Proyecto novela de espejos

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

Moderador: MODERACION

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Invitado

Proyecto novela de espejos

En este hilo iremos añadiendo relatos que tendrán continuidad y coordinación entre sí.
Serán los mismos relatos de la SGM, pero vistos desde la perspectiva de una corbeta, un u-boote y un avión antisubmarino.

Se ruega no añadir comentarios en este hilo, para dedicarlo solo a los relatos.

Muchas gracias.
Última edición por Invitado el 28 Ene 2005 18:40, editado 1 vez en total.
Invitado

Historias junto al Ganges I

(Relatos orales de Tú, cocinero retirado de la Royal Navy, narrados por él mismo en suaves atardeceres junto al Ganges y recogidos y anotados por Tú, su nieto y maestro de la escuela del poblado)

Tú es cocinero y, además, es indú. Esto, en principio no es ni bueno ni malo, simplemente nos indica que no es de Guadalajara ni carpintero, por ejemplo. Tú. también, pertenece a la Royal Navy y navega, como cocinero, claro, en el HMS Socarrimath, un barco distinto, por decir algo. En realidad es un buen barco pero con costumbres y tripulación un poco peculiares.

Tú ama profundamente el orujo; y lo ama no por lo que piensa todo el mundo, no. Con el orujo Tú medita y vuelve a casa con el pensamiento, con su gente, con sus cosas; con el licor la guerra le deja tranquilo y, él, como hombre sabio, administra su remedio al resto de la tripulación bajo la forma de té con curry, bueno como combustible de carros de combate, pero no demasiado indicado para tripulaciones de buques de guerra. Pero los marinos, pensando que son libres y que nadie les ve, ejercen de seres humanos con capacidad de elección, como si eso fuera posible en una guerra, y tiran su té con curry al mar llenando acto seguido sus tazas con ron, wisqui o ginebra que, en esto, como en otras cosas, cada uno es cada quien.

Y, así, de este modo, pasan los días con sus correspondientes noches en esta corbeta del Imperio, adscrita a la división de escoltas del Mando de los Accesos Occidentales. Llevan convois, los traen y, entre tanto, pueden hundir submarinos o pueden hundirlos a ellos. Ese es el absurdo juego.

Tú, hoy, está raro. Sus meditaciones le dicen que no anda del todo solo. Se lo han hecho saber, en medio de su meditación orujesca, sus dioses lejanos que, como son dioses, en realidad estan a su lado. Anda por el buque, de proa a popa, de babor a estribor, mira el cielo, huele el aire, lee las nubes... Hasta que para un momento en la proa: una presencia lejana le habla de soledad entre muchos, de dolor que no puede explicarse, de angustia ante el futuro... Tú, el oriente y el orujo tienen estas cosas, oye con los oídos del alma: ruido de ollas, trasteo de perolas, fregar de sartenes...

La sensación es cada vez más fuerte y su mirada se posa en un punto del oceano: no está solo, no...

Un punto del oceano, donde hace un momento, MacCampbel, el sonarista de la corbeta, ha creído ver y oir algo. Algo lejano, débil, escaso; demasiado lejano, débil y escaso. Lo deja.

Pero lo cierto es que, ballena o submarino, de carne y músculos o de acero y hierro, allí hay algo. Algo que, por el momento, puede seguir en paz: la distancia lo ha salvado, o a salvado al buque que, estas cosas, en guerra, nunca se saben.
Última edición por Invitado el 28 Ene 2005 18:40, editado 1 vez en total.
Invitado

Diario de Cocina del U-123 I.

Mi nombre no es importante. Pero se los diré por que será cómodo para contar estas historias. Me llamo Jo, de Joseph. Yo no soy famoso, ni tengo una historia emocionante que contar, ni poseedor de una prosa embriagante y cautivadora. Solo un testigo de unas vidas desperdiciadas que quizá lo sean menos si son contadas.
No se desanimen en esta lectura cuando les diga que solo fui el cocinero del submarino U-123.
Nada heroico, pues en los éxitos mi papel consistió en estar atento al panel de control de inundaciones, algo inútil, y en los ataques de los destructores tuve miedo como el que más.
El mejor resultado de mi trabajo, con la comida fresca de los primeros días de cada crucero, era ver como los tripulantes comían todo lo que yo cocinaba, a pesar de protestar por la porquería que les daba.
Menos aún lean esto esperando encontrar historias fascinantes, pues el nuestro fue un submarino básicamente cobarde. Pero, entiéndame bien, cobardes, mas no torpes.
Técnicamente, y hombre por hombre, la tripulación del U-123 era inmejorable. Basta decir que nuestro Oficial de Control de Torpedos, Hans Ziegler, considerado de los 3 mejores de la Kriegsmarine, no sobresalía en demasía de los demás.
Los motivos de la increíble pericia del U-123 no son, realmente, conocidos. Hubo algunos, pocos, submarinistas alemanes fanáticos de la guerra y del partido. Hubo otros, los más, con personas normales, si bien muy buenos profesionales. La nuestra fue una tripulación, ya les dije, de cobardes.
Si miran los registros históricos de submarinos alemanes en la SGM, verán que fue uno de los mejores. De los mejores en hundimientos de mercantes. Por que militarmente, es cierto, fuimos unos ases. Pero humanamente una piltrafa...
El miedo que nos produce un eventual traslado al temido "frente del este" es lo que nos hace aplicarnos lo mejor posible en nuestra misión. Ya sabemos el infierno que ese frente de batalla es, además de las duras represalias sobre todos nuestros familiares.
Por ambas cosas, cuando hundimos un mercante no lo celebramos. Debemos ser el único u-boote de toda la Kriegsmarine que no lo hace. Ni ponemos banderolas en el periscopio cuando volvemos a puerto para anunciar nuestros hundimientos. Ni lo celebramos en el tugurio de Helga. Ahí nos emborrachamos como los que más, pero más que otra cosa por intentar borrar de nuestra consciencia las muertes que hemos producido, aunque sabemos que es un empeño inútil. Esos fantasmas que nos persiguen siempre nos rondarán...


Como cocinero tengo un ayudante: Thomas. Thomas es tan malo en la cocina como bueno en la guitarra. Siempre trae su guitarra en los cruceros, normalmente escondida entre las provisiones. En los días tranquilos suele deleitarnos con algunas canciones. Sobre todo cuando enviamos al fanático de Ulf a que cuente una por una las revoluciones que dan los motores, hasta nueva orden.
Entonces se arranca con unos blues realmente increíbles. Tiene una voz muy afiniada y chirriante, pero la maneja con tal sentimiento que no hace falta que entendamos lo que dice. Incluso las mejores son aquellas en las que, simplemente se limita a expresar sus sentimientos con la melodía desgarradora de su voz, sin expresar palabras que solo deteriorarían la calidez que transmite...


Además de cocinar y vigilar el panel de control de inundaciones cuando atacamos, hago también algunos turnos de vigía. Así que ahora estoy ahí, en la torreta, controlando el sector de babor del submarino. El tiempo, como siempre en estas latitudes tan septentrionales, es frío. No llueve, pero hay una ligera neblina que cala y nos incomoda.
Dice nuestro submarinista que es posible que tengamos algo hacia estribor, pero no vemos nada. Lo que si se oye es un breve ruido de ollas, perolas y sartenes que es pronto acallado por la voz furiosa del segundo.
Pero estoy intranquilo... Mi rodilla izquierda tiene un pequeño músculo que da saltitos y percibo algo extraño que al principio no consigo darme cuenta que es. Hasta que en un pequeño cambio de dirección del viento me llega un aroma peculiar... como de especias... que no consigo identificar. Claro que esto no es algo como para comentarlo siquiera.
Al final, no vemos nada, y desaparecen también los ruidos inidentificados en el sonar, así que seguimos con nuestra rutina de patrulla. Como siempre.
Última edición por Invitado el 29 Ene 2005 10:02, editado 2 veces en total.
Tigre del Mar
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Sección caudal del Liberator indicativo “C”, 206 escuadrón de la R.A.F., en misión de escolta.

- “Elmer, reanude observación desde cola” – escucho en los auriculares la inconfundible voz del Patrón.

- “¡Parece que el Abuelo te reclama, El!” – se guasea Evans desde su puesto artillero de estribor.

- “Ahí adelante se aburren tanto como nosotros aquí”- le gruño como respuesta.

Interiormente, maldigo las malditas lámparas de reactancia del A.S.V, que siempre se funden cuando más falta hacen. Con el radar de búsqueda funcionando, no haría falta congelarse, oteando con los prismáticos constantemente la superficie del mar. “Vamos, “Grumpy”, arregla ya el condenado cacharro” – le deseo mentalmente al operador.
Al dirigirme a mi puesto, sorteo maquinalmente la protuberancia del contenedor de las cámaras del avión. “Cámaras fotográficas – me digo- eso tendría que estar manejando yo ahora. Y no éstas precisamente”. En metro y medio se acumula una enorme cantidad de material, incluidos termos, bolsas de lona, todos los tesoros imprescindibles de quienes habitamos "C" a popa del mamparo del "cockpit".
- "Cámaras"
Sólo soy un fotógrafo, eso si, muy bueno, el mejor que había en Kinkaple antes de la guerra: Si alguien quería un buen retrato, una chica con sueños de estrella de cine , por ejemplo, o un pretendido noble apoyado en la chimenea de su mansión, allí estaba Harry Elmer, o El, como me conocían en la comarca. Cómo y por qué terminé dentro de esta guerra, a bordo de un “Liberator”, es asunto complicado, hasta inexplicable para mi: Designios del reclutamiento, quizá, o tal vez el examen médico y la alabada “vista de lince” que plasmó aquella preciosidad de la W.A.A.F. en el formulario. Se llamaba Helen...si, seguro, Helen, y era una entusiasta del “blues”, como yo... Sus ojos me parecieron casi del mismo color azul grisáceo que el uniforme que llevo en este momento, debajo de estas incómodas capas de lana y cuero, un uniforme que me hizo soñar con un “Spitfire” y una preciosa D.F.C. prendida bajo la solapa.
Tres citas con Helen y después, nada de cazas, nada de refulgentes glorias, ni misiones arriesgadas: Un escuadrón de patrulla del Mando Costero, un combate donde el máximo del tiempo es paciencia y el mínimo acción. La R.A.F, Helen o la casualidad me llevaron al 206, pero no lo es estar a bordo de “C”. El Patrón bien lo sabe, yo no le miro después de aquel día y él evita hablarme...
Y todo por unas fotos antes de la guerra...
Bien, todo lo que tengo por el momento es una escuálida banqueta en esta jaula de plexiglass llena de corrientes de aire que los ingenieros de la Boulton Paul y el diablo diseñaron. He oído que los yankis llevan trajes con calefacción en sus aviones, y que incluso los artilleros del Mando de Bombarderos ya no vuelven congelados, pero debe ser que los grandes estrategas de nuestro grupo no los consideran necesarios para los aviadores marítimos. ¡Dios salve al Rey a pesar de este frío glacial!
La torreta empieza a empañarse y a gotear condensación. “No, Patrón, no quiero volver a oir que son lágrimas . Déjeme hacer mi trabajo”

Conecto la clavija de los auriculares y escucho.

“...”Boxer Charlie”, comprueben POSSUB, marcación cero, nueve, seis, distancia...”

Otra vez. Son los chicos de las corbetas de escolta llamándonos para investigar uno de sus olfateos. Nuevo giro interminable sobre el convoy. Aprieto el pedal derecho y hago rotar un poco la torreta para mejorar la escasa visión que me dejan los dos enormes planos de deriva. “Esa ha debido ser” –reflexiono al sobrevolarla- “una bonita corbeta de escolta, todos calentitos bajo cubierta, con una reglamentaria ración de auténtico whisky escocés – y de seguro muchos más exóticos licores- al salir de la guardia. Si el Patrón se entera de lo que llevo en el termo...”
Acaricio las culatas de mis “chicas”, pero, como casi siempre, no hay nada a lo que tirar. Otro viraje, esta vez a estribor. Vueltas y más vueltas sin saber nada, siempre es mejor asi.
Haddock
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II

Estamos en el puente del Socarrimath, ¿en qué otro lugar podríamos estar si queremos ver a qué se dedica el capitán? Ahí le tenemos: con la mirada perdida en el mar, junto al señor Chivas,el segundo de a bordo. “¿Dígame, señor Chivas, quien está en la proa?” “Oh, señor, son Tú i Ubut; hace días que suelen pasar ratos en la proa; de echo Tú parece que ultimamente tiene un comportamiento poco normal... aunque, pensándolo bien, no se que puede ser normal en nuestro cocinero…” “¡Bajemos a ver, señor Chivas, si alguien de a bordo no anda bien debemos saberlo!” Puerta de hierro, escaleras de hierro y cubierta de hierro: todo se cruza, se baja y se camina con zapatos con clavos de hierro. Tiempos, pues, de hierro estos tiempos; mares, pues de hierro, estos mares.

BBBRRRRRMMMMMM… “¡Oh señor Chivas, mire, por arriba andan husmeando los chicos del Mando Costero!” “¡Así es señor, les hemos mandado un radio por ese contacto tan débil y lejano de hace un rato!” “¡Buena guerra llevan estos aviadores! Vuelo, vuelta a casa, buena ducha y chicas guapas que se mueren por un uniforme de la RAF… y todo el wisqui del mundo. Y nosotros aquí, en medio de ningún sitio y sin nada que… ejemmm… que… bien, sin nada que beber… Bien veamos que tiene este chiflado con su chiflado pingüino.”

Ese chiflado le estaba diciendo, precisamente en ese instante, a su amigo, pingüino y chiflado también “¡Mira, pájaro, tonto! Avión llama eso y vuela…tu vuelas no, pájaro… ¡oh, tú no escuchas Tú, pájaro, tú miras mar!” “¡Xuic-xuic!” “¿Oyes también tú, pájaro, si?” “Xuic” “¡Lamento… es mar quien llora o hombre es, tú que dices pájaro!” “Xuic” “Si, pájaro, pienso igual yo: hombre es quien llora… dentro mar es, pájaro, dentro mar es…”

“Buenas tardes, Tú, hola querido Ubut, ¿paseando un rato en cubierta los dos? Pingüino y cocinero iban a contestar pero un marinero se cuadró detrás del capitán: “A sus órdenes, señor; MacCampbell, señor, el sonarista…” “Si, hijo, ya sé que el loco escocés del sónar se llama MacCampbell; ¿Qué más debo saber?” “Pues que ha oído algo raro, se lo ha dicho al alférez Jameson, este le ha amenazado con colgarlo del palo y, bien, creo, señor, que debería subir al puente” “Veamos, muchacho ¿que demonios ha oído?” El marinero estaba incómodo, como queriendo estar lejos de allí, pero, claro, esto no podía ser, así que optó por contestar “Bueno, señor, primero ha escuchado como alguien fregaba los platos, según él dos sartenes y una perola, todo con estropajo de metal, así que le debe haber quedado como a mi madre; mi padre siempre le dice “Mary, lavando platos eres la reina de Inglaterra”…” La voz del capitán tronó como anuncio del fin de los días: “¿Debo saber algo más marinero?” El marinero tiembla; azoramiento propio de quien sabe que, justo, acaba de dejar al tramo fácil de la ruta y entra en el más difícil: “Oh, señor, si, señor: ha oído llorar a alguien. Cuando lo ha dicho andaba por allí el oficial ese de las colonias. Lo ha querido escuchar y el americano ha asegurado: “No, por Dios, no; nadie está llorando, eso es un blues como una catedral y de los buenos”,de modo señor que será mejor que venga al puente, señor!” Eso iba a hacer el capitán cuando Tú habló “¡Es hombre dentro mar, señor capitan Sabih, conozco yo!” Ubut remató: “¡Xuic!”

El capitán iba a tirarlos por la borda cuando Johnnie Walter, el oficial artillero, intervino: “Oh, señor, haga caso a Tú: estos orientales tiene poderes sensoriales insospechados y, como todo el mundo sabe, los animales también. Lady TheFurorInThePubOfCourse, la mamá de Grace, mi promertida, hace sesiones de espiritismo en su palacete y siempre me dice que…” Habla, cortando la crónica social, el capitán, quien añora, en este momento, seis o siete tazas de té con curry para tirar y llenar seguidamente: “¡Bien, teniente, bien: me los llevo a ambos!”

Ya estan todos en el puente; el sonarista pone el altavoz y suceden varias cosas: el teniente de las colonias canturrea el blues; Tú afirma que “habla mi mucho hombre este, amigo es, mar dentro vive…. ¡¡Hola, amigo!!”; el teniente Jameson mira al capitán como diciendo “Yo no sé nada, señor…” y Ubut sentencia. “Xuic-xuic”.

El capitán nota un gran cansancio ante lo que ve y lo que oye y el mar, mientras, como ya ha lavado los platos, se sienta un rato a escuchar un triste blues que suena desde algún lado. Ubut baja, “Xuic”, a la cubierta inferior: es hora de sacar las cabras y, acorde con la gran ley del Reglamento Naval de Guerra, texto sabio donde se quiera, el tercer oficial entra de guardia; signo este, uno más, de la grandeza del Reglamento: si salen las cabras entra de guàrdia el tercer oficial; si entra de guàrdia el tercer oficial, las cabras estan a punto de salir. Hombres del mar, hombres de tradiciones, hombres que, a veces, escuchan blues por el sonar.
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