Este es un relato en cierto sentido "off-topic", quizá porque cuenta las cosas desde el aire. Hay en el foro un excelente, inalcanzable relato de Tuor con una trepidante acción aeronaval. Es muy dificil publicar algo que llevaba tiempo durmiendo en mi imaginación cuando hay tantos excelentes escritores en la flotilla, pero bueno, ahí va.
Dedicado a todos los compañeros comandantes que hacen de la 24 algo tan vivo y grande.
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9 de Enero de 1945. Base aérea del Mando Costero en Leuchars , Escocia.
Las mismas reflexiones, los mismos recuerdos antes de entrar de guardia. Hoy, “C” y su tripulación están en alerta. Mientras me equipo meticulosamente – ropa interior térmica, chaleco de gamuza, uniforme de campaña, “Irving jacket”... - vuelvo a preguntarme por milésima vez por el motivo que hizo de mi, piloto de un buen y viejo “Tiger Moth” postal que repartía cartas y paquetes entre los pueblecitos de las Shetland en mejores tiempos, en un Teniente de Vuelo de la R.A.F. a los mandos de un “ Liberator GR VI”: De cartero con alas a defensor de los mares.
- “¿Y todavía te lo preguntas?” – pienso.
He pasado en pocos años del dolor intenso y profundo, primero, y del odio más exacerbado, después, a convertirme en un mecanismo semi autómata de búsqueda y destrucción naval. Misión tras misión, la mayoría baldías, tantos camaradas y amigos abatidos, agotamiento, bencedrina, esta guerra que se prolonga y se eterniza. Cuando rasco el fondo de mi alma, ya no encuentro sino dos motivos por los que continuar: Los chicos de la tripulación, “mis chicos”, y tú.
Tú, Catherine.
Catherine, mi Catie. Nunca sabré distinguir entre casualidades y destino. ¿Qué nos hizo pensar que estarías más segura en Ciudad del Cabo, con tus parientes? ¿me convenciste tú o lo propuse yo? ¿Recuerdas cómo comentamos la suerte que habíamos tenido al conseguir tan rápidamente una plaza para ti en aquel paquebote? Si, gracias a Sharp, nuestro amigo capitán de la compañía Cunard. ¿Recuerdas las veladas con los Sharp, antes de la guerra? Nunca dejamos de ser felices, ni un minuto de nuestro matrimonio, ni siquiera en los peores tiempos.
Y partiste. Yo estaba terminando el curso de Entrenamiento Operacional para pilotar “Ansons” en el Mando de Transporte, aún recuerdo cómo te asustaste al principio cuando te dije que me había alistado, hacían falta pilotos en todas partes, y cómo nos reimos juntos cuando te convencí diciéndote que, al fin y al cabo, sólo se trataba de repartir paquetes en una furgoneta voladora con escarapelas.
Partiste, Catie, mi vida, mi eterno amor, partiste en la seguridad de que muy pronto nos reuniríamos. A bordo de aquel barco de Cunard reconvertido, con toda clase de recomendaciones, invitada por el mismísimo capitán.
A bordo del “Laconia”
Ya no me quedan fuerzas ni ganas para maldecir aquel 12 de septiembre de 1942. Ya no me importa lo que pasó, por mucha información que me hayan dado. Poco puede interesarme que fuese el U- 156 el que alcanzara con dos torpedos la banda de estribor del “Laconia”, ni que inmediatamente se arriasen los botes para evacuar a las 80 mujeres y niños que iban a bordo. No puede importarme, porque tú no estabas en esos botes. No estabas, Catie, y ya nunca volverás.
¿Cómo me dijeron que se llamaba el comandante del submarino? ¿Hartenstein? Al día siguiente, repleto de odio y dolor, pedí mi traslado al Mando Costero, jurando en mi interior que acabaría con todos los Hartensteins del Atlántico, del mundo entero.
Pero hoy ya no sé qué siento, Catie, no sé si es furor o determinación. Hoy soy comandante de un bombardero de patrulla marítima, escuadrón 206, una pieza de carne y hueso en un mecanismo frío y técnico cuya misión es acabar con cualquier unidad, submarina o de superficie, de la “Kriegsmarine”. He intentado cambiar la rabia por la destreza y el dolor por la sangre fría, he comprendido que sólo así podremos combatir y terminar con esos submarinos, comandados y tripulados por auténticos especialistas, es la única manera... pero siempre estas ahí, Catherine. Yo no ganaré esta guerra, pero he prometido vencer en la mía.
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- “Pilotos, bombarderos y navegantes en alerta, acudan a sala de instrucciones” – El brusco berreo del altavoz me saca de mis pensamientos.
Una vez más, allá vamos. En el pasillo casi tropiezo con Mac Duff, mi navegante, un genio loco que siempre pretende saber dónde está incluso en la más cerrada niebla. Fuera, en el jeep, ya están acomodados el resto de los oficiales de la tripulación: “Flight Officer” Lawly, copiloto – “Cuándo le darán a este tipo el mando de su propio avión...se lo merece”!- y F/O Harsh, el bombardero, joven prototipo del auténtico británico que sólo cree en Dios, el Rey y en hundir alemanes. Saludo con una inclinación de cabeza, no hace falta más, todos sabemos a lo que vamos y nos espera.
Me siento al volante y arranco. De camino al “briefing room”, imagino al resto de los chicos de la tripulación revoloteando en su alojamiento equipándose atolondradamente, una vez prevenidos por el oficial de operaciones. Bromeando para ocultar los nervios, seguro que estarán cruzando cábalas de adónde les llevará esta vez el “abuelo”, como se que en el compincheo del casino de suboficiales me llaman. Debo parecérselo, soy mucho más mayor que ellos, y aunque nunca me lo llamarían a la cara – lo más que permito y la R.A.F. consiente es que me llamen “patrón”- de seguro que siempre aluden a mi persona de esta manera.
En la sala de instrucciones ya están sentados en los bancos corridos el resto de los oficiales de los aparatos de guardia. Sensación de familiaridad y de cierto hastío: Las paredes de siempre cubiertas con fotos y diagramas de los navíos de la “Kriegsmarine”, el viejo pulpo emblema del escuadrón, el sempiterno lema “Nihil nos effugit”...
-“Nada se nos escapa...bfff- pienso – ojalá fuese verdad”
Y es que el escuadrón lleva una larga racha de misiones inútiles, sin avistar un solo objetivo. Sólo accidentes y más accidentes, en el despegue, en el aterrizaje, dos tripulaciones completas desaparecidas en el mar...nos sobran aparatos, lo que ya casi no nos quedan son pilotos veteranos que los lleven al aire y sepan volar sobre el mar.
Un portazo. A paso vivo recorre la sala el enérgico jefe de nuestra Ala, “Wing Commander” Thomson, D.S.O., D.F.C., una leyenda viva del Mando Costero, seguido por “Spy”, el oficial de Inteligencia. Se alza sobre el estrado y con su voz serena, que siempre inspira confianza, nos dirige la palabra:
- “Tomen asiento, señores, y presten atención. Hace media hora se ha recibido la orden de operaciones 55092. Un Mosquito de reconocimiento fotográfico del 544 que regresaba de una misión sobre Dinamarca ha revelado la presencia de dos submarinos alemanes navegando en superficie, enfilando la entrada del Skagerrak, probablemente con rumbo a Kristiansand.”
- “¿Dos submarinos en superficie a pleno día? ¡Imposible!” – pensamos todos simultáneamente, cruzando miradas de extrañeza. Es la cosa más rara que hemos oído nunca.
- “La mala noticia – continúa Thomson – es que van acompañados por dos escoltas de superficie tipo M. Eso nos hace pensar que regresan a su base con graves averías que les impiden navegar en inmersión”
Gruñidos, toses, bufidos.¡ Es un hueso muy duro de roer! Esos “barcos-flak” van armados con catorce tubos de 20 mm y seis de 37 mm cada uno. Eso significa una colosal barrera de 200 proyectiles en el aire por segundo. Y si hay algo que inspira respeto y hasta miedo a un piloto, es la maldita y certera Flak naval.
- “Ya se lo que están pensando -prosigue el comandante-: Que este es un trabajo para los “Mossies” de los chicos del ala de ataque de Banff, pero en este instante están regresando de una misión antibuque sobre Noruega, y no estarán disponibles. Ustedes harán el trabajo, y lo harán bien. No, repito, no podemos permitir que esos submarinos puedan volver a puerto y ser reparados, y el momento de hacerlo es ahora. Spy les dará los detalles de la misión...
Mientras el oficial de información da posiciones, rumbos, informes meteo y frecuencias de radio, comienzo a sentir como si una llama se encendiese dentro de mi, una llama cuyo calor arrojase fuera de mi corazón la laxitud, el cansancio, la desesperanza que casi siempre lo invade. Sé que a estas alturas ya no es la ansiedad del novato, es diferente, tal vez sea el resplandor de un inútil deseo de venganza, quizá la firme resolución de impedir que ni un solo torpedo asesino más hunda en el océano los sueños, las risas y el amor de un hombre y una mujer. Mi mano se crispa sobre el lápiz que sostiene y lo parte en dos. No más búsquedas infructuosas, no más eterno azul sin rastro del enemigo. Dos submarinos visibles, eso basta. “esta vez los tenemos, Catherine”
- “... y en cualquier caso actúen según lo indicado en la instrucción táctica cuarenta y uno. ¿Alguna pregunta?” – He perdido completamente el hilo del briefing, pero no importa. El eficiente Mc Duff habrá anotado todo con esa escrupulosa aplicación que pone en todo lo que hace.
- “ Despegue en quince minutos. Buena suerte y buena caza. Espero encontrarlos esta noche en el “mess” celebrando el triunfo” – añade Thomson.
Carreras hacia los jeeps, acelerones, lanzados hacia el área de dispersión. Aquí está, rodeado por el personal de tierra que realiza las últimas comprobaciones, con los jóvenes - ¡niños con galones de sargento!- miembros de mi tripulación sentados bajo un ala, expectantes, sonrientes unos y taciturnos otros: Radio, radar, artilleros, “Chieffy”, el mecánico...
Majestuoso en la fría atmósfera, aluminio brillante, blanco impoluto de su mimetizado, código de radio C de “Charlie” , nuestro “Liberator” que nos llevará fielmente sobre el Skagerrak.
Pero en el fondo de mi pensamiento, definitivamente sé que hoy es “C” por Catherine.
(continuará)
"C" por Catherine (I)
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- Bootsmann
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Hola!!
Estoy impresionado: me gusta muchísimo y por dos cosas: la concisión (yo soy un rollo de largas frases y subordinadas sin fín9 y tu grado de conocimientos tecnico-històricos (que yo no tengo ni de largo). Muchísimas felicidades: he pasado un inicio de mañana fantástico con tu escrito en medio de un centro de trabajo donde la vida trae lo peor de cada uno; gracias de nuevo, si me lo permites usaré tu avión en alguna història.
Un abrazo
Haddock
PD Voy a ver que me parece que a Tú, el cocinero del Socarrimath, le ha salido un alma gemela.
Estoy impresionado: me gusta muchísimo y por dos cosas: la concisión (yo soy un rollo de largas frases y subordinadas sin fín9 y tu grado de conocimientos tecnico-històricos (que yo no tengo ni de largo). Muchísimas felicidades: he pasado un inicio de mañana fantástico con tu escrito en medio de un centro de trabajo donde la vida trae lo peor de cada uno; gracias de nuevo, si me lo permites usaré tu avión en alguna història.
Un abrazo
Haddock
PD Voy a ver que me parece que a Tú, el cocinero del Socarrimath, le ha salido un alma gemela.
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- Könteradmiral
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- Bootsmann
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