Trozos de un diario V (con mi agradecimiento)

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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Haddock
Bootsmannsmaat
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Trozos de un diario V (con mi agradecimiento)

Trozos de un Diario (V)

Hoy no he tenido más remedio que contarlo; hoy he desvelado uno de los secretos mejor guardados de la II Guerra Mundial. En realidad no ha sido culpa mía sinó de esta maldita televisión y de sus programas.

Habíamos acabado de cenar y estábamos en el comedor frente al dichoso aparato. Empezó un programa musical y yo, como cada noche, empecé a dejarme ganar por el sueño: a mis años es lo más inteligente que se puede hacer. Dejo que los recuerdos se apoderen de mi y así, de este modo, vuelven amigos y seres queridos que se perdieron en el tiempo y estan un rato conmigo: aquella maldita guerra nos marcó demasiado y hay que vivir con ello. Mi hijo lo entiende: Él tambien es marino pero la Alemania a la que sirve, hoy lo sabemos sin ningún género de dudas, es mucho mejor que la nuestra y el submarino en el que navega defiende ideales infinitamente mejores que la locura criminal por la que nos llevaron a luchar a nosotros. Pero eso, lo aprendí hace años, no tiene remedio: solo queda evitar que nunca jamás se vuelva a repetir.

El caso es que, esa noche, de pronto, fuí consciente de dos cosas: que estaba cantando y que, a mi alrededor, se había hecho un silencio total. Abrí los ojos de golpe: toda mi família, nietos incluidos, estaban mirándome con caras de estar viendo una aparición.

El primero que habló fui mi nieto más divertido: "Abuelo estas cantando en inglés!!!" Continuó mi nieta más contestatària: "Abuelito, por fín has dejado a Bach en el Museo y te has puesto al día!!!!" El tercer nieto, el pequeño, que será también marino, lo sé, añadió alborozado: "Tenemos un abuelo ye-yé, que chulo!!!"

Tuve que poner orden como en la Kriegsmarine de los buenos tiempos. Una vez restablecida la normalidad entendí lo ocurrido. Resulta que en el programa actuó uno de los grupos musicales de moda en el mundo, The Beatles, y yo, medio dormido, en piloto automàtico por tanto, arranqué a cantar una de las canciones: "Yellow Submarine". Normal, para mi, claro; pero era tal el follón que se había montado en casa por ello que no tuve más remedio que decir: "Como no iba a cantarla si ese submarino, en realidad era el mio, el U 128!!"

Lo dije tan serio que el silencio se volvió a instalar entre nosotros, aunque en algunas miradas había una sombra que decía algo así como: "Dentro de nada habrá que llevarlo al médico". Eso aún me enfadó más que el hecho que no me creyeran, Así que empecé a contar una història que nunca jamás nadie había escuchado y que era tan cierta como que estábamos allí.

Todo empezó un luminoso amanecer en medio del Mediterráneo. Navegábamos en superfície y el comandante había dado permiso para estar en cubierta y disfrutar de unos momentos de casi vacaciones. Pero la paz duró poco, la rompió el vigía de babor; el buque se avistó poco antes de las siete de la mañana. El sol ya lucía alto y fuerte. Se ordenó immersión de emergencia a profundidad de periscópio y empezamos el acercamiento.

Las notícias que daba el comandante eran cada vez más extrañas: el buque era uno de nuestros mercantes, parecía que había sufrido un ataque y que había estado abandonado. Nos íbamos acercando y finalmente pudimos ver el nombre y la matrícula naval: efectivamente, era uno de los cargueros militares que aprovisionaban el Africa Korps del mariscal Rommel y lo bajo de su línea de flotación indicaba que estaba lleno de material y, claro, seguramente también de comida fresca. Nosotros hacía muchos días que estabamos en el mar y la posibilidad de coger prestado algo era una tentación muy fuerte. Además, ellos habían abandonado un barco que aún flotaba y navegaba, aunque muy dificultosamente, y eso no se hace. Tenía un incedio en la proa y del puente también salía una negra humareda; en cualquier caso, nada que no se hubiera podido apagar con un poco de decisión.

Salimos a superfície y nos pusimos al pairo a su costado. Desde nuestra cubierta parecía un gran edificio: alto, inaccesible, poderoso. Pero debíamos ser ràpidos y subir a bordo, ir directos a la despensa y volver. Malta estaba cerca y la RAF tenía un sentido del humor muy raro.

Efectivamente, Malta estaba demasiado cerca. El pesado bombardero antisubmarino se acercó por el costado contrario: ni lo vimos, ni nos vió; nuestros motores apagaron el ruido de los suyos y la superestructura del navío nos protegía. Ellos hicieron su trabajo: lanzaron el torpedo al buque. Nosotros tambien hicimos el nuestro: los servidores de las ametralladoras estaban atentos y cuando el avión, anunciado por su sombra, pasó rasante sobre el barco no se percató de nuestra existencia, pero nosotros si de la suya y los artilleros abrieron fuego. La explosión del torpedo coincidió con la humareda que empezó a desprender el aparato.

Y entonces cayó oro del cielo: el buque, entre otras cosas, llevaba las bodegas llenas de pintura de camuflage para nuestros blindados del desierto: con la explosión se reventaron los grandes bidones y el líquido primero subió hacía las nubes y luego, claro, bajó a los mares. La lluvia dorada pintó nuestro U-128 de color amarillo!!!

Los minutos de sorpresa que nos paralizaron fueron suficientes para que el potentísimo sol secara el nuevo camuflage naval y los juramentos, esperables y terribles, de nuestro comandante fueron más fuertes que las pequeñas explosiones con las que el navío de carga empezaba a hundirse definitivamente. Sólo algo sonaba más fuerte que ambas cosas: unas grandes carcajadas que provenían de la lancha de salvamento que la tripulación del avión había lanzado al mar y en la que se habían protegido: malditos demonios ingleses!!!

Los hizamos a bordo: nosotros rojos de vergüenza y ellos con lagrimas en los ojos. Solo les hizo callar la muy seria amenaza del comandandante de fusilarlos en la misma cubierta. Nuestro Ramsés, desesperado, se comía los puros de dos en dos y todo el mundo a bordo buscaba una pintura gris que sabíamos que no teníamos. Cuando el cocinero dijo: "Ya que estamos, podríamos pintar unas florecitas en la torre!", el comandante no pudo más y con un alarido ordenó: "Immersión!"

Pero los ingleses resultaron ser unos chicos encantadores: el radiotelegrafista nos arregló los altavoces y pudimos escuchar música de nuevo; el piloto, maestro en la vida civil, mejoró nuestro inglés con las clases que nos daba; el copiloto, que era ingeniero, nos enseñó como ajustar los reglajes del motor de babor y, como por arte de magia, dejó de hacer aquel ruido que nos impedía dormir y, por fin, el artillero, ese que no dejaba de repetir: "Amarillo es el submarino!!! El submarino es amarillo!", ese mismo, cuando empezó la guerra estaba a media carrera de dentista y puso su clínica en la cámara de torpedos de proa, pasando consulta a media tripulación, mejorando dentaduras, quitando dolores y arrancando muelas (aunque nunca nos abandonó la sospecha que arrancaba más de las necesarias: era, en el fondo, odontología de guerra!). Estos eran nuestros ingleses, los buenos de Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y John Lennon.

Los dejamos frente a Gibraltar, en una de nuestras balsas neumàticas de salvamento: nos habíamos encariñado con ellos y si volvían con nosotros su destino no sería muy agradable. Ya en cubierta, de noche, cuando nos despedíamos, nos juraron, entre carcajadas, que nunca jamás bombardearían un submarino amarillo, lo vieran donde lo vieran. Tuvimos que agarrar al comandante: ya tenía la Luger en la mano y la estaba montando!

El resto de la travesía, que pasó en nuestro argot a ser llamada la patrulla del limón, duró poco y todo el mundo evitaba al comandante: mordía! En Vigo emergimos lo justo para sacar un bote neumàtico y pedir, a nuestro buque de soporte amarrado allí, la petición más rara que tuvieron en toda la guerra: todas las rasquetas, destornilladores, cuchillos y trozos de chapa que hubiera a bordo. Cargados con esto pusimos rumbo al centro del golfo de Vizcaya y, de noche y en superfície, rascamos lo que no está escrito. El sumergible volvió a ser aceptablemente gris y el comandante dejó de tomar calmantes. Fué la única vez que no buscamos al "Txacolí": solo hubiera faltado que los vascos pensaran que el amarillo era de...

Y la guerra siguió su curso, aunque nosotros ya la continuamos pintaditos de gris, del de toda la vida, volvimos a ser un modelo IXC de lo más normal. Y al final nos hundieron: era algo que podía pasar, simplemente. Ocurrió muy lejos de casa, en las costas de América del Sur y a los que quedamos nos encerraron en Canadà. Nosotros, los supervivientes del U 128, éramos los únicos del campo que recibíamos paquetes de comida de Inglaterra y los remitentes no fueron ninguna sorpresa para nadie: MacCartney, Harrison, Starr y Lennon. Solo nos molestaba algo de aquellos envíos; algo que llamaba poderosamente la atención del resto de camaradas prisioneros que siempre nos preguntaban el motivo de aquello; preguntas que siempre evitábamos con las excusas más increïbles: no podíamos explicar por qué los paquetes venían envueltos en papel de un llamativo y fuerte color... amarillo!

Y vino por fin la paz; y con ella la vuelta a casa. La amistad con nuestros ingleses no sòlo continuó sinó que se hizo cada vez más fuerte. Parecía que, todos, empezábamos a ser, simplemente, europeos. Viajes, vacaciones, hijos que estudian en el pais de los otros y viven en sus casas como si fueran de la família, etc. En fín, todos éramos marinos, nos entendíamos bien y el paso de los años convirtió la muerte y la destrucción de la guerra en la celebración de haber sobrevivido y en la pasión, inocente, infantil, por saber quien volaba mejor o quien navegaba con más rapidez.

Hasta que, en 1966, llegó la carta: nuestros ingleses nos invitaban a pasar un fin de semana en su ciudad, en Liverpool. Lo que quedaba de la tripulación del U 128 cruzó con sus mujeres el canal y llegó al Hotel que nos habían reservado. En las habitaciones había una nota misteriosa: nos pasarían a buscar a les nueve de la noche, después que cenaràmos. Y así fué. Cuando vinieron estaban... raros? Divertidos? Juguetones? En fín, una vez juntos fuimos a una calleja de la ciudad y nos bajaron por una escalera de ladrillos: al final había una especie de bar o de sala de espectáculos, no lo se bien, puesto que estaba muy oscuro y llenísimo de gente.

Los camareros, extrañamente amables con nosotros, nos llevaron a una especie de reservado un poco elevado sobre la sala. Al poco empezó un concierto de una música, la verdad sea dicha, que parecía salida del infierno: volumen altísimo, instrumentos eléctricos, una batería que sonaba como un antiaéreo, ruidos, gritos.. por no hablar de los jóvenes que asistían al espectáculo: parecía que tuvieran el mal de san Vito, salatando y brincando. De golpe terminó una canción y los músicos miraron hacia donde estábamos, no tocaban. Entonces nuestos ingleses, nos dijeron que los músicos eran sus hijos, amigos desde la infancia entre ellos y que, eso parecía, estaban revolucionando la música. Lo que añadieron a continuación lo recuerdo perfectamente: "Hacía tiempo que, entre nosotros, hablábamos de la manera en que debíamos agradeceros lo que hicisteis un día muy lejano. Sin que estuvierais obligados a ello nos salvasteis la vida y nos tratasteis como personas. Eso, en el mar, no se olvida. Al final nos hemos decidido: seran nuestros hijos quienes os den las gracias por nosotros y a su manera: ellos son libres y en sus ojos no hay sombras de ninguna guerra. Son mejores que nosotros" Se giraron al escenario y bajaron la cabeza en señal que todo lo que había de decirse estaba dicho y que podían seguir con el concierto, en los ojos de nuestros ingleses asomaba una làgrima.

Làgrima que se borró cuando la música empezó a sonar: alegre, potente, libre, feliz... llena de luz, de una profunda luz...amarilla. Entonces lloramos nosotros hasta que, todos, supimos que en aquellas notas había un mensaje: había esperanza para el mundo! La noche fué larga, inolvidable: para vivirla valió la pena pasar lo que pasamos.

Aquella noche, volviendo al Hotel, con una indefinible sonrisa en los labios, todos tuvimos en nuestro corazón la íntima, segura y absoluta certeza que la guerra, por fín, había acabado. La había ganado la música, como no podía ser de otro modo.

Todo el mundo calló cuando acabé la història; hacía rato que alguien había apagado la tele. Mi hijo se lanzó al teléfono, supongo que para llamar a Inglaterra. Mis nietos me abrazaron dulcemente: tienen un abuelo ye-ye, un abuelo de los suyos! Y eso, entre abuelos y nietos, cuenta mucho.


PD: Querida peña de Comandantes: quiero agradeceros la generosidad y la bondad con que respondeis a estos cuentos de un submarino loco en medio de una guerra local. Gracias. Lo cierto es que no tienen mucha calidad literária; su fín es participar en las actividades de esta maravillosa flotilla: un buen lugar para refugiarse en estos tiempos de confusión que no has tocado vivir. Haceros pasar un ratito leyendo, a eso aspiro, toda vez que navegando con el SHII paso más tiempo hundiendome que no hundiendo, por no hablar de mis conocimientos de informàtica: precarios camino de patéticos. En cuaquier caso: gracias!!!
Mix-martes86
Könteradmiral
Könteradmiral
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Querido compañero, todo relato es bueno si consigue que sus lectores pasen un buen rato leyendolo, y los tuyos son de esos. Gracias a ti. :wink:
Navegando las tormentas como mejor se puede.
corkran
Oberfähnrich zur See
Oberfähnrich zur See
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haddock, este cuento merece estar en el foro general para que nadie se lo pierda.
magnifico trabajo, realmente magnifico, a partir de ahora en cuanto vea un cuento de haddock inmediatamente entrare a leerlo.
sabes encontrar el tema que, a veces es lo mas dificil y sabes emocionar que, siempre es lo mas necesario.
de nuevo: magnifico trabajo y enhorabuena.
esta flotilla necesita de nueva gente que quiera aportar algo, lo que mejor sepa hacer. felicidades.
me gusta tu nick: siempre me cayo bien el capitan haddock.
por cierto curiosa coincidencia de numerales, tu 128 y mi 127, algun cuento tambien he escrito, estan en este mismo foro.
saludos y sigue asi.
"Mit der Dummheit kämpfen Götter selbst vergebens" F. V. Schiller
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Francisco
Stabsoberbootsmann
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A las Güenas Mushashos !

Coincido con Martes plenamente, son relatos amenos, bien "hilvanados" y también muy bien resueltos jejeje

No dudes que tienes un "Asiduo Lector" jejeje


Saludotes y ¡¡¡ Cracias a tí Haddock !!!
Saludotes !
Invitado

:?:
Última edición por Invitado el 11 Abr 2005 21:37, editado 1 vez en total.
Silencioso
Kommodore
Kommodore
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Muchas gracias de nuevo por tu relato, espero impaciente la siguiente entrega.

Tu posdata es tierna, humana... Me gusta mucho leerte Camarada.

Buena proa!
http://clubnauticoaragones.rcymodelismo.es/

"La guerra es desatar con los dientes un nudo político que no se puede deshacer con la lengua"

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Alfonsuas
Leutnant der Reserve
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Haddock he llorado como un niño después de leerme los 4 de un tirón y, por supuesto, luego me he ido como un tonto a volver a escuchar el submarino marillo y Let it be.


un abrazote gordo, gordo
TIEMPO DE PAZ
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OTROS TORNEOS::
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