Mar en calma y cielo semidespejado
Mejor. Solo nos faltaba mal tiempo con este "regalo"...
Las cosas no han cambiado demasiado con la gran reforma del país y todos los cambios del Partido. Una buena recomendación sigue valiendo tanto o mas que en los tiempos del Kaiser Guillermo. Lo malo es que yo no la tenía, y Johann si. Por eso el está en algún burdel de Kiel y yo estoy con el culo helado y azorado por la angustia en este maldito fiordo... Maldita sea mi suerte.
O quizá no sea culpa de mi suerte, sino de, con todas las recomendaciones del mundo, los estúpidos burócratas que aceptan cambiar en el último momento una tripulación experimentada por unos chicos recién salidos de la academia y un comandante con solo tres patrullas.
¡Oh, si! Pero nos han dado un brillante submarino nuevo, como si este fuese a manejarse solo y nosotros pudiésemos dedicarnos a dormir y jugar a las cartas en la popa mientras él hace el trabajo solo.
Estamos dentro. Los británicos no se han enterado de nuestra presencia; por ahora la suerte nos vela.
Avante lento. Navegación silenciosa. No quiero oir ni vuestra respiración chicos.
Los muchachos (y lo pienso en un tono como si yo fuese su padre, y apenas soy unos pocos años mayor que ellos) se ponen rígidos y siguen fielmente la orden. El nerviosismo y el miedo es como un neón en sus rostros. No es reprochable. Cuando se sale de la academia te esperas que te envíen a un par de misiones rutinarias para coger tablas, no que te envíen directamente a un encuentro desigual con una flotilla enemiga armada hasta los dientes. Pero saben que es su deber, y lo acatan con un patriotismo ciego que solo la juventud puede tener.
Múltiples contactos en el sonar. Los perros de presa ingleses se mueven por todo el fiordo. Ni un solo movimiento en falso o somos cadáveres.
Apenas hay unos pocos metros bajo la quilla. Navegamos con el miedo pegado al cuerpo, casi al alma, tan metido en nuestros poros como el olor a cuerpos sudorosos, a verduras podridas y a carne rancia.
Un destructor acaba de pasarnos por encima; el corazón me late con tanta fuerza que tengo miedo de que mis hombres lo oigan. Calma, calma... Hoffman se muerde las comisuras de las uñas, lo hace tan fuerte que está levantándose la piel, dando salida a diminutos vermellones de sangre. Encuentra mi mirada y deja de hacerlo de inmediato, quién sabe si mas por verguenza que por sentido del deber.
Otro destructor a babor; tan cerca que el ruido de sus hélices nos impresiona. Ordeno parada total de máquinas; no quiero arriesgarme.
Me tienta subir el periscopio, pero me acobardo y no lo hago, disfrazando mi miedo de prudencia.
Esperaremos unos minutos. El sonar sigue las trayectorias cercanas. No podemos esperar demasiado, los cañones ingleses están haciendo sudar mucho a los nuestros en la superficie


Avanzamos de nuevo en silencio, hacia el interior del fiordo. Nuestro premio está allí.
Es extraño, tengo fogonazos mentales con Anna Schwartz. ¿Que habrá sido de ella? Seguía en aquella tienda de Alexander Platz cuando me embarqué, pero... hace tanto de eso. Ya son casi 3 años. Imagino que se la llevarían a los campos, como a papá... Me esfuerzo en sacar esos pensamientos de mi cabeza.
Hemos rebasado a los dos destructores y ni se han enterado. Si conseguimos lanzar nuestros peces habrá que pasar de nuevo por aquí, y eso no es muy viable. Lo sé. Ellos también, pero obedecerán mis órdenes, por suicidas que sean.
Dietrich grita en voz baja. Marcación 125, sus hélices destacan como un tenor entre voces de castratti. Se mueve lentamente; imagino que estarán haciendo tiro al pato a placer con los nuestros...
Nos aproximamos dando un rodeo. La profundidad bajo quilla baja otro metro. Ordeno parada inmediata. Mantengo la compostura pero estoy muerto de miedo. Hay tan poca agua bajo nosotros que una maldita roca que sobresalga mínimamente nos delatará en medio de esta jauría. Nos harían pedazos. Atras despacio, ni un ruido chicos.
No puedo creerlo. Gira. Gira hacia estribor. No sé si está cogiendo posición para cambiar el ángulo de tiro de sus cañones o que, pero en la práctica eso significa que nos enseña su costado. Es como abrirnos su casa para que entremos...
Arriba periscopio. Abajo, ya!
Apenas he dado una mínima mirada. Se nos pone a tiro. No puedo dudar. El pulso acelerado martillea mi cabeza. Trato de sobreponerme. Avante despacio, dos grados a estribor. Carguen torpedos 1, 3 y 4. Profundidad dos metros.
Nuestro amigo espera, ignorante de nuestra presencia

Destructor acercándose a media velocidad. No podemos demorarlo. Será ahora o nunca.
Peces fuera

Los segundos pasan como si fuesen horas. Cada click del cronómetro resuena en mi cabeza como un mazazo. Otra vez Anna. No, eso no. Debió irse, debió irse cuando vió de lo que eran capaces. Yo no tengo la culpa; ni de lo de papá. Siempre habló demasiado, siempre creyendo que era tan invulnerable y respetable como en la universidad... Se equivocó. No tenía derecho;no, no lo tenía. Su maldita dignidad, su moral su... ¿de qué le sirvió?¿de que le sirvió a mamá, viuda y atemorizada? Ni siquiera yo tendría que estar aquí si el sólo se hubiese callado. Quizá...
¡Mierda!
El primer torpedo se ha perdido. Ahora toda la maldita marina inglesa sabrá donde buscarnos.
Tres segundos para el siguiente.
¡Impacto!
¡Sí! Los puños crispados y los blancos dientes de mis hombres dejan ver su euforia. Uno mas. Debería estar a punto de...


¡Dios! ¡Lo hemos logrado!
Periscopio arriba, solo unos segundos.
En toda la popa. El maldito Warspite se aleja bastante escorado y a poca velocidad, hemos debido de destruir alguna de las hélices.
Ahora empezará la revancha. Hay que moverse.
Avante un tercio y giro de 90º, hay que alejarse. En unos minutos esto será un hervidero.
¿Minutos? Maldición, los tenemos casi encima ya.

Parada total de máquinas. Hay algunos metros aún en esta zona. Bajamos todo lo que podemos y en silencio. Había reservado un pez listo para abrirnos paso en el camino de vuelta, pero no va a haber ocasión.
El sonar dice que nuestra presa principal sigue alejándose. El muy bastardo aguanta. Quizá todo haya sido un esfuerzo en vano...
Cargas.
No están muy finos. Las explosiones son lejanas, nos buscan en el lugar equivocado. Pero no es un consuelo. Estamos atrapados en esta ratonera. Que acierten aunque sea de casualidad es cuestión de tiempo...
El sudor cubre nuestras frentes, apenas si pronunciamos las palabras justas de informe y órdenes, como si la saliva valiese mas que todas las medallas de Doenitz
Las cargas caen de nuevo. Esta vez mas cerca. No podemos permanecer parados o acabaremos nadando en el fiordo. ¿Pero hacia donde ir? Hay 3 destructores trazando círculos... Avante despacio sin mover el timón ni un palmo... Maldición. Aún menos profundidad. Me veo obligado a subir un metro por miedo a encallar.
¡Dios! Se nos echan encima

Calma, calma Hans, calma. Contrólate, todos dependen de tí.
Mas cargas a proa. Solo un metro bajo la quilla. Maldito sea este dia.
Paren máquinas.
Cargas de nuevo. Mas lejos esta vez. Esperemos unos instantes a ver si...
¡Maldición! !Uno de ellos viene directo hacia nosotros! ¡Avante tod...
Demasiado tarde.

El impacto ha sido brutal. Ordeno parar máquinas, pero el submarino no deja de balancearse de un lado a otro, hay varios indicadores dañados y entra agua por la escotilla. Todos se esfuerzan en cumplir las órdenes a pesar de que el miedo tatua sus rostros...
Controlamos las fugas. Estabilizados.
Es extraño pero la embestida parece mas fortuita que intencionada. Y, por alguna inexplicable razón (¿hemos rebotado en el fondo?) nuestra vela ha golpeado su popa y el destructor se ha hundido tras nosotros, con una gran explosión. Milagrosamente nuestro sonar y sonarista están intactos; un regalo (o una ironía) del cielo. Otros no han corrido tanta suerte. Tres muertos y varios heridos de diversa consideración. Hacemos todo lo que podemos, que no es mucho. La situación es poco menos que desesperada. Las baterías no funcionan. El compartimento de torpedos de popa esta semidestruido y entra agua abundantemente, pero el sonar está intacto... que ironía. El sonarista Otto, tartamudea. Con coraje fingido le levanto por las solapas y le pido que se calme.
¿Que podemos hacer?
Las cargas han cesado. Los destructores ralentizan su velocidad. ¿Estarán recogiendo supervivientes?¿los habra habido? Al parecer ha habido una gran explosión...¿ha reventado su caldera, o la santabárbara?¿como ha podido suceder?
No podemos rendirnos. Aún no.
Comunico las órdenes para que sean distribuidas en silencio. Las cargas han cesado, y estamos al lado de su destructor hundido. Aquí no van a lanzarlas, con lo que tenemos una relativa seguridad. Aseguraremos las fugas, y nos mantendremos a la espera. Los ingleses recogerán a los suyos y tarde o temprano se irán, al caer la noche.
Dos horas y el movimiento de los destructores ha sido lento pero constante. No cesan de buscarnos, pero todas las cargas se lanzan lejos d e su barco hundido. Estamos a salvo, por ahora. No podemos reparar las fugas de popa adecuadamente. El agua helada sigue entrando, aunque a menor velocidad
Tres horas ya. Solo oimos un destructor, pero este no ceja en su búsqueda. Nos ha pasado por encima un par de veces, y el terror bailaba a nuestro lado, mofándose de nuestras almas. Otro de los hombres ha muerto de sus heridas. Si no salimos pronto a la superficie alguno mas le acompañará.
Cinco horas. Karl empeora y a Martin le dió un ataque de histeria; tuvimos que golpearle para contenerle y hacerle callar.
Seis horas. El aire está viciado, el frio invade toda la nave y nos hace tiritar. El oficial de máquinas cree que ha puesto a punto las baterias y que podríamos movernos, al menos hasta superficie. Prefiero esperar a la noche, el destructor sigue rondando.
No, no, no, no... Estamos malditos. En una de sus aproximaciones, muy lenta, demasiado lenta, a nuestra posición captamos un chirrido conocido por todos: el muy bastardo ha soltado el ancla. Ha anclado al lado de los restos de su compañero hundido. Imagino que piensan que nos han hundido y que estamos muertos, y fondean para esperar refuerzos para recuperar carga o cadáveres del destructor siniestrado. No lo sé.
Evalúo la situación. Si no salimos moriremos asfixiados, por hipotermia, algunos mas por las heridas, o por la locura misma.
Y tomo la decisión desesperada: salir.
El destructor ha anclado justo delante nuestro, así que no tenemos opciones. Saldremos a superficie a toda máquina cogiéndoles por sorpresa. Saldré a lo que quede del puente para indicar los datos de tiro y soltaremos nuestro pez contra ellos.
Sí, es un suicidio, pero quedarse aquí también. Quizá la suerte exista y esos ingleses estén borrachos celebrando habernos hundido.
Vamos allá
A toda máquina. 6, 5, 4 metros. Abro la escotilla como puedo entre los hierros retorcidos e intento encaramarme; un golpe de agua helada me lanza hacia abajo. Oigo el primer cañonazo y una explosión retumba a nuestra popa. Malditos, malditos sean todos; golpeo a Fritz cuando intenta evitar que suba de nuevo, me encaramo y dos nuevos disparos hacen saltar columnas de agua a nuestro lado. Canto casi maquinalmente los datos y ordeno abrir fuego.
Casi a la vez veo un destello en varios puntos del destructor a un tiempo, y oigo el silbido de la muerte en forma de andanada que se acerca raudo a nuestra nave.
Tan solo alcanzo a ver saltar por los aires la mitad de la proa, y luego un fogonazo, la ausencia de sonido, la oscuridad

la nada.
Voy hacia tí Anna
*Aunque basado en acontecimientos históricos esto es, obviamente, un relato de ficción salido de mi experiencia en una de las misiones enlatadas del SH III
Salud!