paraban- NEREIDAS Y SIRENAS PROMETIDAS

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Kamille Rososvky
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paraban- NEREIDAS Y SIRENAS PROMETIDAS

Como estuviste de vacaciones esperé tu regreso. Lo prometido es deuda y aquí tienes algo como para comenzar a leer.
Buen fin de semana. Saudos de Kamille :wink:
Nereidas y Sirenas prometidas a paraban
Aquí tienes el enlace, hay muchos más en el mismo sitio. Las imágnes búscalas en "IMAGENES" de Gooogle. Aún no puedo subir imágenes.
Fuente http://talisman.iespana.es/leyendas/sirenas.html

EL MITO ES UNIVERSAL. EN TODOS LOS RINCONES DEL MUNDO HAY TESTIMONIOS DE SU APARICION. LA FIGURA DE ESTOS SERES ACUATICOS, MISTERIOSOS Y SEDUCTORES, CONSTITUYE UNA DE LAS CREENCIAS MÁS RICA EN SIMBOLOS QUE EXISTE.

El mito de las sirenas ha tenido más arraigo en la realidad que cualquier otra leyenda. Casi ninguna cultura ha negado su existencia, y la mayoría de los exploradores marinos de viajas épocas afirman haberse topado con alguna de ellas. Su misterioso encanto ha transpuesto las barreras del tiempo y todavía, entre el mito y la realidad, nos sigue seduciendo el eterno cuento de una sirena perdida en el océano. Las sirenas propiamente dichas nacen en Grecia, pero las tradiciones vinculadas a ellas son confusas y discordantes entre sí.
-Para empezar, el número de sirenas no está muy claro. Homero había hablado de ellas utilizando el dual, sosteniendo que se trataba de una pareja. Sin embargo, en la tradición figurativa y literaria, son generalmente tres; no escasean las excepciones que hablan de cuatro o incluso de ocho sirenas, como hace Platón.
El mismo nombre, "Seirenes", no tiene una etimología segura: puede conectarse con "seirà" (cadena, lazo), o con el verbo "seirazein" (atar con una cuerda), ambos con una posible referencia a cualidad de encantadora o maga. Pero también puede remontarse a "sirios" (ardiente, del que también procede Sirio, el astro de la canícula) para aludir a los peligros de la hora Meridana, cuando el mar tranquilo bajo el sol implacable puede ser más traicionero que el mismo mar en plena tempestad.
La ambigüedad que rodea a esta figura se extienda también a su forma, a sus poderes y aún a su misma existencia. En esta nota, investigamos las fuentes y testimonios que dan cuenta de la evolución de la leyenda.

Una vez fueron pájaros
Lo que hoy está fijado en el inconsciente colectivo como la forma física de la sirena (cuerpo de mujer, cola de pez), no fue así. Según las primeras representaciones, eran seres de forma híbrida, pero el componente animal pertenecía al reino de las aves: las sirenas tenían cabeza de mujer y cuerpo de pájaro. Con el tiempo, se atenuaron las características ornitomorfas, apareciendo los brazos humanos, los senos y luego el busto completo. Al parecer, se cree que en un principio eran totalmente humanas y que su transformación en pájaro fue consecuencia de un acontecimiento específico, que varía según las fuentes.
Para Ovidio, las sirenas eran compeñeras de juegos de Perséfone, con quien estaban cuando el tenebroso
Hades la raptó; entonces ellas pidieron a los dioses que las transformaran en pájaros para poder buscar a su compañera por el mar y la tierra. Según otras versiones, habría sido Deméter quien las habría convertido, como castigo por no haber intentado impedir el rapto de su hija. O bien habría sido Afrodita, para castigarlas por haber despreciado las alegrías del amor. Lo único cierto es que a pesar de tener alas, perdieron la capacidad de volar en una competencia de canto contra las Musas. Estas últimas, tras vencerlas, irritadas por el orgullo demostrado por las sirenas, las desplumaron.

Canciones que matan
En la cita más antigua que se conoce, y seguramente la más famosa, La Odisea de Homero, no existe una descripción de esta deidad. En el capítulo XII de esta obra escrita aproximadamente en el siglo VIII antes de Cristo, Ulises, prevenido por la hechicera Circe, para sustraerse a la seducción de las sirenas, ordena a sus marineros que se tapen los oídos con cera, mientras que él pide ser atado al mástil del barco. Así pudo escuchar el canto letal de las sirenas sin peligro y conocer sus armas de seducción, que no se basaban en el sexo, sino en el intelecto y el conocimiento.
En Las Argonautas, de Apolonio de Rodas, hay un episodio muy poco conocido que alude a las sirenas. Tras haber conquistado el Vellocino de Oro, Jasón y los Argonautas, después de numerosas aventuras y tras haber recalado también en la mítica isla de Circe, llegaron al Mar de las Sirenas, ante cuyo canto habrían quedado indefensos si Orfeo, el mítico cantor, no hubiese sonado aún más dulcemente que ellas, impidiendo así que todos los marineros se arrojarán al agua para unírseles. Sólo uno de ellos, Bute, sucumbió a la fascinación de las seductoras, pero fue salvado por Afrodita. Según algunas versiones, tras esta afrenta las sirenas se arrojaron desde su peñasco matándose. Según otras más coherentes, este suicidio habría tenido lugar una generación después, tras el paso de Ulises, el cual constituyó para las sirenas una segunda y, tal vez por ello más grave, afrenta.

Las Nereidas
Al contrario de la imagen un tanto infernal que la mitología griega le adjudica a las sirenas, las nereidas, -siempre representadas mitad pez y mitad mujer- eran divinidades protectoras, a las que los navegantes invocaban para obtener una feliz travesía. De este modo, pueden ser consideradas como representaciones de la infinita variedad de fenómenos y aspectos del mar. Así, muchos de sus nombres indican las cualidades físicas a las que personifican: Galataia, la que es blanca como la leche; Aktáie, la que bate las arenas: Poutopóreia, la que conduce más allá del mar, son sólo algunas.
Según la Teogonía de Hesíodo, las Nereidas eran 50; otros autores hablan de 100. Algunos estudiosos han llegado a una conclusión salomónica: hay dos grandes clases: las 50 ninfas hijas de Nereo y de su esposa Doris, y las demás hijas de aquel dios en sus amores pasajeros con otras mujeres.
Para reafirmar su carácter afable, la imagen recuerda que después de la muerte, ellas, las Nereidas, guían las almas de los justos hacía las Islas Bienaventuradas. Todo lo contrario de sus primas lejanas, las Sirenas, quienes, en lo que algunos quieren ver un gesto piadoso, introducían mientras cantaban bellas melodías, en el Hades, el infierno griego

Fuentes y testimonios
Japón tiene a Ningyo, su sirena, imagen que ha adornado netsukes (pequeños relicarios de marfil tallado, muy populares entre los siglos XVII y XIX). Los tibetanos cuentan con una deidad tántrica, a la que representan emergiendo de las aguas y ofreciendo la Perla de la Sabiduría. En América Latina, importadas por los navegantes ingleses, españoles y portugueses, aparecen en el arte popular de Brasil y México.
Una curiosa guía de la ciudad de Leiden, cuna de Rembrandt, editada en 1712, cataloga los objetos extraños de un museo: "Número 2, Huevo del Estrecho de Magallanes, llamado Pingüino; número 70, Serpiente de las Indias Occidentales que al moverse hace ruido con la cola (¿una cascabel, quizá?); número 72, Piel de sirena..."
La revista inglesa The Gentleman´s Magazine, publica en 1775 un inquietante artículo. Allí, compara a una "sirena expuesta actualmente en Londres" con la que "fue exhibida hace algunos años en la feria de St. Germaine". De esa comparación "se puede deducir que hay dos especies de la misma raza: una parecida en Africa y otra en Europa."

Mar, música y muerte
En primer lugar, emerge con evidencia una relación con el elemento acuático; sus empresas están circunscritas en los grandes ciclos de viaje, su lugar de residencia es una isla y su ascendencia revela carácteres acuáticos.
Un segundo tema fundamental es el del conocimiento, evidenciado tanto en las palabras que Ulises consigue escuchar como en su presunta descendencia de una de las musas. Por otra parte, sabemos que el conocimiento de carácter profético es una de las atribulaciones constantes de las divinidades marinas; y el hecho de que este saber sea comunicado a través de la música y del canto, induce a pensar que se trata de un conocimiento secreto, iniciático, abierto a pocos. El propio Orfeo, vencedor de las sirenas, es el iniciador de una religión misteriosa; y su poder de mandar, mediante la música, sobre los animales y la naturaleza, nos recuerda que la música terrestre es reflejo de otra música, la cósmica, divina, que es al mismo tiempo la ley cósmica, poder creativo y vida.
Un tercer aspecto fundamental es la correlación con la muerte: sea mediante referencias místicas al rapto de Proserpina; sea mediante el mismo comportamiento mortífero de las sirenas que, si no consiguen matar, se matan a sí mismas. Esta correlación conrrelación con la muerte se evidencia sobre todo en su forma más antigua de pájaros con rostro humano, llegada sin duda a través de Egipto, de las representaciones del Ba, el alma pájaro del difunto. Las sirenas griegas se representan muchas veces en sarcófagos, llevando en brazos a una figura humana minúscula que el alma del difunto.
Estas tres temáticas no se excluyen entre sí. El mar remite por un lado al saber, común a todos los seres del agua, pero por otro lado, tiene estrechos vínculos con la muerte. Además de ser mortal y peligrosa por sí misma, el agua es también el trámite necesario para alcanzar el más allá, tanto si se va hacía una nueva vida (Isla de los Bienaventurados), como a la muerte definitiva de los infiernos.

Diosas del sexo
Para completar la concepción moderna de la sirena sólo nos queda indagar en la aparición de un componente, el sexual, absolutamente ausente en la antigüedad. Esta transformación tiene lugar en el ámbito cristiano. En la traducción de la Biblia realizada por los Setenta, en seis lugares aparecen mencionadas las sirenas como traducción (inexplicable) de los vocablos tannin, chacal y benot ya´anah avestruz hembra. Aunque un tanto arbitraría esta traducción da lugar a una serie de densos comentarios. Clemente de Alejandría es el primero en convertir a las sirenas en el símbolo de las lisonjas del mundo y de la voluptuosidad carnal; y esta nueva visión concuerda bien con los peligros vinculados a la herejía gnóstica y al hundimiento del mundo occidental. Pero existían precedentes favorables a esta interpretación, incluso en épocas anteriores al advenimiento del cristianismo; en la literatura apócrifa del Antiguo Testamento. Es particularmente interesante la afirmación hecha en el Libro de Enoc (1, 19, 2) según la cual las mujeres que seduzcan a los hijos de Dios se convertirán en sirenas.
Artículo publicado en Predicciones nº 77.
Kamille Rososvky
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