El final de la guerra supuso un radical cambio en la vida de todos los que la sufrimos. Para mí resultó menor que para otros, pues seguí formando parte del cuerpo diplomático de mi país.
Uno de los destinos que tuve fue en la embajada de un país centroeuropeo, dirigida por el Barón Burkhard Müllenheim-Rechberg, el oficial más antiguo de los que sobrevivieron al hundimiento del Bismarck. Un caballero muy preparado y que hacía amplio honor a las tradiciones de la marina alemana.
En una excursión que hice por el rural interior de dicho país, conocí una intrigante leyenda que pasaré a narrarles.
Una tarde en la que tomaba un sabroso schnapps en la taberna de un pequeño y entrañable pueblecito que tuve la fortuna de visitar, me contaron algunas historias, por demás increíbles.
Conocí así la dolorosa leyenda del séptimo hijo varón de un pastor protestante, que en las noches de luna llena se convertía... ¡al budismo!
Pero la más increíble de todas, que ahora nos ocupa, resultó ser cierta, a la luz de posteriores y concienzudas indagaciones.
En las afueras de este pueblecito, llamado Wölfenstein, saliendo a mano derecha, se hallaba la inmensa mole de un castillo, de igual nombre. De él se contaba que estaba regentado por unos filántropos de oscuro pasado, que se dedicaban a científicos y esotéricos conjuros, en los que intentaban reproducir los medievales experimentos de piedras filosofales y derechos de pernada. Según los lugareños, alejados del inmueble con firme determinación, de forma nada filosofal pero sí muy pétrea, sus dueños habían reclutado por toda Europa a rubias de ojos verdes para su solaz y corpóreo esparcimiento. Después de algunos intentos, algunas de las doncellas que quedaban... digo, de las que quedaban doncellas, lograron huir, contando años después a este narrador, humilde como un pavo real, la verdadera y truculenta historia que se haría famosa años después en la 24ª unterseebootsflotille Geweih.
Según estas fuentes de información, los dueños del Castillo de Wölfenstein eran dos antiguos Kapitänleutnant de submarinos de la armada alemana, que habían comandando sendos u-boote. Por discreción omitiremos sus números, superior a 102 e inferior a 104 en un caso y sobre pasando 61 la centena en otro.
Los citados comandantes vivían tiernamente amancebados, y se habían entregado a sospechosos experimentos, que por las noches convertían a las rubias walkirias en negrasos zumbones de pelirrojas pelucas con los que se abandonaban a escandalosos deleites carnales contranatura. El misterioso procedimiento incluía extrañamente el uso de llaves inglesas y turrones con Denominación de Origen “Sodoma y Gomorra”, de amplio uso en el “Club Filantrópico Mixto de Helga” y en el “Burro de Cinco Patas”.
Debido a la imposibilidad material de probar lo antedicho, hasta ahora he guardado silencio sobre estos hechos, ya que el hacerlos públicos me hubiese costado, a buen seguro, una demanda por daños y perjuicios con petición de alguna suma de imposible pago por mi parte. O lo que es peor, podían haber sido objeto del interés de algún programa televisivo. Como los tiempos cambian una barbaridad, ahora ya no existe obstáculo para hacerlo.
Eso sí, a partir de aquella visita al pueblecito de Wölfenstein, rechacé, amable pero tajantemente, a todas las rubias de ojos verdes que se cruzaron en mi camino.
La Historia Secreta del Castillo de Wölfenstein
Moderador: MODERACION
Notas aclaratorias:
Este relato es uno de los que Eski escribió durante la época de crecimiento más efervescente en los comienzos de la flotilla. Por aquel entonces no éramos más de 60 ó 70 integrantes y era impresionante el ambiente que había. De manera que para animar el foro y meternos un poco los unos con los otros inventábamos relatos sobre negrassos zumbones, maquinistas jovencitos que se agachaban a recoger llaves inglesas, burros de 5 patas y todo tipo de hazañas...a cual más retorcida
Así que, camarada, ya sabes... a ese compañero que os paso por la quilla en multi, o a aquel otro que te torpedeó medio convoy....DÍSELO CON UN RELATO, QUE QUEDA CACHONDÓN!!

Este relato es uno de los que Eski escribió durante la época de crecimiento más efervescente en los comienzos de la flotilla. Por aquel entonces no éramos más de 60 ó 70 integrantes y era impresionante el ambiente que había. De manera que para animar el foro y meternos un poco los unos con los otros inventábamos relatos sobre negrassos zumbones, maquinistas jovencitos que se agachaban a recoger llaves inglesas, burros de 5 patas y todo tipo de hazañas...a cual más retorcida

Así que, camarada, ya sabes... a ese compañero que os paso por la quilla en multi, o a aquel otro que te torpedeó medio convoy....DÍSELO CON UN RELATO, QUE QUEDA CACHONDÓN!!


J.P. Mancuso


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