
Los simuladores siempre me han llevado a buscar información sobre lo simulado. Y cuando he aprendido la historia real o las capacidades de lo simulado, el simulador me ha gustado mucho más. En el fondo, lo que ocurre en ese proceso es una toma de conciencia. Lo virtual, lo simulado, empieza en ese momento a cobrar otra dimensión y a acercarse más a la realidad. La mente parece acoplar la realidad y la virtualidad.
Por lo que comento, creo que alguien conocedor de la realidad histórica de un submarino, puede apreciar de mejor manera la simulación de un submarino. Y lo mismo para la simulación de un avión, etc.
El otro día hablando con un compañero de la flotilla, me decía que había probado una de las misiones del Bismarck y que no le parecía ni bien ni mal, que más bien le dejaban indiferente. Le parecía que las batallas navales se limitaban a poner el automático y a ver quien resistía más. Un poco soso. Creo que no quiso molestarme y tuvo el tacto de decirlo como lo dijo. Yo me quedé pensando en sus palabras. Si tenía razón, ¿por qué me gustan tanto esas batallas navales?
Para empezar no creo que tenga razón, que las batallas a cañonazos hay que hacerlas de manera inteligente y tienen muchas variables. Pero, aunque sólo sea un poco, algo de razón sí llevaba. Las batallas navales de superficie son elementales y se basan en quien tiene el arma más potente y quien encaja mejor los golpes. Entonces, ¿por qué me gustan tanto?
Y no sólo a mi, también hay otros que están disfrutándo tanto como yo con estas misiones de superficie.
La respuesta es sencilla: toma de conciencia.
Hasta hace bien poco yo no sabía muy qué era un acorazado. Algo había leído sobre el Yamato, algún comentario sobre el Bismarck y poco más.
Pero de un tiempo a esta parte mis lecturas han ido abundando en el tema de los acorazados y me he hecho una idea de lo que realmente eran.
Y eran una mostruosidad de potencia y poder; Una mezcla de belleza y de fuerza bruta. Eran los dueños de los mares y el espanto para sus enemigos.
En el reportaje de Cameron sobre el Bismarck, lo describen como un arma capaz de doblegar a una nación. No creo que sea cierto: es una exageración. Pero es una metáfora de lo que realmente era el Bismarck: poder, grandiosisdad.
Mülleihem, en su libro El Acorazado Bismarck, describe como cuando se embarcaron en él, la sensación que tenían era de seguridad absoluta. Creían que el Bismarck era un seguro de vida que les iba a permitir sobrevivir a la guerra.
Esa nave debía destilar energía y poder.
Pues bueno, tomando conciencia de todo esto, cuando navego a los mandos del Bismarck y me enfrento al enemigo, disfruto enormemente de sensaciones nuevas y poderosas. En la última misión de Halifax, navegar junto con el Graf Spee e ir al encuentro del Iowa, es una esperiencia increíble, fascinante y sobrecogedora.
En alguna captura que he puesto de esta última misión, lo que mis ojos ven va más allá de los píxeles, los colores y las trasnpariencias. En mi cerebro se recrea la grandiosidad de esas naves míticas.
Creo que en esa toma de conciencia reside la fascinación de los simuladores.
Un saludo.