Te pongo un pedazo de trozo de un cacho de parte del libro "El acorazado Bismarck" de Mullenheim-Rechberg (editorial Juventud).
Disculpa el rollo pero creo que toda la información es interesante al respecto de lo que apuntas, jaumem.
"El círculo que involuntariamente habíamos descrito después de producirse la avería en el timón nos había apartado del rumbo sudeste, hacia Saint-Nazaire, y ahora nos movíamos hacia el noroeste, proa al viento y al enemigo. El casco del Bismarck retembló considerablemente mientras Lindemann probaba varias velocidades y combinaciones de hélices para tratar de volver a rumbo. Desde el puente, las órdenes llegaban en rápida sucesión: «Babor, avante media; centro y estribor, para... Babor y centro, avante media; estribor, atrás despacio... Babor, avante toda; estri¬bor, para...»
Abajo, el personal de máquinas hacía todo lo posible para regular el giro de las turbinas. En vez de dos mecánicos de pie sobre la plataforma de control, como era normal, ahora había tres: uno a la válvula de avante, otro a la válvula de atrás y otro listo para saltar y ejecutar cualquier cosa que fuera necesaria. Se ignoró el tiempo mínimo prescrito de espera entre «Para» y «Toda fuerza». La presión del vapor era ahora lo único de que tenían que ocuparse los hombres que hacían girar las válvulas de cuello de las turbinas, e, inevitablemente, a veces se rebasaba el máximo de seguridad. Puesto que estábamos en situación de listos para el combate, no había puertas estancas o troncos de ventilación abiertos, y la temperatura en las cámaras de máquinas alcanzó los 50 grados centígrados, y esto con la gente vistiendo de cuero.
Lindemann trató desesperadamente de probar otras combinaciones de velocidades y hélices. Ninguna dio resultado. Cuando lograba desviar el buque del rumbo noroeste, los agarrotados timones volvían a llevarlo hacia barlovento. El viento en aumento y el mayor arbolar de la mar convertían los inutilizados timones en un factor todavía más crítico. Sin embargo, teníamos que considerar como una suerte el que, pese a su proximidad a la explosión, las hélices no hubieran sufrido daños y todavía nos permitieran un pequeño margen de maniobra.
Aproximadamente una hora después de producirse el impacto de torpedo, en mi puesto director nos enteramos de una propuesta para enviar buzos que cortasen los timones o que colocaran cargas explosivas para volarlos. Librarnos de los timones tendría casi el mismo efecto que llevarlos trincados a crujía, lo que facilitaría el gobierno con las hélices. El jefe de máquinas y sus oficiales se congregaron en toldilla para estudiar dicha posibilidad. Se ha dicho que Lindemann tomó alguna parte en estas deliberaciones, pero no puedo asegurarlo. En cualquier caso, ambas propuestas fueron rechazadas.
Aunque ciertamente no habrían faltado voluntarios, ni siquiera se quiso considerar la posibilidad de acercarse a los timones desde el exterior del buque. Las olas arbolaban mucho, y la succión bajo la popa resultaba demasiado fuerte para que buzos autónomos o nadadores pudiesen abrirse paso valiéndose de cabos de seguridad dispuestos bajo ella. Antes de pedir a los hombres que arriesgasen sus vidas, tendría que haber una razonable probabilidad de éxito. Y no la había. Se rechazó volar los timones desde el interior, porque sería poco menos que imposible calcular exactamente la carga explosiva necesaria para producir ni más ni menos que el efecto buscado. En el primer caso podría dañar también a las hélices próximas y a otras partes del buque.
Un grupo de reparaciones se ofreció voluntario para quitar la puerta del hangar y soldarla a la aleta de babor, con un ángulo de 15 grados, lo que equivaldría a una posición de giro de los timones de 12 grados. La idea era contrarrestar el efecto de los timones agarrotados a babor y hacer más fácil el gobierno con las hélices. Pero, debido al mal tiempo, este plan fue también rechazado."
Saludos.
