Mientras Krestchmer y su tripulacion escuchaban, hubo un rumor de helices
sobre sus cabezas, luego otra espera, y despues otra violenta serie de
sacudidas cuando un segundo paquete de cargas estallo a su alrededor. El
U-99 se encabrito y se bamboleo, y todos a bordo se agarraron a los asideros
y a las tuberias sobre sus cabezas para impedir ser arrojados sobre la
cubierta. Luego mientras el submarino se estabilizaba, electricistas e
ingenieros comprobaron su equipo e informaron de los daños. Todavia no habian
recibido mucho, pero aquello podia convertirse en una larga y terrible
prueba. Para ahorrar la preciosa energia de las baterias Krestchmer ordeno
que todo el equipo electrico fuese desconectado excepto los hidrofonos, la
brujula giroscopica y unas luces minimas. La velocidad se redujo tambien,
porque ahora la huida no podia conseguirse ya con la velocidad, por muy
rapido que se moviera el U-99 bajo el agua, los escoltas alla arriba podian
avanzar mas rapido. No habia nada que hacer excepto sentarse y sudar, y rezar
para que el enemigo alla arriba perdiera sus huellas, agotara sus cargas de
profundidad o regresar al convoy.
Dos horas despues del iniciop del combate, una repentina explosion arrojo
al U-99 de lado atraves del agua. Con las reservas de oxigeno bajas,
Krestchmer ordeno a su tripulacion que se tendiera, mientras permanecieran
inmoviles usarian tan poco aire como fuera posible. Tambien ordeno que se
pusieran sus mascaras respiratorias de caucho que filtraban el cada vez mas
toxico aire mediante álcalis, que lo purificaban, aunque solo por corto
espacio de tiempo.
La primera pausa llego despues de 6 horas, 6 horas de creciente tension, de
resonantes explosiones que amenazaban con hacer estallar los ya vapuleados
costados del U-99, de repetidas llamadas del operador del hidrofono (ataque
desde arriba) seguidas siempre por la horrible espera.
De pronto las explosiones se detuvieron, Krestchmer dejo la sala de control
al teniente Klaus Barsgen, tanteo su camino a traves del submarino para
comprobar el estado de sus hombres, cambio unas cuantas impresiones con
aquellos miembros de su tripulacion que parecian necesitados de conversacion,
y luego se tendio en su atestada cabina en una esquina de la sala de guardia.
Luego sorprendentemente, excepto para aquellos que le conocian bien, se quedo
dormido.
Krestchmer llevaria durmiendo 40 minutos cuando otra andanada de cargas de
profundidad estallo en sus inmediaciones, sacudiendo tan violentamente al
U-99 que desperto de un sobresalto. La prueba aun no habia terminado.
En algunos aspectos era mejor para el que para el resto de la tripulacion,
en otros era peor. Como comandante del submarino, tenia porsupuesto que
pensar y tomar decisiones, y meditar y sopesar las condiciones mantenia su
mente lejos de las mas desastrosas areas de contemplacion donde acechaba el
panico. Por otra parte, no importaba lo que ocurriera o lo mal que se
pusieran las cosas, suya era la responsabilidad de su tripulacion y su nave,
y tenia que presentar un aspecto de total imperturbabilidad.
Krestchmer tomo un libro y se acomodo en una esquina de la sal de control,
a plena vista del operador del hidrofono. Habia pocas probabilidades de que
el libro atrajera su atencion y menos aun de que la retuviera. Pero en la
quietud que se instalo en el submarino cuando los hombres supieron que el
capitan se mostraba lo suficientemente despreocupado como para estar leyendo
una novela de detctives, Krestchmer tuvo la oportunidad de calcular sus
probabilidades.
No parecian ser muy favorables, inevitablemente las baterias se agotarian,
y una vez que el submarino perdiera toda su velocidad, Krestchmer tenia dos
posibilidades, puesto que un submarino no puede permanecer suspendido en el
agua como una masa de algas, podia usar su provision de aire comprimido para
llevar al U-99 a superficie (donde corria el riego de ser destruido) o podia
dejar que se asentara en el fondo (donde corria el riesgo de ser aplastado
por la prsion del agua).
Pero el problema mas inmediato era el aire respirable. Algunos miembros de
la tripulacion estaban ya jadeando, el aire estaba teñido por el dioxido de
carbono, e incluso despues de un tiempo comparativamente corto las boquillas
de caucho saben mal y empiezan a excoriar la tierna piel de los labios y
encias. ¿Durante cuanto tiempo serian capaces de resistir aquello?, se
preguntaba Krestchmer ¿durante cuanto tiempo?.
Otro hecho basico de la vida se añadia a su incomodidad. Puesto que las
heces son menos densas que el agua de mar, ascienden a la superficie cuando
son descargadas, se diron ordenes al principio del ataque para que nadie
usara las letrinas pues podian delatar su posicion a los cazadores de arriba,
en vez de ello se utilizaban cubos. Cada vez as la atmosfera en el U-99 se
volvia fetida, y cuando las explosiones sacudian al submarino de lado a lado,
los contenedores se volcaban y derramaban su contenido sobre la ya atestada
sala de control.
Peor aun, si el martilleo de las explosiones de las cargas de profundidad
seguia, el agua de mar podia filtrarse a traves de las castigadas costuras y
placas cuarteadas y alcanzar las baterias, en cuyo caso el envenenamiento por
cloro era el destino que les aguardaba a todos.
Fue casi en este momento de las cogitaciones de Krestchmer que el operador
de hidrofono se dio cuenta de que su capitan sujetaba la novela boca abajo.
Un lobo de mar al acecho II
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