Una mañana de Octubre...

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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Backman
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Una mañana de Octubre...

Hoy me he despertado en plan intimista, fijate tu... Ahi va mi primer relato en cuatro años de flotillero. No seais crueles.

Una mañana de Octubre


Aquella mañana me levanté desganado. Miré a través del sucio cristal de la ventana y comprobé que el día estaba afectado de la misma dejadez que había hecho presa de mi. El sol no se atrevía a rasgar el velo de bruma que durante la noche se había apoderado del puerto. A través del tacto del cristal de la pequeña ventana percibí el frío intenso que debía hacer allí afuera. El traqueteo de los motorcillos de los pequeños pesqueros era la guinda en aquel monótono pastel.

Un tiempo apropiado para la víspera de la partida. Aparté mis pensamientos de lo que había tras aquella ventana, y como alguien que despierta tras un sueño, la realidad de mi situación me envolvió desalentadoramente… la víspera de la partida. Esta idea revoloteaba inquieta en mi mente.

La habitación se hallaba en completo desorden. La cama deshecha, ropa por todas partes, el petate abierto encima de una silla. Decidí ponerme manos a la obra. Quería disfrutar de mi última tarde en Francia, sin las preocupaciones de los preparativos. Era consciente de que no iba a ser fácil. Durante la última semana había tenido que hacerme a la idea de que dejaría ese país, probablemente para siempre. Si lo que había oído era cierto, mi siguiente destino sería muy lejos de allí, en La Spezia, en Italia. Eso suponiendo que hubiese un siguiente destino. Las noticias no eran precisamente halagadoras en los últimos tiempos. Los malditos ingleses estaban aprendiendo las reglas del juego demasiado bien y demasiado rápido. De un tiempo a esa parte, los convoyes enemigos no estaban donde se suponía debían estar, y los destructores ingleses adivinaban nuestra situación con tanta exactitud... Corrían incluso rumores de sabotaje y espionaje. Alguien les estaba pasando información. Malditos franceses… No, bien mirado, no era culpa de los franceses. Al fin y al cabo eramos un ejército de ocupación, un invasor. Junto a eso, los rumores de aquel aparato que cabía en una habitación y que era capaz de encontrar nuestros submarinos por muy profundo que fuese el escondite, o muy hábil su comandante. Ni siquiera el estar en las manos de un buen comandante era una garantía en esos días.

Intenté apartar aquel pesimismo de mi mente. Aquel día triste e invernal contagiaba al espíritu. Comencé a doblar la ropa con dejadez, mientras intentaba llevar mis pensamientos por senderos más agradables. Algunos compañeros trataban de distraer sus atormentadas cabezas con el remedio más antiguo: mujeres. Desde luego la guerra destruía muchas cosas, pero algunos negocios florecen incluso en momentos como este. Es el caso de los burdeles. Desde que llegué a Lorient pude comprobar que los burdeles siempre estaban atestados.

Siempre tuve muy claro que yo no iría a una de estas casas de putas. Mi Hannah no se merecía algo así. Muchos de mis compañeros se mofaban de mi idealismo platónico del amor. No puedes amar a una mujer a la que no puedes tocar –me repetían burlonamente una y otra vez.. El caso es que logré mantenerme firme en mi propósito. Había conocido a Hannah hacía dos años, y poco antes de mi partida decidimos prometernos. Ahora, en aquella habitación, con mi petate a medio hacer, con la orden de presentarme la mañana del día siguiente en el puerto para embarcar, me arrepentí como nunca de aquella decisión. Hannah no se merecía aquello. Quizá, de forma inconsciente, ese fuese uno de los motivos de mi fidelidad hacia aquella linda jovencita bávara. Ya que ella se había comprometido a esperar mi vuelta, yo la correspondía manteniéndome lejos de otras mujeres.

Aunque a esas alturas, eran pocas las esperanzas de volver las que me quedaban. Había tentado al azar en varias ocasiones, y en el juego del destino, éste acaba tomándose la revancha, tarde o temprano. No había miedo, no había ansiedad en aquel pensamiento. Ni siquiera ira, por mi ignorancia al alistarme, convencido fervientemente por toda aquella propaganda. Tan sólo una triste resignación.

Decidí que era mejor no pensar. La mente en blanco, el espíritu vacío, como una carcasa. La guerra le convierte a uno en eso, al fin y al cabo, en una concha vacía de sentimientos y esperanzas.

Seguí recogiendo la ropa desganadamente mientras el sol asomaba sus rayos tímidamente por fin tras el manto brumoso, aquella mañana de Octubre.

CONTINUARÁ…
BACKMAN, OAW, 24ª FLOTILLA
Siurell
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Y has estado cuatro años a estrenarte????
Pero si es magnifico.
Ese continuara me ha dejado con la miel en los labios...sigue con tu relato..no lo dejes Backman.
::ok
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