Eso pasamos de media en España delante del televisor, 10 minutos más que en el año pasado, he leído hoy.
Los que más, las mujeres (254 minutos), los mayores de 64 años (335 minutos), las clases bajas o medias-bajas (271 minutos) y los núcleos rurales (244 minutos). Estos grupos consumen más televisión porque "no tienen muchos recursos o pasan más tiempo en casa", asegura el sociólogo Jose Luis Barceló en la revista 20minutos. Con respecto a las mujeres, "el paro ha hecho que tengan que volver a casa", prosigue.
A mi me parece aterrador. Porque 240 minutos, la sexta parte de un día, a lo largo de un año, supone 1460 horas, unos 60 días completos con su 24 horas, o 90 días si descontamos las 8 horas de "descanso" nocturno, es decir. En 20 años (no creo que la mente aguantara más sin que este ritmo pasara factura) ese plan de ocio supondría pasar cinco años sin hacer otra cosa salvo dormir por la noche y ver la tele.
![Imagen](http://1.bp.blogspot.com/-iBHckq28x78/TZx3GTMy1nI/AAAAAAAAAA4/Bp_AO6f3s2Q/s1600/CAJA+TONTA.jpg)
Sentarse ante la televisión lo hacemos todos, y lo de las cuatro horas, pues en algún caso también (etapas del tour de Francia con muchos puertos), pero ante ese dato, esa media de consumo diario tan alta ...es cuando menos aterrador, si se pone uno a imaginar por qué.
240 minutos, la sexta parte de un día, es sólo la mitad, si no más, del tiempo que nuestros ancianos pasan en las salas comunes de las Residencias de la tercera edad, presididas por un televisor de tropecientas pulgadas y última generación, donde imágenes absurdas desfilan en un ritmo y un lenguaje que en su mayoría ni quieren ni pueden entender. Ellos siguen ahí, aparcados a la deriva en un tiempo que no es el suyo, pero subiendo la audiencia y favoreciendo esas medias de consumo tan incomprensibles.
240 minutos, la sexta parte de un día, es una fracción minúscula del tiempo de desesperanza de la mujer joven, del hombre joven, del antiguo empleado de mediana edad, que sufre la situación de haber sido barrido por el vendaval de la crisis y vivir ahogado entre la hojarasca. Demasiadas horas buscando trabajo y seguir escuchando la palabra maldita, no. Se tumba en el sofá, enciende la tele y se hunde en las aguas de la ficción. A veces ríe y a veces llora.
240 minutos, la sexta parte de un día, es el tiempo en que el ama de casa, emplea en preparar la comida, lavar y planchar. Los niños en el cole, el marido en su puesto de funcionario - gracias a Dios, piensa-, y en la casa el silencio es tan terrible - son mucho años ya-, que el sonido de la televisión es una droga necesaria, otras voces que no hace falta seguir, porque al menos acompañan.
240 minutos, la sexta parte de un día, es 10 veces lo que se tarda en dar la vuelta al pueblo, es tan poco lo que se puede hacer mientras llega el tiempo de cosecha o de siembra, la invasión de urbanitas de fin de semana en busca del tiempo perdido...
240 minutos, la sexta parte de un día, es tiempo más que suficiente para hacer muy bien el amor, para redactar y regalar una poesía, para llamar al amigo, la madre o el hermano que en este momento puede estar viendo la televisión, para coger la puerta y respirar las últimas gotas de primavera antes que el verano la marchite.
240 minutos, la sexta parte de un día, es un torrente de oportunidades de lectura y aprendizaje, y darse cuenta que si todos esos, muchos de nosotros, nos alzáramos para decir basta, muchas cosas cambiarían.
O tal vez no, porque dirían que somos libres para decidir qué hacer, qué ver, cómo vivir en suma. ¿En realidad lo somos?, ¿hablamos en serio de la misma "libertad"?
Saludos.
P.D: Dejemos para otro momento los fantásticos "contenidos" a los que optar durante esos 240 minutos.