La guerra que había que ganar:

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La guerra que había que ganar:

Voy a reproducir, con la autorización previa por escrito del editor, el capítulo titulado "La batalla del atlántico" del libro "La guerra que había que ganar. Historia de la Segunda Guerra Mundial" de William Murray y Allan R. Millett.

Este libro fue publicado en castellano el año 2002 por la Editorial Crítica de Barcelona. La editora del mismo, Dª Carmen Esteban, me ha autorizado a reproducir este capítulo que es el de mayor interés para nuestra comunidad.

También me comunicó que acaban de publicar un libro titulado "La batalla del atlántico". Cuando lo consiga os diré algo.

PRIMERA ENTREGA ....................................................................................................

A mediados de marzo de 1943, la batalla del Atlántico alcanzó su apogeo. Tres grandes convoyes, dos rápidos y uno lento, atravesaron el Atlántico Central camino de Gran Bretaña. Un total de 28 buques de escolta protegerían estos convoyes en un momento u otro. El convoy lento (el SC 122, con 60 barcos mercantes) logró burlar una patrulla de submarinos. Pero los dos rápidos ( el HX 229, con 40 mercantes, y el HX 229A, con 38 ) siguieron directamente al SC 122 porque sus barcos de escolta no pudieron reponer carburante a causa del mal tiempo. Luego, después de evitar la patrulla de submarinos gracias a la información especial que había recibido, el HX 229 se tropezó por casualidad con un solo sumergible (el U-653) que regresaba a su base con un motor averiado. Al ser informado de la posición de los convoyes rápidos, el alto mando dei arma submarina concentró diez buques en el que creía que era el convoy lento, el SC 122.

En una noche aterradora de explosiones de torpedos, bengalas, botes salvavidas desparramados por el mar y barcos que se iban a pique, los apurados buques de escolta trataron desesperadamente de dominar una situación que iba empeorando. No lo consiguieron. Los submarinos entraban y salían del convoy casi a voluntad y disparaban tanto contra los mercantes como contra los barcos de escolta. Hundieron siete mercantes. Asimismo, como el SC 122 estaba cerca, a sólo 150 millas delante del HX 229, los submarinos también arremetieron contra él. Al dirigirse a toda máquina para participar en el ataque contra el HX 229, el U-338 se cruzó con el SC 122 y en menos de diez minutos lanzó cinco torpedos y hundió cuatro barcos. Sólo la llegada de aviones con gran autonomía de vuelo procedentes de Irlanda del Norte impidió que la catástrofe fuese total.

En una batalla que duró tres días los submarinos echaron a pique 21 de los 90 barcos mercantes que formaban los tres convoyes. El 20 de marzo ya habían dejado fuera de servicio más de medio millón de toneladas de barcos aliados. El penetrante olor a aceite pesado, el estruendo de los torpedos que estallaban y de los barcos que saltaban en pedazos y el miedo en los ojos de los marineros mercantes que eran sacados de las aguas subrayaron la catástrofe. Si los submarinos hubieran continuado apuntándose victorias, tal vez hubiesen quebrantado la voluntad de los marineros mercantes y puesto fin a los convoyes en el Atlántico Norte. Pero no fue así y su fracaso trajo consigo la victoria más importante de los aliados en la segunda guerra mundial; porque sin esta victoria en el mar, hubieran peligrado la Ofensiva Combinada de Bombardeo, la invasión de Europa y la llegada de ayuda del programa del Préstamo y Arriendo al frente oriental.

Los convoyes aliados navegaban contra un enemigo decidido bajo los grises cielos del Atlántico Norte, con los marineros pasando horas interminables en cubierta y soportando el cabeceo del barco, azotados por la lluvia, la nieve y el aguanieve, vigilando y esperando ataques mientras todos rezaban para, que no se produjeran. Del éxito o el fracaso de sus esfuerzos dependía el intento anglonorteamericano de proyectar su poderío industrial y militar sobre el continente europeo. La batalla del Atlántico duró desde el 3 de septiembre de 1939 hasta el final de la guerra en Europa. Llevó aparejados el empleo de ingentes recursos industriales, la explotación de la tecnología y la decisiva intervención de los servicios de inteligencia durante sus períodos críticos. Al final, la victoria en la batalla del Atlántico recompensó los esfuerzos de los aliados y cobró a los alemanes un alto precio que mal podían permitirse pagar.

LOS COMIENZOS DE LA GUERRA

Al estallar las hostilidades en septiembre de 1939, la debilidad de la flota de batalla alemana (que tenía sólo dos cruceros de combate) impuso un retorno a la guerra contra el comercio británico que los submarinos germanos habían hecho en la primera contienda mundial. Pero los alemanes tampoco estaban preparados para esta clase de guerra. Los submarinistas alemanes no habían trazado planes detallados sobre muchos de los grandes problemas operacionales que conllevaba una campaña contra el comercio aliado. Tenían una fuerza de submarinos poco numerosa pero de primera clase y una táctica nueva cuyo objetivo era formar grupos de sumergibles («manadas de lobos») para atacar a los convoyes aliados. Pero debido a la pequeñez de sus buques (680 toneladas), a la falta de un eficaz servicio de inteligencia naval y al atraso tecnológico general era dudoso que pudieran llevar a cabo una campaña a largo plazo.
A finales de agosto de 1939, la Kriegsmarine desplegó sus sumergibles en el Atlántico y soltó sus buques corsarios y barcos de guerra de superficie contra el comercio británico. El hundimiento del acorazado de bolsillo GrafSpee (crucero pesado con pretensiones de acorazado que pesaba poco más de 9.070 toneladas y estaba armado con cañones de 28 centímetros) cerca de Montevideo en diciembre de 1939 indicó la existencia de problemas graves en la estrategia del almirante Erich Raeder de utilizar sus barcos de gran calado como corsarios contra el comercio. Raeder era la esencia del almirante de acorazados. En el período anterior a la guerra había rechazado los portaaviones por considerarlos inútiles, había subestimado la posibilidad de ios submarinos y había preparado la Kriegsmarine para hacer una guerra de superficie contra el comercio británico. Pero el segundo confficto mundial empezó mucho antes de que su marina estuviese preparada. El 3 de septiembre escribió en tono inconsolable: «Hoy ha estallado la guerra contra Inglaterra y Francia. Es evidente que la marina no está en modo alguno suficientemente preparada, en el otoño de 1939, para embarcarse en una gran lucha con Inglaterra... Las fuerzas de superficie... siguen siendo tan pocas en número y poderío comparadas con la flota inglesa que... lo único que pueden demostrar es que saben morir con honor».1 Dando muestra de una disciplina inflexible que rivalizaba con la del ejército, Raeder y su sucesor se aseguraron de que la marina alemana estuviera a la altura de esta esperanza. No habría ningún motín naval como había ocurrido en 1918.
Los submarinos, con todo, obtuvieron muchas victorias en los dos primeros meses de la guerra, pero cuando tuvieron que regresar a puerto para someterse a reparaciones y reponer pertrechos, las pérdidas que causaban a los aliados descendieron hasta quedar en menos de 90.700 toneladas mensuales. Hasta abril de 1940 los submarinos fueron una molestia mortal, pero nada más. Hubo algunas hazañas espectaculares, tales como el hundimiento del acorazado Royal Oak por Günther Preen después de una incursión espeluznante en el bien defendido fondeadero de Scapa Flow, en las islas Orcadas. Pero las experiencias de los primeros meses de la guerra confirmaron las lecciones de la contienda anterior: los convoyes, incluso con escoltas mínimas, eran esenciales para la supervivencia de la marina mercante. A finales de 1939 los submarinos sólo habían hundido cinco barcos de los 5.756 que navegaban en convoy.
A largo plazo, los problemas de la marina británica eran, sin embargo, considerables. Tenía un número insuficiente de barcos de escolta, el apoyo aéreo era mínimo y, además, los barcos de escolta tenían que hacer frente a las «manadas de lobos». Asimismo, por haber subestimado deplorablemente la amenaza de los submarinos, la Royal Navy no había ideado tácticas y conceptos operacionales apropiados para proteger grandes convoyes. La RAF, por su parte, poca ayuda ofrecía. Hasta finales de 1942 no empezó el Mando Costero de la RAF a recibir los recursos que necesitaba para interpretar su papel en la batalla del Atlántico. Así pues, en muchos aspectos la respuesta británica a la campaña submarina fue una serie de medidas desesperadas cuya finalidad era que el movimiento del comercio aliado se mantuviese en los niveles necesarios para apoyar el esfuerzo de guerra, intensificar la producción bélica y sostener al pueblo británico hasta que se alcanzara la victoria.
La caída de Francia en junio de 1940 alteró el marco geográfico de la Ba talla del Atlántico. A comienzos de julio, el U-30 llegó al puerto de Lorien después de patrullar por el Atlántico: era el primer sumergible que entraba ei lo que se convertiría en una gran base de submarinos en la costa francesa. Desde las bases de Francia, los submarinos alemanes tenían fácil acceso al final de las líneas de comunicación marítimas de Gran Bretaña, a la vez que ti Luftwaffe podía llevar a término con mayor facilidad sus misiones de renocimiento y sus ataques contra los barcos. No obstante, debido a que por orden de Raeder en los primeros años de la guerra se construyeron principalmente acorazados y cruceros, el número de nuevos submarinos que entraron en servicio en 1940 apenas compensaba las pérdidas de este tipo de buques En julio de 1940, el vicealmirante Karl Dónitz, comandante en jefe de la flota submarina, disponía únicamente de 29 buques.

En la primera guerra mundial Dónitz había sido comandante de submarinos y había ganado numerosas condecoraciones antes de caer prisionero de los ingleses en 1918. Después de una afortunada trayectoria profesional en barcos de superficie, a mediados del decenio de 1930 recibió el encargo de re-1 construir la flota submarina. Dónitz era un nazi convencido que creía que los submarinos ofrecían las mejores posibilidades de derrotar a los ingleses. También era un microgestor y su control obsesivo de los submarinos en el mar y la dependencia concomitante de gran número de mensajes Enigma entre tierra y los submarinos contribuyó en gran medida a que los ingleses consiguieran captar y descifrar los mensajes radiofónicos alemanes. Dónitz también mostró poco interés por la tecnología hasta que fue demasiado tarde; a resultas de ello, sus buques seguirían teniendo las mismas capacidades tecnológicas que al empezar la guerra cuando se enfrentaron a enemigos muchísimo más avanzados en las batallas culminantes de 1943.
El objetivo operacional que Dónitz había fijado para esta ofensiva era sencillo: hundir el mayor número de barcos aliados posible, sin tener en cuenta cargamento, destino o siquiera si llevaban carga a bordo. Sin embargo, los subr4arinos destacados en el Atlántico raramente alcanzaron la cifra de diez durante el resto de 1940, porque en cualquier momento dado una tercera parte de la flota submarina se encontraba en puerto para ser acondicionada y reparada, mientras otra tercera parte navegaba hacia las zonas de operaciones o volvía de ellas.
Con todo, la producción británica de barcos de escolta no era más eficaz
en lo que se refería a remediar el desequilibrio entre los requisitos y la disponibilidad. Desde septiembre de 1939 hasta mayo de 1940, los astilleros británicos botaron sólo 14 destructores y, hasta finales de 1940, apenas seis corbetas antisubmarinas. La Royal Navy necesitaba desesperadamente barcos antisubmarinos y optó por una medida provisional, la corbeta, que era un tipo de barco basado en las balleneras que los astilleros británicos habían construido para los noruegos. Con un peso inferior a las 907 toneladas, las corbetas no eran mucho más rápidas que los submarinos en la superficie. En cuanto a sus características de gobierno, un veterano que había servido en las corbetas en el Atlántico Norte sugirió en una ocasión que se balanceaban incluso sobre la hierba mojada.
Los problemas de los ingleses se vieron exacerbados por el elevado coste de la campaña de Noruega en la primavera de 1940 y la evacuación de Dunkerque en mayo y principios de junio del mismo año; luego, durante el verano, la amenaza de una posible invasión anfibia alemana tuvo ocupados a muchos destructores británicos en la defensa del Canal hasta finales de octubre. Debido a efflo, un reducido número de submarinos pudo inffigir grandes pérdidas a los convoyes poco protegidos que navegaban con rumbo a las islas Británicas durante el verano y el otoño. De julio a septiembre los submarinos echaron a pique una media de 226.750 toneladas mensuales, a cambio de menos de dos sumergibles hundidos por mes. En octubre las pérdidas británicas subieron hasta alcanzar las 319.633 toneladas, todas ellas prácticamente en un radio de 250 millas del ángulo noroccidental de Irlanda.
La suerte que corrieron los convoyes SC 7, HX 79 y HX 79a a mediados de octubre de 1940 es un ejemplo de la destrucción que podían causar los submarinos cuando se concentraban. Los alemanes atraparon al SC 7, que era un convoy lento, y desplegaron cinco sumergibles, entre ellos el mortífero U99 de Otto Kretschmer, contra los infortunados barcos. A pesar del refuerzo de cuatro barcos de escolta, muchos de los capitanes de los mercantes fueron presa de pánico y el convoy se dispersó, facilitando así la tarea a los alemanes. Kretschmer, que hundió seis de los 18 barcos que perdió el convoy, dio cuenta de que estallaron torpedos en todo el convoy. Su diario de guerra dice: «2358: Disparo de proa contra carguero grande aprox. 6.000 toneladas. Distancia 685 metros. Alcanzado debajo trinquete. La explosión del torpedo fue seguida inmediatamente de una elevada cortina de llamas y una explosión que abrió el barco hasta el puente y produjo una nube de humo de más de 180 metros de altura. La parte de proa del barco aparentemente destrozada. El barco sigue ardiendo furiosamente, con llamas verdes».
Cuando apenas se habían recuperado de la batalla de la primera noche, los submarinos se encontraron con el HX 79 a última hora de la tarde siguiente. El HX 79 llevaba como mínimo nueve barcos de escolta, pero éstos no estaban bien adiestrados y los submarinos pasaron junto a las columnas de mercantes disparando torpedos a babor y estribor, mientras los barcos de es- cofta los buscaban inútilmente alrededor del perímetro. En tres días los alemanes hundieron 38 barcos pero perdieron un solo buque. Desde su punto de vista, fueron en verdad unos «momentos felices». Sin embargo, a pesar de las pérdidas que sufrieron los ingleses en estas batallas, una cifra sobresale: de los 217 barcos mercantes que hundieron los submarinos en la segunda mitad de
1940, sólo 73 (aproximadamente una tercera parte) formaban parte de convoyes. Es obvio que eran demasiados los barcos mercantes británicos que seguían navegando en solitario, sin la protección de barcos de escolta. Churchill comentó después de la guerra: «Cuán gustosamente hubiera cambiado un intento de invasión a gran escala por este peligro sin forma, sin medida expresado en gráficos, curvas y estadísticas!»3
Octubre fue el peor mes de 1940. Al desvanecerse la amenaza de invasión de Gran Bretaña por los alemanes, aumentó el número de destructores disponibles para el servicio de escolta y la Royal Navy pudo destinar más recursos a la batalla que se estaba librando en el Atlántico. De una cifra máxima de 319.633 toneladas en octubre, las pérdidas descendieron a 132.977 en noviembre y 192.819 en diciembre. El refuerzo de las escoltas en aguas británicas obligó a los submarinos alemanes a adentrarse en las inmensidades del Atlántico Central, donde era más difícil localizar convoyes y concentrarse. Asimismo, los alemanes estaban sufriendo las consecuencias de no haber incrementado mucho la construcción de submarinos en el primer año de la guerra. A pesar de las victorias de sus ases de la guerra submarina, Dónitz no había logrado privar a las Islas Británicas de sus imprescindibles fuentes de abastecimiento.
En los primeros días de la contienda, el mando de la flota submarina alemana había atacado con recursos mínimos en una situación táctica favorable. Pero no había estudiado detenidamente las consecuencias a largo plazo de lo que hacía en aquellos momentos. Las primeras victorias alemanas en la guerra submarina fueron un aviso para los ingleses y les dieron tiempo para adaptarse. Así pues, a la larga, la campaña submarina de 1940 fue contraproducente. No pudo descargar un golpe decisivo y, sin embargo, hizo que los ingleses se dieran cuenta de que los submarinos representaban una amenaza para su existencia nacional. Al final, los alemanes hicieron que la marina y la aviación británicas pusieran en marcha una serie de programas desesperados de investigación y desarrollo cuyo resultado sería el perfeccionamiento del radar y el sonar para los barcos antisubmarinos, la mejora de las cargas de profundidad, el erizo (arma antisubmarina que disparaba hacia adelante sin perturbar el sonar del barco), torpedos antisubmarinos que podían lanzarse desde aviones y aparatos radiogoniométricos que indicaban a los barcos de escolta la posición exacta de los submarinos que acechaban a los convoyes. Los ingleses también empezaron a estudiar la forma de mejorar las tácticas antisubmarinas y alterar el tamaño de los convoyes con el fin de elevar al máximo la eficacia de los barcos de escolta.
Última edición por Invitado el 06 Dic 2004 15:49, editado 1 vez en total.
Mix-martes86
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Magnifico relato, si señor. :wink: A ver si un dia de estos me pongo a buscar libros de estos.
Navegando las tormentas como mejor se puede.
oblt.ZS.Angel
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Hola HZ,

yo me compre el libro de "La Batalla del Atlantico", hace unas semanas, del autor Andrew Williams, creo que es un libro muy bueno en el que puedes darte cuenta de los problemas vividos por comentarios y vivencias de los navegantes de la epoca de ambos bandos.


un saludo
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Última edición por Invitado el 11 Abr 2005 22:14, editado 1 vez en total.
Miguel
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Muchisimas gracias por la informacion a todos, si los localizo dar por hecho que los comprare, un saludo :wink:
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Alfonsuas
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Aitorcete muac :lol:
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