Y llegó el gran momento: la garra comenzó su descenso a través de la dársena y tardó 2 días en alcanzar al submarino. A bordo, los técnicos se preparaban para la parte más difícil de la operación: el ascenso. Una vez en posición, Clementina abrazó y aprisionó el casco, y lentamente se comenzó a elevarlo hacia la superficie. El submarino, de 5.000 toneladas, ejercía un enorme peso sobre la garra, tanto que el buque había aumentado su calado en 7 pies. A más de 2.000 metros de la superficie, el esfuerzo fue demasiado grande: se fracturaron varios brazos de la garra, el casco se quebró y una parte se desprendió y cayó directamente al fondo del mar. Con ella cayó también un misil. La tripulación del Glomar Explorer luchó para elevar el resto del submarino. Metro a metro fue ascendiendo hasta penetrar en las entrañas de la moon pool. Una vez allí, se cerraron las compuertas, se achicó la dársena y el K-129 fue minuciosamente analizado y seccionado.
Una versión asegura que en el mes en que el buque estuvo en el lugar, Clementina realizó entre 5 y 7 viajes al fondo para recoger partes del K-129.
El Glomar regresó al puerto de Long Beach con su carga bien oculta. Jamás se reveló verdaderamente cuánto ni qué se recuperó del submarino. Testigos oculares aseguran que en el medio de la noche llegaban al buque camiones que luego salían cargados tomando caminos distintos. Nada se supo acerca de lo que llevaban. A pesar del aparente éxito de
la misión, el público no tenía idea de lo que realmente había sucedido. Pero los detalles se filtraron a la prensa que inició el acoso a Washington y en febrero de 1975 el periódico Los Angeles Times irradió al mundo la historia de la Operación Jennifer. Para marzo de ese año, nuevas historias acerca de la operación habían sido incluidas en las páginas de
los diarios.
Ante ello, la CIA intentó acercarse a los medios de comunicación para convencerlos de que discontinuaran la publicación de artículos relacionados con el Glomar Explorer y su misión. Sin éxito, se decidió entonces por responder a las averiguaciones de los medios rechazando las historias, sin confirmar ni negar cualquier registro del asunto (*) alegando además que, en el caso de que los hubiera, la Agencia quedaba exenta de revelarlos protegida por la excepción Nº 1 de la Ley de Libertad de Información (Freedom Of Information Act, FOIA).
El único reconocimiento oficial de toda la operación apareció mucho tiempo después, en 1992, en el sobreimpreso de las imágenes de un video dado a conocer por la CIA, que mostraba los detalles de una ceremonia fúnebre realizada a bordo del Glomar Explorer. Su entonces director, Robert Gates, lo había presentado previamente el 16 de octubre de ese año al presidente Boris Yeltsin en una visita a Moscú, junto con la bandera de la Armada Soviética utilizada en la ceremonia. Decía la escritura sobreimpresa: “Este servicio es realizado para honrar a ... (los nombres de 3 marinos rusos) y 3 tripulantes no identificados...” y mostraba un funeral militar religioso, enmarcado por las banderas de los Estados
Unidos y de la Armada Soviética, dicho en inglés y a continuación en ruso, con los cuerpos de los marinos envueltos en mortajas blancas, alineados sobre cubierta para el servicio religioso y luego su sepultura en el mar en un gran cofre lastrado.
Llevada a cabo en plena Guerra Fría, esa ceremonia demostraba el tradicional respeto y camaradería que une a los hombres de mar, en este caso sin importar sus diferencias políticas. De acuerdo con la información oficial luego hecha pública, sólo se había rescatado del K- 129 la parte de proa, de unos 38 pies de longitud, la cual incluía dos torpedos con cabeza nuclear, varios códigos y dispositivos de cifra, y los 6 cuerpos de sus tripulantes. Con el desprendimiento se había perdido una parte crítica del submarino: sus misiles nucleares. En verdad, es posible que se haya recuperado todo el submarino, aunque partido en dos, con sus misiles y torpedos nucleares y que la versión oficial dada, de que sólo se
había recuperado la sección de proa, haya sido un encubrimiento.
Después de recibir un reacondicionamiento de 260 millones de dólares, el Glomar Explorer pasó a ser utilizado para operaciones de perforación petrolera por la empresa Global Marine, la misma que lo construyó.
La HMB-1 fue posteriormente sellada por abajo y transformada en un dique flotante, yendo a servir más tarde como buque-madre-hangar de la nave prototipo USS Sea Shadow.
La Guerra Fría submarina seguirá sin duda guardando aún muchos secretos y lo recuperado del K-129 sigue siendo, hasta ahora, uno de ellos.
http://www.centronaval.org.ar/boletin/b ... landra.pdf