Abuelos y bisabuelos han gustado de edificar sus viviendas cerca del mar, o de ríos, disfrutando de sol, arenas tibias y aguas serenas y límpidas
Yo nací en una pequeña ciudad así, con este río que los primeros españoles llamaron "Grande como Mar" Donde los caudalosos ríos y arroyos que desembocan en el Río de la Plata.
Allí en el puerto y la rambla, hay dos o tres bares y se escuchan cuentos, de hundimientos, de voces que parecen proceder desde la otra margen del Arroyo de las Vacas, por donde Hernando Arias de Saavedra, afectuosa mente llamado así por los vecinos, Hernanadarias, introdujo la ganadería y 60 caballares, en lo que el llamó a nuestras praderas, mar de esmeralda.
En estas pequeñas ciudades tenemos nuestras historias, verídicas y algunas tan viejas que parecen creadas del imaginario popular, además de que cada familia tiene las suyas.
Estas que dejo son leyendas de Puerto Ballarta, Las bajé de Internet, para que cuando ya entrado el otoño , una noche tal vez desvelados, ustedes las lean a la luz de una lámpara en una noche de lluvia.
Espero que alguna les guste. Kamille

Se te va a aparecer el diablo"
Anselmo, se transportaba en su bicicleta por el camino de Las Juntas-Ixtapa. En el camino se le atravesó un marrano de los corrales vecinos y al esquivarlo, cayó estruendoso sobre la vereda. La noche cayó con él.
Se reponía del accidente cuando observó la sombra de un hombre que se acercaba.
Lo saludó de lejos y empezó a platicarle su desgracia para hacer más ligero su pesar. El hombre, con un halo de misterio, lo saludó con una voz gruesa e inasible. Anselmo no lo miraba, estaba agachado reparando su bicicleta y apenas y lo observaba, de cabeza, por el triángulo que formaban sus piernas.
De pronto, empezó a soplar un viento fortísimo que le sacudía la camisa. El hombre se aproximaba cada vez más y a cada paso la fuerza del viento aumentaba. A Anselmo la luz ya no lo dejaba reconocerle el rostro, en el camino de Las Juntas todos se conocían. Cuando el extraño estuvo lo suficientemente cerca, Anselmo pudo ver sus ojos: eran rojos, como de fuego. Y su cuerpo, aunque lo parecía, no era humano. Tratando de disimular su miedo, se despidió rápidamente del extraño y emprendió el viaje otra vez. Apenas había avanzado unos metros, la bicicleta se elevó. El hombre de los ojos rojos la traía sobre sus brazos. Anselmo no pudo hacer más que rezar en voz alta y a gritos suplicarle a Dios que lo librara de tan maléfico espectro. El extraño se convulsionaba y se tapaba los oídos mientras escuchaba las oraciones, entonces Anselmo aprovechó la acción para acelerar y perderse de su vista.
A la fecha, anécdotas como la de Anselmo se siguen encontrando en el camino de Las Juntas. Así que pase rapidito, no sea que se le vaya a aparecer el diablo.
Los que cuentan los cuentos
La mayoría de los cuentos que cuenta la Bahía se ha obtenido de la tradición oral, por ello, hay que considerar que el discurso puede cambiar en un mismo relato.
Carlos Murguía, los hermanos Gómez de Ixtapa, Gerardo Cortés Mora, Amalia Gómez y Catalina Escobedo, son algunos de los que han recolectado el acervo histórico de Vallarta de leyendas y cuentos. Sin embargo, recuerde que usted no está imposibilitado para conocer más historias; platique con la gente local, y si se entera de alguna, esperamos que nos la cuente.
Este artículo fue publicado en la revista Bay Vallarta, Año 1, No. 16, 9 de octubre de 2004.
Vivir Vallarta, va más allá de hoteles, restaurantes y paraísos playeros. La historia de los pueblos costeros, con sus tradiciones, hábitos y costumbres, es un tesoro etéreo que no se incluye en los paquetes de la agencia de viajes. Está ahí, oculto en el espíritu de la ciudad y en las voces de su gente.
Bay Vallarta salió a cazar fantasmas, y entre tanto, encontró los relatos y leyendas que de la ciudad se cuentan; historias fantásticas, leyendas y mitos que respondieron los porqués de las cosas cuando no se sabían. Si nacieron de acontecimientos reales o no, qué importa, son retratos del ingenio y la vida de otros tiempos, testimonios que forman el pilar de la historia vallartense.
En Bahía de Banderas las leyendas empiezan por el nombre propio
¿Por qué se llama Bahía de Banderas?
Cuando los españoles arribaron a la costa de la entonces Xiutla (hoy Puerto Vallarta), 20 mil indios se acercaron a detener a los intrusos. Cada uno llevaba dos banderitas de plumas, una en la mano y otra sobre el carcaj. El dirigente español, Francisco Cortés de Sanbuenaventura (sobrino de Hernán Cortés) ordenó el ataque temblando de miedo ante la furia de los indios (¡eran 20 mil!). Y para dar valor a los soldados, el fraile de la tripulación bajó del barco, tomó un estandarte de la Purísima Concepción y la Santa Cruz, y se arrodilló ante los indios. Cuando el estandarte fue alzado, se iluminó con destellos dorados. Los indios asombrados, se acercaron al fraile y dejaron las banderas de plumas en sus pies, en señal de respeto. 40 mil banderas en la costa.
El acto valió para dos cosas: se consumó la dominación del valle, y de paso, el nombre de la "Bahía de Banderas".
El Mocho
La leyenda de El Mocho se desprende de un triángulo amoroso: Cada vez que un campesino salía a vender su maíz en el Valle de Banderas, su mujer y el compadre tenían un romance. Acalorados ambos, un día se metieron al mar y después de un grito de ella, el terror comenzó. Apareció el cuerpo femenino mutilado de la cintura para abajo. El tiburón "El Mocho"se la había medio comido. El amante y el marido aterrorizados con la muerte de la mujer dejaron la costa.
Desde entonces El Mocho se volvió el más temido y famoso tiburón. Se cree que vivía en una cueva en las Islas Marietas y que cada vez que pasaba un barco por ahí, lo seguía hasta Cabo Corrientes, esperando que cayera por la borda algún bocadillo humano. Hoy en día, por si las dudas, algunos navegantes siguen tomando precauciones cuando pasan por ahí. (Hay otras versiones de esta leyenda, por ejemplo, las escritoras Amalia Gómez y Catalina Escobedo, sugieren que la víctima fue un niño y no una mujer.)
"Sería la luna, don Boni"
Si por ahí ha escuchado este dicho popular, atención que ahora se enterará de la historia:
Don Boni fue un hombre recio, dueño de la tienda que vendía manojos de zacate y otros alimentos para animales, en el centro de Vallarta. Como vicepresidente municipal que era, pronunció el grito de independencia desde la plaza de armas del pueblo. El cronista de la ciudad, Carlos Munguía, relata los hechos:
Después del desfile y en medio de los aplausos, don Boni tomó su posición:
- Mexicanos, (todos guardaron silencio) eran las once de la noche cuando el sol resplandecía…
Entonces una voz aguardentosa gritó:
- Sería la luna, don Boni
- ¡Sería tu madre!............, estoy hablando del "sol de la libertad".
Y continuó el discurso.
La anécdota valió para darle sabor a la historia popular. De aquí que la gente de Vallarta, cuando alguien muestra incredulidad en su arenga, se burle diciendo "sería la luna, don Boni".
"El puertas de oro"
En la década de los 40, un barco se hundió junto a Los Arcos (la reserva natural del sur de la bahía). El barco, sin embargo, no era común: tenía las puertas de oro. La profundidad a la que se encontraba la embarcación era de 80 brazas (unos 150 metros) y era imposible que alguien (con el equipo de aquel tiempo) llegara ahí. Como todo tesoro misterioso, tenía un guardián: un mero gigante, con los ojos tan grandes como un plato.
Los mejores buzos trataron de sumergirse para desprender las valiosas puertas, pero no lograban regresar con el botín. Algunos volvían asustados alegando que el pez era del tamaño de una lancha. Otros simplemente no regresaban.
Es posible entonces que el barco, "el puertas de oro", siga ahí. Y por supuesto, el mero también.
Una interesante interpretación de esta leyenda se desprende del libro recuerdos y sucesos de Puerto Vallarta (Carlos Munguía, 2000): El paso obligado de la ruta mercante (de San Francisco, California, a Panamá) por la Bahía de Banderas, trajo, además de mercancía, historias de otras tierras que los españoles difundían entre los habitantes locales. Una de esas historias fue la del Golden Gate, que los españoles nombraron en 1769 "La Puerta Dorada". Posiblemente el barco que se hundió poseía este nombre, y cuando el chisme llegó a los costeños ("el 'Puertas de oro' se hundió") con todo el imaginario del pueblo, no tardaron en crearle una leyenda que se mantiene viva aún más de trescientos años después.
Sirenas en la Bahía
Otra leyenda del mar, cuenta que cada vez que en la Semana Santa había luna llena, hombres y mujeres se aproximaban presurosos a playa Los Muertos. Los intrépidos entraban al mar, y el baño a la luz de la luna los cubría con un conjuro mágico: se convertían en sirenas. (Esta es la razón por la cual, además de ballenas y delfines, la bahía está llena de sirenas.)
La mujer de La Casona
La Casona del centro, está embrujada. Así que si camina por ahí, preste atención. Según los relatos de sus antiguos habitantes, la casa está poseída por espíritus de chaneques, duendes y el de una sanguinaria mujer.
"Se escuchaban ruidos y se movían las cosas de su lugar", comentan quienes la habitaron, "pero estas travesuras eran obra de los duendes, no del fantasma mayor (la mujer). Este fantasma no jugaba, sólo mataba". Se dice que el alma en pena de esta figura femenina, atraía a los hombres a La Casona y los hacía atravesar las gruesas paredes de piedra y los vidrios de las ventanas. Cuando los hombres cruzaban, el dolor era insoportable; su cuerpo se desmembraba por completo entre gritos en la madrugada. Algunos creen que la mujer esperaba que sus víctimas rompieran los ventanales, para así ella liberarse del encierro. Sin embargo, después de varias muertes inexplicables en La Casona, y ningún vidrio roto, sus habitantes la abandonaron y el lugar permanece cerrado desde 1985. Vecinos dan cuenta de que en las noches, por los ventanales de la construcción se ve la sombra misteriosa de la mujer, y todavía en la madrugada, se escucha el eco de los gritos de quienes murieron bajo su embrujo.