ENEMIGOS O CAMARADAS
A las buenas camaradas.
Ante todo, agradecer a todos aquellos que han escrito relatos en este apartado del foro, pues todos ellos, me han parecido muy buenos y me han hecho pasar unos gratos momentos de lectura.
Me descubro sobre todo, ante aquellos propios, originales y que me han parecido buenísimos, ojala y yo dispusiera de tanta imaginación y tan buen escribir, como habéis manifestado vosotros en vuestros relatos, puedo decir que he leído todos los expuestos y me parecen de un gran nivel, os felicito.
Unos y otros repito, me han hecho pasar unos buenos momentos de lectura, sobre todo porque no es fácil, encontrar libros relacionados con este mundo por las librerías.
Mi pequeña aportación me temo, va a ser introducir una serie de relatos, que me gustaron de mi lectura de uno de los pocos libros, que conseguí buscando.
Muy a mi pesar, carezco de las virtudes que poseéis vosotros, para narrar nada que sea propio, ojala y tuviera la mitad que habéis demostrado vosotros, entonces igual me atrevería, pero el listón me temo, esta demasiado alto para este pobre camarada vuestro.
Espero que estos relatos, sean también del agrado de todos vosotros, apasionados como yo, que se sois, de este maravilloso mundo de los submarinos.
Lo primero comentar, que estos, no van a ser de nuestros camaradas de Uboots, no, muy al contrario, van a ser de nuestros teóricamente enemigos del bando americano.
Pero... ¿se les puede calificar realmente de enemigos?. Yo mas bien les denominaría también camaradas.
No hace muchos años, (bueno puede que ya sean bastantes), recuerdo que yo empecé a vivir este maravilloso mundo, (que por cierto ya me llamaba desde pequeño), siendo el comandante de un submarino tipo Gato o Balao, en lugar de los tipo VII o IX que mando actualmente, y también disfrutaba horrores enviando al fondo mercantes, petroleros y todo lo que se me pusiera a tiro, de nuestros aliados japoneses, en aquella época odiados japos.
Con lo cual, llego a la conclusión, de que lo que a mí me gusta, e imagino que a la mayoría, es ser comandante de submarino y como deber de este, enviar al fondo, la mayor cantidad posible de tonelaje enemigo, sea el bando que sea.
Aunque no dejo de reconocer, que la representación por excelencia de este arma, la representaron valerosamente los comandantes de Uboots, que en su gran mayoría dieron sus vidas y las de sus tripulaciones en defensa de su país, que no de su gobernante.
Dicho esto, que es lo único de mi cosecha que voy ha escribir, y en memoria y reconocimiento de todos esos valerosos marinos, que comandaron todo tipo de naves, sean de la nacionalidad que sean, os paso a relatar algunos capítulos que me apasionaron, del libro ¨SUBMARINO¨, de Edward L. Beach.
Con todos mis respetos:
------------------------------------------------------------------------------------
Historias del USS Trigger (SS237)
Había anochecido, salimos a flote todavía mas cerca de las costas del Bungo Suido, la entrada meridional del mar Interior, en espera de un contacto. Casi inmediatamente lo logramos.
-¡ Un bulto en marcación ochenta!- canta uno de los serviolas.
Miramos en la dirección indicada y, destacándose contra las colinas que flanqueaban al Bungo Suido, vemos algo así como una V blanca. Por aquel entonces no disponíamos aun de radar.
-¿Qué es eso? ¿Puedes distinguirlo?
-No, señor. Es algo curioso y raro, pero...
La V se hace cada vez mayor.
-¿Qué demonios será...?
La explicación, cuando llega, es aterradora:
-¡Santo Dios, un destructor! ¡Viene hacia nosotros!
-¡Gente abajo! ¡Inmersión! ¡Inmersión!
Suena la señal de alarma.
-¡Avance toda las dos! ¡Cota doscientos pies! ¡Preparados para cargas de profundidad! ¡Navegación silenciosa!
Comenzamos a sumergirnos, pero con desesperante lentitud. El Trigger, como todos sus submarinos hermanos, quedaba casi siempre ¨colgado¨ a treinta y cinco pies al hacer la inmersión. Con todos los timones a bajar y avante toda, no podemos hacer nada mas para acelerar su descenso.
Ahora ya podemos oírlo claramente. Un ruido peculiar, un latido persistente que viene de fuera del casco, aumentando a cada instante de fuerza. ¨Zum, zum, zum...¨
-Solo puede ser una cosa; reza para que podamos sumergirnos a tiempo... Cierra puertas estancas y válvulas de paso; para toda la maquina auxiliar.
-¿Qué profundidad tenemos ahora?
-Treinta y seis pies.
¿Lograremos bajar? Todo el mundo se ha levantado de sus literas y los oficiales se congregan en la cámara de mando, alarmados por la inesperada inmersión.
-¿Qué pasa, que pasa?
Después oyen el terrible batir: ¨Zum, zum, zum...¨ Miran el manómetro de profundidad y quedan silenciosos.
Cuarenta pies. Vamos, por fin, para abajo. Cincuenta pies. ¡Estamos sumergidos! Lo hemos conseguido, pero ni tan siquiera una fracción de segundo antes de lo necesario, porque el batir de las hélices del destructor aumenta en estos momentos hasta alcanzar un tono insoportable que, resonando a través del casco del Trigger, llega a predominar sobre cualquier otro ruido de a bordo. Estos parecen haber cesado, hipnotizados por aquel rítmico y persistente sonido, que se eleva a un volumen increíble. De repente, este ruido enloquecedor, que hace cesar los latidos del corazón, baja de tono y, aunque fuerte todavía, es evidente que va perdiendo intensidad.
Nos miramos unos a otros y sonreímos débilmente. Luego, unos ruidos intermitentes, sibilantes, entre los que se elevaba el mas fuerte de las explosiones. Sabíamos que aquello había de venir y que la fiesta estaba apenas empezando. Aquellas eran las primeras cargas japonesas que oíamos, pero ya teníamos noticias acerca de cómo sonaban. Primero el ¨clic¨, al chocar contra el barco la primera onda explosiva. Después el ruido de la explosión, seguido por un prolongado rumor de agua pasando por la superestructura. El espacio de tiempo entre el chasquido inicial y la explosión puede dar una idea aproximada de la distancia a que ha estallado la carga. Si ambos se perciben próximos, la cosa se esta poniendo fea; si son simultáneos, se trata de un impacto directo.
El Trigger era un barco robusto y su casco estaba solidamente construido, pero la conmoción de las explosiones lo zarandeaba como si estuviese hecho de hojalata. El ruido se asemejaba al que produciría un titán golpeando repetidamente su casco con un martillo de una tonelada. Dentro del barco salíamos despedidos a cada explosión, hasta que tuvimos la idea de no apoyarnos contra nada que estuviese en firme contacto con el casco. El barco entero se estremecía, las enormes cuadernas de acero se doblaban y las tuberías, líneas de ventilación y la maquinaria toda entraba en vibración de modo que amenazaban desprenderse del techo y mamparos. En aquel viaje llevábamos un nuevo dispositivo antivibratorio: las bombillas separadas del casco por unas piezas de dos pulgadas de alambre aislado, gracias al cual no se rompieron muchas, aunque danzaban de un lado para otro como locas. Partículas de aislamiento de corcho desprendidas, tras enturbiar la atmósfera, formaban una blanca alfombra sobre el suelo. La ventilación y el aire acondicionado se habían sacado de servicio, con lo que la temperatura subió de pronto a 34 grados; todos comenzamos a aligerarnos de ropa, hasta que el uniforme común fue sandalias y calzoncillos con una toalla liada alrededor del cuello.
Con el barco en 60 pies y viendo que habíamos soportado felizmente la primera tanda de cargas, Benson dijo:
-Después de esto, no le podemos dejar marchar; tenemos los tubos llenos de torpedos y le enseñaremos que también nosotros sabemos pegar fuerte.
De este modo de inicio una de las batallas más singulares de la guerra. Arriba no había mas claridad que la de la luna, por lo que resultaría difícil al destructor descubrir nuestro periscopio; aquella era; no obstante, suficiente para ver nosotros al barco a través de el.
-¡Zafarrancho de combate! ¡Le ajustaremos las cuentas a ese bastardo! Nos tiene localizados por sonar; habremos de esperar a que se nos ponga a tiro... ¡Iza periscopio...! Marcación, cuarenta y cinco; ángulo de inclinación, cinco estribor. Vaya, parece que esta iniciando una pasada... Esta vez nos cruzara la popa, pero muy cerca... No podemos lanzarle ahora. ¡Aquí viene! ¡Agarrarse...!
De nuevo se produce el fragor estrepitoso de la onda explosiva al chocar con el barco, seguido del ruido de los estallidos. El Trigger se estremece y escora ante el castigo, pero parece que lo soporta bien.
Hago un recorrido por todo el barco para apreciar las averías causadas. Es el momento de ver si realmente su construcción es sólida. Una zona, situada en la parte de popa de la cámara de motores de proa, parece ser el centro de todas las explosiones. Los hombres situados sobre sus planchas son lanzados al aire cerca de un pie de altura cada vez que sobreviene una explosión. ¿Un punto débil? Esperemos que no. De todos modos, pronto lo averiguaremos. Vuelvo a la torre.
-Marcación, doscientos ochenta y cinco; distancia, mil quinientos; ángulo de inclinación, cero. ¡Aquí viene! Tampoco podemos tirarle. ¡Arría periscopio!
Esta vez pasara justo encima de nosotros. El rápido bataneo de sus hélices suena como anteriormente. Aquí están. ¨¡Blaam, blaam!¨ ¡Realmente cerca esta vez! Las puertas de las taquillas se abren, vertiendo su contenido sobre las planchas de cubierta, impregnadas de sudor humano. Un hombre se siente enfermo y vomita sobre un balde de residuos, pero el balde se vuelca, vertiendo su contenido sobre él y sobre el piso. Alguien tira un trapo, pero este queda en el suelo. El volante de una válvula sale disparado, bota dos veces en las planchas del piso, resonando impresionantemente en el silencio producido entre dos explosiones; luego va a parar al poceto del periscopio, repiqueteando en las paredes de acero del mismo hasta que, en un apagado chapaleteo, cae sobre el agua de la sentina. De la cámara de mando sube una ronca algarabía, mas bien un rugido de pánico:
-¡Agua en la cámara de bombas!
Nos miramos unos a otros horrorizados.
-¿Mucha?
Penrod Schneider, nuestro segundo comandante, se arroja por la escotilla de la cámara. No debe de ser grave, pues el agua no ha llegado aun al piso de aquella.
-Ha saltado un engrasador en el mecanismo del Kingston de la rápida. Le hemos puesto un tapón y no entra mucha agua- dice el segundo, que sube cubierto de grasa, sudor y agua salada. Esta indignado, pues alguien se excito allí abajo e hizo cundir el pánico.
-Muy bien- aprueba el comandante.
-Las hélices del destructor están moderando; marcación, cero, siete, cero- informa el hidrofonista.
-¡Arriba periscopio! Si, esta virando. Marcación..., ¡top!. Cero, seis, cinco; ángulo de inclinación, noventa babor; distancia, dos mil. Tan pronto como meta hacia nosotros, comenzaremos a caer y le largaremos una salva completa regulada a poca profundidad, por la garganta. Marcación..., ¡top! ¡Esta cayendo ya! ¡Toda la caña a estribor, babor avante toda! Gobierna al ciento setenta y cinco... Avante despacio. Hidrofonos, ¿dónde esta? ¡Canta marcaciones constantemente1
-Cero, uno, cero... Las hélices aumentan revoluciones. ¡Cambia a la escala próxima!
-¡Atención a proa! Lo veo bien... Marcación..., siete y medio; distancia; mil doscientos; inclinación, cinco babor. Aquí viene otra vez. Marcación..., siete. Angulo de giroscopio, uno derecha. Atentos..., seis..., cinco y medio...¡ Fuego tubo uno! ¡Fuego tubo dos! ¡Fuego tubo tres! ¡Fuego tubo cuatro!
-Cámara de proa comunica que todos los torpedos dispararon eléctricamente, señor.
-Los torpedos navegan en marcación cero, señor. Coinciden con la marcación del blanco.
¨¡Blaam! ¡Blaam!¨ Miramos incrédulos a nuestro alrededor. ¿Han podido ser estas explosiones en el blanco? ¡Imposible! ¡Dos torpedos han hecho explosión prematura!
¿Qué pasa con los otros dos? Treinta segundos ya..., treinta y cinco..., cuarenta..., cuarenta y cinco...¡Santo Dios hemos fallado!
-Ha visto los torpedos y esta virando... Por lo menos, le hemos estropeado esta pasada...¡Aquí esta! Angulo de inclinación, sesenta estribor.
-Tenemos otra oportunidad para volverle a lanzar. Marcación..., cinco. ¡Atención a proa! Marcación, diez; ángulo de giroscopio, cuarenta derecha. Atención... ¡Fuego tubo cinco...! ¡Fuego tubo seis!
Esta vez tampoco oímos ninguna explosión, a pesar de que vemos un torpedo que pasa justo por debajo de el.
-Vamos para abajo muchachos. Nos hemos quedado secos a proa y no hay nada que hacer...
Y para abajo fuimos, aprestándonos a recibir otra nueva paliza de cargas. Pero al cabo de un rato el japonés se alejo del lugar y a poco seguíamos nosotros su ejemplo. Sin duda comunico entusiasmado haber destruido un submarino americano, pues, una noche o dos mas tarde, la Rosa de Tokio lamentaba informar a todos los submarinistas americanos que uno de sus compañeros había caído victima de un destructor de la Armada Imperial en el Bungo Suido. Después nos obsequio con el disco ¨Mecido en la cuna de las profundidades¨.
Pese a la plaga de torpedos defectuosos, hundimos un barco mas, un gran petrolero, y averiamos todavía otro, antes de agotar nuestra reserva y vernos obligados a regresar a Pearl Harbour. Allí, y para nuestro desencanto, nos informaron que si no habíamos visto hundirse al petrolero no podíamos estar seguros de su destrucción. Prometimos no volver a cometer este error otra vez.
-------------------------------------------------------------------------------------
Bueno, como podéis comprobar, no había tanta diferencia entre unos y otros, hasta duds tenían también los pobres, lo que si que recuerdo, es lo grato que resultaba llevar seis tubos a proa y cuatro a popa. Con eso, nosotros no dejamos convoy vivo.
Bueno, aquí os dejo una dirección, por si queréis ver algunas fotillos del Trigger, no diréis que no os ambiento eh.
http://www.navsource.org/archives/08/08237.htm
Y si os ha gustado, con tiempo, ya iré relatando alguna que otra historia que tengo también, sobre otros subs americanos en el Pacifico.
Espero, os haya hecho pasar un grato momento de lectura, como vosotros en su día, me lo hicisteis pasar a mí.
Un abrazo camaradas, seáis del bando que seáis.
Miguel comandante del U-109