El salvador de los tesoros de Monte Cassino

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Walther
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El salvador de los tesoros de Monte Cassino

Teniente Coronel (Oberstleutnant ) Julius Schlegel.
Salvador del Tesoro de la Abadía de Cassino





Las guerras están llenas de injusticias con personas que son acusadas y condenadas por cosas que no han hecho. Los victoriosos, víctimas en ocasiones de su propaganda, su desinformación o de oscuros intereses ofrecen la cabeza de turno solicitada sin más, aun sabiendo en ocasiones que son inocentes de los cargos imputados.

Uno de esos casos, absolutamente sangrante de lo injusto que fue, le ocurrió al teniente coronel Julius Schlegel. Estos fueron los hechos:

Octubre de 1943. Las fuerzas alemanas se retiran lenta y ordenadamente a la línea Gustav. Las unidades rápidas alemanas cubren la retirada del resto de unidades alemanas hacia la potentísima línea defensiva, principalmente las de infantería y paracaidistas, las cuales, poco a poco, van tomando posiciones a lo largo de la línea Gustav. Por fin, a mediados de enero de 1944, los aliados llegan a la línea Gustav. Un par de días después empieza la primera batalla de Cassino.

De las unidades alemanas, a nivel de cuerpo de ejército, la mejor era el XIV PanzerKorps, tras resucitar de las cenizas de Stalingrado. Y a nivel de división, con el permiso de la 1ª de Paracaidistas, la mejor era la división blindada de paracaidistas Hermann Göring.

La abadía de Montecassino, tiene toda una historia de cristianismo, guerra y destrucción digna de ser contada. Fundada por San Benito en el 480, fue destruida por los lombardos en 581, por los sarracenos en 883 y por un terremoto en 1.349, volviendo una y otra vez a ser reconstruida. Incluso Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como El Gran Capitán, en vísperas de su gran victoria de Garellano llegó a pensar en destruirla. Afortunadamente, no lo hizo. Pero a la histórica, mítica y espiritual abadía, todavía la quedaba una destrucción más, y una posterior reconstrucción...

La abadía en sí y lo que representa es un tesoro religioso, histórico, arquitectónico y artístico de valor incalculable, a pesar de sus numerosas destrucciones.

Pero en 1944 hay un problema: el pueblo de Cassino está en la primera línea de fuego en la Línea Gustav, y con él Montecassino y su abadía. Para los alemanes es vital la defensa de Cassino. Por allí pasa la Ruta 6 que va directamente a Roma.

Sin embargo, aunque defienden los accesos al monte y al pueblo, los alemanes no defienden la abadía. El mariscal Kesselring, a petición de la Santa Sede, ordena que se cree un cordón de seguridad de 300 metros alrededor de la abadía. Las órdenes de Kesselring son extraordinariamente estrictas: ningún soldado alemán, ni siquiera herido, tiene permiso para cruzar esa línea si va armado, y sólo puede ser traspasada (sin armas), para "servicios divinos".

La abadía, por orden de Kesselring a sus soldados y de sus palabras llegadas a los Aliados por la radio y la Iglesia, permanece como terreno neutral y desmilitarizado. Los testimonios de los monjes y los civiles refugiados en la misma confirmaron que los alemanes respetaron la neutralidad de la abadía hasta la destrucción de la misma.

Dos oficiales alemanes incumplen esta orden. Uno de ellos, el general von Senger und Etterling, jefe del XIV Panzerkorps y cristiano de los que van a misa todos los domingos si la guerra le deja hacerlo, no puede resistir la tentación de escuchar la misa de Navidad en la abadía de los monjes benedictinos.

El segundo, es el teniente coronel Julius Schlegel.

El teniente coronel Julius Schlegel es un hombre poco común. Estaba al mando de la unidad de mantenimiento de la Div. Hermann Göring. En tiempos de paz regentaba una librería en Viena (era austriaco), siendo un experto en arte, su gran pasión. Culto, educado, cristiano, austriaco e inteligente, Schlegel reconoce el valor a todos los niveles de la abadía de Montecassino. Debido a ello, pronto se impondrá a sí mismo una misión sagrada.

En una reunión de oficiales de la Div. HG en octubre del 43, Schlegel se entera de que la abadía se encuentra en la primera línea de fuego.

A pesar de las garantías dadas por Kesselring por un lado y los Aliados por otro, Schlegel no se fía. Los bombardeos son ciegos, y sus bombas pueden caer en cualquier lado. Si los alemanes defienden Montecassino, las posibilidades de que la abadía quede destruida, con sus tesoros y la tumba de San Benito en su interior, son altísimas. Schlegel, consciente de ello. Conocedor del significado de la abadía gracias a sus conocimientos en arte y su devoto cristianismo, quiso salvar, por iniciativa propia, el contenido de la abadía. Por tanto, y a espaldas de sus superiores, actuó en consecuencia.

El 14 de octubre de 1943 Schlegel y el capitán médico Becker, ambos de la Div. HG, se entrevistan con el abad de la abadía de Montecassino, Gregorio Diamare. Schlegel le explica al octogenario abad la situación y le propone evacuar los tesoros de la abadía, usando para ello los medios de la unidad de Schlegel . Sin embargo, el abad rechaza en este primer intento el ofrecimiento con éstas palabras:

"Estoy convencido de que los Aliados mostrarán la misma consideración que el Mariscal Kesselring, quien ha dibujado una zona neutral de 300 metros alrededor del monasterio". El abad no se fía de las intenciones de los dos alemanes. Piensa que el contenido de la abadía va a acabar en Alemania.

Schlegel insiste. Viendo que con el abad no hay nada que hacer, se pone en contacto con el padre Emmanuel Mundig, monje alemán que afortunadamente vive en la abadía de Montecassino. Con la garantía de su ayuda, Schlegel volverá a la carga y ambos convencen, ahora sí, al abad para que permita la evacuación de los tesoros de la abadía.

Mientras, nadie sabía lo que estaba haciendo el oberstleutnant Schlegel, ni sus superiores ni mucho menos los Aliados.

Los aliados se acercan a Cassino y la abadía. De vez en cuando, Cassino (no la abadía ) sufría algún tipo de bombardeo o ataque aéreo, aunque ligero y centrado en objetivos militares.

El abad Diamare ya no se engaña. Es consciente del peligro. Ahora es el abad el que le pide a Schlegel que evacue las obras de arte de la abadía. Por supuesto, Schlegel accede de inmediato.

El abad pide garantías, las cuales le son concedidas. Se permitió a los monjes supervisar el proceso de traslado. Se empaquetó todo cuidadosamente. Los monjes realizaron un inventario de todo lo transportado, permitiendo los alemanes que dos monjes viajaran con las columnas de transporte. Se llevó todo al área de Roma (hay unos 140 km de Cassino a Roma). Para todo ello se usaron soldados de la Div. HG, así como unos 120 camiones de la misma unidad.

Pero la tarea es gigantesca, y Schlegel se enfrenta a multitud de problemas, incluidos los problemas causados por los propios alemanes.

Primero, las SS se enteran de lo que está haciendo gracias a los aliados, los cuales hacen circular a través de la radio la noticia de que la Div. HG está saqueando la abadía. Un grupo de SS con la misión de arrestar a los responsables del supuesto robo visita a Schlegel para interrogarle y saber lo que ocurre, llegando incluso a amenazarle. Afortunadamente, gracias a la colaboración de los monjes, el asunto se aclara y se olvida.

Tras esto, es hora de poner al corriente de todo al jefe de la Div. HG, pues se estaba usando medios de la División para realizar actos que no contribuían al esfuerzo de guerra alemán. Informado, autoriza la operación y proporciona soldados de las unidades de combate para que ayuden en la evacuación y hace algo más, le envía a Schlegel al teniente coronel Evers, miembro de su Estado Mayor en calidad de asesor cultural. Los alemanes siempre jugaron limpio en el proceso de evacuación. Hecho siempre reconocido por los monjes.

Schlegel se queda tan maravillado como preocupado ante la ciclópea tarea que se ha impuesto. Hay más de 70.000 libros y 1.200 pergaminos de gran valor y antigüedad. ¡Y qué libros! Muchos de ellos originales y ejemplares únicos, de autores como Séneca, Ovidio, Horacio, Cicerón...




Un tesoro dentro de otro. En 1939 se iba a celebrar una exposición de arte en Nápoles. Para ello se reunieron cuadros de toda Italia. Pero la guerra empezó antes de que se ultimaran los detalles de la exposición, y se decidió enviar de manera provisional los cuadros a la abadía pensando que estarían a salvo. Los cuadros eran de Leonardo da Vinci, Tiziano, Tintoretto, Rafael... Los cuadros fueron enviados al castillo de Spoleto, a 150 km al norte de Roma.

Además, se evacuaron otros objetos de gran valor, como códices y objetos de oro, alguna estatua, etc.

Pero el principal tesoro de la abadía (al menos para los cristianos) eran sin duda los restos de San Benito. Su manipulación y transporte requirió cuidados y trabajos especiales.

Los alemanes tampoco se olvidan de los vivos. Fueron evacuados buena parte de los monjes (los que quisieron irse), así como las monjas y niños de un orfanato cercano y del cual se hacía cargo la abadía.

Los soldados de la unidad de Schlegel trabajaron día y noche con el máximo cuidado para hacer todo esto, realizando trabajos especiales cuando la manipulación de ciertos objetos lo requería.

Por fin, el 1 de noviembre de 1.943 se da por concluida la tarea de traslado. El teniente coronel Schlegel informa de la llegada sin incidencias del último convoy. Se encuentran presentes algunas personalidades. Este hecho marca el final de la evacuación.




El abad Gregorio Diamare estaba tan agradecido a Schlegel y sus hombres que le preguntó cómo podía recompensarle. Schlegel respondió que con una misa, la cual fue oficiada por el mismo abad el 1 de noviembre de 1.943. A ella asistieron los monjes y los soldados que ayudaron en la evacuación.

El abad hizo algo más. Le entregó a Schlegel un manuscrito en latín, en el que se podía leer:

" En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al ilustre y querido tribuno, Julius Schlegel, quien salvó a los monjes y posesiones del sagrado monasterio de Montecassino, éstos monjes y los habitantes de Cassino dan sus sentidas gracias y rezan a Dios por su futuro bienestar.

Montecassino. En el mes de noviembre de 1.943.

Gregorio Diamare. Obispo y abad de Montecassino".

Posteriormente se llegó a un acuerdo entre los alemanes, la Iglesia y el gobierno italiano controlado por los alemanes. Los tesoros de la abadía volvieron a ser trasladados, ahora al Vaticano. Los monjes de la abadía siguieron haciéndose cargo de sus tesoros.

Mientras, la guerra sigue y sigue.

Tras el fracaso de la primera ofensiva en febrero del 44 se prepara la segunda. Y con ella uno de los actos más deleznables de la guerra.

A pesar de los testimonios de los jefes y soldados que ya han luchado en Cassino y que aseguran que la abadía de Montecassino está desarmada, sin recibir ni un mísero disparo de fusil proveniente de ella, se insiste en bombardear la abadía, basándose en el testimonio de Sir Maitland Wilson (siendo jefe supremo del área del Mediterráneo, sobrevoló la abadía a 75 m. y vio a los soldados de la div. HG mientras evacuaban los objetos de la misma).

15 de febrero de 1.944. Gregorio Diamare, junto a cinco monjes y 200 refugiados de Cassino celebran una misa en honor de Santa Escolástica (hermana de San Benito). Entre las 9.25 de la mañana y las 13.30 de la tarde, 135 B-17 y 87 B-25 y B-26 arrojan 443 toneladas de bombas sobre la abadía de Montecassino. La abadía es alcanzada y destruida. Sin embargo se salva la cripta de San Benito en donde se han refugiado todos.





Gregorio Diamare es despedido tras el bombardeo.

Los alemanes, ahora sí, convierten sus ruinas en la posición defensiva más formidable de la línea Gustav. Los paracaidistas y otras unidades alemanas resisten y contraatacan continuamente en la zona de Cassino. El bombardeo, a pesar de las bajas de los paracaidistas, acaba favoreciendo más a éstos que a los asaltantes.

La segunda batalla de Cassino acaba con una increíble victoria defensiva de los paracaidistas alemanes. Y con la cuarta destrucción de la abadía de Montecassino.

Volvamos con el Teniente Coronel Julios Schlegel.

Meses después, y a pesar de las oraciones de los monjes, el teniente coronel Schlegel es herido en un ataque aéreo en el área de Bolonia, perdiendo un pie en la acción. Su herida le apartaría de la guerra hasta el final. Al acabar, es acusado de criminal de guerra. Le acusan del saqueo de la abadía de Montecassino.

Los testimonios a favor de su absolución fueron numerosos, destacando los del mariscal americano Alexander, y por supuesto el de los monjes. El abad Gregorio Diamare fue incapaz de testificar a favor de Schlegel. Murió poco después del bombardeo de la abadía. Demasiadas emociones para el anciano.

Afortunadamente, Schlegel es absuelto. Pero eso no le evitó estar 7 meses en la cárcel o el que su familia fuera expulsada de su propia casa. Tras su absolución, poco a poco, empiezan a ser conocidas las verdaderas acciones de Schlegel en Montecassino y aunque tarde, Schlegel muere el 8 de agosto de 1.958 con su honor limpio de toda mancha.

El mejor reconocimiento que se le hizo fue realizado el 31 de octubre de 1.969. En el nº 5 de la calle Pokornygasse, en el distrito XIX de Viena, hay una placa en la que hay escrito:

" En esta casa vivió y murió el merecido austriaco Julius Schlegel. A través de sus acciones personales en otoño de 1943 salvó los tesoros de arte del monasterio de Montecassino. Dedicado por sus camaradas el 31 de octubre de 1969".

A este acto acudieron diversas e importantes personalidades de la vida cultural, religiosa, política y por supuesto militar de Austria. Todo ello mientras dos centinelas del batallón de guardia del Bundeswehr austriaco presentaban armas.

La guerra está llena de héroes y villanos, al igual que de villanos que son considerados héroes y viceversa. Al final, el tiempo, pone a cada uno en su sitio. A Schlegel le llegó su turno, primero de villanía, posteriormente de reconocimiento y justicia :)
Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo... y por los mismos motivos."
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