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En un barco de la mercante, de esos que hacen campañas de varios meses solo viendo horizonte azul y sin poner una amarra en un noray, a los oficiales jovenes se les ocurrio una broma que en principio parecia inocente pero que estuvo a punto de costarle la cordura al veterano capitan.
Este era un vasco con muchos dias de mar, adusto, poco hablador, seco, casi arisco. Vestia de recio paño marino y siempre llevaba una txapela negra quizas como homenaje a sus ancestros euzkaldunes o simplmente para proteger la calva de las inclemencias del tiempo (para los que sabeis de estos dire que debia ser una autentica Elosegui).
Pues bien, los ofciales a su mando se conjuraron para gastarle entre todos la broma del siglo y encargaron hacer una serie de boinas todas iguales pero cada una con el tallaje interior cada vez mas pequeño. Se hicieron con un juego de txapelas todas identicas pero con tallas de la 63 a la 51 (es un decir).
Todos estaban de acuerdo y cada varios dias, de vez en cuando, con pausa pues hay mas singladuras que estrellas, cambiaban la boina por una de talla inferior y en los dias siguientes con discrecion y con el debido respeto iban deciendo cosas como:
- Capitan, le noto raro.
- A lo mejor deberia llamar al medico.
- Se le ve abotargado, no se.
- No tiene la cabeza hinchada?
- No le duele la cabeza?
- Y los ojos?
Terrible. Hay que haber vivido entre mamparos para entender lo que pudo pasar por la mente de ese pobre hombre.
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Besos (marinos);
