Dollar era un cocker spaniel blanco de no más de un palmo de tamaño y pocos días de edad cuando intentó escapar corriendo de la tienda de animales. Justo antes de que saltara a la calle, por donde venían varios coches a toda velocidad, una mano lo agarró y lo libró de una muerte segura. Esa mano era la de mi padre, quien tras el episodio entró, lo compró y lo llevó a casa, a pesar de las protestas de mi madre.
Poco después de ese episodio nací yo, y desde que tengo uso de razón recuerdo a un cocker en mi vida. Cuando yo contaba 9 años mi padre murió y recuerdo a mi perro vagando por la casa triste, semanas y semanas, hasta que se murió -literalmente- de pena. Después de eso mi madre juró no volver a tener un perro en casa (como juró que no lo haría la primera vez)... Y ahora tenemos a Tarka, una cocker marrón que es la alegría de la casa, más mimada de lo que nunca podrá estar un ser humano. Mi pena es que está en mi casa paterna y no la puedo tener conmigo todo el tiempo. Pero ya está decidido, una de las perritas de la primera camada de Tarka será para mi, se llamará "
Parcha" y se pondrá al teléfono cuando la llame

(quizás algunos con buena memoria sepáis de lo que hablo

).
Francisco, no se si yo tendría el valor de hacer lo que has hecho, quizás no, pero creeme cuando te digo que te comprendo y te acompaño en el sentimiento porque tu perro era de facto alguien de tu familia. Brindo por él.
Un abrazo.
Pd.- Los que abandonan a los perros en verano son unos desalmados (y no les puedo llamar nada peor).
