La hora del almuerzo. Un grato olor a tocino rancio refrito mezclado con café invade la nave de punta a punta. El segundo turno de guardia ya ha comido y sube la escala hacia la vela, donde deberán cumplir sus 4 horas reglamentarias. Es un momento en el que todas las caras reflejan buen humor y se rompe la monotonía en la que hemos estado inmersos durante estas ultimas horas... y días. Hace mucho que no avistamos nada. Si las cosas continúan como hasta ahora me las tendré que ingeniar para organizar distracciones.
Me reí a gusto cuando Luth dio su conferencia sobre los problemas del liderazgo, diciéndole al acabar que hubiera sido tan buen director de un teatro de variedades sin recursos, como lo es al mando de un submarino oceánico. Tendré que acabar usando sus mismos métodos para mantener esa moral que desciende día a día por falta de acción.
-En el Atlántico no tenemos tiempo para esas cosas, comente; tu submarino, a mitad de crucero, debe parecer un centro parroquial, proseguí con cierto tono de befa, mientras él meneaba la cabeza y demostraba una vez mas su gran paciencia.
Ahora le doy vueltas a la obra que podríamos representar. Ya he puesto en marcha un torneo de cartas y otro de ajedrez. Lo que son las cosas!
Los chicos están ya comiendo, mientras pasan las perolas de mano en mano. Algunos chistes y los comentarios de cada día referentes a las cantidades, al inigualable sabor del rancho y al espabilado de turno que intenta hacerse con una ración mayor de la que le corresponde. Mi primero me mira con media sonrisa cansada al tiempo que comenta
– Cada día lo mismo, cada día..., mientras me pasa un trozo de pan negro al que acaba de quitar una buena rodaja de moho.
-Esto es parte de la dieta?, pregunta al cocinero que nos trae mas café, poniéndole en las narices el enmohecido trozo, mientras muestra su mas ladina sonrisa.
-Lo siento, señor. Alguien se va a quedar hoy sin café, dice, haciéndola desaparecer rápidamente.
El café es mas suave que el de media guardia nocturna. Al menos no hacen falta cuchillo y tenedor para tomarlo. Un brebaje por el que colgaríamos de los pulgares a cualquiera que nos lo ofreciera en tierra, pero aquí sabe a gloria bendita. Quedarse sin café es uno de los correctivos mas eficaces, de la misma forma que añadirle un poco de ron es un premio codiciado.
El tiempo es malo pero podría ser peor, aun no llueve, aun que una densa capa de nubes bajas cubren el cielo amenazador. El submarino cabecea incesantemente y hay que mantenerse al tanto para ir cogiendo los elementos de la vajilla que de pronto, tras una embestida de mar, parecen cobrar piernas. En estos casos a veces nos faltan manos para realizar todas las operaciones requeridas con éxito.
FLIEGERRRRRRR!!!!!!!!!!!!! Llega la voz del segundo oficial desde la vela. Mierda! Justo en el almuerzo. Todos estamos en pie y han desaparecido las mesas, los platos y otros enseres. Avante toda! Grito, al tiempo que me encaramo por la escalerilla. Los hombres ya están montando las ametralladoras de 20mm. Un avión se nos echa encima a 220 grados. No hay tiempo de sumergirse. Si lo hiciéramos presentaríamos el mas fácil de los blancos sin ningún tipo de oposición.
-Ha aparecido de la nada, señor. Afirma el segundo.
-Entre las nubes, no ha habido tiempo para... sus palabras quedan interrumpidas por las ráfagas de las ametralladoras enemigas.
-Toda la caña a estribor!!!
Es un Sunderland ingles que abre fuego sobre nosotros. La dotación de antiaéreas dispara también sobre el aparato que se agranda por segundos. Los primeros impactos se estrellan sobre la vela al tiempo que oigo la voz ronca de mi oficial que me recomienda que me ponga a cubierto ‘No podemos permitirnos perderle, señor’ afirma.
Uno de los servidores brinca de pronto para ir a estrellarse junto a mi, contra la barandilla opuesta. Un impacto le ha arrancado el brazo izquierdo de cuajo, que cuelga de un tendón. El segundo salta sobre la ametralladora y continua disparando con habilidad mientras meto medio cuerpo en la escotilla y cargo como puedo sobre el hombro al herido.
-Levántate, coño!, a las cintas, rápido!, le oigo gritar a uno de los chicos que se agazapo buscando un efímero refugio al ver la suerte de su compañero.
-Munición! Municiooonnn!!!!
Llamo al funkmaat, que hace también las veces de sanitario, al tiempo que desciendo a duras penas por la escalerilla. El chico sangra mucho, noto como la sangre caliente me empapa la espalda y se desliza hacia los escalones. Pierdo pie al resbalar en un cabeceo, pero varias manos nos cogen antes de aterrizar en la zentrale. En fracciones de segundo se lo llevan hacia proa mientras oigo la voz del funkmaat gritar sus ordenes:
-Torniquete, rápido, se esta desangrando... echadlo ahí, con cuidado, joder!
Uno de los chicos no puede evitarlo y vomita sobre el árbol de navidad. Mal sitio para hacerlo. Me sorprenden mis propios pensamientos en una situación como esta. Parece que el tiempo se haya relentizado y mi cabeza va mucho mas rápida que lo que me rodea. Hasta mis movimientos me recuerdan a una película en cámara lenta mientras, inconscientemente, estoy ascendiendo de nuevo por la escala hacia el puente. Una fuerte explosión me hace caer de nuevo, y esta vez no hay nadie que me recoja. Reboto contra uno de los chicos que transportan, de mano en mano, las cajas de cartuchos hacia el puente, desparramando su contenido por el piso.
No se donde me he golpeado, pero salto como un muelle hacia arriba otra vez. En el puente las ametralladoras siguen ladrando, mezclando su sonido con los gritos que llegan desde abajo: hay fuego en la sala de maquinas. Las cargas han caído muy cerca.
-Rebotan, mierda, rebotan, va repitiendo mi segundo. Han blindado las partes frontales mas expuestas de sus aparatos de forma que nuestras pequeñas .20mm dobles son prácticamente ineficaces contra ellos.
El avio vira y pone proa nuevamente hacia nosotros. Pequeñas llamaradas parten desde sus cañones automáticos mientras los impactos acribillan la vela de nuevo y levantan astillas de los listones de madera de la cubierta exterior. Las ametralladoras no tienen ningún tipo de protección para los servidores y otro hombre yace en el suelo. Me acerco, pero veo un inmenso agujero negruzco en su pecho que deja entrever parte de las destrozadas costillas y esternón. Ha debido morir al acto. Otro chico ha tomado su posición y devuelve el fuego como puede al enemigo, cuando el avión nos rebasa. No ha lanzado mas cargas. Yo mismo me encargo de servir las cintas de esa ametralladora.
-Ahora, ahoraaaaaa, grita el segundo mientras sus proyectiles atraviesan el fuselaje del ingles que nos da la popa. Dispara con toda su rabia mientras aúlla como un loco. Tanto que su grito se eleva por encima del zumbar del Sunderland y el tableteo de las armas automáticas. De pronto una fina estela de humo blanco empieza a salir de uno de los motores del avión, que gana altura poco a poco y deja de describir su arco de muerte.
No va a volver.
-Deje de disparar, digo a mi segundo, ya esta fuera de alcance.
-Esta fuera de alcance, esta fuera de alcance..., va repitiendo sin dejar de tirar
-Alto el fuego, oficial! Le rujo en la oreja. Los disparos cesan. Su vista no se aparta del avión que se va perdiendo en el horizonte. Tiembla como una hoja.
-Buen trabajo, muy bueno! Le digo, dándole unas palmadas en la espalda. Nos ha salvado la vida. Poco a poco vuelve en si.
Salto de nuevo por la escotilla y pido el informe de daños. Todo esta envuelto en un humo menos denso de lo que esperaba. El incendio esta controlado, los daños han sido leves por el momento, informa el ingeniero tras una primera evaluación. Su voz se mezcla con las ordenes del primero y las carreras de los chicos llevando el material para las reparaciones, junto con los sonidos de las herramientas en acción.
Por la escotilla de proa aparece cubierto de sangre el funkmaat. El chico ha muerto, no hace falta preguntárselo, su cara lo dice todo. Sus ojos de 22 años se vidrian al tiempo que murmura ‘señor, no he sido capaz....’ Es su primer muerto. Hay otro mas arriba, respondo, ha hecho lo que ha podido, ya sabia que no sobreviviría con esa herida. De pronto se fija en mi cabeza
-Permítame que vea eso, señor
-El que? Pregunto extrañado
-Su cabeza. Me doy cuenta de que he perdido la gorra al llevarme una mano en la dirección de su mirada.
Con sus palabras sube hacia mi frente una oleada de dolor. Estaba tan empapado en la sangre de ese pobre chaval que no me había dado cuenta de que yo también estaba sangrando.
El submarino esta hecho un verdadero caos pero hemos tenido mucha suerte, mucha. Intento moverme entre los fragmentos de cristal que pertenecieron a los diferentes relojes indicadores y muchos otros objetos desparramados por doquier. Por un pelo no caigo de nuevo al pisar uno de los cartuchos de la caja de munición que yo mismo hice caer, siempre perseguido por el sanitario en funciones. Ha hecho un acelerado curso que va poco mas allá de unos primeros auxilios, pero la ultima vez que llevamos un medico a bordo no conseguimos que dejara su catre en todo el viaje, estorbando mucho mas de lo que ayudo. Como puede hacerse medico naval un hombre que se marea en un barco?
-Déjeme, hombre, déjeme, ya habrá tiempo para eso luego, digo al funkmaat que hurga en mi cabeza.
-Ración de ron para todo el mundo, doble para los artilleros, preparen a los dos chicos, les daremos un entierro digno... en el mar.
Donde moriremos todos, pienso. Se que no hay nadie en el barco que no piense lo mismo en este momento. Habrá una próxima vez. Aun quedan muchos días de crucero.
Si los daños nos hubieran forzado a regresar, o estuviéramos finalizando la patrulla, hubiera llevado sus cuerpos con nosotros para que los familiares pudieran enterrarlos... tal vez junto a unos olmos en la loma que se divisa desde su granja, o en un pequeño cementerio rural, donde podrían depositar flores en su recuerdo; se que eran del campo. Aun recuerdo como desembarcaron a un par al regresar a Lorient, muertos en una situación similar. Los metieron en una bolsa y los alojaron en los vacíos tubos de torpedos. No quiero imaginarme lo que sucedió al abrirlas. Al menos regresaron a casa. Pero no es nuestro caso. Formaremos en la acribillada cubierta, diré unas jodidas palabras, que siempre suenan huecas, sus compañeros se comerán la congoja, y los arrojaremos al mar. Que las aguas les sean leves.
A todos los hombres de la Ubootwaffe que, sin apenas medios, se enfrentaron a la aviación aliada y murieron como marinos, luchando en una guerra que se les impuso y nunca desearon. Desde este pobre escrito mi homenaje a su memoria.
Buena proa
Schepke
HISTORIAS DE LA PRIMERA LINEA (II)
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Si te dicen que he muerto desconfia
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- Leutnant der Reserve
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Alexxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx, maloncho. De aqui has sacado la idea de los avioncitos esos que nos pones ahora, no?. Pues que sepas que el último ¡¡¡¡¡ME HUNDIO EL DESTRUCTOR!!!!!!!!!!!
Jder si es que les tenian que cambiar las gafas tambien de vez en cuando
Genial alex, es como vivirlo.
un abrazote


Jder si es que les tenian que cambiar las gafas tambien de vez en cuando

Genial alex, es como vivirlo.
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- Könteradmiral
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