Relacionado con las fotos de la polémica....

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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Luny
Bootsmann
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Relacionado con las fotos de la polémica....

No me dio tiempo a ponerlo en el hilo correspondiente antes de cerrarlo....


Nayaf. Ciento sesenta kilómetros al sur de Baghdad. Diecinueve de agosto de 2004

Labib conducía su destartalado Hyundai de vuelta a casa. El calor seguía siendo insoportable a pesar de haberse puesto el sol hacía un buen rato. Como hacía más de un año, las calles estaban casi desiertas. Solo algún vehículo circulaba a buena velocidad sin hacer mucho caso de las señales o de los escasos viandantes. Desde que Muqtada al Sader se había atrincherado en la mezquita del imán Alí ben Taleb, la situación se había puesto aún más tensa si cabe. Las tropas de invasión no se fiaban de nadie ni de nada.
No se podía uno acercar a la zona acordonada por los soldados británicos y norteamericanos. Su vecino de la casa de al lado le había dicho que un avión grande y lento había estado dando vueltas sobre la mezquita disparando un chorro de fuego hacía un par de días. –Como siempre exageras, Omar- le había dicho. Por algo él se llamaba Labib que significaba sensato. Su padre se lo había puesto para ver si su segundo varón no salía como el primero, Raghib que con dos años y medio ya hacía honor a su nombre, “Deseoso”, porque todo lo quería probar, tocar, morder, sentir…
-Raghib, ¿dónde te metes, hermano?- dijo para sí pero en alta voz Labib mientras deslizaba el viejo coche por la carretera que le llevaba hasta el barrio residencial donde vivía con su familia. La carretera atravesaba las extensas zonas de cultivo junto al río, incluso lo cruzaba en varios puntos antes de entrar en la pequeña población donde trabajaba. Le vino a la mente cuando antes de mudarse a la ciudad, vivían cerca del río. Una sonrisa afloró en su cara cuando recordó cómo se divertían haciendo rabiar al viejo Halim cuando le birlaban las naranjas delante de sus narices. Y qué buenas que estaban. A Raghib no le sentaban muy bien, pero se ponía hasta los ojos igual que los demás chiquillos.
Salían corriendo delante del hombre que intentaba darles alcance. Raghib siempre le agarraba de la mano y le decía: -Corre Labib, corre que nos pilla.- En una ocasión le dijo, ya fuera del alcance de Halim. –Hermano, siempre te protegeré.- Años más tarde supo que el viejo Halim se partía de risa cuando le daban esquinazo bajando hasta el cauce del río. El viejo siempre dejaba un cajón o alguna escalera cerca de los naranjos, así como descuidadamente, para que no tuvieran dificultad en alcanzar las frutas.

A Raghib, para no perder su costumbre, se le metió entre ceja y ceja alistarse en el ejército. Y así lo había hecho a pesar de que su padre intentó por todos los medios disuadirle. Incluso Labib lo había intentado, pero no con el suficiente entusiasmo. Admiraba a su hermano desde siempre y si él quería ser soldado, que lo fuese. Total, ¿qué podía pasarle en el ejército más poderoso del oriente próximo?
Raghib no volvío nunca más. Supo que fue de los primeros en entrar en Kuwait allá por agosto de 1990 –Vaya, hace catorce años ya. El tiempo corre- y llegó a escribir con su torpe caligrafía lo orgulloso que estaba de haber participado en la toma del palacio del Emir y había incluido una foto suya con otros muchachos de su edad subidos encima de un descomunal tanque. Después de eso, silencio.

Apenas había luz en la avenida. Acababa de dejar atrás el primer grupo de casas bajas, justo enfrente del recinto del mercado cuando una sombra saltó hacia la carretera. De un volantazo esquivó a la figura al tiempo que apretaba el pedal del freno para no cruzar la mediana. Un furgón Mazda le pasó rozando la aleta izquierda soltando un bocinazo.
La figura estaba ahí detrás. -¿Estás loco? ¿No ves que te vas a matar?- le espetó a la sombra bajándose del coche.

A unos 800 metros del lugar, un soldado norteamericano pulsa el botón y dice:- Guardabosques, aquí Yogui dos. Tengo un siete uno en actitud sospechosa en uno uno seis. Cambio
-Yogui dos, aquí guardabosques. Identifique y dé localización exacta. Tenemos un Brad a tres manzanas de su posición actual. Cambio
-Recibido guardabosques. Aquí Yogui dos procediendo. Cierro.
Con las luces anticolisión atenuadas el AH-64 ascendió otros seiscientos pies y se dirigió hacia el noreste unos mil doscientos metros dando un rodeo para no ser escuchado. Desde aquella posición tendría las luces de la plaza de la Revolución de 1920 a la espalda y no interferirían en su dispositivo FLIR.


De repente un escalofrío recorrió su espalda a pesar del calor reinante.
-Labib, soy yo. Tu hermano-
-Raghib, pero…. ¿dónde has estado estos años? ¿Cómo sabías que era yo? Sube, vamos a casa antes de que nos atropellen.-
En la oscuridad Labib no pudo apreciar la dificultad de su hermano al andar. Y aunque hubiera sido pleno día, la alegría de volver a verlo tampoco le hubiera hecho ver lo evidente.
Ambos subieron al coche y se pusieron en marcha.

-Guardabosques, aquí Yogui dos. El siete uno se mueve dirección noreste. He identificado un contacto junto al vehículo. Se ha subido y conduce. En más cuatro llegará a la plaza. ¿Alguna patrulla para intercepción? Cambio.
-Recibido Yogui dos. Negativo. Proceda con seguimiento. Fuera
-Aquí yogui dos. Recibido.

-No me lo puedo creer, Raghib. ¿De dónde sales? ¿Dónde has estado hasta ahora?
A la tenue luz del salpicadero y del reloj digital, Labib no podía apreciar el estado de las ropas de su hermano. Mucho menos identificar el uniforme de campaña de las tropas acorazadas del desparecido ejército iraquí, sobre todo después de catorce años bajo el sol del desierto y todo tipo de inclemencias. Del estado del calzado mejor no hablar.
Raghib no contestó. Al menos no inmediatamente.
-Vamos a tomar algo. Conozco un sitio que todavía puede estar abierto. Luego vamos a casa. Verás que sorpresa se lleva tu cuñada.-
Labib conducía a mayor velocidad que antes. Ya veía las luces de la plaza de la revolución. Nunca había entendido qué representaba esa estructura circular de color verde y gris con esas palmeras metálicas en el interior.

-Aquí Yogui dos. Siete uno acercándose. Más dos.-
-Recibido Yogui dos. No lo pierda de vista. La pista de baile está completa. Cualquier intruso no lleva invitación. Permanezca atento. Un control junto al cruce de la avenida norte lo detendrá pero puede hacer falta apoyo. Cambio
-Aquí yogui dos, recibido. Tengo mejor posición ahora. Identifico un solo ocupante, repito, un solo ocupante. El siete uno aumenta la velocidad. Entrando en la plaza.
-Recibido Yogui dos.

-No vayas por ahí- le dijo Raghib- ve hacia el otro lado, hacia tu casa-
-Si es solo un momento, nos tomamos un té y algún dulce y volvemos-
-No, Labib, no vayas por ahí, no quiero ir por ahí, no vayas… no.-
Quizá la alegría o la insistencia de Raghib hizo que Labib no se diera cuenta de que su hermano sabía dónde estaba su casa en la ciudad, aunque nunca había estado.
El Hyundai tomó la rotonda un poco más rápido de lo necesario haciéndolo apoyarse fuertemente en la suspensión.
Tomó la avenida norte en dirección a la mezquita sitiada.

-Yogui dos a guardabosques. El siete uno se dirige a la pista de baile. ¿Le disparo ya?-
-Negativo yogui dos. El control está advertido. Aguarde instrucciones Cierro.

-¡Para, Labib, para y da la vuelta. No sigas!-
-Pero si es un momento, no seas cabezota. Déjame que por una vez me salga con l…..
-Para y da la vuelta, no sigas por aquí, no quiero ir por aquí, Labib. ¡No sigas más!
Labib pisó el pedal de freno con energía a la vez que se arrimaba al muro de la parcela. El Hyundai derrapó sin consecuencias. Solo una nube de polvo lo envolvió por unos instantes.

-Guardabosques, tengo el vehículo. Se ha detenido cerca del puesto de mando. Identificación positiva, repito, identificación positiva. Un solo ocupante. El vehículo va tripulado por el conductor. Parece nervioso. Ha debido de ver el control al final de la calle. Le tengo centrado, señor. Cuando quiera puedo abatirlo, señor. Cambio
-Cierre el pico, yogui dos. Espere instrucciones y no lo pierda de vista. Cierro

Se puede saber qué demonios te pasa, Raghib! ¿A qué viene tanta insistencia en no venir por aquí? Llevo catorce años sin saber de ti y ¿ya vamos a discutir? Apareces de la nada vestido con esos harapos de vete a saber tú quién, sucio de polvo y con ese gorro…. ¿qué es ese gorro?
- Te dije que siempre cuidaría de ti, hermano.-
-¿Pero qué hablas? ¿De qué estás hablando si puede saberse? Anda y bájate que es una calle más abajo.- Labib apagó las luces del coche y quitó el contacto. Puso el freno de mano y abrió la puerta del conductor.

-Guardabosques, aquí yogui dos, el conductor sale… creo que va a actuar. ¿Lo va a dejar ir, señor?.-
-Espere, yogui dos, permanezca en su posición. Un hummy se dirige hacia allí. Cambio-

Labib cruzó la calle a la carrera. Unas brillantes luces se acercaban en sentido contrario impidiéndole apreciar la distancia. Alcanzó la acera opuesta y se giró para ver si su hermano también estaba cruzando para advertirle. Pero no. Ni siquiera había salido del coche. – Pero qué…-
Se encontró rodando por la polvorienta acera y fue a darse en la espinilla con el poste de una señal de tráfico. Una voz con fuerte acento extranjero le dijo que no se moviera y que pusiera las manos dentro de la cabeza. –Americano- pensó para sí dándole risa la expresión utilizada por el soldado para decirle que pusiera las manos sobre la cabeza. Una rodilla le aplastó el pecho y solo pudo apreciar el visor nocturno del soldado que le retenía y un par de cañones de fusiles de asalto que le apuntaban a corta distancia. Obedeció.

-Aquí yogui dos. ¿Me recibe? Aquí yogui dos. El conductor ha sido reducido. Solo recibo señal térmica de la parte delantera del vehículo, pero con este calor no consigo buena definición, señor. Debería usted ordenar fuego sobre el siete uno, señor.
-Aquí guardabosques. Permanezca a la espera yogui dos. No se atreva a decirme lo que he de hacer. El vehículo será inspeccionado. No lo pierda de vista. No quiero que pase lo de Ramala, ¿entendido?-
-Recibido, guardabosques, cierro.- A través del intercomunicador le dijo al piloto – Este tío es un mamonazo. ¿Y dice que estuvo en la guerra del golfo? Anda ya.-

Entre dos soldados lo pusieron en pié y le ataron las manos a la espalda con una tira de plástico que le pilló los pelos de las muñecas.
En el Hyundai, la puerta del acompañante se abrió. Labib pudo escuchar el grito de su hermano que le llamaba. Volvió la cabeza en la dirección del sonido, y vio a Raghib de pié junto al coche. A la amarillenta luz de la lámpara de vapor de sodio de la acera pudo ver el raído uniforme de su hermano. Era igual que el que tenía en la foto que mandó con su última carta, aunque costaba reconocerlo. El lado izquierdo de la cara estaba pálido, con las mejillas hundidas. El ojo izquierdo, o lo que se suponía, solo era un punto brillante en el fondo de una oscura cuenca. El lado derecho de la cara estaba deformado. No, faltaba buena parte de la mejilla, de la mandíbula y del cráneo. El gorro acolchado de carrista, de corte soviético, no había sufrido tanto y se mantenía en su sitio pero hecho jirones en esa parte de la cabeza.
-Raghib, ¿eres tú? Pero… ¿qué te has hecho?- acertó a decir Labib
Los soldados que lo empujaban al Hummvee se volvieron hacia donde miraba su prisionero y dos de ellos se llevaron los fusiles al hombro al tiempo que se agachaban, apuntando en la dirección del coche.

-¡Coño! Aquí yogui dos, se ha abierto la puerta del pasajero…-
De la boca del cañón de 30 milímetros M230 salió una llamarada. Y luego otra y otra y otra y varias más en rápida sucesión.

De repente, del cielo, un rayo anaranjado rasgó el aire un instante antes de oirse una serie de detonaciones sucesivas muy por encima de la calle. Casi en el mismo instante su viejo coche se sacudió como cuando sueltas el embrague de golpe con la primera marcha metida, mientras saltaban chispas brillantes del motor. Los soldados que le habían apuntado en el suelo, abrían fuego sobre su hermano. ¡Noooooo! Gritó Labib con todas sus fuerzas intentando sobreponerse a los estampidos de las armas automáticas.
Los soldados seguían disparando pero, no sobre su hermano que seguía entre la puerta y el destrozado automóvil, impasible, mirándole con ese ojo brillante de la única parte de su cara aún reconocible. El parabrisas se llenó de orificios y las puertas del lado izquierdo quedaron llenas de negros lunares ahí donde impactaban las balas de los fusiles, haciendo añicos las ventanillas cuando eran alcanzadas.
Raghib siguió impasible ante los ojos de su hermano.
De repente todo quedó en silencio. Ahora sí se podía escuchar el batir de las palas del helicóptero de ataque que había disparado desde arriba arropado por la oscuridad del cielo.
Del Hummvee se apeó un soldado. Aún sostenía un transmisor en la mano derecha. En la izquierda llevaba una enorme pistola de color negro.
Labib no entendió lo que dijo el soldado de la pistola, pero el gesto que hizo con esta hacia el invisible helicóptero no dejaba lugar a dudas. Dirigiéndose a un soldado de color, le señaló el coche y le dio una palmada en el casco.
El soldado de color, muy lentamente y sin dejar de mirar el coche a través de la mira de su fusil automático se fue acercando al montón de chatarra humeante en que se había convertido el viejo Hyundai.
Después de mirar dentro del coche por la ventanilla destrozada del conductor, el soldado hizo un gesto negativo con la cabeza y se dirigió hacia el lado del acompañante dando la vuelta por detrás del coche.
El soldado que aún sujetaba a Labib soltó un suspiro de alivio y, sonriendo, miró hacia su cautivo haciendo un gesto clarísimo que venía a decir algo como –vaya mierda, ¿no?-
Entonces, el soldado de color soltó un grito de sorpresa. Los demás miraron hacia allí.
Bajo la luz de la farola de la calle, el infante norteamericano sostenía en alto un par de botas de estilo militar. Las giró intencionadamente para que viéramos un detalle.
A ese par de botas de carrista del ejército iraquí le faltaban los talones.
Die honorably, just not today
Kamikaze Joe
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Un bonito cuento.

Pero solo eso: Un cuento.

Da lo mismo que lo ambientes en Nayab o en la Tierra de Nunca Jamas.
"Ninguna gilipollez es respetable. Lo unico respetable es el derecho de cada cual a expresar cualquier gilipollez. Tan respetable como, acto seguido, el derecho de los otros a llamarlo gilipollas."
Arturo Pérez-Reverte.
Bill Bones
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Joer Luny... a eso se le llama sacarle partido a una foto. 8O

Muy buena historia...

El detalle de las naranjas me ha recordado a otra anécdota, sólo que real. Soldados americanos comiendo naranjas de los huertos junto al Tigris para hidratarse en las interminables patrullas, lejos de sus Strykers y con sólo un litro de agua porque ya van cargados de sobras... las naranjas saben a medicina pero son gloria cuando el jugo cae por la garganta abrasada. Es marzo y la temperatura ya alcanza los 90º F al mediodía. Han de aguantar ese calor durante 8, 10, hasta 14 horas diarias. Los Strykers no caben entre los árboles y los soldados no tienen más provisiones que las puestas. Pero al menos hay sombra.
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