Alguien me pidio esto un dia..........

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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oarso
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Alguien me pidio esto un dia..........

AQUEL DÍA QUE HELGA NOS BESÓ EN LOS LABIOS.


Dedicado a todos los comandantes de la 24ª Flotilla, sin excepción.


No se muy bien por qué aquel día me levanté con cierto escozor en la entrepierna. No habíamos estado tanto tiempo en la mar durante esa misión en Narvik como para que las ladillas hubieran organizado su fiesta particular. Ahora se muy bien que era un presentimiento, una manifestación psicosomática de que algo iba a ocurrir ese día: como cuando te duelen las articulaciones porque va a cambiar el tiempo.

La A-11 nos había comunicado días antes con su habitual mensaje cifrado que hoy debíamos estar en Memel para una reunión de urgencia con todos los comandantes de la 24, así que todos los Comandantes en la mar debían poner proa a casa. La reunión era temprano, por lo que me aseé y preparé todos mis informes por si fueran necesarios durante la reunión. Mientras saboreaba un delicioso café de importación con unas fleischwurst pensé que tras el encuentro con los compañeros iría a ver al médico de la flotilla, aquel picor no desaparecía.

La reunión transcurrió sin incidentes, aunque se produjo un tenso silencio - juramentos contenidos - cuando el Comandante en Jefe Defcon nos explicó el porqué de la ausencia de nuestro apreciado Kron. Estuvo exponiendo los planes de la Flotilla para las siguientes semanas y discutimos algunos puntos; aquellos iban a ser tiempos duros. Al terminar la reunión algunos comandantes decidimos que esa noche nos reuniríamos donde Helga para la que quizás sería nuestra última velada juntos, aunque nadie quería pensar en esa posibilidad.

El día transcurrió rápido, supervisé la puesta a punto del U-103 y visité al médico que no encontró absolutamente nada anormal en mis genitales, lo que reforzó mi teoría de la premonición. Siguiendo la consigna que nos propuso a todos el Comandante Brushot, ordené a mi segundo, el joven Franz, que informara a los hombres de que Helga esa noche estaba reservada para los comandantes, a modo de fiesta particular. Siempre es bueno compartir los momentos de ocio con los marineros pero en ocasiones la bebida los vuelve bastos y maleducados, más alla de lo admisible. Esa noche sería un cónclave de Caballeros de la 24. Cuando las decentes Señoras de Memel se enteraban de estas reuniones (extraordinarias tanto por su poca profusión como por sus invitados), no dudaban en comentar con sus maridos que esa noche la pasarían jugando al skat en casa de amigas o vecinas y entraban en el burdel por la puerta de atrás para, en ocasiones, no salir hasta entrada la mañana, justo a tiempo para comprar bollos para sus maridos.

Eran las 20:30 y al llegar a la puerta del local, Helga me recibió con un cariñoso beso. Luego me susurró al oído con esa voz suya aterciopelada de gata en celo:

- Te he echado de menos... comandante.
- Y yo a ti, querida - Respondí.
- Quizás después tendrás un rato para contarme tus aventuras, chato... - dijo, ejecutando a la perfección esa caída de párpados que a todos nos dejaba extasiados.
- Por supuesto, además tengo cierto picor que tú...quizás podrías...
- ¡Mmmm, ni lo dudes, eso está hecho cariño! Y se apartó de mi riéndose para ir a recibir a Tampai que en ese momento entraba en el lugar.



Este era el habitual saludo protocolario al llegar allí. En sus diversas variantes todos los compañeros recibirían un saludo parecido por parte de Helga: no cabía duda de que sabía cómo alagar a cada uno de nosotros. Todos lo sabíamos, sabíamos que ninguno era "su hombre" y a veces eso nos entristecía, saberla tan acompañada y a la vez tan sola. Muchos bienintencionados - aunque ingenuos - intentaron retirarla del negocio, pero ella nunca picó el anzuelo. A nuestra manera, nosotros y sus chicas éramos su única familia. Claro que si éramos su familia procurábamos muy mucho no pensar en el incesto: como dice el amigo Eskivoski "lo cortés no quita lo caliente".

Y hablando de Eskivoski, acababa de doblar la esquina de la Vilnjus Strasse con Brushot y Defcon. Venían un poco serios pero en cuanto vieron a Helga parecieron olvidar todas sus preocupaciones, sabían que tenían por delante una larga noche de diversión. Ya la necesitaban. Y así, poco a poco fueron llegando todos los amigos y camaradas al local. El ambiente comenzó a caldearse en cuanto de descorcharon las primeras botellas de schnapps y se tiraron las primeras rondas de jarras de cerveza. Para colmo, la chica del escenario comenzó a cantar una canción que, a pesar de ser en inglés a todos nos gustaba mucho:

+ I like the schnapps
and the schnapps likes me
Thrilling as only a schnapps can be.
So please go to hell with juice and tea:
Schnapps is the drink for me!

Over the mountains and over the sea
millions of schnappses are waiting for me.
So please go to hell with juice and tea:
Schnapps is the drink for me! +


La banda era realmente buena y ello contribuyó a crear una atmósfera de euforia entre todos los camaradas. Por una noche Helga dejó que sus chicas bebieran con nosotros, lo que se tradujo en más roces, más manos tontas, más enaguas levantadas y más comandantes contentos. ¿Qué era aquello de allí? ¡Dios santo, Muller estaba intentando beberse tres jarras de cerveza a la vez! Estaba sentado en una silla que habían tumbado hasta apoyarla en la barra y una de las chicas sostenía la boca del embudo (diámetro 10 cm) que se utilizaba para llenar los barriles ajustada para que no se saliera de la boca de Muller, mientras Schepke, Orland y Kolbus vertían sus respectivas jarras a la vez. Por un momento creí que lloraba cerveza. ¡Lo que hacen las apuestas y las mujeres bonitas!

Aquello ya se estaba convirtiendo en una especie de orgía donde todo eran carcajadas y proposiciones deshonestas. Por doquier se escuchaban exclamaciones sobre llaves inglesas, negrazos disfrazados y dulces navideños (las remilgadas señoras de Memel no comprendían muy bien la expresión "al turrón", al menos al principio..). La orquesta con toda premeditación y alevosía había obviado nuestras estiradas canciones alemanas y se había ceñido al repertorio británico; incluso tras un momento de duda, el director se atrevió con una composición aún desconocida, de un desconocido músico norteamericano, un tal Glenn Miller que había conocido en su último viaje a EE.UU. Qué ritmo, que locura. Pero el auténtico frenesí llegó cuando comenzaron los acordes de nuestra canción favorita, esa que cantamos en el U-103 cuando volviamos vivos de nuestra misión cerca de Bristol:
+ It´s a long way to Tipperary, it´s a long way to home...+

Entonces ocurrió. Fue terminar de sonar Tipperary y comenzar a vitorear todos a la banda, cuando comenzaron a aparecer por la puerta del local un puñado de maromos que no habían sido invitados a la fiesta. Y ahí estaban, otra vez mis picores, ahora más fuertes que nunca.

- Parece que después de todo lo de la premonición va a ser cierto - dije entre dientes.
- ¿Cómo dices?- me preguntó Drakkar que en ese momento estaba a mi lado.
- Nada, nada; digo que mejor que busquemos a ese oficial de protocolo que tenemos que me parece que nos va a hacer falta-.


Pero Eskivoski, que estaba al fondo comentando con una lugareña las bondades de la ropa íntima de Paris, ya había visto lo que ocurría y se encaminaba hacia la puerta. En el local sólo se oían ahora murmullos femeninos.

- ¡No pasa nada camaradas, todo el mundo a divertirse, que suene la música! - gritó Eskivoski quitándole hierro al asunto.

Volvió el ruido y los presentes se dedicaron de nuevo a la cerveza, aunque los comandantes realmente no quitaban ojo a la puerta. Yo en ese momento estaba apoyado en la barra y vi como Helga le hacía un gesto a Eskivoski para que la dejara a ella tratar con aquellos tipos que ya sumaban la treintena. Eskivoski le hizo caso y se mantuvo al margen. Brushot llegó a mi lado y me susurró:

- Mancuso, coge esa barra de hierro de al lado del tirador y pásamela.
- Tranquilo Brush, estos tipos no causarán problemas- Le dije. Y me respondió:
- Ay, compañero, en el fondo siempre serás de secano. ¿Acaso no sabes reconocer la tormenta cuando está a punto de caerte encima?- y sonrió como saboreando el momento.
- Bueno, ahora que lo dices...tengo cierto picorcillo que...

Y al parecer Brushot tenía razón, los de la puerta se estaban poniendo nerviosos, algunos se habían acercado al que parecía ser el "jefe" - al menos los representaba - y ya habían rozado varias veces el vestido de Helga en zonas reservadas sólo para la 24. Entre risitas, dejanos entrar guapa, anda que queremos divertirnos, quienes son esos estirados de los uniformes... Helga estaba perdiendo el control de la situación. Los tipos tenían toda la pinta de ser campesinos incultos, bávaros para ser más exactos por el acento y la suciedad, y ni siquiera habían tenido la decencia de asearse para ir al norte a correrse sus juergas. Debían ser esos de la convención de agricultores que se celebraba estos días en la ciudad.

¡Zas, zas! Dos guantazos secos, del derecho y del revés y Helga cayó hacia un lado cuando ya Eskivoski se dirigía a poner fin al asunto. Pero no le dio tiempo de llegar salvo para agarrar a Helga antes de que sufriera un mal golpe contra el suelo. Durante un momento, el tiempo se detuvo y se hizo un silencio sepulcral en la taberna, justo el que aprovecharon los campesinos para comenzar a entrar. Y no habían dado dos pasos cuando el jefecillo espetó:

- ¡Vaya, vaya, pero si está esto lleno de marineritos maric...-


- Cagüen.... ¡¡ALAAAAAAAAARRRRRRRRRRMMMMMMMAAAAAAAAAA!! Gritó Brushot.
- Vaya por dios, ya se lió -, recuerdo que pensé antes de lanzarme de cabeza al marasmo de manos y piernas que se formó junto a la barra.

Y lo que había sido silencio sepulcral, se convirtió de repente en estruendo animal. Entre las bofetadas y el grito de Brushot no habían transcurrido ni diez segundos pero todo el alcohol que llevaban los comandantes en las venas se convirtió en adrenalina de golpe. Había que verlos,
saltando por encima de la barra, de las mesas, de las señoras y todo porque habían pegado a Helga. En esos momentos aquellos no eran comandantes de la Kriegsmarine sino más bien animales salvajes con sed de sangre. Así que ya olvidados los modales y casi mentando a la madre del Führer un buen porcentaje de la 24 cayó sobre los aguafiestas con intención de aplicarles un severo correctivo, por pegarle a Helga y por estropear la fiesta.

Las sillas volaban, las señoras gritaban, la orquesta tocaba y esquivaba botellas mientras la 24 defendía su honor. Izuzquiza y Akerberg aplicaban sus conocimientos de la academia sobre lucha libre clásica a la perfección, de manual: presa de cuello, golpe tras la rodilla y asfixia. Mientras tanto, Brushot había formado él sólo una melee con 4 contrincantes y les estaba dando para el pelo con la providencial barra de hierro. Eskivoski, Defcon y Beltza reflejaban en su estilo de boxeo la influencia de sus tutores británicos. Y el resto hacíamos lo que podíamos con las sillas y las patadas. Mendas intercambiaba golpes con uno de ellos pero tenía buena cintura y ¡cómo fintaba el condenado!

Ellos eran algo inferiores en número pero las cosas estaban igualadas y no las teníamos todas con nosotros. De vez en cuando algún comandante gritaba ¡por la 24, por Helga! Y volvíamos a repartir leches a diestro y siniestro con fuerzas renovadas. Aún así, se notaban las diferencias de contexto. La principal era que unos pasaban semanas encerrados en una lata de sardinas respirando porquería y los otros en medio de los campos de Baviera rodeados de heno, vaquitas y trigo, respirando el aire procedente de los Apeninos o los Alpes. En algo se tenía que notar...

Aún así seguíamos resistiendo. Uno de ellos, armario empotrado 2x2, había derribado a Fjavcan1 que ya se levantaba y ahora se debatía con Cazador y Alfonsuas que a esas alturas de la pelea ya recurrían a todos los trucos sucios, amen de aplicar de forma natural sus conocimientos sobre indetección: "Bueno, si le vas a pegar a un tipo mejor acércate por su estela, sobre todo si es más rápido que tú", me diría después Alfonsuas mientras Ingrid, una de las chicas de Helga, le remendaba una ceja abierta con mucho, mucho cariño.

Hasta ese momento mi suerte había sido desigual, lo mío siempre habían sido las palabras, no los puños pero aún así la visión de Helga cayendo, como a cámara lenta, me había sulfurado de tal manera que creo que al saltar hacia la puerta incluso golpeé a Brushot; aún creo escucharlo tras de mi riéndose como un poseso ante la posibilidad de disfrutar de una buena pelea. Pero se nos empezaban a acabar las reservas de oxígeno y estábamos flaqueando. Ellos por su parte estaban muy tocados pero solo 5 habían quedado fuera de combate. En nuestro caso, HZ se dio de cara contra un puño cuando - táctico él - se dio la vuelta tras haber cerrado la puerta del local para que a los PM no les diera por aparecer y aguarnos la fiesta. Además, qué pensaría Dönitz de todo aquello... Rana saltaba de un lado a otro como Kirk Douglas, pateando traseros ajenos mientras Pep se estaba especializando en los golpes al hígado, y es que nadie mejor que nosotros sabe lo importante que es quedarse sin aire ¿verdad?
Siroco cayó al suelo y Von Fonts derribó al tipo escuálido y fibroso que estaba a punto de rematarlo a patadas. Estaba la cosa muy mal, a todos nos faltaba el resuello y ya nos veíamos rojos de vergüenza sin volver a poner un pié en casa de Helga, más por amor propio que por los destrozos que estábamos ocasionando. En ese momento, el "jefe" de los campesinos cometió un tremendo error. Creyendo ir en franca desventaja no se le ocurrió otra cosa que sacar un reluciente cuchillo de palmo y medio, lo que en la baja Renania llaman "er cushillo der pan" que llevaba en el cinturón a la altura de los riñones. Aún utilizando diversas tretas, una pelea de bar era una pelea de bar, y las armas sobraban entre caballeros. Claro que cuando se le pega a una mujer delante de 50 oficiales de la Kriegsmarine se es dos cosas: muy poco caballero y muy estúpido. Y, además, que eso de la caballerosidad dijimos que lo habíamos olvidado hacía rato.

Uno de los campesinos le grito al hombretón:

- ¡Hans, el cuchillo no, nos vas a meter en un lío!- Quizás el único listo en un grupo de necios.

Pero Hans se dirigía lentamente hacia Silvest, que era el último al que había derribado. Su cara no hablaba muy bien de sus intenciones. Levantó el brazo y la hoja bruñida aunque algo embotada centelleó en el aire. Y entonces..

¡BANG!

Un inconfundible disparo de Luger rasgó el aire desde la puerta del local y sembró el silencio en la sala. Cuando todos levantaron la cabeza - agachadas por mero instinto animal - pudieron vislumbrar entre el ambiente enrarecido por los cigarros y la pólvora del disparo una figura hirsuta con una humeante pistola en alto. El recién llegado chasqueó la lengua varias veces mientras dirigiendo la mirada a Hans movía la cabeza negativamente muy despacio. Le hizo otro gesto, esta vez señalando el cuchillo que Hans aún portaba en su mano.

- Eteeee, por favor, si sos tan amable, no me seás boludo y tirá el cuchillo-. El inconfundible acento argentino, así como las palabras en español, desconcertaron a propios y extraños, aunque todos los comandantes de la 24 adivinaron un segundo después que el camarada Gaucho, de origen pampero, había llegado para poner orden e igualar la contienda. Viendo la cara de Hans, Gaucho repitió la orden, esta vez en perfecto alemán y el bávaro arrojo el arma lejos con desgana.

- Marinerito, no serías tan valiente sin esa pistola -, fue el segundo error de la noche de Hans. Gaucho sólo guardó la pistola, suspiró y miro a los ojos al hombre.

- Te juro por la gloria de mi vieja que te voy a reventar. ¡¡A mi la 24!! - Y en ese momento la orquesta, que también había callado, volvió a los primeros compases de Tipperary, lo que enardeció aún más a todo el mundo. El resto de lo que allí ocurrió se podría resumir simplemente en onomatopeyas de dolor. El resultado: victoria para la 24 (¿alguien lo dudaba?)

Mas tarde, cuando lentamente, nos arrastrábamos hacia la calle uno a uno - o de dos en dos según el estado físico - Helga nos iba parando en la puerta y tras una breve regañina nos daba a cada uno un beso en los labios, cosa que nunca había hecho antes. El sexo con ella era excelso pero nunca quería besarnos. Así, aquel días acabamos magullados pero felices.
EPÍLOGO

Hasta el día en que el local de Helga cerró sus puertas más de 20 años después, nunca hubo otra pelea como aquella. Fue tan épica como la factura por los desperfectos que Defcon recibió bajo cuerda, vía Eskivoski, y que procuró camuflar en la partida de "Medicamentos y fungibles sanitarios" del presupuesto mensual. Aquel mes, la 24 Flotilla "Geweih" fue la más accidentada de todos los tiempos. La factura era bastante particular: por un lado venían los datos y las cifras y por otro la elegante forma de unos labios perfectos de mujer marcada en carmín.

Desde el día de la pelea se realizó una auténtica maskirova, que dirían los rusos, para que todo aquel jaleo no pasara a mayores, o sea, al Estado Mayor, pero un orgullo renovado se podía notar en los rostros magullados de todos los comandantes. Las tripulaciones no paraban de murmurar y los comandantes inteligentes, aquellos que trataban a sus marineros como auténticos hijos, supieron aprovechar la explicación de lo sucedido en Helga´s para enardecer su moral e infundirles la sensación de que pertenecer a la 24 no era lo mismo que pertenecer a cualquier otro sitio. Y dio resultado. Vaya que sí. Año tras año, hasta el final de la guerra e incluso después, tandas de prometedores oficiales se preguntaron por qué cuando algún comandante de la 24 se cruzaba con el comandante Gaucho, éste inmediatamente sacaba su luger reglamentaria y simulaba un disparo al aire y luego ambos reían como niños.


Al final, todos zarpamos para realizar nuestras misiones, unas más largas que otras o más peligrosas. Algunos no volvieron nunca de la mar y descansan para siempre en sus aguas profundas y silenciosas. Mas, desde aquella pelea, cuando un Comandante de los de aquella noche llegaba al burdel, Helga lo recibía con sus habituales halagos, y cuando nadie miraba, con un brillo en sus ojos desconocido hasta entonces le daba un tierno beso en los labios. Y ambos comprendían. Después de todo, era cierto que eramos su única familia y que nos quería.

Pd.- Ayer le dije a Helga que otro comandante de la 24 no había vuelto de su misión en la fecha prevista y con aspavientos me dijo que "la vida era dura y cruel". Hoy Ingrid, la chica de Alfonsuas, me ha confesado que anoche escuchó llorar a Helga hasta la madrugada.
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Miguel
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Muy bueno Oarso, has conseguido que viva la pelea como si fuera de verdad, vamos aun estoy lanzando puñetazos al aire en defensa de Helga y mis camaradas, jejejejeje.
Lo dicho un relato cojonudo como tu. Un abrazo convaleciente camarada. :wink:
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oarso
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Norrrrrrr. No es mio el relato. Simplemente lo tenia en el disco duro y alguien, no recuerdo quien, me preguntó si lo conservaba.
Prometí buscarlo, pero ahora no me acuerdo quien me lo pidió.

Saludos
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Mix-martes86
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De todos modos, es buenissssimo. Me ha encantado. A mi tambien me gustaba escribir relatos de pequeño, a ver si escribo alguno.
Navegando las tormentas como mejor se puede.
Mancuso
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Josmios, Santa Lucía os conserve la vista


:lol: :lol: http://www.24flotilla.com/phpBB2/viewtopic.php?t=2485:lol: :lol: :wink:


Un saludín!
J.P. Mancuso
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oarso
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!!!Jaaaa ¡¡¡ ! Se muera mi papa ¡

Prefiero que me conserve las orejas, porque, si las pierdo ¿Donde colgaré las gafas?

:lol: :lol: :lol: :lol: :lol:

Saludos
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Mix-martes86
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Es antiguillo... Parte de los archivos historico-literarios de la flotilla. :D
Navegando las tormentas como mejor se puede.
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