Shackelton en Barcelona

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Huntley
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Shackelton en Barcelona

Para los que estéis por Barna...
Una exposicion sobre la expedición al Polo de Shackelton:

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http://obrasocial.caixacatalunya.es/oso ... index.html




Más info:

La epopeya de Ernest Shackelton


Fue un milagro, un supremo acto de resistencia humana ante las más terribles adversidades. Hasta nuestros días cualquiera que haya conocido la historia de la expedición de Ernest Shackelton en la Antártida entre 1914 y 1916 no puede negar su estupor al conocer esta historia.

Sir Ernest Shackelton Sir Ernest Shackelton se quedó a solo 155 kilómetros de ser el primer hombre en llegar al Polo Sur en 1909, proeza que fue alcanzada por Roald Amundsen casi tres años más tarde. Con el objetivo de insertar su nombre entre los grandes de la exploración, organizó una expedición de colosales dimensiones: cruzar la Antártida de un extremo al otro pasando por el Polo Sur, la última gran hazaña humana que faltaba realizarse.

La gran travesía antártica iba a partir en el mar de Weddell, para luego cruzar el Polo y llegar al mar de Ross, donde lo esperaba Mawson en el barco Aurora para regresarlos a casa (el encuentro iba a ser en la cima del glaciar Beardmore). Era un viaje de aproximadamente 2800 kilómetros que pensaban cubrirlo en 120 días.

Pero el estallido de la Primera Guerra Mundial estuvo a punto de cancelar el viaje. El Almirantazgo Británico tuvo que ordenar a Shackelton a seguir con su plan, luego que éste pusiera a sus hombres, su barco y a él mismo a disposición para luchar en el mar contra la marina alemana. El 8 de agosto de 1914 el Endurance con 28 tripulantes partió del puerto de Plymouth rumbo a la Antártida, llegando a la isla Georgia del Sur el 5 de noviembre.

Sin embargo no pudieron hacer nada más que quedarse en la isla durante varias semanas debido al mal tiempo. Harto de la inactividad, el 5 de diciembre Shackelton ordenó a sus hombres partir hacia el continente contra las advertencias de los balleneros de no ir, ya que el tiempo se pondría aún peor. Craso error.

Desde el principio el Endurance tuvo que sortear icebergs, canales cerrados y un mar hostil. En la quincena de enero de 1915 llegaron a duras penas al mar de Weddell, rompiendo el hielo primero con la proa del barco y luego de forma manual a punta de sierra. El 19 de enero el barco terminó completamente atrapado por el hielo en un bloque de presión, era imposible seguir o volver.

El Endurance atrapado en el hielo Durante las siguientes semanas el Endurance estuvo a merced de las corrientes marinas, que lo arrastró hasta el paralelo 77 (lo más cerca que estuvieron del continente), para luego ser empujado hacia el océano.

La expedición se preparó entonces para pasar el invierno dentro del barco (al cual renombraron "Ritz") con la esperanza que la masa de hielo cediera cuando terminara la estación en siete meses, pero ocurrió lo contrario. El deshielo hizo que el agua se acumulara alrededor del bloque, causando gran presión al Endurance dañándolo rápidamente. El 27 de octubre de 1915 Shackelton ordenó abandonar el barco y sacar todo lo que pueda ser útil. Días después el mástil cayó, y el Endurance, el hogar de 28 personas durante 11 meses, se hundió el 21 de noviembre.

Cinco días antes de la navidad la expedición con tres botes salvavidas rescatados del desaparecido barco (el James Caird, el Stancomb Wills y el Dudley Docker) viajaron hacia la isla de Paulet, estableciéndose el 31 de diciembre. Durante los siguientes cuatro meses vivieron cazando lo que encontraban. En abril de 1916, los vientos y el mar embravecido deterioraron la isla, obligándolos a tomar la riesgosa decisión de tomar sus botes (que estaban invertidos como casas) y vivir a la deriva hasta que el mar los lleve a otro lugar.

El 12 de abril los tres botes llegaron milagrosamente a la isla Elefante, al norte de la península antártica luego de un viaje de 160 kilómetros a mar abierto. Era la primera vez en 16 meses que pisaban tierra firme, pero por su posición era imposible que algún barco los encontrara. La desesperación de los hombres por terminar esta pesadilla (estaban pasando por un segundo invierno antártico) casi hizo estallar un motín, por lo que Shackelton tuvo que tomar quizá la decisión más importante de su vida. Decidió tomar un bote y enrumbar a la isla Georgia del Sur a buscar la ayuda de los balleneros, sin contar con un sistema de navegación, en una empresa tan difícil como encontrar una aguja en un pajar.

El James Caird Debía recorrer más de 1280 kilómetros contra el furioso mar, el implacable viento, el hambre y el frío, con un sextante para medir la posición del sol como única esperanza de no perderse. En el James Caird, el bote que estaba en mejores condiciones, Shackelton, Worsley (comandante del Endurance), Crean, McNeish, Vincent y McCarthy partieron de la isla Elefante en busca de lo imposible el 22 de abril de 1916. Como "premio", los 22 hombres que se quedaron en la isla sufrieron una gran tormenta de nieve que duró dos semanas.

El viaje fue terrible, el bote se balanceaba sin cesar movido por vientos de 120 km/h, no tenían alimentos y el hielo se incrustaba entre las rendijas mientras el agua salada los mantenía mojados las 24 horas del día. Sólo el sol, casi siempre tapado por las olas, podía indicarles el camino hacia Georgia del Sur. Pero el milagro ocurrió.

En los primeros días de mayo tenían a la vista la isla Georgia del Sur. Pero el destino les tenía preparado más sorpresas. El viento y las olas impidieron al mal herido bote llegar a la costa, tardando horas en alcanzarla, 17 días después de partir de la isla Elefante. Sin embargo llegaron por el lado equivocado: la estación ballenera, el lugar de donde partieron casi 2 años atrás, estaba al otro lado de la isla separada por 30 kilómetros de altas montañas de hielo.

Shackelton tenía que atacar la cordillera de más de 1350 metros de altura, algo que nadie había hecho antes, sin siquiera tener equipos para ello. Los hombres no podían dormir porque morirían por el frío, así que debían cruzar las montañas lo antes posible. Shackelton, Worsley y Crean emprendieron la dura escalada el 15 de mayo, mientras McCarthy se quedaba a cuidar a McNeish y Vincent que no estaban en condiciones de seguir. Los tres caminaron toda la noche, llegando al amanecer del día siguiente a la estación ballenera.

Se dirigieron a la cabaña de Sorlle, el administrador, pero éste no pudo deducir quiénes eran: El jefe de la fallida expedición tomó la palabra:

"¿No me reconoce? Soy Shackleton".

Sorlle, quien había visto de todo en su vida como marino y mercader, se puso a llorar. Aquellos tres hombres parecían muertos en vida, harapientos, y con la barba que les cubría la cara. Inmediatamente los tres desdichados fueron atendidos. Hasta aquel día todos en la estación los habían tomado como muertos: no tenían noticia alguna de ellos en los últimos 18 meses.

Los tres hombres que se quedaron en el otro lado de la isla fueron recogidos. Luego se organizó una expedición para rescatar a los otros 22 que se quedaron en la isla Elefante. Como si ya no hubieran pasado suficientes desgracias, el hielo frustró tres veces el viaje hacia la isla. A bordo del remolcador chileno Yelcho llegaron por fin el 30 de agosto de 1916.

Increíblemente nadie murió luego de más de 500 días viviendo aislados del mundo. Shackelton y su gente se convirtieron en héroes en Gran Bretaña, el James Caird, el bote que permitió la llegada de Shackelton al único lugar donde se podía conseguir ayuda, pasó a exhibirse por todas partes antes de ser restaurada y enviada a reposar a la Escuela Preparatoria Shackelton, cerca de Londres.

Ernest Shackelton regresó a la Antártida 6 años más tarde para una nueva expedición, pero el 4 de enero de 1922 un súbito ataque al corazón acabó con su vida, dando término a la era heroica de la exploración. Una ironía de la vida que una persona que parecía invencible ante la peor de las pesadillas muera inesperadamente. Sin embargo su nombre redefinió los límites de la resistencia humana, dejándonos la enseñanza que nunca debemos rendirnos para poder sobrevivir.


http://www.mundoerrante.com/hazanas/shackelton.html

http://www.greenlandadventure.com/infop ... n_hist.htm

Películas:

http://www.zinema.com/pelicula/2002/atrapado.htm

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Saludos.
VOLLE KRAFT VORAUS- Huntley-Oficial Agregado de la ODSH
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arahoel
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La epopeya de Shackelton fue impresionante. Ninguno de sus hombres murió despues de todo. Aunque algunos tuvieron tiempo de combatir en la I Guerra Mundial y caer en ella después de todo lo que pasaron. Gracias por el apunte Huntley.

Saludos
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Ariatel
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La hazaña del Piloto Pardo.

Extracto de http://surdelsurpatagonia.com/impacto/n ... opardo.htm

... El salvamento. Luego de recuperar a dos de sus compañeros que Shackleton había dejado en la costa opuesta de la isla, en el mismo barco noruego, el "Southen Sky", zarpó con el objetivo de llegar hasta la Isla Elefante para salvar a los náufragos, intento que fracasó. Debieron regresar a las Malvinas en busca de mejores elementos. Shackleton viajó a Montevideo en busca de socorros. El gobierno uruguayo equipó una expediciónal servicio del expedicionario, tentativa que también fracasó, llegando a 20 millas de los náufragos. De Inglaterra se recibieron noticias de prontas ayuda; pero el audaz explorador decidió viajar a Punta Arenas. Con la colaboración de la British Associaton de Magallanes, que proveería de lo necesario, se organizó una nueva expedición de salvamento, para la cual se preparó a la goleta "Emma", de propiedad de "Erwing y Braun", cuyo zarpe fue fijado para la noche del 12 de junio. Por disposición del Gobierno de Chile debía convoyar a dicha goleta hasta 240 millas al Sur del Cabo de Hornos y a 63 grados de latitud Este. Luego, desde Ushuaia informó que las condiciones del tiempo eran favorables. El día 4 de agosto, el jefe del Apostadero Naval de Magallanes y el presidente de la Colonia Inglesa residente, recibieron seudo telegramas del explorador Shackleton, informando que por la descompostura de las máquinas de la goleta, había regresado a las Malvinas. Al jefe del Apostadero Naval le solicitaba la escampavía Yelcho para que los remolcara hasta Punta Arenas. Este jefe naval, almirante don Luis López, transcribió el telegrama a la jefatura nacional. La respuesta vino directamente del Presidente de la República, Excmo. Sr. Juan Luis Sanfuentes: "Gobernador de Magallanes: Sírvase saludar a Sir Ernest Shackleton y decirle que queda a disposición la escampavía Yelcho, a fin que el célebre explorador, a quién deseo éxito completo, pueda socorrer a sus valientes compañeros. Sanfuentes". El día 9 de julio, la Gobernación Marítima impartió las órdenes para que la "Yelcho" hiciera los preparativos para el remolque. Al mismo tiempo, se transbordaba al mando de la "Yelcho" al Piloto Segundo de la Armada, don Onofre García, que había cumplido recientemente, con mucho éxito, un viaje al Sur del Cabo de Hornos. El piloto Pardo en escena Sir Shackleton esperaba en las Malvinas al buque "Discovery", que tenía instrucciones del gobierno inglés de prestarle ayuda: Ya en este momento, después de tantas tentativas, se hablaba -en último término por cierto- de rescatar los documentos y todo el material científico que allí existía. Desconocemos la circunstancia por la cual, cuando la escampavía "Yelcho" arribó a Puerto Stanley, iba al mando del Piloto Segundo don Luis Pardo Villalón. Lo cierto es que se identifica con el primer parte emitido que consigna su acostumbrada brevísima claridad: "Llegamos el miércoles 9 (agosto de 1916) a las 5 P.M., y de acuerdo con el señor Ernest Shackleton zarpamos el jueves a las 9,30 A.M." Así comenzaba la primera singladura de una de las aventuras marineras más audaces de la Historia: La "Yelcho" al mando del Piloto Pardo había cumplido con su deber: salvar desde la Isla Elefante, sin novedad, a los náufragos de la expedición de Sir Ernest Shackleton. La prensa de la época comenta: "cuando el célebre explorador pasó a saludar al comandante en jefe del apostadero para agradecer las atenciones que se le hicieron objeto y la valiosa cooperación prestada, habló con ternura tan encomiástica del comandante Pardo que éste mereció las felicitaciones personales del almirante y del Mayor de Ordenes". Estos elogios fueron escritos, luego, en la pizarra del Club Inglés. En ellos se califica a Pardo de "héroe marítimo". En Punta Arenas, él y su nave fueron recibidos triunfalmente, como los pueblos reciben a los vencedores. Las calles del sector portuario se llenaron de gente que lo ovacionó. La gratitud de la gran nación británica y sus reyes llegó testimoniada materialmente, en una hermosa, artística y valiosa ponchera de cristal y plata, con una grabación alusiva. ¡Su hazaña admiró al mundo entero!

http://www.expedicionantartica.cl/antar ... kleton.htm

http://www.expedicionantartica.cl/antar ... leton1.htm

http://www.expedicionantartica.cl/antar ... leton2.htm

http://www.expedicionantartica.cl/antar ... /pardo.htm

http://www.armada.cl/p4_armada/site/art ... 25511.html

Piloto 1° Luis Pardo Villalón: Biografía:

http://www.armada.cl/site/tradicion_his ... 1lpard.htm

Escampavía "Yelcho".

http://www.armada.cl//site/unidades_navales/310.htm

Carta a su padre antes de partir a la Antártica:

La tarea es grande, pero nada me da miedo: soy chileno. Dos consideraciones me hacen hacer frente a estos peligros: salvar a los exploradores y dar gloria a Chile. Estaré feliz si pudiese lograr lo que otros no. Si fallo y muero, usted tendrá que cuidar a mi Laura y a mis hijos, quienes quedarán sin sostén ninguno a no ser por el suyo. Si tengo éxito, habré cumplido con mi deber humanitario como marino y como chileno. Cuando usted lea esta carta, o su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré solo...
http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Pardo_Villal%C3%B3n

Según un relato, habría rechazado un obsequio de 25.000 libras esterlinas, que le habría ofrecido el Gobierno Británico, estimando que como Marino de Chile, sólo había cumplido con su deber en una misión encomendada.


Siempre me he sentido atraido por esta hazaña, desde la primera vez que la escuche cuando vivía en Chile. Esto hizo que buscara información y ampliara este tema.
Huntley
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Lo que me parece una proeza marinera es la travesía a bordo del "James Caird una ballenera de apenas 6 metros de eslora y sin apenas visibilidad para determinar la posición por el sol o las estrellas.

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El lunes 24 de abril de 1916 los hombres lanzaron el Stancomb al agua cargado con provisiones, vestimentas y lastre. Después se lanzó el James Caird que era el más pesado. El lastre estaba compuesto por bolsas confeccionadas con mantas, que después llenaron con arena. Se cargaron 250 trozos de hielo para disponer de agua potable. Como instrumentos disponían de un sextante, compás, ancla, unos mapas y un par de prismáticos. La operación de carga resultó complicada y laboriosa, y los hombres terminaron empapados. Por el mediodía estaban listos para hacerse a la mar. La tripulación del Stancomb estrechó las manos de los hombres del James Caird, y éste enfiló hacia el Nordeste. Shackleton junto con Worsley, Crean, Mcneish y Vincent iniciaron aquí el viaje de una vida.

El James Caird hacía tres millas a la hora en medio de formidables icebergs que rozaban y mordían la embarcación. Worsley imaginó las poderosas estructuras encarnadas en diversas criaturas cuando escribió: «Cisnes de extrañas formas picoteaban las tablas de nuestra embarcación; una góndola que iba guiada por una jirafa, a muchos compañeros les pareció que se trataba de un pato sentado sobre la cabeza de un cocodrilo; un oso desde lo alto de una torre casi araña nuestra vela. Todo tipo de formas extrañas, fantásticas y majestuosas se abrían ante nosotros».
ntretanto, en isla Elefante, las siguientes dos semanas desde la partida del James Caird, una fuerte ventisca sumió la isla en un lugar inhóspito para las condiciones en que se encontraban los que se habían quedado. Wild y sus hombres para protegerse de las inclemencias construyeron una cabaña apoyando los botes boca abajo sobre muros de piedras, que después cubrieron con velas para protegerlos de la lluvia y la nieve. Para las paredes utilizaron retales de lona de una vieja tienda. En su interior montaron la estufa a la que acoplaron una chimenea. Pasaron las semanas muertas; el tiempo lo invertían cantando sus canciones favoritas y recordando sus mejores momentos.

Para principios de agosto la comida empezó a escasear teniendo que ser racionada. El día 12 consumieron el último alcohol que les quedaba. El invierno les confinó en la cabaña y sus rigores causó graves problemas de congelación. Los doctores Mecilroy y Macklin no tuvieron más remedio que amputar a Blacborrow los dedos de los pies por la gangrena.

Por su parte, el James Caird continuaba su viaje en una situación insufrible. Los sacos de dormir llegaron a quedar empapados y resultaba difícil mantener la temperatura de los cuerpos. Los cantos rodados que se llevaban a bordo a modo de lastre, tenían que ser cambiados continuamente de lugar para que se pudiea acceder a la bomba de achique, que era estorbada por bolsas, sacos de dormir, reservas y equipo. En poco tiempo los sacos llegaron a ser prácticamente inútiles porque sus interiores chorreaban. Para calentarse, los hombres frotaban sus piernas con la ropa mojada que no habían cambiado en siete meses. Las comidas eran a base de bizcochos, leche, té, bovril y terrones de azúcar.

Al cuarto día de la salida una severa tormenta les golpeó duramente. El siguiente día el temporal era tan feroz que evitaron capearlo; recogieron la vela mayor y enarbolaron en cambio el foque pequeño. Miles de veces parecía que el bote iba a volcar, pero milagrosamente aguantó las embestidas. El ventarrón nació en el Continente Antártico y con él vinieron temperaturas de casi cero grados. El rocío a bordo se congeló, todo el bote quedó cubierto por una capa de hielo. La embarcación llegó a ser tan pesada que forzó a los hombres a utilizar continuamente herramientas para astillar los hielos y lanzarlos lejos. Pasó un día más y el hielo se convirtió en un verdadero problema ya que el bote, más que a un barco, se parecía a un tronco flotante. Algunos equipos fueron por la borda, entre ellos los remos de repuesto que se habían encajonado en el hielo a ambos lados del bote, y dos sacos de dormir que estaban completamente helados por la humedad que habían acumulado. En los hombres también causó estragos, desarrollándose grandes ampollas en dedos y manos.

Al alba del séptimo día el viento había menguado, de nuevo se puso rumbo a las Georgias del Sur. El sol salió y los hombres colgaron del mástil los calcetines y sacos de dormir que quedaban. El hielo comenzaba a fundirse a lo lejos y las ballenas soplaban en las inmediaciones del bote. Wild tomó una situación al sol y calculó que habían recorrido 380 millas, les faltaban casi la mitad del viaje para llegar a su destino. Hasta el undécimo día –5 de mayo– se navegó con tranquilidad, pero fue entonces cuando un tremendo huracán se desarrolló, a medianoche se divisó en el horizonte una línea de cielo claro entre el Sur_sudoeste. Shackleton escribió. «llamé a los otros hombres y les dije que el cielo aclaraba, y entonces un momento más tarde me di cuenta de que eso que había visto no era un claro en las nubes, sino la cresta blanca de una ola gigantesca». El barco quedaba al albedrío del mar embravecido y cuando el alba se presentó no había tierra a la vista; el desastre era inevitable, empezaron a prepararse para un naufragio seguro. De repente, milagrosamente, el viento cambió y de nuevo pusieron rumbo a la tierra que tanto anhelaban. La noche llegó, y al alba del día 10 de mayo el viento era nulo. Vieron entonces una zona de tierra que pensaron era la bahía del Rey Haakon; Shackleton decidió que ese sería el lugar del desembarco, por lo que pusieron proa a esa bahía que enseguida alcanzaron.

A la llegada se encontraron con peligrosos arrecifes a ambos lados y glaciares que finalizaban en el mar. Tras varios intentos, al cambiar el viento llegaron a la playa por un estrecho paso. A las dos de la mañana desembarcaron gritando de alegría, pero se encontraban a 17 millas de la estación ballenera Stromness; un penoso viaje por las montañas y glaciares de las Georgias del Sur era inevitable. Macnish y Vincent estaban demasiado débiles para intentar el viaje, así que Shackleton les dejó allí al cuidado de Macarthy.

El 15 de mayo de 1916, Shackleton, Crean y Worsley salieron a la aventura. Subieron pesadamente heladas cuestas y glaciares hasta alcanzar una altitud de 4.500 pies. Mirando atrás podían ver una espesa niebla que les seguía en su ascenso. No disponían de sacos de dormir, así que era obligado bajar a una cota menor antes de que cayese la noche. Hallaron una pendiente nevada muy acusada, y como si fueran niños se lanzaron por ella deslizándose con sus cuerpos; en sólo 2 ó 3 minutos habían descendido 900 pies. A las 6 de la tarde hicieron una comida, una hora después la oscuridad era total. Aproximadamente dos horas más tarde, una luna llena apareció tras las dentadas cimas iluminando la senda. A medianoche estaban de nuevo a una altitud de unos 4.000 pies. A la una de la mañana volvieron a tomar algo caliente que renovó sus fuerzas. Poco después de emprender la marcha se toparon con otro glaciar, como no se detuvieron en toda la noche se cansaron terriblemente. A las cinco de la mañana estaban tan exhaustos que se sentaron al abrigo de una roca, se abrazaron todos juntos para guardar el calor y en un minuto Worsley y Crean estaban dormidos, Shackleton se dio cuenta de que eso sería desastroso, si todos se dormían no sobrevivirían. Tras cinco minutos de descanso Shackleton los despertó y les obligó a continuar. A pocos cientos de metros, cuando ya no podían doblar sus rodillas, se alzó ante ellos una cadena montañosa; al otro lado se encontraba la bahía de Stromness. A las seis de la mañana encontraron una entrada, y con los cuerpos destrozados por el cansancio, pero ansiosos, emprendieron la etapa final. Tras salvar las formaciones rocosas de Huvik Haracur, apareció la temprana luz del alba. A las seis y media de la mañana, Shackleton creyó oír el sonido de los vapores balleneros que salían a la mar. La bahía Stromness estaba ante ellos, pero a pesar de encontrarse tan cerca aún no acabarían las penalidades. Precipicios, pendientes imposibles, y planicies nevadas donde se hundían hasta las rodillas, agotaba a los hombres hasta la desesperación, que veían como sus últimos metros se hacían interminables. A la una y media de la tarde habían salvado la última cima, pero aún tuvieron que descolgarse con sogas por una cascada de 30 pies, para evitar tener que dar un rodeo de cinco millas. Hambrientos y estremecidos por el frío caminaron casi arrastrándose, para cubrir la milla y media que les quedaba hasta la estación ballenera. Cuando finalmente llegaron, la imagen que presentaban era penosa. Sus barbas y cabellos largos y sucios parecían espartos, y las ropas estaban andrajosas después de no haber sido lavadas en un año. En su camino encontraron dos niños a quienes preguntaron donde estaba la casa del gerente, pero ellos no contestaron y salieron corriendo tan rápido como sus piernas les permitían. Al llegar al muelle, el encargado les llevó a la casa del gerente, no sin tener que dar explicaciones, ya que el aspecto de los hombres no infundía confianza alguna. El Sr. Sorlle, el gerente, no reconoció a Shackleton hasta que éste se identificó y relató lo que había ocurrido, y las penalidades que tuvieron que sufrir para llegar hasta allí. Después de comer, lavarse y afeitarse Worsley marchó a bordo de un ballenero a recoger a los compañeros que se habían quedado refugiados bajo el James Caird, al otro lado de las montañas. Entretanto, Shackleton preparaba ya el proyecto de rescate de los hombres de Isla Elefante.

A la mañana siguiente, Shackleton, Worsley y Crean partieron en el ballenero noruego Cielo del Sur para isla Elefante, pero al poco tuvieron que desistir por los hielos. Entonces el gobierno de Uruguay prestó a Shackleton el barco Instituto de Pesca, pero una vez de nuevo el hielo impidió la entrada. Marcharon entonces a Punta Arenas, donde residentes británicos y chilenos donaron a Shackleton suficientes fondos para fletar la goleta Emma. A 100 millas al Norte de la isla Elefante la caldera auxiliar se averió; un cuarto intento sería necesario. Esta vez el gobierno de Chile prestó a Shackleton el vapor Yelcho, al mando del Capitán Luís Pardo. El 30 de agosto de 1916 Marston, uno de los hombres confinados en isla Elefante, divisó el Yelcho en un claro entre la llovizna y empezó a gritar; los demás hombres pensaron que anunciaba el almuerzo. «¡Wild hay una nave!» gritó, «¿no deberíamos hacer una señal luminosa?». Derribaron inmediatamente la lona que les cubría, y empaparon ropas con el último combustible que les quedaba, a continuación prendieron fuego a todo; el barco enseguida se dirigió al lugar. Blackborrow, que no podía andar por las amputaciones de sus dedos, fue llevado por sus compañeros a una roca alta y se mantuvo allí arriba en su saco de dormir; no quería perderse ni un detalle de la llegada de sus rescatadores. Shackleton satisfecho y feliz como nunca en su vida exclamó «Gracias a Dios». Una hora después, encabezaron todos juntos el viaje hacia el Norte. El mundo no había tenido noticias de ellos desde octubre de 1914. Habían sobrevivido solos en isla Elefante 105 días.

Shackleton ha sido considerado como el director de expedición más seguro y confiable, tanto para sus hombres como para sí mismo. Sin duda será recordado como uno de los hombres más valientes y con más coraje de todos los exploradores antárticos.


http://www.natureduca.com/blog/?p=54

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Echadle un ojo a este link, vale la pena :wink:

http://www.kodak.com/US/en/corp/features/endurance/
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Sarg-Garcia
Korvettenkapitän
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La leyendada de Shackelton esta siempre viva:
Interior del del "Shackelton restaurant-lounge bar" en El Calafate - Patagonia

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"Ich bin hier und Du bist mein Sofa" FZ
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