Llevaba una cierta temporada sin probar el tabaco (digamos una semana seguida).
He tenido mis momentos de debilidad, que he podido solventar comiendo pipas de girasol, manteniendo en la boca una asquerosa boquilla mentolada y demás guarrerías, pero era feliz.
Llevaba seis días creyéndomelo, creyéndome capaz de dominar a la bestia y salir triunfante de tan asqueroso vicio... Mis hijos y mi mujer estaban atónitos... "Papá no fuma...". Aquí no huele a tabaco...
Señores, ha bastado una noticia; una sublime cabronada que le ha sucedido a mi cuñado, que en breve dejará este mundo. Un cáncer metastatizado que se lo va a llevar al hoyo en una semana máximo...
No enviéis condolencias, no las necesito ni las deseo; es un cabrón como nadie sabe.
Llevo cuidando de su madre desde que me casé; y ahora, sólo tiene fuerzas para llamar a Seguridad del Hospital para que me planten de patitas en la calle como a un indeseable, delante de mi mujer...

Ni me han puesto la mano encima, me han acompañado amablemente ascensor abajo y me han dado un pitillo... ¡Estaba tan cabreado y avergonzado por "la deferencia" que he aceptado!...
Ese hijo de puta se marchará, pero se ha asegurado de que tenga que volver al mismo calvario de hace una semana...
¡Hace falta tener mala leche...!
¡Toca volver a pasar por la misma secuencia...!
Odio esto, no he mostrado mi encabronamiento, ahora estoy fumando. Mañana no. Dentro de diez minutos me voy a bajar la basura, y entre ella se va el asqueroso paquete que he comprado esta mañana.
A ver si me dejan quince días y someto a la bestia. El domingo pasado me comía los muebles, pero dominé; ahora toca empezar de nuevo.
Nervios, mala leche y, todo sin alterar la normalidad de la casa.
Titánica tarea, pero se que lo voy a conseguir; no es más que un vicio estúpido y asqueroso seguido por un estúpido más grande que él, que soy yo.
Una pena.