al entrar en servicio el 19 de noviembre de 1942, nos enteramos de la orden alemana de dispersar el ejército francés del armisticio por diferentes regiones de la que había sido hasta entonces zona libre.
El Eje se ha enterado de que el Africa Occidental Francesa va a pasarse también a los aliados.
Los alemanes sustituyen al ejército francés en Provenza para defender el continente europeo. Sus aviones han ocupado todos los aeródromos. Los que tienen las bases en Palyvestre, en Hyéres, están a cinco minutos de Tolón. Tienen sus bombas preparadas y minas magnéticas para obstruir todas las salidas.
A bordo de nuestro submarino, el Casaibanca, comprendemos que se acerca la hora de graves acontecimientos. Los alemanes confían, sin embargo, a la fiel marina francesa el cuidado de defender el campo atrincherado te Tolón, que a ese efecto se ha reducido notablemente. Limita al oeste con el fuerte de Six-Fours, al norte con los montes Coudon y Faron y al este con el meridiano de La Vedette. Pero la colocación improvisada de batallones de marinos sacados de los barcos a este efecto, no asegura más que una defensa teórica del puerto. Los marineros se desconocen estre si. El mando y los cuadros militares no están preparados para su nuevo papel.
Los barcos del grupo Strasbourg, que habían conservado una caldera encendida para estar preparados a aparejar en tres horas, se ven precisados a reducir el fuego para economizar combustible. Necesitarán cinco horas para poner en movimiento las máquinas. Ahora va a darse el golpe. ¿Quién puede dudarlo?
Desde el 11 de noviembre habíamos recibido la orden de preparar con el mayor cuidado el hundimiento de nuestros barcos; hacía el 19 se confirman las órdenes en este sentido; los capitanes reciben la orden de anunciar a sus tripulaciones que hay que estar dispuestos a barrenar los barcos.
¿Era acaso necesario esta medida espectacular teniendo en cuenta que los equipos de sabotaje estaban ya formados y entrenados? Bien sé que el mando tenía la legítima preocupación de preparar los ánimos para lo peor y evitar en el último momento, se provocara un desorden que hubiera producido la pérdida innecesaria de muchas vidas, comprometiendo además la eficacia de medidas de sabotaje.
En algunos barcos las tripulaciones se indignan; sus oficiales les hacen comprender que esta eventualidad no excluye la posibilidad del combate, pero que lo importante es impedir que caigan los barcos en manos del enemigo en estado de poder ser utilizados.
En el puesto de mando de los submarinos recibimos igualmente esa orden.
No tengo valor para ejecutarla, y, sin embargo, hay que obedecer, por lo cual digo a mi segundo, Henri Bellet, que reúna en popa a todo el mundo. Ya están delante de mi, graves y silenciosos, mis queridos compañeros…Carraspeo y digo apresuradamente:
-Hemos recibido la orden de hundir el submarino. Hay que estar preparados para hacerlo. En ningún caso debe caer en manos del enemigo.
Se nublan los ojos. ¿Cómo es posible que den esta orden cuando todo está dispuesto y cuando estamos saboreando ya la embriaguez de las salidas a alta mar?
Mi voz se pone ronca, y corto de golpe:
-Pero no sabemos lo que puede pasar…No hay que perder la esperanza…de combatir.

Me voy deprisa y bajo a mi camarote. Corro la cortina…Hay que saber dominarse.
Alguien llama.
-Adelante.
Es el contramaestre torpedista Hery.
-Mi comandante, tenemos confianza…La tripulación me envía para pediros respetuosamente que luchemos…Si es posible…
- Si…naturalmente. Di a tus camaradas que continúen obedeciendo…No hay nada perdido.
No puedo decir más, pero ha sido bastante para que Hery vuelva con sus compañeros y los tranquilice.
Ahora hay que reflexionar un poco.
Las órdenes de sabotaje se suceden con variaciones. Un día nos dicen que hay que volarlos; otros que basta con echarlos a pique para poder recuperarlos…mas tarde.

Nuestra decisión está tomada: si los barcos tienen que desaparecer, será en tales condiciones que el enemigo no pueda utilizarlas jamás.
Echarlos a pique en el pequeño puerto de Mourillon, con doce metros de calado, es inútil. Le sería muy fácil al enemigo ponerlos a flote.
¿Volarlos? ¿En que momento? Los submarinos están atracados muy juntos. El primero que vuele puede averiar a otros, matar gente e impedir que los demás sean hundidos.
Para evitar un hundimiento desordenado se había instalado ante los muelles un dispositivo de luces visible desde todos los puntos de amarre. Dos luces rojas colocadas una sobre otra debían se encendidas en cuanto se recibiera la orden de sabotaje. Las mechas de las granadas debían prenderse simultáneamente en los submarinos en cuanto se apagaran las luces.
Pero este ingenioso dispositivo, susceptible de ser destruido por un bombardeo por sorpresa o que la sorpresa nos impida utilizarlo no es muy seguro. No veo mas que una solución radical.
Si hay que llegar a este extremo, nos iremos a pique a 600 metros de fondo fuera de la rada, después de haber forzado la salida.
He aquí la idea que nos salvará el 27.
En el comedor de oficiales, por la noche, participé a algunos comandantes mi punto de vista. Algunos fueron de mi opinión y tomaros disposiciones en consecuencia.
En el Casablanca estudiamos de cerca el problema. Lo primero es amarrar el barco en dirección a la salida para facilitar la maniobra de aparejamiento. Todo el mundo dormirá a bordo para no perder ni uno de esos preciosos segundos.
Si nos ataca el enemigo hay que evitar que los hombres que sueltan las amarras sean alcanzados por la metralla procedente del muelle o de los aviones. Las amarras serán fijadas al interior del casco de forma que puedan ser soltadas sin que nadie suba a la cubierta.
Todas las tardes, antes de anochecer, tendremos listo el compás giroscópico. Así tendremos el rumbo. El centinela de noche estará metido en la torre. Al menor movimiento en los muelles, a la menor señal anormal, dará la alerta con el claxon. La alerta del claxon, reservada según las consignas para dar orden de inmersión, esta vez significará: ¡listos para zarpar al momento!
Veamos ahora los obstáculos que tendremos que franquear antes de llegar a alta mar.
El primero es una pequeña red que cierra el puertecito de Mourillón; tiene por objeto interceptar el paso de lanchas rápidas enemigas, que hubieran podido colarse en el puerto exterior para torpedearnos. Esto es casi infantil, porque éste está cerrado, como vamos a ver. Trato varias veces de conseguir que la red quede abierta para facilitar nuestra salida. También solicité que se permitiera a los submarinos listos pasar la noche en el puerto exterior con la guindaleza pasada doble por una bolla, para poder pasar enseguida. Pero estas soluciones no fueron aceptadas. ¡Bah! La red no es sólida. Los comandantes, puestos de acuerdo, deciden que el primer submarino listo se lanzará contra ella y la romperá, con el peligro de que se le enganchen las hélices.
El segundo obstáculo es importante. Es una red contra submarinos, colocada ante los primeros diques a la salida de la rada (muelle Norte y muelle de la Vielle) y que la cierra completamente. No es posible romperla ni con 1.500 toneladas lanzadas a toda velocidad.
Esta red tiene una puerta que se cierra todas las noches. Un remolcador de guardia está constantemente dispuesto a abrirla, cuando se lo ordena la comandancia de marina. El primer submarino que consiga salir de Mourillon irá a convencer por las buenas o por las malas al patrón del remolcador para que la abra.
El tercer obstáculo está en el exterior, tendido entre el gran muelle de la izquierda y el de Saint-Mandier. Es un sólido dique destinado a impedir que las lanchas rápidas enemigas entren en el puerto exterior. Está construida con balsas y grandes cajones medio sumergidos en el agua.
En el lugar en que se halla tendido este dique, no hay mucho calado. Puede ser abierto, solicitándolo previamente por un remolcador de guardia. Si no nos abren, pasaremos por debajo.
A partir del 19, todo el mundo pasa la noche a bordo del Casabianca. Algunos contramaestres autorizados, por su edad y porque a bordo no hay confort, a dormir en el pabellón de suboficiales, a cien metros del muelle donde está amarrado el Casabianca.
Deben apresurarse a subir a bordo en cuanto oigan la señal de alerta.
Cenamos todos juntos, lo cual es verdaderamente agradable. Esto aumenta la cohesión del equipo. Sin confesárnoslo, ya hemos dado un nuevo paso. Ahora entreveíamos la salida, porque si sólo se tratara de llegar a alta mar para hundirnos, no conservaríamos a toda la tripulación, sino los pocos hombres necesarios para zarpar, a fin de asegurar su salvamento en el último minuto, en el momento del hundimiento, embarcándolos en el bote salvavidas.
Todas estas precauciones se tomaron en cada unidad, individualmente y en secreto. Se acerca la hora de las decisiones rápidas e individuales.
Cada noche, tras una larga charla, nos echamos en nuestras literas sin dormirnos enseguida. Luego tenemos pesadillas. Los centinelas se turnan arriba, en la torre. El 27 de noviembre, a las 5h. de la mañana, el mecánico Heichette al relevar al contramaestre torpedista le dice:
-Tampoco será esta noche.
En cuanto aquél se marcha, Lionnais toca el claxon:
-¡Alerta!
Las ametralladoras crepitan en el arsenal de Mourillon, hacia la puerta de Bazeilles.
La tripulación del Casabianca se precipita a sus puestos.


(Continuará).
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Spiess
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Re: La evasión del Casabianca.

Ya espero la continuación, asi que date prisa. :lol:
Siurell
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Re: La evasión del Casabianca.

::maestro:
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Re: La evasión del Casabianca.

Buen relato Soul,
::oe:
queremos más!!!
::juas::

P.D.los protagonistas del relato, son Franceses? Ingleses?
Brucker
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Re: La evasión del Casabianca.

2ª PARTE.

Sobre la pasarela me explican que los alemanes están allí. Los oficiales sobre la cubierta comprueban si todo está a punto.
Los alemanes avanzan con prudencia, pero de prisa, puesto que ya el pabellón de los suboficiales, a cien metros de nosotros, y el de los oficiales, a treinta metros, están cercados. El marinero a quien mando a buscar a los contramaestres autorizados a dormir en la base, no vuelve; le hacen prisionero al mismo tiempo que a ellos.
El jefe del grupo de submarinos de relevo está sobre el muelle y nos avisa que estemos preparados. Luego dice: Voy a ver qué pasa.
Le hacen prisionero. Ahora es cosa de minutos, incluso de segundos. No sé si han dado ya la orden de sabotaje y además ya no se trata de órdenes. Las luces rojas instaladas por el mando de los submarinos, cuya extinción era la señal de sabotaje, no llegaron a encenderse, porque todo el mundo había sido hecho prisionero en un momento. El mando se ha visto desbordado por los acontecimientos. Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos. Hay que tener buenos reflejos.
El enemigo está aquí y dispara sobre nosotros. Es lo único cierto, y el enemigo, gracias a Dios, es alemán. La sorpresa no les ha favorecido totalmente, porque hace ya muchos días que tenemos tomadas todas las disposiciones en previsión de los acontecimientos. Sin pérdida de tiempo ordeno:
-¡Larguen todo!
Las amarras crujen y resbalan por la borda y, como habían sido lastradas previamente con plomo, se van al fondo sin estorbar las maniobras del submarino. La víspera, el primer oficial hizo botar una vieja chalana entre nosotros y el muelle de madera, para evitar que aplastáramos nuestros tanques de lastre contra las pilastras y se torciera nuestra hélice de estribor.
Para tomar impulso y romper la red que se halla a cien metros de nuestra proa, ordeno:
-¡Avante un cuarto!
La chalana cruje y empezamos a deslizarlos hacia delante.
Al mismo tiempo, el Venus, submarino de 600 toneladas que está atracado al otro lado del muelle, avanza. Adquiere velocidad antes que nosotros, porque es menos pesado, y su comandante me grita:
-Comandante, estoy antes; déjeme pasar.
Me paro en seguida para respetar nuestro convenio: el que primero llegue cortará la red.
Le seguimos a 50 centímetros de distancia y pasamos a lo largo de sus tanques de lastre de babor porque se ha enredado su timón de inmersión de estribor en un alambre de acero de la red.
Estoy seguro que las dos escolleras que cierran el puerto de Mourillon están ocupadas por los alemanes y que vamos a recibir una carga de balas antitanques que atravesarán el doble casco y harán imposible la inmersión. Pasamos a 15 metros de la extremidad de las escolleras y seremos acribillados en la pasarela.
Bellet tiene la misma idea que yo y reparte cascos a los oficiales y a los tres servidores de las ametralladoras que están de guardia.
Pero hay que vigilar la maniobra, y esto nos hace olvidar nuestras preocupaciones personales. No pasa nada. ¡Esos idiotas no han ocupado las escolleras! Es increíble, porque el dique Norte no está siquiera en el recinto del arsenal. Los paseantes suelen ir por allí a estirar las piernas y allí se citan los novios…
Evitamos tropezar unos con otros, ponemos proa hacia la salida del puerto exterior y nos ofrecemos para remolcar al Venus. Pero este consigue romper el alambre al que sa había enganchado, maniobrando bruscamente hacia delante y hacia atrás.
Corremos, pues hacia la gran red antisubmarina de la salida para hacer que nos abran la compuerta a nosotros y a los que vengan detrás. Atravesamos la rada a 12 nudos. Los barcos de superficie parecen muertos. Unos veinte aviones sobrevuelan la rada con todas sus luces como en un ejercicio. Los reflectores de la D.C.A. se encienden y enfocan un aparato. Nadie dispara. Seguramente no han dado la alerta en el arsenal Oeste porque la guarnición se ha engañado al ver en los aviones luces normales.
Pero de pronto se destacan algunos y apagan sus luces. Lanzan bengalas. La superficie del agua, ya iluminada por la luna llena, brilla ahora como la plata.
Debemos destacarnos muy bien sobre este espejo. En efecto. Surge de pronto un viejo aparato que se lanza en picado sobre nosotros.
Hemos llegado a la altura del remolcados de servicio, ante la puerta de la red y le ordenamos que abra.
El patrón del remolcador replica que no tiene órdenes superiores.
Bellet, empuñando su revólver, se dirige a la proa del Casabianca mientras yo maniobro para aproximar la roda a la regala del remolcador.
Saltando al abordaje va a convencer a aquel infeliz, que sólo entiende de consignas y no sabe que las órdenes a bocajarro tienen algún valor…
Inútil. El avión ha terminado su picado y lanza una bomba, cae entre nuestra popa y el torpedero Mars, amarrado, con las luces apagadas, en el dique del Lazareto.
El proyectil estalla ante los ojos asustados del patrón del remolcador, que al fin comprende por qué queríamos salir, y maniobra para abrir la red. En su apresuramiento, engancha su hélice en un extremo de la red, y la puerta apenas se entreabre. Nos colocamos rozando la boya. Los reflectores se han apagado apenas encendidos. Los puestos de la D.C.A. han debido ser capturados por sorpresa, porque no abran fuego aunque los alemanes ya están bombardeándonos.
Esto está que arde. No hay que quedarse en la superficie y sin embargo, no hay mucho fondo a una y otra parte de la línea de salida y hay que hacer una amplia curva hacia la izquierda para franquear el último paso: el dique contra lanchas rápidas.
Tres aviones bajan rápidos sobre nosotros y tres paracaídas blancos se abren y caen: son las minas magnéticas, que llueven para interceptar la salida. Los proyectiles caen muy cerca, hacia babor. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Avante un sexto! (velocidad máxima); toquen claxon ordenando inmersión.
Las purgas de aire silban y el Casabianca empieza a sumergirse. Me dirijo hacia la derecha del dique, para apartarme lo más posible de la línea de salida, donde caen más numerosas minas.
Me meto en la torre y veo el extremo de la escollera, y cerrando la compuerta ordeno:
-Cinco a babor. ¡Quince metros! ¡Trimado cero!
Varío el rumbo levemente para no chocar, sin acercarnos demasiado a la izquierda, sobre las minas; 15 metros de inmersión, porque hay poca profundidad cerca del dique de Saint Mandrier y está sólo aumenta ya pasados los diques exteriores de la línea de salida.
Marchamos a la máxima velocidad, con la esperanza de rebasar la zona en que están cayendo las minas antes de que empiecen a estallar.
No hemos chocado con la escollera. Pongo la barra a cero y gobierno paralelamente al canal de salida hasta encontrar más calado; luego rodeamos lo más cerca posible el cabo Cépet con las sondas. La maniobra nos sale relativamente bien.
Las minas saltan a nuestra estela, sobre la popa, en vez de hacernos saltar a nosotros. La larga quilla del Casabianca es sacudida violentamente. El avisador de la giroscópica se suelta y su timbre de alarma suena siniestro. Los interruptores de la radio se desconectan. Las tuberías del combustible se rompen y el líquido negro corre por la cala. Con tal de que los tanques exteriores no se rompan… Nos traicionaría la estela de gasoil y seríamos hundidos irremisiblemente.
Por suerte, el sondeador ultrasonoro no ha sufrido ningún daño y podemos seguir avanzando por el fondo, que aumenta, y dirigirnos a alta mar. Las bombas nos zarandean, persiguiéndonos.
Al cruzar la rada vimos al Venus y al Marsouin que nos seguían; luego a otros dos submarinos, el Iris y el Glorieux. El Glorieux y el Marsouin tienen dificultad para salir del Mourillon porque están unidos a tierra por gruesos cables de carga de su batería de acumuladores, que vienen desde la fábrica del arsenal y porque sus proas no estaban dirigidas hacia la salida. Mientras hace marcha atrás, el comandante del Glorieux dispara su revólver sobre los muelles, para forzar al enemigo a echarse a tierra mientras el maniobra hacia la salida. La aviación sigue atacando a los submarinos.
En el momento en que el Marsouin franquea las últimas escolleras, cae una bomba justamente sobre el faro de la izquierda. El faro salta por el aire y algunas piedras caen sobre su cubierta. En resumen, nuestros submarinos han escapado de buena y son perseguidos y bombardeados durante algún tiempo al salir de la rada. Pero las profundidades pronto nos salvan.


(continuará)
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Nur_125
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Re: La evasión del Casabianca.

Me ha gustado mucho Soul. De verdad que si.
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Re: La evasión del Casabianca.

Excelente relato, sufrido y desesperante. Està basado en hechos reales????
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kummetz1938
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Re: La evasión del Casabianca.

::cons: ::cap: ::maestro:...y un saludo ::ok:
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Re: La evasión del Casabianca.

Saludos:

Estupendo Soul.

Gracias y no pares.
Walther
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Re: La evasión del Casabianca.

Buen relato Soul ::maestro:
Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos."
konra
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Re: La evasión del Casabianca.

Querido Soulman:
Cuando c.....s tienes pensado continuar este relato? No te das cuenta que tengo el alma en vilo? Que ha pasado con el Casabianca? Una opa ostil? Las bombas alemanas? El precio de la gasolina? A que huelen las nubes? ::arg:
Dito seas por tenerme en este sin vivir en mi, sor angustias me van a empezar a llamar y todo...
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Soulman
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Re: La evasión del Casabianca.

Paciencia amigo. Estoy convaleciente aún de una pequeña rotura muscular y sentado mucho rato, sufro, jejeje..

Ya mismito estamos en forma y continuando con el relato.

Un saludo.
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Soulman
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Re: La evasión del Casabianca.

3ª PARTE.



En el Casabianca ocurre un incidente tragicómico. Después de haber franqueado la escollera de la derecha casi tocándola, quiero ver en el periscopio nuestra situación por las siluetas familiares del Colle-Noir y el Cepet, probablemente visibles gracias a la luna y a las bengalas.
Izo el periscopio de observación. No veo nada. Lo bajo un poco para que el agua limpie el objetivo. Pero esto no sirve de nada. Todo está oscuro. Entonces comprendo. El timonel encargado del cuidado de los periscopios se ha dado perfecta cuenta de la situación.
Está pálido, no a causa del peligro, sino porque tiene miedo de recibir una reprimenda o una buena patada en salva sea la parte.
Hay que saber que al fondear, por precaución, se colocan en los extremos de los periscopios fundas de bronce, para evitar que las lentes sean rayadas por las personas que trabajan en el puente. (El extremo superior de los periscopios, cuando se bajan a tope, excede algunos centímetros de la parte superior del árbol). Se le olvidó quitarlas antes de zarpar. Es imposible enfadarse. ¡Es el colmo!

Probamos sin éxito de desencapillar las fundas aumentando la velocidad. Hacia las 6h., después de varias rápidas subidas a la superficie, el oficial Lasserre sale al exterior y consigue quitar las fundas.
Ni un hombre de la tripulación demostró el menor nerviosismo durante la fuga. La onda de expansión de la primera bomba, sin embargo, se sintió violentamente en el interior, cuyo aire fue absorbido por las compuertas del compartimento estanco y de la torre.
Es curioso. En dieciséis años de oficio, nunca he visto una inmersión tan notable. El submarino quedó perfectamente horizontal, como exigía la poca profundidad de la rada. La mas ligera inclinación nos hubiera hecho chocar duramente con el fondo.
Amanece hacia las 7h., navegamos hacia el sur, a 40 metros de profundidad; subimos para otear de cuando en cuando y escuchamos en los descansos las emisiones de onda ultralarga en nuestros receptores submarinos
A las 8h. ponemos proa norte.
Nuestra alegría de haber salido de la prisión sería completa si no oyéramos, siniestramente repercutidas y transmitidas por el agua, las espantosas explosiones del resto de la flota, que no ha tenido tiempo de encender sus calderas para aparejar y que tiene que suicidarse.
Suponemos que la bombardean los alemanes. Sobre Tolón se eleva una inmensa nube de humo negro. Han quemado los depósitos de combustible.
Compadecemos a nuestros pobres camaradas. Sabemos que no tienen miedo a la muerte y también que quisieran luchar como nosotros contra el enemigo, a quien al fin han encontrado. Luchar como soldados y no verse obligados a destruir sus propios barcos. Un marino quiere a su barco más que a nada e el mundo. Es su casa. A sus ojos materializa a la patria.
Marineros y oficiales comparten esta trágica mañana el mismo sufrimiento, y el país entero llorará como ellos la desaparición de una escuadra que no había faltado a su deber al principio de la guerra y que hoy, siendo ya tarde para evadirse, salva el honor con el más duro de los sacrificios.
¿Por qué navegamos rumbo norte? Piensa la tripulación del Casabianca. Africa está al sur. Espero recibir de alguna autoridad cuyas decisiones sean libres la orden de reemprender el combate, porque todos los franceses están ahora desengañados.
Nosotros hemos querido reemprender la lucha. ¿Dónde estaríamos mejor esta mañana que ante el Tolón para combatir al enemigo de cerca?
Hablo con mi segundo y amigo Henri Bellet. Nos quedaremos veinticuatro horas ante Tolón para atacar al enemigo germano-italiano si se presenta y para ayudar a los fugitivos franceses, si los hay. Por la noche salimos a superficie y pasamos entre el cabo Sicié y la isla de Levant.
El 28 de noviembre, a las 2h. en vista de que nada sucede y que las órdenes no llegan, ponemos nuevamente rumbo al sur, hacia el combate. Porque queríamos en los meses siguientes dar un sentido completo a nuestra evasión. Queríamos recuperar el tiempo perdido…Todos, desde el último marinero al comandante.
Dimos gracias a la providencia. Al que madruga Dios le ayuda, dicen. Hemos hecho todo lo necesario para atraernos la protección divina; sin ella no hubiéramos conseguido salir al mar y encontrarnos libres.
El ataque al puerto, el 27 de noviembre, por los SS., Ignorantes de las cosas del mar, nos facilitó mucho la maniobra. Si el puerto hubiese sido bloqueado por los marinos alemanes, que se dirigían a Marsella desde hacía cuarenta y ocho horas para embarcar en nuestros barcos, que pensaban capturar fácilmente por sorpresa, no hubiéramos podido escapar.
En la guerra, como en la vida, conviene ser modestos y reconocer la parte de azar que puede haber en todo éxito.
A las 2h.50, el 29 de noviembre, vimos el faro del Aire, en las islas Baleares. Reunimos un pequeño consejo de guerra para decidir a qué puerto nos dirigiremos para ofrecernos a los Aliados. Los periódicos que habíamos leído en Tolón antes de salir estaban llenos de noticias falsas. Inspirados por los nazis, habían publicado que los puertos de Argel y Orán, bombardeados por los alemanes, eran sólo ruinas humeantes. Decidimos ir primero a Mostaganem, en donde nos sería fácil abastecernos y pedir órdenes.
Por la noche tratamos de transmitir por radio la noticia de nuestra evasión y a la hora y lugar de nuestra llegada a Africa del Norte. La emisora que habíamos montado a toda prisa antes de la salida, se ha estropeado; no es posible tomar contacto con los Aliados.
Tendremos que presentarnos ante las costas de Africa sin tener medio alguna para darnos a conocer. Desde luego, ignoramos las señales de reconocimiento. Sabemos que el submarino es el enemigo número uno de los convoyes Aliados y que los aviones, los cazas y las escoltas tienen la consigna de hundir a todo submarino sospechoso.
Después de haber escapado del enemigo, ¿acabaremos a manos de los amigos? La situación es angustiosa y tenemos prisa por salir de ella. Decidimos entrar en el puerto mas próximo y, a pesar de los informes de los periódicos, poner rumbo a Argel. Por la noche interceptamos un mensaje del Marsouin, que anuncia su llegada a Argel el 30 por la noche. Es un fastidio, porque nosotros vamos a presentarnos allí al amanecer del 30. Si nos avistan antes, peligraremos.
Como hay luna llena y el cielo claro, tenemos miedo de que nos vean aun de noche si navegamos en superficie. Nos sumergimos a las 2h. de la mañana, el 30, para encontrarnos a unas 15 millas al norte del cabo Matifou, situado al este de la bahía de Argel, al amanecer, a las 7h. de la mañana.
Saldremos a la superficie y trataremos de hacer señales con el reflector a los barcos de vigilancia al norte de la bahía. Para hacer comprender nuestras intenciones izaremos el mástil telescópico de vigía, que sube ocho metros por encima de la línea de flotación, y enarbolaremos en él nuestra mayor bandera nacional.
Los marinos tienen buena vista; esperamos que no haya confusión y que un barco aliado venga a reconocernos y a escoltarnos hasta el puerto. No ignoramos el riesgo que corremos, sobre todo con la aviación. Pero no podemos hacer otra cosa, porque la idea de forzar el bloqueo es una locura cuando el bloqueo lo hacen barcos Aliados, provistos de aparatos de detección de submarinos eficaces como el asdic y los hidrófobos. Calculamos la velocidad para ejecutar nuestro plan.

Continuará….
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Cpt_Morgan
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Re: La evasión del Casabianca.

que bueno Soulman... sigue, sigue!!!!
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YES, WE JAAAAARL!!!
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Re: La evasión del Casabianca.

magnifico Soulman....
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"Nos vemos en alta Mar"
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