
La Armadura
La armadura de cota de malla fue utilizada por los últimos romanos y por algunas de las tribus germánicas invasoras, entre ellas por los godos. Las armaduras de cota de malla mantuvieron su popularidad entre la nobleza de la Europa medieval hasta que, en el siglo XIII, comenzó a usarse la armadura de placas, que proporcionaba mayor protección. Este cambio fue debido en parte a que una flecha o la afilada punta de una espada podían atravesar la cota de malla. Sobre la armadura de cota de malla se vestía una túnica, en especial durante las Cruzadas, para reflejar el sol.
Los cascos también evolucionaron desde simples diseños cónicos a grandes cubos de metal, tras lo que se convirtieron en grandes piezas esculpidas para desviar las flechas. Posteriormente, los cascos pudieron ensamblarse al resto de la armadura.
Las armaduras completas, que podían pesar hasta 30 kilos, aparecieron en el siglo XIV. Las armaduras de placas estaban bien diseñadas, y los caballeros conservaban una sorprendente agilidad. Si un caballero con armadura caía del caballo, podía levantarse fácilmente sin ayuda. Existen anécdotas y descripciones de guerreros que llevando una armadura hacían el pino y otros ejercicios en los momentos de calma. Las armaduras que se construyeron posteriormente ponían mayor énfasis en desviar los proyectiles y reforzar las zonas más expuestas a los golpes. Después aparecieron modelos más elaborados de armaduras de placas con grabados, que eran más ceremoniales y prestigiosas que prácticas.
La armadura representaba un elevado gasto para el caballero, que debía costear su propio equipamiento y el de su escudero. Un señor importante debía proporcionar armaduras a varios guerreros. Su fabricación era un negocio rentable, y hasta se desarrolló un importante mercado de armaduras de segunda mano. Los soldados rasos del bando victorioso podían hacerse con cuantiosas sumas despojando a los caballeros muertos de sus armaduras.