Cuando el sacerdote abrió el tablero del confesionario, el hombre dijo:
- Padre… Durante la Segunda Guerra Mundial, una mujer bonita golpeó a mi puerta y me pidió que la escondiera del enemigo. Así que yo la escondí en mi ático.
- ¡Eso fue una cosa maravillosa que has hecho, hijo -contestó el sacerdote- no tienes la necesidad de confesarlo…
- No Padre, es que ella empezó a agradecerme con ‘favores sexuales’
- Estando en gran peligro y bajo esas circunstancias, dos personas pueden ser muy tentadas a actuar así. Pero si lo sientes verdaderamente, estás perdonado de hecho.
- Gracias, Padre. Ésa es una gran carga que le quita a mi alma. Pero tengo una duda más.
- ¿Y cuál es, hijo?
- ¿Cree Ud. que debería decirle que la guerra ha terminado?
Un ayudante informa al Führer.
- Mi Führer, Mussolini ha entrado en la guerra.
- Hummmm... que envíen 10 divisiones a Italia inmediatamente.
- No, Mi Führer, ha entrado en la guerra... a nuestro favor.
- Hummm... entonces, que sean 20 divisiones.
Un general llega al puesto de mando del Batallón y llama a una Compañía. Los ordenanzas de la misma juegan tranquilamente al tresillo. Uno de ellos, molesto por la llamada, descuelga el auricular e increpa al inoportuno:
—¡Oye, papá Noel! ¿Has de fastidiar justamente ahora que tengo tan buenas cartas?
El general se pone fuera de sí:
-¿Sabe con quién está hablando? ¡Soy el comandante de la División!
Tras unos segundos de silencio, el general escucha al otro lado del hilo:
—¿Y usted sabe a quién se dirige?
—¡No! —grita iracundo el general.
-¡Menos mal!
Un "clic" en la línea indica al general que han cortado la comunicación.
