Vaya, vaya.... aquí hay mucha filosofía (entiéndase en sentido literal del término, "amistad por el saber").
En lo referente a demostrar la existencia o no de Dios -entiéndase por este término cualquier ser sobrenatural-, dicha demostración es imposible. Por supuesto, si adoptamos un punto de vista científico, son los defensores de la existencia de ese ser sobrenatural quienes deben demostrar (y con pruebas convincentes) su existencia, y no a la inversa. Asimismo, es evidente que si adoptamos un punto de vista filosófico, se puede argumentar en ambos sentidos.
En la historia de la filosofía y la historia de algunas ciencias esta cuestión de la existencia de Dios tiene más importancia de la que parece. Al fin y al cabo, cualquier ciencia relacionada con el estudio y conocimiento de la materia conduce inevitablemente a esta cuestión. Por ejemplo, el estudio del universo conduce a preguntarse acerca de su origen, su nacimiento, su surgimiento, llamádlo como queráis. Por supuesto, la filosofía, concibiéndola como una empresa de comprensión del mundo, es más antigua que la inmensa mayoría de las ciencias. Al menos, cuando surgió en Grecia, allá por el siglo VII a.C., sólo las matemáticas tenían un grado aceptable de desarrollo. Otros conocimientos humanos tenían elementos científicos, pero mezclados con una serie de prejuicios. Resulta muy difícil trazar una línea divisioria entre la astronomía y la astrología en el antiguo Egipto y la cultura mesopotámica. Otro ejemplo: el gran Pitágoras creía en el poder mágico de los números.
La filosofía surge en Grecia precisamente como un interrogante acerca de una realidad existente en aquella sociedad: la religión. La cuestión fundamental de la filosofía, es decir, fundadora de la filosofía es ésta: ¿El mundo es creado o increado? Sin embargo, esta cuestión o, mejor dicho, la filosofía recién nacida presentó esta cuestión de manera a-histórica. En vez de presentarla como una cuestión que se hacen los hombres en un momento determinado de su historia, la presentó como una cuestión que SE plantea, como si hubiese existido siempre, es decir, como una cuestión eterna. Ello llevó de manera inevitable a concebir la filosofía como un sistema y no resulta difícil comprobar que, de manera sintética, cada uno de los grandes filósofos se ha dado por tarea el enunciado de una teoría que, de una vez y para siempre, zanje esta cuestión aportando la respuesta correcta a esta pregunta. Es lo que hace decir a Engels que, en última instancia, cualquier filosofía puede ser adscrita al idealismo (las ideas crean la materia) o al materialismo (la materia no tiene por origen las ideas).
Las categorías de materia y pensamiento (ideas) son las más amplias que puede concebir la filosofía. No derivan de ninguna otra que pudiera englobar a ambas y, por lo tanto, a priori, es decir, a partir de ideas anteriores, por medio de un puro razonamiento lógico, es imposible responder a esta cuestión. Si a lo largo de más de 2.500 años ningún filósofo ha encontrado la respuesta "correcta" a esta pregunta no es porque tengamos la cabeza "mal amueblada", sino porque usando el rigor lógico es imposible demostrar la existencia o no de un ser sobrenatural creador del mundo, es decir, del universo.
A esta cuestión sólo se puede responder "tomando partido", es decir, "apostando" por el idealismo o por el materialismo, porque una vez planteada la cuestión, efectivamente hay que contestar, tomando partido por una de las dos vías posible: o la materia es increada o no lo es. No hay término medio.
Y, ahora, para desarrollar la cuestión fundadora de la filosofía, hay que incluír el otro elemento fundamental: ¿es el ser humano capaz de conocer el mundo? La primera parte de la cuestión debe ser desarrollada necesariamente por la segunda. ¡Qué me importa a mí saber si el mundo es creado o no lo es, si resulta que no lo puedo conocer! Ahora es cuando la cuestión revela toda su importancia, puesto que la apuesta es ni más ni menos que la facultad de conocer y, por poner un ejemplo, prevenir ciertos acontecimientos en vez de padecerlos. Lo que está aquí en juego es la legitimidad de la ciencia. Sin embargo, a la hora de responder a este segundo aspecto, parece que la línea divisoria que traza Engels entre las dos grandes tendencias de la filosofía -materialismo e idealismo- se difumina, puesto que vemos cómo los filósofos se dividen en dos nuevos campos: aquellos que afirman que el mundo es cognoscible (los materialistas y algunos idealistas) y quienes niegan esta posibilidad (los agnósticos).Sin embargo, esta segunda división es falsa, la denominada "tercera vía filosófica" es una ilusión, puesto que el agnosticismo es una forma de idealismo que no se quiere reconocer como tal o, como también dice Engels, un "idealismo vergonzante". Llegar a la conclusión de que no se puede conocer el mundo sólo es "lícito" partiendo de considerar el mundo como un producto del pensamiento. La materia del idealismo es una creación del pensamiento (Espíritu, Idea) y, conociendo la materia, el pensamiento conoce sus propias obras, se conoce a sí mismo, se re-conoce. Encerrado en el mundo de las ideas en el que precisamente me acabo de meter, puedo perfectamente llegar a la conclusión de que no se puede conocer el mundo, sino sólo determinadas apariencias y no llegar nunca al fondo de las cosas: eso es exactamente el agnosticismo y conduce inevitablemente al idealismo subjetivo (Mach, Rey) y al solipsismo (Berkeley). La otra vía del idealismo, el llamado "idealismo objetivo" (Descartes, Hegel), sí admite que podemos conocer el mundo, pero a partir de un primer conocimiento revelado, es decir, innato, causa y origen del conocimiento humano y del propio mundo. Muy al contrario, el materialismo afirma sin el menor género de dudas que la materia, la realidad, es objetiva. ¿Qué quiere decir esto? Que muy lejos de ser una creación del pensamiento, la materia es independiente del mismo. La materia no tiene necesidad del pensamiento para existir. Las leyes de la gravitación, es decir, del movimiento de la materia, actúan tanto si las conocemos como si no. Y, además, el materialismo afirma que los hombres podemos conocer el mundo, porque, bien mirado, lo que existe no es EL pensamiento, sino seres pensantes, es decir, los hombres.
Al segundo aspecto de la cuestión -la facultad de conocimiento- también se responde "apostando" por una de los dos respuestas posibles que admite. Aislada del primer aspecto, la cuestión del conocimiento es insoluble y acaba en el absurdo berkeliano, pero el primer aspecto -creación o no del mundo- es gratuito, estéril, si no se desarrolla por el segundo.
Conclusión: no se puede demostrar por medio de un razonamiento lógico la primacía del idealismo sobre el materialismo o a la inversa. Ahora bien: la práctica humana muestra (y no de-muestra) progresivamente, en la historia, la validez de la tesis materialisma.
El materialismo filosófico afirma que la materia es independiente de nuestra conciencia. Y ya no dice nada más, porque nada hay que decir ya filosóficamente hablando. Saber cómo es la materia es asunto de las ciencias que a ella se dedican: la física, la biología y un larguísimo etc...
En cuanto al conocimiento, a la pregunta de su origen, es decir, ¿de dónde viene el conocimiento? me permito citar a ese otro Lenin desconocido para la inmensa mayoría de la gente, me refiero a su faceta filosófica: "El conocimiento viene de la IGNORANCIA" juas.-
Colofón: "Hay más cosas en la Tierra y en el Cielo de las que sueña la filosofía". (William Shakespeare: Hamlet, acto I, escena 5.
Preciosas fotos (empezando por la de Huntley

) y muy buenos comentarios.
Una precisión (para Piro): el dinero no es ni puede ser ningún Dios. ¡Pero puede ser perfectamente el Demonio!
Abrazotes.