Relato Off Topic: Berceuse

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

Moderador: MODERACION

Responder
Castorp
Oberbootsmann
Oberbootsmann
Mensajes: 458
Registrado: 31 Ago 2000 02:00
Ubicación: Gijón
Contactar:

Relato Off Topic: Berceuse

BERCEUSE
(noviembre-diciembre 2003)


Para Desi.
Para Floro, de parte de Charlie Babbit.
Para Edurne, la niña pequeña de los ojos verdes que protestaban, haciendo travesuras, en aquel internado de mierda.


NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es la risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Miguel Hernández



El mayor Thomas Hackett se retira del ejército. Viaja en una fragata, la H.M.S. Fearless, con destino a Lisboa, cuando pasan ya cincuenta de los Cien Días desde que Bonaparte desembarcó cerca de Cannes y la guerra da sus últimos coletazos. Suenan las campanadas de la guardia del amanecer mientras veinte marineros raspan la cubierta con lampazos y Hackett pasea a solas por el combés, la vista fija en el espectáculo anaranjado y rosa que emerge a su izquierda, al este, tras la línea del horizonte. Navegan en el golfo de Vizcaya, en algún lugar entre Burdeos y Santander, y sólo se oye el ruido de la jarcia, la roda quebrando el agua y el grito de algún oficial persiguiendo el orden en el caos natural que les rodea: el resto es espuma en las crestas azul oscuro, nubes de panza de burro y la ordenada actividad de un barco de guerra inglés que se interrumpe al oírse una voz desde lo alto.
- Barco por la amura de estribor, señor. Al otro lado del buque, por delante. A ese lado, excelencia - le aclaran a Hackett desde el obenque más próximo. El tambor toca a zafarrancho de combate y la marinería se distribuye por la nave ocupando su puesto. Tom baja a su cabina, toma el sable, ceba dos pistolas y se pone a disposición del oficial de infantería de marina.
Hay una persecución, pues se asume que el barco avistado es una corbeta francesa desde el momento que no enarbola enseña alguna. La intención del capitán inglés es detener e identificar la nave como realista o imperialista. De hecho, y aunque de factura evidentemente francesa, se trata de la Galatea, corbeta española del ya monarca Fernando VII, comandada a la sazón por el más bisoño de los guardiamarinas de la Armada que, ante el acoso de un buque desconocido, pone pies en polvorosa y ordena una salva por babor. Poco después, marineros e infantes de marina, distribuidos por cuadrillas al mando de sus oficiales respectivos, escaramucean a mandoble y pistoletazo por la menuda anatomía del barco que creen enemigo. Hay sangre y hay heridos.
Tom Hackett y su grupo tratan de tomar el alcázar contra el empeño de siete gavieros españoles que resisten al pie del palo de mesana. Uno de ellos empuña un cuchillo largo que le apunta directamente al pecho, suda y le mira como un animal acosado. El mayor finta con la espada mientras oye un grito de advertencia en su idioma, por la derecha. Mira sin ver y una hoja de metal le atraviesa el costado, por encima de la cadera, derribándolo. Una sombra se acerca recortada en la cubierta y Hackett orienta el brazo que sostiene el sable para ensartarla por el vientre, primero las ropas, después la carne y luego algo duro, una costilla o la columna vertebral. Aterrado, gira la muñeca dispuesto a matar con tal de no morir y el peso comienza a deslizarse libremente hasta la empuñadura. La suelta al oír un grito desgarrado que se abalanza a su espalda,"Papa! Mon petit papa!", pero Hackett sólo atiende a una voz que repite allá lejos, en su cabeza, "sal de ésta", y antes de lo que se tarda en decirlo su cuchillo al cinto ya no está en el cinto sino describiendo una parábola en el aire y mojado en sangre, mientras una niña de seis años cae en cubierta como un fardo.
- ¡Se rinden!











- ¿Mayor? Mayor...¡Doctor Blair!
Una cabina en penumbra, pasos sobre las tablas del piso y cierto olor a láudano, a alga y a sal. Un rostro familiar que se dibuja.
- ¿Mayor Hackett?
"Yo...conozco esa voz..."
- ¿Joaquim?
- No, señor, tranquilícese...
Le toman los brazos y se los colocan sobre el pecho, despacio.
- Calma, caballero, todo ha terminado. Tranquilo...no...tranquilo...






- Tengo hambre...
El doctor Blair salta desde las profundidades de su sueño hasta el lecho del herido. Un cuarto de hora después el capitán Mole, acompañado de su primero, visita a Tom Hackett en la enfermería.
- Mi querido amigo, llevamos días esperando este momento.
- Capitán... me alegro de verle, señor.
Mole le mira con calma y el afecto le dibuja una sonrisa en la cara.
- Creo poder decir que lo peor ha pasado, caballero. ¿Cómo se encuentra?
- Bueno. Más magullado de lo que esperaba en mi retiro, francamente.
- Por cierto que sí - ríe el capitán de la nave -. Pero descanse. Descanse todo lo que pueda, amigo mío.









Toc, toc.
- ¡Adelante!
Entra Robbins, un guardiamarina con la cara asolada de acné.
- ¡Buenos días, señor! Vaya, tiene mucho mejor aspecto, eh...si me permite decirlo, señor. Bueno...el teniente Coleman le presenta sus respetos y desea invitarle a almorzar en la cámara de oficiales. El capitán estará presente, por supuesto.
- Gracias, Robbins. Presente mis respetos al teniente y comuníquele que acepto gustoso su invitación.






Fue una comida agradable, vaya que sí. El bueno del capitán Mole animando la conversación, todo el mundo preocupado por sus vendajes y el guardiamarina de turno solícito, rellenando su copa. Hackett volvía a pasear por cubierta apoyado en el hombro de Ned Chance, un marinero de primera empeñado en ponerle al día de lo sucedido cien millas al norte de Laredo.
- ¿Puede creerlo? Seis hombres arrojados por la borda, una docena de heridos y ni siquiera podemos tomar el barco como presa. Malditos españoles. Hoy aliados, ayer enemigos. ¿Quién se puede fiar de gente así?
Casi podía dibujarse el contorno de los rayos de luz que perfilaban la vela de mesana y el viento oxigenaba cada rincón de los pulmones de Hackett. Años después, emocionado, él describiría el momento como una confabulación de todas las fuerzas de la naturaleza reunidas para presentarle a "su querida hija", porque fue entre luz, viento y espuma blanca que vio, por segunda vez, a Marie de la mano del doctor Blair, levantando tres pies desde las tablas de cubierta con el pelo rubio recogido en una trenza perfecta. Ni siquiera asoció su imagen a la refriega de la corbeta española, motivo por el que aún hoy le asombra que, la primera vez que le habló, lo hiciese en francés, en cuclillas, con la pequeña carita entre las manos.
- Mon chéri, qu´est que c´est...?
- Quoi?
- Qu´est que tu fais ici? ¿Qué...? ¿Qué hace aquí?
Hackett se volvía hacia Ned, que callaba azorado. Levantó a la niña por las axilas, incorporándola sobre el pecho con cuidado, torpe como quien sujeta a un crío por vez primera, el brazo izquierdo bajo los muslos y el derecho tomándole la espalda. Ella lo miraba sorprendida y se acariciaba la mejilla derecha, cosida de parte a parte con hilo de bramante para cerrar una enorme cuchillada reciente. Hackett recordó vagamente un grito y el arco y la fuerza de su brazo golpeando a ciegas. Un mechón dorado le azotaba la cara al son del viento.
- Mon sieur?
La miraba con los ojos muy abiertos, casi extasiado al tener entre sus brazos lo que se le antojaba un animal tan dulce y frágil, y tan desvalido por su culpa. Se agachó despacio, sosteniendo firmemente a la pequeña. "Señor", musitó Ned, preocupado, mientras Hackett rompía a llorar. Más que abrazar a la niña, parecía sujetarse a ella. Desde la jarcia, varios marineros miraban en su dirección, desaprobando con el gesto al ver a aquel hombre hincado de rodillas.


Toc, toc.
- Adelante.
- Señor, el mayor Hackett le presenta sus respetos y solicita ser atendido por vuestra excelencia.
- Muy bien, Johnson. Presente mis respetos al mayor y comuníquele que estaré a su disposición dentro de diez minutos.
- A la orden, señor.
- ¡Johnson!
- ¿Señor?
- Hágame el favor de relevar a Reece en la cofa del mayor hasta nueva orden.
- ¿Señor?
- Me pregunto cómo es posible que un oficial de mi buque pueda tener la santa osadía de presentarse en mi cámara sin afeitar.
- Eh...
- ¿Sí, señor Johnson?
- A la orden, señor. Sí, señor.










- Pero siéntese, amigo mío - Hackett avanzó por la cámara del capitán de la Fearless y tomó asiento al otro lado de la mesa donde el marino estudiaba una carta náutica -. Creo poder prometerle, si este maravilloso nordeste no hace de las suyas, que dentro de tres días habremos fondeado frente a la Torre de Belén. Pero ¡demonios!, estoy siendo terriblemente descortés. ¿Cómo se encuentra, mi estimado casaca roja?
- Ex casaca roja, señor, recuerde. Y aparte del consabido dolor de una herida como esta que, afortunadamente, se cierra, me encuentro muy recuperado. He tenido suerte y un gran cirujano.
- Puede usted decirlo. He visto al doctor Blair hacer maravillas en situaciones incluso peores que la suya. Fue una fea herida. Y un feo asunto en el que nos vimos metidos. Le puedo asegurar que la carrera de aquel guardiamarina estúpido ha terminado antes de empezar.
- ¿Le abrirán consejo de guerra?
- Sin la menor duda.
Ambos permanecieron en silencio unos instantes. El capitán Mole miraba a Hackett, que ladeaba la cabeza, pensativo.
- Pero ¿qué hacían allí?
- Patrullaban.
- ¿Al mando de un adolescente de diecisiete años?
- Es habitual dejar embarcaciones de dos palos, o incluso algo mayores, a cargo de un guardiamarina. Sin ir más lejos, yo mismo puse a Robbins al mando de una bombarda que apresamos la pasada primavera en el Canal, y el muchacho la llevó a Pompey con la diligencia de un joven Odiseo. En cualquier caso, y después de Trafalgar, la oficialidad naval española es, posiblemente, la más joven de Europa. Por eso no les sobran comandantes. El maldito crío se asustó al vernos aparecer de repente, el velero de la corbeta remendaba la única bandera bicolor del buque que, de todos modos, nadie se acordó de izar...Todo eso sin contar con que se dieron a la fuga sin cambiar una señal e iniciaron las hostilidades al disparar primero - Mole reprimió un exabrupto. Meneaba la cabeza, enfadado, mientras la sangre le coloreaba el rostro -. He entregado al mar a seis buenos marinos, por no hablar del enorme retraso que ha supuesto para nuestro viaje todo este condenado asunto. Jamás entenderé cómo semejantes botarates pudieron pararle los pies a Nelson en Tenerife y en Cádiz.
El mayor bajó la mirada. Había visto a aquellos "botarates" escabechar a parte de la futura Grand Armée en diversas ocasiones, antes de que el invierno ruso terminase la tarea, recuperando palmo a palmo un país ocupado. Él les había ayudado en la empresa.
- Pero usted no ha venido aquí a hablar de esa corbeta - Mole esbozó una sonrisa cómplice, y en sus ojos destellaba una extraña lucidez. Hackett conocía poco al capitán de la Fearless, pero le resultaba agradable. Sabía de él que ostentaba un escaño torie por la comarca de Sussex y que su familia vivía en Hartfield, una hacienda heredada de su difunto suegro. Tres hijos, uno varón, y varios contactos en el Parlamento. Algún escándalo financiero y ciertos rumores sobre la rectitud conyugal del caballero, pero nada que empañase la natural simpatía que derrochaba por doquier ni su buen hacer como marino y ser humano. Dueño y señor del mundo inmediato que delimitaba el casco de su nave, aquel hombre no ignoraba casi nada del pequeño universo que tenía a su cargo. Hackett se dio cuenta de que, de alguna manera, el capitán Mole ya conocía el motivo de su entrevista.
- Quiero llevar conmigo a esa niña, señor. Ahora mismo no hay lugar para ella y yo puedo darle uno, a mi lado. Aunque su padre siguiese con vida, Dios me perdone... el afecto, el impulso que siento hacia esa pequeña sería igual de intenso. Que me ahorquen si sé por qué.
Mole asentía con la cabeza, en silencio. Se incorporó despacio sobre su silla y se dirigió al armario empotrado entre dos cuadernas a espaldas de Hackett. Sacó dos copas y una licorera de cristal de Waterford.
- Sin duda, esa bella criatura ha tenido tanta suerte como usted. No había médico en la corbeta, por eso la trajimos con nosotros.
Hackett se revolvió incómodo en la silla mientras el capitán servía el brandy.
- Lo sé. El doctor Blair me ha puesto al corriente: padre español, madre francesa, también muerta, de fiebres, el pasado año. No tiene a nadie.
Mole le miraba circunspecto. Apuró su copa de un trago y extrajo una cigarrera de plata de un cajón lateral de su escritorio, ofreciendo el contenido a su invitado que, consumido de impaciencia, declinó la oferta. El capitán encendió un habano y dio una lenta chupada. Afuera, las olas golpeaban el casco de la nave.
- Trato de saber quién viaja en mi barco. Estuvo usted en Ciudad Rodrigo y Badajoz, y en San Sebastián con Graham, para quien yo mismo descargué cañones en Pasajes. Con semejante currículo, no sé hasta qué punto uno de los que conformaban la delgada línea roja puede dejar de hacerlo por mucho que se retire.
Mole dio otra chupada al cigarro mientras rellenaba su copa con la mano libre. La lista de nombres en castellano aún resonaba dentro de Tom Hackett, que sentía cómo una tristeza vieja se perfilaba en su interior. Los saqueos después de cada batalla, madres e hijas que acudían a vitorear a sus libertadores y acababan violadas por ellos con el beneplácito de Wellington, que miraba hacia otro lado en el momento preciso, el incendio de toda San Sebastián después de expulsar a Rey...sus propias tropas habían tomado parte en todo ello. De nuevo, la voz del capitán le sacó de su ensoñación.
- Tengo ya una edad, y que me aspen si no sé juzgar a un hombre. Qué demonios, me gusta usted, Hackett. Llévese a esa niña, trátela bien y que Dios los bendiga a ambos.


- ¡Aparejo a fachear!
La Fearless atracaba al fin frente al puerto de Santo Amaro. Todos los marineros tenían un ojo puesto en la maniobra y otro en el cúter que se iba a llevar a Marie, abarloado junto a la fragata. Muchos de ellos le habían dado de comer y de cenar, sentada en sus rodillas, haciéndole muecas y cantándole "Garry Owen". Ella aún no había llegado a entender la letra en inglés, pero siempre sonreía divertida entre cucharada y cucharada. Esa mañana, los juaneteros faenaban de mal humor en el extremo superior de la jarcia, resentidos con los compañeros que trabajaban más cerca de cubierta. Éstos, solidarios, iban pasando en voz baja noticias sobre la escena que se desarrollaba junto a la batayola.
- El capitán le da la mano al mayor, compañero.
- Sí, y tendríais que ver la cara de sueño que lleva la chiquilla.
- No se ha visto cosa más linda por encima del trópico.
- ¿Qué hacen ahora?
- El compañero de coleta del mayor está pasando equipaje al cúter.
- Esforzado caballero, ese portugués.
- Y bravo. ¿Le visteis repartiendo acero en el castillo de proa?
- ¡La princesa da un beso al capitán!
La última voz, más alta que las otras, llegó a oídos del teniente Coleman, atento a la despedida del mayor Hackett y tan melancólico como el resto de la tripulación.
- ¡Silencio de proa a popa! Johnson, apunte el nombre de ese marinero.
Hackett sostenía ya en brazos a la pequeña con los cinco sentidos puestos en el descenso por la borda. Antes de desaparecer de su vista, Coleman vio a la niña despedirle sonriente, diciendo adiós con la mano.
- Señor Coleman, el buque está en facha.
- Gracias, Weston.
El teniente sacó un pañuelo para sonarse. Tenía un extraño nudo en la garganta.








Hackett, Marie y Joaquim Esteves tomaron un coche de caballos que los llevó por la Avenida da India hacia la Plaza del Comercio. La casa de Joaquim estaba en el barrio de Graça, detrás de la iglesia que le daba nombre, con el castillo de San Jorge dominando los tejados desde el oeste. Aún quedaba media hora larga de viaje.
- Thomas...
- Oui?
- Est-ce un long chemin?
- Non, mon cher.
- Je suis fatigué.
- Je sais. Pourquoi n´essayez-vous pas de dormir?
- D´accord.
La pequeña se acomodó sobre el asiento trasero del coche, haciéndose un ovillo junto a Hackett y apoyando la cabeza en su regazo. Él la tapó con su gabán y se reclinó hacia atrás buscando una postura cómoda, pues también estaba agotado. Decididamente, los barcos no eran para él. Acariciaba con una mano la mejilla de la niña cuando notó cierta humedad entre los dedos.
- Thomas...
- Oui?
- Avant de dormir, papa il me chantait toujours.
- Je le ferai pour lui, ma belle.
Trató de hacer memoria. Cantaba tan bien como viajaba en barco, pero tenía que intentarlo. Joaquim sonreía burlón cuando comenzó a entonar los únicos versos que le vinieron a la cabeza.

Dors, mon p´tit chère,
Maman n´est pas là.
Elle est en Belgique,
Elle est aux Pays-Bas.


Los tres viajeros cerraron los ojos tratando de descansar mientras durase el trayecto. Afuera, la Rúa dos Franqueiros bullía de almas y la ciudad aún se desperezaba. Tom pudo sentir que la respiración de la pequeña se iba haciendo regular.

Dors, mon p´tit chère.
Quand tu seras grand
Tu iras aux Amériques.
Un jour, elle reviendra.


Estiró el cuello, amodorrado, y vio que Marie estaba completamente dormida, y sonreía.
Última edición por Castorp el 17 Nov 2005 16:15, editado 8 veces en total.
"Asturias... puntería natural..."

Castorp U-34 / 24 Flotilla Geweih
Imagen[img]http://i3.photobucket.com/albums/y69/ca ... ryforo.jpg[/img:c54c
oarso
Könteradmiral
Könteradmiral
Mensajes: 4609
Registrado: 30 Nov 2000 01:00
Ubicación: RENTERIA ( A 8 KM. DE SAN SEBASTIAN.- GUIPUZCOA

Excelente, excelente,excelente.

!! Gran Miguel hernandez ¡¡

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.


Yo tampoco. Saludos
Imagen
Imagen

¿Profesión?
Técnico Superior en sistemas de refrigeración de materiales de construcción.
¿El que moja los ladrillos en las obras?
El mismo.
oarso
Könteradmiral
Könteradmiral
Mensajes: 4609
Registrado: 30 Nov 2000 01:00
Ubicación: RENTERIA ( A 8 KM. DE SAN SEBASTIAN.- GUIPUZCOA

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!




Miguel Hernández
Imagen
Imagen

¿Profesión?
Técnico Superior en sistemas de refrigeración de materiales de construcción.
¿El que moja los ladrillos en las obras?
El mismo.
oarso
Könteradmiral
Könteradmiral
Mensajes: 4609
Registrado: 30 Nov 2000 01:00
Ubicación: RENTERIA ( A 8 KM. DE SAN SEBASTIAN.- GUIPUZCOA

¿Habeis conocido alguna vez una carta de amor como esta?

¿Cuantos submarinistas no habrán recitado algo parecido,(en su idioma) en el curso de sus azarosas misiones ?

!! Gozadla ¡¡

-----------------------------------------------------------------------------

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos..

No me encuentro los labios sin tus rojos,
que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
criando nardos y agostando hinojos.

No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.

Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que en ti principia, amor, y en mí termina.




Miguel Hernández
Imagen
Imagen

¿Profesión?
Técnico Superior en sistemas de refrigeración de materiales de construcción.
¿El que moja los ladrillos en las obras?
El mismo.
Castorp
Oberbootsmann
Oberbootsmann
Mensajes: 458
Registrado: 31 Ago 2000 02:00
Ubicación: Gijón
Contactar:

No los conocía, ese tío era genial... Me los apunto. Gracias! :wink:
"Asturias... puntería natural..."

Castorp U-34 / 24 Flotilla Geweih
Imagen[img]http://i3.photobucket.com/albums/y69/ca ... ryforo.jpg[/img:c54c
Responder

Volver a “FORO DE RELATOS”